…podemos afirmar con seguridad que, en dos años, Israel ha librado y perdido tres guerras. Las ha perdido militarmente y las ha perdido políticamente, ya que su situación regional e internacional ha empeorado significativamente.
Enrico Tomaselli, Strategic Thinking
La historia del Estado de Israel es una historia de guerra. Como todos los colonialismos de asentamiento, en los que la población indígena es expulsada o sustituida por una comunidad de colonos que se instala de forma permanente en el territorio, la guerra es ante todo un acto fundacional. Sin embargo, a diferencia de otros colonialismos similares (América del Norte y Australia), que pudieron completar la eliminación/sustitución de la población indígena en parte porque no había países vecinos donde estuvieran presentes, Israel se encontraba en un contexto regional en el que estaba rodeado de países con la misma composición étnica que la población original del territorio ocupado. Por lo tanto, la guerra no solo fue necesaria para el establecimiento del Estado judío, sino que también se convirtió en una necesidad “defensiva”, en el sentido de que fue el instrumento a través del cual Israel evitó su “rechazo” como cuerpo extraño del contexto regional.
Hasta la década de 1970, esto significó esencialmente dos guerras, la Guerra de los Seis Días (en 1967) y la Guerra de Yom Kippur (en 1973), libradas contra algunos de los Estados árabes vecinos. Estas guerras también permitieron la ocupación de territorios adicionales, anexándolos al Estado israelí. Estas dos guerras se entrelazaron con toda la primera fase de la lucha de liberación palestina, la definida como “nacionalismo secular”, que incluyó, entre otras cosas, la invasión del Líbano y el asedio de Beirut. Tras esa fase, el Estado israelí vivió esencialmente unas dos décadas de relativa tranquilidad, sin tener ya necesidades militares particulares con sus vecinos árabes.



















