Las políticas económicas de la Unión Europea protegen los intereses del gran capital, llevándonos a una crisis de vastas proporciones, empeorando drásticamente las condiciones y derechos de los trabajadores y destruyendo los espacios para la resistencia democrática.
Ascanio Bernardeschi, Futura Società
En Europa nos enfrentamos a una crisis de enormes proporciones, hasta el punto de que lamentamos la de 2008. El tejido productivo europeo está a merced del gas que sale de la "locomotora" Alemania. Como siempre, lo peor viene de los trabajadores. Intentemos investigar las causas.
1992, Tratado de Maastricht. Una fecha desafortunada. A partir de ese momento, con una progresión constante, el mundo del trabajo se empobreció y perdió sus derechos. Esto no es una coincidencia. El ex gobernador del Banco de Italia, con ocasión de la firma del Tratado, susurró a sus íntimos que nuestros gobernantes no se daban cuenta de lo que firmaban, es decir, el cambio de la naturaleza del Estado, su reducción hasta un mínimo, pero no del tipo liberal del siglo XIX; mucho peor porque privó a los estados de soberanía monetaria y abrazó acríticamente todas las indicaciones de la escuela neoliberal de Chicago.