Represión salarial, neokeynesianismo, China
En unos meses se cumplirán seis años del primer rescate del gobierno griego de 2010, a partir del cual se iniciaba la fase de lo que la troika gusta de llamar "austeridad expansiva" como principio rector de la política económica europea: duros recortes al Estado de bienestar y devaluación interna, en suma, represión salarial contra los ingresos de la clase trabajadora. A modo de justificación se vendía el experimento alemán a principios de los 2000 como una historia de éxito neoliberal, sin tener en cuenta que en efecto su competitividad había aumentado, pero precisamente en relación con Europa del Sur, para la cual Alemania es el principal exportador. Después de años de bonanza económica en un contexto muy inflacionario y marcado por burbujas de deuda privada y pública, la austeridad, impuesta desde las instituciones internacionales sin miramientos, sumió a Europa del Sur en una crisis brutal no sólo económica, sino también política y social. Seis años más tarde queda claro que de expansiva esa austeridad no tiene nada: el débil crecimiento de la Eurozona lo testifica. Ahora bien, el brutal estancamiento de la demanda que siguió en el sur europeo no disminuyó la potente capacidad exportadora de Alemania, ya que ésta simplemente se redirigió hacia China.A diferencia de la Eurozona, constatando el tremendo impacto de la crisis de 2008 y el parón en la demanda global, China, hasta entonces potencia exportadora, decidió optar por un programa de estímulo masivo de corte keynesiano, el más grande de su historia, que se destinaría a construcción de viviendas, infraestructura rural, transporte, educación y sanidad, medio ambiente, industria, etcétera. Esto tuvo efectos muy claros en la economía globalizada, en la que China pasaría a destacar como motor de crecimiento global ahora también como potencia importadora, arrastrando así hacia arriba a sus socios comerciales, sobre todo países asiáticos, pero también a Alemania.