Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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miércoles, 13 de noviembre de 2024
El futuro del Medio Oriente
Aleksandr Dugin, Geopolitika.ru
El 11 de noviembre se celebró en Riad una cumbre árabe-islámica de emergencia sobre la cuestión palestina. Fue un acontecimiento extremadamente importante. Merece la pena prestar atención al hecho de que en ella participaron tanto Assad como Erdogan. Hasta hace poco tales encuentros eran prácticamente imposibles. Además, el jefe de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, habló no sólo de Palestina, sino también de la necesidad de apoyar a Irán y a Hezbolá, lo que causó bastante revuelo, porque Arabia Saudí e Irán se consideraron enemigos mortales. Lo mismo puede decirse con respecto a Hezbolá.
Por último, en su discurso Mohammed bin Salman dijo explícitamente que ahora no sólo la existencia de Palestina se encuentra en juego, sino también el destino de la mezquita de Al-Aqsa, el segundo santuario más sagrado del islam después de La Meca. Debemos recordar que la operación de Hamás del 7 de octubre de 2023 se denominó «inundación de Al-Aqsa» y fue justificada por la amenaza que pesaba sobre el santuario. Está claro que los dirigentes de Hamás esperaban que esa cumbre árabe-islámica de emergencia se convocara mucho antes, por ejemplo, justo después del inicio de la operación terrestre de Israel sobre Gaza. No queda casi nada de Gaza a estas alturas y los dirigentes de Hamás (y Hezbolá) ya no están vivos, pero la cumbre se ha celebrado ahora.
miércoles, 31 de agosto de 2016
El burkini y el derrumbe de Europa
Santiago Alba Rico, ctxt.es
Veo una imagen estremecedora: cuatro hombretones de pie y con pistolas obligan a una mujer desvalida a quitarse la ropa en un lugar público. No es una violación. Es el laicismo en armas liberando a una musulmana de sus cadenas en una playa de Niza ante la mirada indiferente de algunas virtuosas republicanas en bikini. Ahora la policía francesa vigila las playas, como la saudí las plazas, para hacer respetar la hisba, el precepto religioso que obliga a “rechazar el mal e imponer el bien”. La Francia republicana se ha coranizado, se guía por su propia sharia o ley religiosa y persigue de manera implacable cualquier atisbo de “islamización”, especialmente en las mujeres, a las que siempre es más fácil y placentero quitar y poner la ropa.
Hemos perdido todo el verano en un falso debate abstracto sobre la relación entre la libertad de las mujeres y el número de prendas que deben cubrir o descubrir su cuerpo. No es que no sea importante desde un punto de vista político y filosófico averiguar cuándo y en qué condiciones hay verdadera voluntad; cuándo y en qué condiciones una mujer se quita o se pone la ropa porque quiere y no cediendo a presiones más o menos explícitas de pautas conductuales dictadas por o en favor de los hombres. El mercado “libera” y la religión reprime y, si no puede desdeñarse la diferencia, tampoco puede negarse que tanto el mercado como la religión son parasitados por el patriarcado, victorioso en ambos casos. Así las cosas, y en un contexto en el que el colonialismo externo e interno siguen cruzándose con otras relaciones de poder (y proyectos de liberación), lo más fácil, y lo más estéril y hasta peligroso, es encerrarse en la defensa o en la condena de una forma concreta de patriarcado (el mercado versus la religión), como si fueran opuestos y además reflejaran, cada uno de ellos frente al otro, una mayor voluntad o libertad individual.
Veo una imagen estremecedora: cuatro hombretones de pie y con pistolas obligan a una mujer desvalida a quitarse la ropa en un lugar público. No es una violación. Es el laicismo en armas liberando a una musulmana de sus cadenas en una playa de Niza ante la mirada indiferente de algunas virtuosas republicanas en bikini. Ahora la policía francesa vigila las playas, como la saudí las plazas, para hacer respetar la hisba, el precepto religioso que obliga a “rechazar el mal e imponer el bien”. La Francia republicana se ha coranizado, se guía por su propia sharia o ley religiosa y persigue de manera implacable cualquier atisbo de “islamización”, especialmente en las mujeres, a las que siempre es más fácil y placentero quitar y poner la ropa.
Hemos perdido todo el verano en un falso debate abstracto sobre la relación entre la libertad de las mujeres y el número de prendas que deben cubrir o descubrir su cuerpo. No es que no sea importante desde un punto de vista político y filosófico averiguar cuándo y en qué condiciones hay verdadera voluntad; cuándo y en qué condiciones una mujer se quita o se pone la ropa porque quiere y no cediendo a presiones más o menos explícitas de pautas conductuales dictadas por o en favor de los hombres. El mercado “libera” y la religión reprime y, si no puede desdeñarse la diferencia, tampoco puede negarse que tanto el mercado como la religión son parasitados por el patriarcado, victorioso en ambos casos. Así las cosas, y en un contexto en el que el colonialismo externo e interno siguen cruzándose con otras relaciones de poder (y proyectos de liberación), lo más fácil, y lo más estéril y hasta peligroso, es encerrarse en la defensa o en la condena de una forma concreta de patriarcado (el mercado versus la religión), como si fueran opuestos y además reflejaran, cada uno de ellos frente al otro, una mayor voluntad o libertad individual.
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