Los ataques contra el derecho a la libertad de reunión tienen una larga historia. Durante siglos, los gobernantes de la antigua Roma intentaron impedir que el pueblo se organizara en defensa de sus intereses, pero las protestas continuaron resurgiendo
Sarah Bond, Jacobin
Este año, manifestantes de todo el mundo han salido a las calles en masa para hacer oír su voz. Según datos publicados por el proyecto Armed Conflict Location and Event Data (ACLED), junio de 2025 fue el segundo mes con mayor número de manifestaciones en Estados Unidos, solo superado por junio de 2020, en pleno auge del movimiento Black Lives Matter. Estados Unidos no es el único país donde los manifestantes se movilizaron a gran escala. El Global Protest Tracker señala que en varios países, desde el Reino Unido hasta Turquía y Bangladesh, se han producido 150 protestas antigubernamentales significativas en el último año.
La creciente ola de manifestantes ha enfrentado cada vez más restricciones y nuevas medidas represivas contra la libertad de reunión pacífica. Desde las amenazas de Donald Trump a las universidades que permiten lo que él denomina «protestas ilegales» hasta las detenciones masivas de personas que se manifestaban en apoyo a Palestine Action en Londres, los gobiernos están dificultando cada vez más el ejercicio de las libertades civiles por parte de los manifestantes.
Las disputas sobre la libertad de reunión no son algo nuevo. Podemos encontrar un precedente importante en la historia de la Antigua Roma, donde el miedo a las protestas populares inquietó al Estado durante varios siglos.
Patricios y plebeyos
Tras la fundación de Roma por Rómulo en el 753 a. C., la ciudad tuvo seis reyes más. Un golpe popular liderado por un hombre legendario, llamado Lucio Junio Bruto, derrocó al último rey, Tarquino el Soberbio. Roma se convirtió entonces en una res publica, una república, en 509 a. C. Pero incluso sin reyes, los conflictos sociales persistieron.