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miércoles, 22 de enero de 2025

Una nueva era: el legado de Biden y las intenciones de Trump


Nahia Sanzo, Slavyangrad

La nueva era comenzó este lunes con la toma de posesión de Donald Trump, que inauguró su segundo mandato con un discurso previsiblemente nacionalista, con toques mesiánicos y centrado en la agenda doméstica, en el que prometió que “la edad dorada de América [Estados Unidos] comienza ahora”. Como se había anunciado previamente, los primeros decretos presidenciales se centraron en el aspecto que el nuevo presidente, su entorno más cercano y sus votantes más fieles consideran principal, expulsar al máximo número posible de migrantes. Es ahí donde va a centrarse la agenda política dura de la segunda presidencia de Trump, que en política exterior tendrá un eje claro a nivel continental, una especie de nueva doctrina Monroe mezclada con grandes dosis de una actualización del destino manifiesto. A esa importancia que la nueva presidencia va a dar al poder estadounidense en América -a ello está dirigido el nombramiento de Marco Rubio, un halcón que luchará activamente contra los gobiernos progresistas del continente- hay que añadir que será Trump quien determine ahora el papel estadounidense en los grandes conflictos mundiales. Además del enfrentamiento, fundamentalmente económico, aunque con componentes militares, contra China, la política de la Casa Blanca será clave tanto en Oriente Medio como en Ucrania.

Horas antes de la investidura, Vladimir Putin felicitó públicamente a Donald Trump por su retorno al poder y valoró positivamente la voluntad estadounidense de reiniciar los contactos diplomáticos. Aunque la retórica rusa se ha moderado y es previsible menor hostilidad por parte del Kremlin o de los medios rusos para dar una oportunidad a la diplomacia, el presidente ruso insistió en su mensaje en que lograr la paz a largo plazo, más allá de una tregua temporal o un cierre en falso del conflicto, implica “resolver las causas originales del conflicto”. No es difícil entender de esas palabras que Vladimir Putin se refiere a la arquitectura de seguridad europea y más concretamente a la expansión de la OTAN hacia la frontera rusa, algo que, quizá de forma ingenua, Rusia confía en poder detener por medio de un acuerdo con Estados Unidos, más sencillo con Donald Trump que con Joe Biden. Frente a una visión de la Alianza como herramienta de expansión de los valores occidentales y la democracia liberal, el trumpismo entiende la OTAN como una garantía de que no habrá en Europa un bloque antihegemónico que pueda hacer sombra a Estados Unidos. Para lograr ese objetivo, Washington necesita un número de países lo suficientemente grande para evitar que la unión del resto pueda compensar esa alianza, pero lo suficientemente reducido como para evitar un gasto excesivo. En ese planteamiento, países como Ucrania no son vistos como un lastre, como en ocasiones han manifestado JD Vance o Donald Trump JR., sino territorios difíciles de defender e innecesarios a la hora de cumplir con la función de la alianza. De esta forma, es probable que vaya a producirse un mayor rechazo de la administración Trump al camino euroatlántico de Ucrania -de ahí que Zelensky buscara la invitación oficial de adhesión a la Alianza de Joe Biden, para lograr lo que es consciente que no obtendrá de la nueva administración-, e incluso declaraciones en las que el nuevo presidente afirme comprender la preocupación rusa por la expansión de la OTAN.

lunes, 20 de enero de 2025

Ucrania y el legado de Biden


Nahia Sanzo, Slavyangrad

En sus últimas horas al frente de la administración estadounidense, Joe Biden, su equipo y sus aliados mediáticos continúan realizando un enorme esfuerzo para resaltar sus éxitos, jactarse de sus proezas y, en algunos casos, limpiar su imagen. Tanto Biden como Blinken tratan, por ejemplo, de añadir a la columna de éxitos de su gestión el alto el fuego pactado en Gaza y que debe comenzar el domingo. La exaltación de la paz, inexistente en estos momentos en los que las tropas israelíes aprovechan las últimas horas para intensificar sus bombardeos y a unos días de que se retorne a una situación de ausencia de guerra, pero no de conflicto, destrucción y miseria, tiene mucho de relato y apenas soporta preguntas básicas. Israel ha aceptado en esta ocasión el mismo acuerdo que Hamas ya aceptó el pasado mayo y que, en aquel momento, la Casa Blanca presentó como una propuesta propia pero con la colaboración israelí. La administración Biden, que ha insistido repetidamente en que trabajaba “sin descanso” para lograr un alto el fuego que liberara a los rehenes israelíes -el bienestar de la población palestina de Gaza siempre ha sido secundario y no ha habido especial preocupación por los rehenes palestinos encarcelados sin cargos pero en condiciones draconianas en prisiones israelíes- ha tardado siete meses en lograr que Israel aceptara una propuesta en la que supuestamente había participado.

Denostada incluso por una parte de su población, la política estadounidense hacia Israel y Palestina se ha vinculado tan férreamente a la postura israelí que los intentos de Biden y Blinken de presentar a su actuación como constructiva son cada vez más difíciles de creer. No es de extrañar así que el aún presidente de Estados Unidos quiera centrarse en enaltecer su política en relación con el otro gran conflicto bélico de estos años, la guerra de Ucrania, en la que sigue existiendo una mayoría en Estados Unidos que considera que su país se ha colocado en el lado correcto de la historia y defiende la continuación del suministro militar para minar las capacidades de un enemigo histórico como Rusia. La escasa oposición que ha existido a la participación indirecta de Estados Unidos en la guerra, que se limita a cuestiones de coste económico y no a posturas favorables a Rusia, permite tratar el conflicto con una frivolidad que, ante las imágenes de muerte y destrucción masiva, es imposible en el caso de Oriente Medio.

