Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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viernes, 24 de octubre de 2025
Misiles y sanciones
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Una llamada telefónica entre Sergey Lavrov y Marco Rubio, en la que el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa únicamente reafirmó lo que el Kremlin lleva tres años y medio insistiendo, que la guerra no puede cerrarse en falso sino que ha de tratar sus causas fundamentales -especialmente la cuestión de la OTAN y la estructura de seguridad europea-, ha sido suficiente para volver a aparcar la diplomacia y volver a la fase de amenazas de este ciclo sin fin que condena a la guerra a escaladas periódicas acompañadas de elevación de la tensión mediática. El último episodio se ha desarrollado exactamente como los anteriores: apertura a la diplomacia auspiciada por la versión de Witkoff de lo que Rusia quiere y está dispuesta a ceder en una negociación, declaraciones triunfalistas sobre la voluntad de Putin y Zelensky de acabar esta guerra cuyo final debió haber sido sencillo, conversaciones según la versión de Rubio y paralización del diálogo, que cuando tenga que reanudarse, se hará nuevamente partiendo de cero. Este interminable ciclo ha dado como resultado la prolongación de la guerra mientras se hablaba de buscar una salida diplomática y, sobre todo, ha dejado abierto el terreno a una escalada progresiva en cada momento en el que el péndulo que oscila entre diplomacia y amenazas apuntaba a las amenazas.
Aparcado de momento el encuentro que Trump y Putin iban a celebrar en Budapest, para cuya cancelación ni siquiera ha sido necesaria la intervención de los y las escuderas de Zelensky, la coyuntura no solo ha dejado de lado la diplomacia, sino que se encamina a un empeoramiento notable. Disfrazando de deslealtad de Vladimir Putin su incompetencia a la hora de dirigir unas negociaciones en las que no dispone de la hegemonía y en las que no puede imponer su posición de forma inequívoca, rápida e incondicional como está acostumbrado, Donald Trump ha optado por la estrategia del cuanto peor, mejor para obligar a Rusia a ceder a sus exigencias.
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martes, 21 de octubre de 2025
La importancia de Donbass
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Incapaces de presentar una sola vía al final del conflicto que no se limite al mientras sea necesario y rechazando cualquier concesión que pudiera facilitar el inicio de una negociación, los países europeos continúan enrocados en su búsqueda de alternativas con las que garantizar que Kiev pueda seguir luchando. “Rusia va a destruir Ucrania dependiendo de la capacidad que tenga Ucrania de defenderse. Si Estados Unidos no se la da, ¿se la vamos a dar nosotros? Esta es la pregunta que se tiene que hacer Europa”, ha sentenciado estos días Josep Borrell la haciendo explícita la duda que se plantean actualmente los países europeos. “Vemos los esfuerzos del presidente Trump por llevar la paz a Ucrania, todos estos esfuerzos son bienvenidos, pero no vemos que Rusia quiera la paz”, insistió Kallas, que añadió que “estamos debatiendo qué más podemos hacer”. El enésimo cambio de opinión de Donald Trump, cuya reunión con Zelensky se pareció más a la humillación del Despacho Oval de lo que el presidente ucraniano relató ante los medios estadounidenses, ha obligado a los países europeos a acelerar sus planes para conseguir que Kiev disponga de la financiación necesaria para sostener una guerra de alta intensidad durante varios años más y se abra otra vía con la que adquirir armamento.
“Rusia sólo entiende de fuerza. Sólo negocia cuando se le pone bajo presión. Es por eso que estamos trabajando para adoptar nuestro 19º paquete de sanciones esta semana”, afirmó ayer por enésima vez Kaja Kallas para remarcar que, a pesar del hartazgo de Donald Trump, que según Financial Times arrojó a un lado el mapa de la línea del frente ucraniano alegando que no era de su interés, “no sé dónde está esa línea roja, nunca he estado ahí”, el marco ideológico sigue siendo el de la guerra hasta conseguir una posición de fuerza en la que negociar las menores concesiones posibles.
