La doctrina Monroe clásica y su versión contemporánea, la 2.0, si bien son perspectivas orientadas a la preservación de la hegemonía norteamericana, responden a momentos muy distintos de su desarrollo socioeconómico
José Ernesto Nováez Guerrero, Al Mayadeen
La doctrina Monroe, proclamada por el presidente James Monroe en su mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1823, es uno de los pilares históricos de la política exterior estadounidense hacia América Latina.
Surgida en un momento en que la joven potencia norteamericana se sentía ya en condiciones de comenzar a disputar la hegemonía regional a los viejos poderes europeos, sus premisas centrales descansaban en torno al rechazo de la intromisión europea en el continente y la defensa de la independencia americana.
En un primer momento esta posición encontró eco en las jóvenes repúblicas americanas, que vieron una posibilidad, en alianza con Estados Unidos, de comenzar a construir sus proyectos soberanos sin intromisión de poderes extranjeros.
En la práctica, esta doctrina evolucionó rápidamente hacia posiciones cada vez más claramente imperialistas, que sostenían la visión de América Latina como área de influencia exclusiva de los Estados Unidos y convertía a la región, en la perspectiva de las élites norteamericanas, en una especie de feudo cuyo vasallaje y explotación debía garantizarse por todos los medios al alcance del auto percibido señor.
El saldo histórico de esta perspectiva para la región ha sido, desde 1823 en adelante, más de 80 intervenciones militares directas o acciones de subversión que han modificado el curso político interno de los países.



