sábado, 18 de enero de 2025

Guerra hasta el último minuto


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Con el tiempo sobre la bocina, a cuatro días de que Joe Biden pueda dedicarse por primera vez en décadas íntegramente a su familia y de que Antony Blinken o Jake Sullivan regresen al mercado laboral de la consultoría privada o al activismo del sector de los grupos de presión o think-tanks, la administración Demócrata continúa realizando todos los esfuerzos en su mano para garantizar que Ucrania pueda continuar luchando contra el enemigo común, Rusia, mientras lo considere necesario y al margen de las intenciones de la nueva administración de la Casa Blanca. El objetivo es que las autoridades de Kiev dispongan de buenas cartas a la hora de negociar con el equipo de Donald Trump en el momento en el que Mike Waltz y Keith Kellogg logren dar forma de propuesta a las ideas que actualmente presentan en los medios de comunicación y que no hay posibilidad de saber en qué medida se corresponden con las del presidente electo. Desde el punto de vista de la actual administración Demócrata, la OTAN y la Unión Europea, Ucrania necesita fortaleza para enfrentarse a dos tipos de negociaciones: una con Estados Unidos para determinar su apoyo, que marcará el tipo de diplomacia a la que aspira Washington y en qué medida la fuerza en la imposición de la paz, y otra posterior con Rusia. La primera negociación depende exclusivamente de que Kiev disponga de las garantías de recursos económicos para continuar la guerra al margen de Estados Unidos. En otras palabras, los países europeos y la administración Demócrata buscan que Ucrania no se quede sin recursos en caso de una posible amenaza de corte o reducción de los suministros o asistencia financiera estadounidense. La fortaleza relativa en la segunda, por el contrario, se mide en la capacidad de los países occidentales de financiar a Ucrania y minar las capacidades rusas para lograr un desequilibrio de fuerzas que favorezca a Kiev, algo que, a día de hoy, solo puede conseguirse a largo plazo con una mezcla de escalada militar y profundización de la guerra económica.

viernes, 17 de enero de 2025

Planes del trumpismo para Ucrania


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Los críticos están atacando al presidente electo Donald Trump después de que un asesor clave pareciera retractarse de una importante promesa de campaña”, escribía ayer The Huffington Post al comentar la última y extraña aparición televisiva de quien será el enviado de Donald Trump para resolver la cuestión ucraniana. “Trump ha afirmado en repetidas ocasiones que pondría fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en las 24 horas siguientes a su toma de posesión o incluso antes. Pero el teniente general retirado Keith Kellogg, a quien Trump nombró enviado especial para las dos naciones, dijo a Fox News la semana pasada que llevaría más tiempo, haciéndose eco de comentarios hechos anteriormente por el propio Trump”, continuaba el artículo. Trump afirmó, en al menos seis ocasiones diferentes que sería capaz de resolver el conflicto de forma rápida y antes incluso de tomar posesión del cargo. Donald Trump no es el único líder político cuyas promesas de campaña se moderan nada más anunciarse los resultados electorales y las escasas declaraciones que ha realizado como presidente electo apuntaban hace semanas a una clara reducción de unas expectativas que él mismo había elevado con objetivos claramente electorales. Aunque Trump ha alegado “algunos progresos” en el camino hacia una resolución, tanto la situación sobre el terreno como los movimientos diplomáticos indican que esos avances existen solo en la mente del dirigente estadounidense, siempre dispuesto a exagerar sus éxitos e incluso a inventarlos.

“Realmente tengo mucha confianza en su capacidad para llegar a una posición en la que esta guerra haya terminado. Y creo que lo que la gente tiene que entender es que no está intentando dar algo a Putin o a los rusos. Está intentando salvar a Ucrania y su soberanía, y va a asegurarse de que sea equitativo y justo”, afirmó Kellogg, que sigue basando su valoración en la confianza ciega en un hombre que ha dejado claro que no tiene ningún plan. El general precisó estar hablando a título personal y no en nombre de Donald Trump, lo que refuerza aún más la percepción de que, sea cual sea la propuesta que vaya a presentar el futuro presidente, la persona que debe encarrilar el proceso no conoce aún esas intenciones. Pero aun así, Keith Kellogg, que ya presentó el pasado mes de mayo un plan que puede resumirse en utilizar el suministro de armas como palo y zanahoria -continuar el flujo de armamento solo si Ucrania acepta negociar y aumentarlo si Rusia rechaza participar-, es capaz de dar un marco temporal. “Fijémoslo en 100 días y retrocedamos hasta el final y busquemos la forma de hacerlo a corto plazo para asegurarnos de que la solución es sólida, sostenible y de que esta guerra termina para poner fin a la carnicería”, añadió, dando nuevamente una sensación de intenciones, pero de ausencia de planes para conseguir los objetivos. Pese a lo que había manifestado cuando fue nombrado para el puesto, Kellogg no visitará Ucrania en su misión de recopilación de información hasta después de la investidura de Trump. Sin haber visitado el país ni haberse reunido con Zelensky y con la certeza de que no hay una propuesta a nivel de equipo presidencial, no es de extrañar que las comparecencias mediáticas del general Kellogg, cuyo plan peca del mismo simplismo que la visión de Donald Trump, sean escasamente convincentes y den apariencia de serias dudas sobre el resultado del trabajo que aún no ha comenzado.

martes, 14 de enero de 2025

Trump, las sanciones contra Rusia y el «patio trasero» de Estados Unidos


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Aún sin saber muy bien cómo responder a la retórica abiertamente imperialista del presidente electo de Estados Unidos, los países europeos continúan tratando de adivinar, en muchos casos sin base material alguna, cuál será el plan de Donald Trump una vez que asuma el cargo dentro de nueve días. Será entonces cuando el general Kellogg comience su trabajo para presentar una hoja de ruta con la que el equipo Republicano trate de buscar el inicio de una negociación. La necesidad de negar cualquier problema y evitar especulaciones sobre una mala relación con Donald Trump y su entorno ha hecho que Ucrania anuncie que el retraso en la visita de Keith Kellogg al país se debe únicamente a la legalidad vigente, que impide viajes oficiales antes de la investidura. El retaso no es, además, una preocupación para el Gobierno de Zelensky, que desde que comenzó el conflicto hace casi once años ha hecho de la dilatación de las negociaciones su modus operandi. La diplomacia es la línea roja que Ucrania lucha por no cruzar, una posición en la que coincide con sus aliados europeos y con el liderazgo de la OTAN, que escuchan con preocupación las palabras que llegan de Washington.

Los países de la Unión Europea siguen más preocupados por las “amenazas híbridas” rusas en el Báltico y por garantizar la financiación para que Ucrania pueda continuar luchando en la guerra que por el intervencionismo que anuncia Donald Trump y la posición en la que queda el continente europeo. Con su retórica sobre la OTAN y su insistencia en que el centro de la política exterior estará vinculado al enfrentamiento con China y el proteccionismo económico, Donald Trump y su equipo ya habían anticipado una reducción del interés por Europa, un territorio en el que Washington es consciente de que no hay peligro de la creación de un bloque político o económico antihegemónico que pueda hacer sombra a Estados Unidos. Quedó atrás el tiempo en el que las antiguas potencias europeas formaban un territorio considerado estratégico. La subordinación que la Unión Europea en bloque ha mostrado desde la invasión rusa de 2022 hace aún más evidente que el continente es ahora una parte de la esfera de influencia de Estados Unidos, un territorio con escasa autonomía propia y que corre el riesgo de cumplir el papel de patio trasero que Washington ha adjudicado a América Latina.

lunes, 13 de enero de 2025

Ucrania: Prolongar la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Estoy realmente segura de que todos los demás miembros, y espero que también Estados Unidos, están dispuestos a continuar con el apoyo a Ucrania”, afirmó ayer Kaja Kallas, líder de la diplomacia de la Unión Europea, en su participación en la cumbre de Rammstein que se celebró en Alemania y que será la última antes del cambio de Gobierno en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump, con su estilo imprevisible y aún sin plan sobre qué hacer con Ucrania, sigue siendo la gran preocupación de los países europeos, que luchan por buscar la forma de mantener el statu quo y garantizar que Kiev pueda seguir manteniendo la vía militar como única solución posible al conflicto.

En la reunión, Lloyd Austin, el Secretario de Defensa saliente, anunció el que será el último paquete de asistencia militar de la era Biden, otros 500 millones de dólares, unas palabras que causaron los aplausos de Zelensky, Rustem Umerov, Andriy Ermak y Boris Pistorius, que flanqueaban al representante estadounidense en ese momento. En referencia a su reunión con Austin, el presidente ucraniano escribió que “en la conversación se habló de la situación en el campo de batalla, del papel de los drones en esta fase de la guerra y de las necesidades de Ucrania en materia de defensa de diversos tipos de vehículos aéreos no tripulados. También se habló del fortalecimiento de la defensa aérea de Ucrania y de las perspectivas de proporcionar sistemas de defensa aérea adicionales, en particular mediante la cooperación con otros países”.

domingo, 12 de enero de 2025

Trump, la guerra de Ucrania y la autonomía europea


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Además de sugerir que Hezbollah pudo tener un papel en la insurrección del 6 de enero de 2021, referirse a la lluvia como “agua que cae del paraíso” o especular sobre la cantidad que sale del grifo o la que necesitan las lavadoras o el lavavajillas, el presidente electo Donald Trump dejó un puñado de preocupantes titulares en su rueda de prensa del martes. “Francia y Alemania advirtieron el miércoles a Donald Trump de no amenazar las «fronteras soberanas» después de que el presidente electo de Estados Unidos se negara a descartar una acción militar para tomar Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca, miembro de la Unión Europea”, escribía ayer AFP para describir la confusión que ha causado en los países de la Unión Europea la reciente insistencia del futuro presidente en la “necesidad” de su país de disponer de Groenlandia. En esta era del retorno de disputas entre grandes potencias, el Ártico será en los próximos años un escenario prioritario en la lucha por minerales y materias primas. De ahí, además del ansia de control de una zona en la que operan, por la ruta del norte, buques de Rusia y China, el interés estadounidense en aumentar su presencia en Groenlandia, donde Estados Unidos disfruta ya de una base militar, rémora de la Guerra Fría. El control del Ártico, y no la balanza de pagos, parece ser también el motivo por el que Trump trolea a Canadá desde hace semanas llamando gobernador general a su primer ministro y “estado número 51” al país. Evidentemente, Trump no busca anexionarse el territorio sino desestabilizar una situación ya de por sí complicada en su vecino del norte, donde Justin Trudeau, perdida toda su popularidad, ha dimitido y se espera la elección de una nueva persona al frente del partido y el Gobierno. El objetivo es puramente económico y está vinculado a la principal lucha de Trump estas semanas, el proteccionismo y los aranceles.

En el caso canadiense, el futuro presidente precisó que la lucha será económica y no militar, algo que Trump rechazó descartar con respecto a Groenlandia o Panamá. En Centroamérica no preocupa la lucha por los recursos naturales, sino lo mismo que ha marcado la política estadounidense en esa región durante el último siglo, el control del comercio y del canal de Panamá. El aislacionista Trump se acoge a una versión modificada de la Doctrina Monroe -evitar que los países europeos recuperaran poder en América Latina- ahora aplicada a China, donde el futuro presidente alega falsamente que soldados chinos operan y controlan el canal. Trump no puede evitar tampoco dar un toque del Corolario de Roosevelt –America para los Americanos– que acompañaba a esa doctrina. En la misma rueda de prensa, anunció que el Golfo de México pasará a llamarse Golfo de América, en referencia evidente a Estados Unidos y no a todo el continente.

sábado, 11 de enero de 2025

Peor que perder la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Escrito antes del inicio de la contraofensiva ucraniana en Kursk o quizá sin gran esperanza en que esas acciones vayan a suponer un cambio cualitativo de tendencia, The Washington Post advertía ayer en su editorial de que “la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, que se acerca al final de su tercer sangriento año, ha alcanzado un punto de inflexión”. Los problemas se acumulan para Kiev, que a la reciente pérdida de Kurajovo puede sumar en breve la de Toretsk-Dzerzhink, ya en la fase final de la batalla o, lo que es más importante, la del campo de litio de Shevchenko, un objetivo que debería haber sido prioritario pero que, al encontrarse en Donbass, ha sido considerado menos importante que mantener las posiciones o avanzar en la región de Kursk. Reticente a admitir la veracidad de noticias negativas, Ucrania se ha visto obligada incluso a admitir “problemas” en la brigada Anne de Kyiv, que con tanto orgullo había anunciado Francia haberla equipado e instruido en su totalidad. Según el periodista Yury Butusov, hasta 1700 soldados habrían abandonado la unidad antes de que la brigada llegara a su primera batalla. Las dificultades son evidentes y no es momento de esconderlas, sino de utilizarlas como argumento.

“Ucrania está perdiendo territorio, tropas y tiempo”, admite The Washington Post, que añade que “las próximas semanas determinarán si Ucrania puede seguir existiendo como Estado soberano dentro de sus fronteras anteriores a la invasión o cerca de ellas, con plenas garantías de seguridad para sus ciudadanos, o si el presidente ruso Vladimir Putin se verá recompensado y envalentonado en su guerra de expansión territorial”. Esas palabras del consejo editorial del diario de Washington complementan a lo expresado la pasada semana por Antony Blinken, que en la entrevista en profundidad en la que valora los cuatro años de legislatura de Biden, afirmó que la guerra de Putin nada tiene que ver con la seguridad ni la expansión de la OTAN sino con “las ambiciones imperiales de Putin y el deseo de recrear una gran Rusia, de subsumir Ucrania de nuevo en Rusia”. Remarcando la ironía de alertar de las intenciones del presidente ruso de hacer desaparecer Ucrania al mismo tiempo que Donald Trump habla de Canadá como estado de Estados Unidos, el periodista liberal ruso, abiertamente contrario a la guerra, Leonid Ragozin comentaba que “Putin lanzó una brutal agresión contra Ucrania después de muchos años de maniobras arriesgadas de Rusia con la OTAN, pero [Rusia] aceptó repetidamente acuerdos que equivalían a la finlandización de Ucrania, tanto en Minsk como en Estambul. Nada puede excusar sus acciones, pero mentir obstinadamente sobre sus motivos e intenciones perjudica a Ucrania y a su pueblo más que a nadie”. El comentario de Ragozin toca tres puntos que ninguno de los editoriales, artículos o reportajes de los grandes medios se molestan en mencionar en sus publicaciones, en las que, como muestra el editorial de The Washington Post, el objetivo no es más que justificar la continuación de una guerra que no les importa cronificar.

viernes, 10 de enero de 2025

La guerra de Ucrania se convierte en una ficción absurda


Estragón: ¡No me toques! ¡No me preguntes! ¡No me hables! ¡Quédate conmigo!
Vladimir: ¿Alguna vez te dejé?
Estragón: Me dejaste ir.

Esperando a Godot, de Samuel Beckett


M. K. Bhadrakumar, Indian PunchLine

Una gran transformación de la guerra de Ucrania en el último año, desde que comenzó la actual ofensiva rusa, es su transición a una ficción absurda que gira en torno a la inseguridad existencial de los europeos, su miedo a ser abandonados por Donald Trump y, sin embargo, su deseo de que les dejen en paz.

En general, la cita anterior pone de relieve la naturaleza fluida y compleja de la memoria europea -memoria olvidadiza e inconsistente- y cómo puede moldear su percepción de la guerra y sus experiencias dentro de ella.

La Administración Biden no ha renunciado a la guerra de Ucrania. El jueves está previsto que se celebre en Alemania una reunión del Formato Ramstein, presidida por el Secretario de Defensa saliente de Estados Unidos, Lloyd Austin, para abordar las necesidades de defensa de Ucrania, a las que se referirá el Presidente ucraniano Zelensky.

Mientras tanto, Kiev lanzó un ataque típico en la región de Kursk en vísperas del evento del Formato Ramstein. La operación, aunque la prensa británica la exagera, está encabezada por sólo 2 tanques y quince carros blindados y, sin duda, será aplastada por los drones rusos y sus helicópteros de combate Ka de alto rendimiento, altamente letales, con capacidad diurna y nocturna, gran capacidad de supervivencia y potencia de fuego.

Objetivos, jerarquías y prioridades


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Desde su llegada al poder en 2019, Zelensky y su equipo, procedente del mundo de la comunicación, interpretación y espectáculo, ha hecho de la relaciones públicas uno de sus pilares más sólidos. El equipo de campaña convenció a una parte importante de la sociedad, especialmente en las zonas rusoparlantes de Ucrania, de que el nuevo presidente moderaría la retórica nacionalista, buscaría un compromiso con Rusia para poner fin a la guerra de Donbass y limitaría los efectos de las leyes patrióticas que pretendían apartar progresivamente la lengua rusa del ámbito público. Sin ningún interés por avanzar en esa dirección, la política de Zelensky ha sido siempre continuista de su predecesor e incluso endureció la aplicación de leyes como la del uso de la lengua mucho antes de la invasión rusa. Las semanas anteriores al ataque ruso, Zelensky fue capaz de convencer a su población de que no iba a producirse ninguna guerra. Como admitió meses después, esa mentira piadosa era necesaria para evitar un éxodo que destruyera la economía y facilitara el avance ruso sobre ciudades abandonadas. Ese año, convenció con facilidad a la delegación rusa de que negociaba de buena fe y se había alcanzado un acuerdo en Estambul. Ahora, el presidente no necesita dirigirse a su propia población o al enemigo ruso, sino a los aliados. “Repuestas significativas a preguntas difíciles. La visión ucraniana de la paz justa, que es importante que conozcan todos los países aliados”, escribía ayer la cuenta oficial del presidente en las redes sociales con un mensaje que deja claro que la negociación más importante no es con Rusia sino con los amigos de Ucrania.

“No respeto ni al líder ruso ni al pueblo ruso. Y no quiero dar a Putin una oportunidad para que vuelva a declarar que todos somos el mismo pueblo y hablamos la misma lengua”, afirmó Zelensky en su entrevista con el podcaster tecnológico e ingeniero del MIT Lex Fridman, que había solicitado realizar la entrevista en ruso, lengua materna de ambos. Pese a las evidentes ventajas de comunicación con el entrevistador, nacido en la República Socialista Soviética de Tajikistán y descendiente de judíos de la región de Járkov, la entrevista se realizó en ucraniano, con traducción simultánea, y en inglés. La labor de Zelensky es ahora alabar a Donald Trump, atraer su atención y hacer suya la causa ucraniana. De ahí que haya trabajado para aparecer en Fox News, reunirse con Donald Trump en cada ocasión de la que ha dispuesto y ha realizado una entrevista de tres horas de duración con Fridman, conocido publicista vinculado al sector tecnológico de Estados Unidos y en cuyo programa ha entrevistado, por ejemplo, a la actual mano derecha del presidente electo, Elon Musk, en estos momentos posiblemente la persona más influyente en el círculo trumpista.

jueves, 9 de enero de 2025

Contraofensiva en Kursk


Nahia Sanzo, Slavyangrad

"Ahora todas las reglas han cambiado”, titula Shaun Walker en su último artículo para The Guardian, en el que pretende mostrar el cambio cualitativo que supone para Ucrania la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. “El año nuevo comenzó en Ucrania de la misma forma que acabó el anterior: con mortales ataques de drones rusos a lo largo del país”, escribe en su apertura antes de señalar que una persona había muerto y seis habían resultado heridas en dichos ataques, un balance que, teniendo en cuenta las docenas de drones empleados en diversas partes del país, difícilmente puede calificarse de mortal, especialmente en comparación con los ataques israelíes contra la población palestina, sistemáticamente más mortíferos. En cualquier caso, el objetivo del periodista británico es mostrar que, pese a los cambios que se anticipan en la forma de gestionar políticamente la guerra desde el país más importante, Estados Unidos, la situación sobre el terreno sigue siendo la misma.

Para Walker, “está claro que Ucrania necesita desesperadamente un cambio de dinámica. Rusia prosigue su ofensiva y Kiev se esfuerza por movilizar suficientes hombres para mantener el frente. El mes pasado, dos fuentes de las unidades de defensa antiaérea ucranianas dijeron a The Guardian que la situación era tan mala que se estaba ordenando a los operadores de defensa antiaérea entrenados que se unieran a las brigadas de infantería en el frente”. En un artículo en el que el periodista presenta como hecho cada elemento del discurso ucraniano, sin el espíritu crítico que requiere comentar la guerra, en la que la propaganda es parte integral de la comunicación de las partes, Walker extrapola la situación de Donbass a todo el frente. Los avances rusos y la carencia de soldados de infantería es clara en Donbass, donde Rusia amenaza Pokrosvsk-Krasnoarmeisk por el sur, avanza en Toretsk, supera a Ucrania en Kurajovo y lucha por lograr el cerco operativo de la importante localidad de Velika Novosoylka. Desde hace meses, los comandantes ucranianos sobre el terreno utilizan los medios de comunicación para acusar a su comando de abandono y quejarse de la superioridad numérica, artillera y aérea de la Federación Rusa. La exageración de la superioridad enemiga y de la gravedad de la situación propia facilita que cualquier éxito en la defensa sea calificado de heroísmo, muestra de la unidad de Ucrania, de la fortaleza de su población o de la valía de sus soldados. Al mismo tiempo, cualquier movimiento de ataque o defensa eficaz rusa es simplemente adjudicado a la falta de armamento de los soldados ucranianos (la versión del Gobierno) o escasez de tropas debido a la insuficiente movilización (versión de los aliados extranjeros, fundamentalmente Estados Unidos).

martes, 7 de enero de 2025

Guerra de infantería


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Desde que, de forma prácticamente conjunta aunque presentado como dos fuentes independientes, los servicios secretos de la República de Corea y Ucrania desvelaran el futuro despliegue de tropas de la República Popular de Corea en Rusia en vistas a su participación en la guerra, no han escaseado en la prensa occidental los tópicos orientalistas de tinte racista sobre la población norcoreana. Se ha dicho de esas tropas que carecían completamente de humanidad, que habían perdido la razón a causa de disponer por primera vez de acceso a internet y más concretamente a contenido pornográfico, que eran enviados en ataques de hordas humanas en los que acababan masacrados por las tropas ucranianas o que las dificultades del idioma hacía que asesinaran a sus compañeros rusos en lugar de a los oponentes ucranianos. Antes incluso de que se constatara su llegada a Rusia, la prensa ucraniana se jactaba ya de las numerosas deserciones de norcoreanos que se habían entregado a Ucrania y desde entonces no ha dejado de relatar grandes cantidades de muertes de esos soldados, carne de cañón de ataques de mareas humanas sin sentido en los que están siendo utilizados por sus aliados de Moscú. Mención aparte merecen las palabras de Volodymyr Zelensky, del que, como jefe de Estado, cabría esperarse un discurso algo más serio. Rusia había tratado de esconder a las tropas norcoreanas, alegaba Zelensky, y ahora está haciéndolo también con sus muertes. Las caras de los soldados norcoreanos son quemadas, continuaba con su macabro relato el presidente ucraniano, para que no pudieran ser reconocidas. Esta semana, Ucrania ha reactivado el aparato capaz de medir la moral a distancia y ha proclamado la bajísima moral de las tropas norcoreanas.

lunes, 6 de enero de 2025

Guerra, gas y petróleo


Nahia Sanzo, Slavyangrad

A medida que se aproxima la toma de posesión de Donald Trump, y con ella el cambio de guardia y de encargados de gestionar la política internacional, aumenta el nerviosismo ucraniano, la ansiedad europea y la distancia entre la realidad y el discurso. Ucrania tiene la necesidad de mostrar sus victorias, jactarse de sus éxitos, sean reales o imaginarios, y hacerse útil para quienes van a tomar las riendas del país sin el que Kiev sabe que no podrá lograr su objetivo principal de adherirse de forma rápida y privilegiada a la OTAN o de conseguir un acuerdo bilateral que obligue a Washington a enviar soldados, boots on the ground, en su defensa en caso de ataque ruso. Convencer a Trump de que Ucrania es un conflicto en el que será beneficioso y lucrativo invertir es la principal tarea de las próximas semanas y ha de realizarse a base de narrativa, ya que la realidad sobre el terreno hace imposible alegar seriamente que las tropas de Kiev se encuentran a las puertas de la victoria y solo precisan de algo más de ayuda para lograr el objetivo común de derrotar militarmente al viejo enemigo de la Guerra Fría, un objetivo apetecible para gran parte del Partido Republicano.

Esta semana, Kiev se ha apuntado el tanto del final del tránsito de gas, que ha logrado desestabilizar el mercado energético europeo, aislar a Eslovaquia y Hungría, que tendrán que adquirir un gas más caro pero de las que Ucrania sigue exigiendo que continúen apoyándole y exportando energía, y dejar a Moldavia, uno de los países más pobres de Europa sin acceso al único gas que podía permitirse no pagar. En este último caso, Chisinau puede alegrarse de que será Transnistria, ya sin calefacción ni agua caliente y totalmente aislada del único país que en tres décadas se ha preocupado por su población, quien sufra las consecuencias más severas.

domingo, 5 de enero de 2025

Ucrania: el precio a pagar


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Varios artículos se preguntan esta semana cuáles son las expectativas de Ucrania para el año 2025, en el que algunos expertos, como el profesor Katchanovski, con tendencia a analizar los hechos de tal manera que sus predicciones se cumplen, esperan que pueda ser el momento en el que la guerra se detenga. Quienes actualmente se posicionan con ese tipo de predicciones pueden dividirse en dos grupos: optimistas que ven en la llegada de Trump la posibilidad de romper con el statu quo de una guerra en riesgo de perpetuarse y pesimistas que temen que Donald Trump abandone a Ucrania y los países europeos no sean capaces de compensar el descenso en la aportación militar estadounidense. A esos dos grupos hay que añadir otros dos, que parten desde bases menos realistas y entre los que destacan las posturas prorrusas excesivamente optimistas que ven la posibilidad -irreal- de un colapso ucraniano y quienes, desde el pesimismo proucraniano, temen que esa ruptura sea posible.

En referencia a la guerra que van a encontrarse los asesores de Donald Trump, BBC cita a Michael Koffman, miembro del Carnegie Endowment for Internacional Peace y experto de referencia de la prensa occidental en este conflicto, que afirmó que “van a heredar una guerra con una trayectoria muy negativa, sin una enorme cantidad de tiempo para estabilizar la situación, a lo que añade que “la van a heredar sin una teoría clara del éxito”. El 10 de septiembre, Reuters informaba de que la administración Biden había entregado el informe clasificado sobre la situación de la guerra y los planes de la Casa Blanca que el Congreso había exigido en abril y cuya fecha de entrega estaba prevista para junio. La ausencia de filtraciones sobre los planes puede indicar tanto una claridad extrema que exija completo secreto o ausencia real de una estrategia clara para los posteriores meses del conflicto. Los actos y las palabras de la administración Biden en estos meses indican la continuación, prácticamente por inercia, de la estrategia de escalada progresiva sin más plan que seguir dañando a Rusia mientras Ucrania pueda seguir luchando y así lo decida su Gobierno.

sábado, 4 de enero de 2025

Minsk, la manipulación de un proceso en el que no creyó nadie


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Este miércoles, tras el comunicado de Gazprom en el que la compañía rusa anunciaba que, privado de “las capacidades técnicas y legales para el suministro de gas a través de Ucrania” había detenido el tránsito, la prensa se llenó de titulares que anunciaban que Rusia interrumpe el tránsito de gas a Europa. “Gazprom detiene los flujos de gas a Europa a través de Ucrania y tensa al mercado energético”, escribía por la mañana Europa Press con un titular representativo de la tendencia de los medios de comunicación occidentales durante las primeras horas del miércoles. Pese a los intentos de los países más afectados, fundamentalmente Eslovaquia y Hungría -Moldavia ha optado por aprovecharse de que las consecuencias serán especialmente duras para Transnistria y ha aceptado sin más que carecerá del gas más barato al que tenía acceso y que no siempre pagaba-, Ucrania decidió hace mucho tiempo que era preferible privar a Rusia de los ingresos procedentes de la venta de gas que preservar los que percibía por el paso a través de su sistema de tránsito. El acuerdo era inviable y es representativo del cambio que se ha producido en la situación en Ucrania, Europa y el mundo en general en los últimos cinco años. En esos cambios existe una constante, la manipulación de los hechos en busca del beneficio propio, un aspecto que no se limita a dar una versión parcial sobre qué ha ocurrido con el tránsito de gas, sino que se puede aplicar también a aspectos políticos igualmente relevantes.

La prórroga de cinco años del acuerdo entre las compañías gasísticas de Ucrania y Rusia -Naftogaz y Gazprom- se firmó tras el acuerdo alcanzado por Volodymyr Zelensky y Vladimir Putin en la reunión del Formato Normandía celebrada bajo la mediación de Emmanuel Macron y Ángela Merkel en París el 9 de diciembre de 2019. Esa renovación del contrato entre las dos compañías ha garantizado el tránsito de gas ruso a la Unión Europea, y por lo tanto ingresos por las ventas para Rusia y por el uso de sus instalaciones para Ucrania, incluso a pesar de la guerra y fue el principal resultado de aquella cumbre teóricamente organizada para reafirmar la voluntad de las partes de lograr un acuerdo para poner fin a la guerra de Donbass. Zelensky había sido elegido presidente meses antes con una arrolladora victoria sobre Petro Poroshenko y se había abierto así, o eso esperaban Moscú y Berlín, una posibilidad para avanzar hacia la implementación de los acuerdos firmados en 2015. La cumbre de París terminó con una rueda de prensa de los cuatro jefes de Estado o de Gobierno, el anuncio del acuerdo del gas, un pacto para un gran intercambio de prisioneros y la reafirmación pública del compromiso de los cuatro países con los acuerdos de Minsk.

viernes, 3 de enero de 2025

Guerra, la receta de la OTAN para Europa


Fabrizio Casari, Altre Notizie

Preparándose para la guerra con Rusia. Loco, ¿verdad? Sin embargo, esto se ha convertido en el corazón del discurso político atlantista en Europa. Para Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN, «debemos prepararnos para una mentalidad de guerra», y le hacen eco gobiernos, políticos, militares y periodistas empleados por el establishment atlantista.

En el Viejo Continente, reducido ahora a un instrumento de la política estadounidense, parece que se han agotado la razón y el sentido común que siempre deberían estar presentes como condición previa en el discurso político. Términos que hasta hace unos años estaban prohibidos se han convertido en la esencia del discurso público, infligido a una opinión pública narcoléptica. La técnica de comunicación es la de la «rana hervida», tal como la define Noam Chomsky: consiste en proponer progresiva pero constantemente un escenario que, presentado de repente, suscitaría una reacción de oposición inmediata, pero que, en cambio, diluido y manipulado, acostumbra a uno a la conceptualidad y a minimizar molestias.

La interpenetración del sistema capitalista europeo con el Estado profundo estadounidense es tan grande que incluso el riesgo de una orientación menos agresiva hacia Moscú por parte del próximo presidente de EEUU hace entrar en pánico a la UE, muy preocupada por un posible cambio de dirección por parte de la Casa Blanca este mes. La UE se encuentra con los lazos quemados a sus espaldas en su relación con Rusia, con la que ahora teme que Washington reabra el diálogo por razones estratégicas.

jueves, 2 de enero de 2025

Guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania: balance 2024

El momento es de máxima incertidumbre tras un año de consolidación de la iniciativa rusa con posibilidades de un avance profundo que ponga en cuestión la integridad del frente

Calpu, La Haine

El año 2024 comenzó marcado por el lento final de la contraofensiva terrestre con la que los aliados de Ucrania esperaban lograr unos objetivos escasamente realistas teniendo en cuenta el equilibrio de fuerzas y el aprendizaje que habían supuesto los casi dos años de guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Por órdenes políticas, Zaluzhny había preparado una ofensiva con grandes convoyes de vehículos blindados que se lanzarían sobre el campo abierto de Zaporozhie en dirección a Melitopol y posteriormente Crimea.

Las supuestas derrotas rusas de 2022 y el incierto resultado de la movilización de ese año, con dificultades para equipar a los soldados reclutados -según la inteligencia británica- eran los principales argumentos para dudar de la capacidad de las tropas de Moscú para mantener el frente que durante tantos meses habían fortificado en vistas a una operación exactamente como la que se produjo. Defenestrado tras el motín del ejército privado de Evgeny Prigozhin de 2023, el general Surovikin no comandaba ya las tropas de la operación militar especial, como Rusia se empeña en seguir llamando a la guerra, pero su planificación fue clave en el resultado final.

La conocida como línea Surovikin, las fortificaciones de las que Ucrania y sus defensores se habían burlado durante meses, fue suficiente para hacer imposible el progreso terrestre de las tropas de Zaluzhny, cuyos comandantes llegaron a afirmar en la prensa occidental que sus aliados extranjeros habían preparado una operación a la que jamás enviarían a sus soldados.

lunes, 30 de diciembre de 2024

Misiles occidentales y su efecto


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Hace más de un mes, Ucrania obtuvo a bombo y platillo permiso para disparar misiles occidentales de largo alcance contra objetivos militares rusos. Pero tras disparar inicialmente una ráfaga de ellos, Ucrania ya ha ralentizado su uso”, escribía ayer The New York Times en uno de los muchos artículos que tratan la situación militar de la guerra centrándose en un único aspecto y sin aportar el más mínimo contexto sobre la situación en el frente. Como guerra proxy entre Occidente y Rusia, la efectividad de las armas de uno y otro origen es uno de los aspectos a tener en cuenta especialmente para la prensa, que ha ejercido durante este tiempo de correa de transmisión de la idea de la superioridad absoluta del equipamiento occidental sobre el ruso.

A ello ha contribuido especialmente el Gobierno ucraniano, que en ningún momento ha dudado en enaltecer las capacidades de las armas occidentales por encima de cualquier lógica, en ocasiones otorgándoles los éxitos que, en realidad, se habían conseguido con el uso de armas propias o la utilización combinada de armamento occidental y soviético. Es el caso, por ejemplo, de la destrucción del puente Antonovsky, el único de los puentes sobre el Dniéper destruido en esta guerra y que era clave para el suministro de las tropas rusas en la margen derecha del río, territorio que Moscú se vio obligado a abandonar sin ofrecer resistencia. La necesidad de alabar a sus proveedores era más importante que enaltecer las capacidades propias, un incentivo más para que Occidente continuara y aumentara el suministro de armas. En momentos de mayor necesidad, Ucrania decidió cambiar de discurso para abrazar la idea de la guerra proxy y ofrecer el país como laboratorio para que sus aliados pudieran probar sus armas contra las defensas rusas en situación de combate.

sábado, 28 de diciembre de 2024

El peligro de los drones

Nahia Sanzo, Slavyangrad

Quizá ningún aspecto ilustre mejor a día de hoy la máxima de que los generales siempre están preparados para la anterior guerra que los drones, posiblemente el único aspecto en el que el conflicto ruso-ucraniano ha modificado la forma de luchar. Desarrollados desde hace décadas, los drones no son nuevos, ni lo es tampoco su uso en escenarios militares, aunque la actual guerra supone la primera ocasión en la que se utilizan de forma intensiva en un conflicto de alta intensidad y en el que se han convertido en una necesidad para cualquier unidad sobre el terreno. Ataque, defensa y vigilancia son ya inimaginables sin la posibilidad de uso de drones como arma o como elemento de coordinación de las diferentes ramas de las fuerzas armadas o entre diferentes unidades.

La capacidad de detectar y visionar en tiempo real cualquier convoy enemigo mínimamente significativo ha hecho que sea cada vez más difícil realizar una guerra de maniobras. Así pudo comprobarlo Ucrania cuando cada uno de sus convoyes blindados que debían romper el frente de Zaporozhie en dirección a Melitopol y Crimea era detectado a su salida. En aquel momento, los aliados de Kiev prefirieron centrarse en presentar los campos de mina rusos -que Ucrania debió haber previsto que existirían- sin admitir que la capacidad de las tropas rusas de advertir la presencia de vehículos blindados oponentes y ajustar de esa forma la artillería fue también una de las causas clave del fracaso ucraniano a la hora de llegar a la línea Surovikin, que nunca consiguieron derribar. La guerra terrestre implica necesariamente la lucha contra vehículos blindados y su destrucción garantiza la defensa del frente. En esa labor, las tropas rusas contaron con la colaboración de la munición merodeadora Lantset, principal novedad en el arsenal de Rusia, que al inicio de la guerra comprendió que había quedado muy rezagada en el desarrollo de vehículos no tripulados. Tanto es así que necesitó la ayuda de Irán para conseguir sus primeros drones kamikaze, los ya célebres Shahed. Occidente, siempre dispuesto a creer que su enemigo no es capaz de aprender de sus errores, no previó la posibilidad de que la Federación Rusa pudiera, en tan solo un año, desarrollar el tipo de arma que más daño podía hacer en esta guerra y especialmente en un escenario de batalla de maniobra en campo abierto como el que plantearon Ucrania y sus aliados en dirección a Rabotino.

Ideas creativas: los activos rusos incautados y la financiación de la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Olaf Scholz estaba exasperado. En una reunión de líderes de la UE celebrada esta semana para buscar formas de mantener el apoyo a Ucrania cuando Donald Trump vuelva a ser presidente de Estados Unidos, el canciller alemán se enfureció al ver que se volvía a barajar una idea que él ha rechazado regularmente”, afirma Financial Times sobre la reunión en la que el canciller alemán volvió a mostrar su desacuerdo con las formas más provocadoras de responder a la guerra en Ucrania y finalmente perdió los nervios con el país que más está aprovechando la coyuntura para beneficiarse de la situación, Polonia. Las consecuencias económicas de la guerra, especialmente la ruptura de las relaciones económicas entre este y oeste del continente, han afectado sobre manera a Alemania, que ha renunciado voluntariamente a la energía barata que era una de las bases de la competitividad de su industria, lo que ha dejado a Berlín expuesta a presiones de países hasta ahora considerados menores. A ello se suma el desplazamiento del poder político de la Unión Europea hacia los países del este, más cercanos a Londres y Washington que a Bruselas o Berlín. El cúmulo de circunstancias ha envalentonado a capitales como Varsovia a buscar un aumento de su poder y minar el de aquellos países que lo han ostentado hasta ahora. No es casualidad, por ejemplo, que Polonia aprovechara el actual momento, en el que Alemania ha sido percibida como el eslabón más débil de la cadena europea, para exigir reparaciones por la Segunda Guerra Mundial.

El actual episodio, sin embargo, no es fruto del pasado, sino de las intenciones sobre cómo operar en el futuro más inmediato. “En los debates celebrados el miércoles por la noche en Bruselas en casa del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el presidente polaco, Andrzej Duda, pidió que la UE confiscara y gastara los 260.000 millones de euros de activos soberanos rusos inmovilizados en instituciones financieras europeas, una idea promovida por Estados Unidos y el Reino Unido pero a la que se resisten Alemania, Francia e Italia”, añade Financial Times sobre la reunión en la que los países de la OTAN y su secretario general trataron de poner en común un plan económico para los próximos meses. Las prisas y la necesidad de soluciones creativas tienen una causa clara: el temor europeo a que Donald Trump cumpla sus promesas de campaña de buscar la paz a toda costa.

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