Un millón de libras y una guerra sin fin: Cómo la intervención de Boris Johnson en Kiev cambió el curso del conflicto y el futuro de Europa
Cuando Boris Johnson voló a Kiev en mayo de 2022, la paz en Ucrania estaba al alcance de la mano. Tres años y un millón de libras después, Europa está pagando el precio por un hombre corrupto y el silencio de un continente.
9 de abril de 2022
Ricardo Martins, New Eastern Outlook
Cuando la historia vuelva a examinar el conflicto de Ucrania, un episodio podría destacar como punto de inflexión: la repentina visita de Boris Johnson a Kiev en abril de 2022, justo después de que se rubricara un acuerdo de paz provisional en Estambul.
En ese momento, el alto el fuego estaba al alcance de la mano. Sin embargo, según se informa, Johnson, entonces primer ministro británico, instó al presidente Volodymyr Zelensky a no firmar, asegurándole que Occidente armaría a Ucrania “durante el tiempo que fuera necesario”.
Esa decisión, ahora objeto de un nuevo escrutinio tras las revelaciones de The Guardian, puede haber cambiado el curso del conflicto y el destino político de Europa.
El acuerdo de Estambul que nunca fue
A principios de abril de 2022, los negociadores ucranianos y rusos habían acordado en principio un marco que podría haber puesto fin a las hostilidades.
Ucrania renunciaría a su adhesión a la OTAN a cambio de garantías de seguridad. Pero tras la visita sorpresa de Johnson a Kiev, las conversaciones fracasaron.
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lunes, 20 de octubre de 2025
Entre los Tomahawks y la diplomacia
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Con el optimismo de quien se ha acostumbrado a conseguir prácticamente todo lo que pide y a la sombra de las amenazas que Donald Trump había dirigido a Rusia, a quien advirtió con la posibilidad de enviar misiles capaces de golpear en cualquier lugar de la parte europea del país, y a la Unión Europea, a la que ha dado orden de imponer sanciones secundarias a China e India por sus relaciones comerciales con Moscú, Ucrania había planteado esta semana como una gran ocasión en la que obtener un gran rédito. A la visita de Volodyrmyr Zelensky del viernes había precedido el trabajo de una extensa delegación encabezada por Andriy Ermak, que había celebrado encuentros con representantes políticos, lobbies y empresas de dos sectores clave -las armas y la energía- como preparación para culminar la semana con grandes acuerdos. Ucrania acudía a Estados Unidos para ofrecer su país, no solo como laboratorio de pruebas de una guerra moderna en la que empresas como Raytheon podrían probar sus armas en situación de combate de alta intensidad, sino como un territorio con amplias infraestructuras de almacenamiento de gas que podría ser utilizado por Estados Unidos como nodo logístico para la exportación de gas natural licuado a Europa. Nuevamente, Ucrania aspira a aprovecharse de las extensas infraestructuras heredadas de la odiada República Socialista Soviética, desaparecida hace más de tres décadas, pero de cuya riqueza industrial sigue intentando aprovecharse.
La semana ha transcurrido finalmente según un patrón establecido a lo largo de los nueve meses de mandato de Donald Trump: exageración de las expectativas, euforia ucraniana ante la certeza de que está a punto de conseguir exactamente lo que busca -armas, tratos comerciales favorables y sanciones contra Rusia-, una intervención rusa en el momento preciso y la reunión que, sin ser negativa, no da los resultados esperados. “La prioridad número uno de Zelensky en la visita era obtener compromisos de Trump no solo sobre los misiles Tomahawk, sino también sobre una variedad de sistemas de armas que Ucrania desea adquirir, según declaró su jefe de gabinete a Axios antes de la reunión. Trump no ofreció tales compromisos”, escribía Barak Ravid, el periodista favorito del trumpismo para filtrar aquello que quiere poner en circulación mediática.
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martes, 30 de septiembre de 2025
Cuanto peor, mejor
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Trump ama a los vencedores, por eso se ha puesto del lado de Ucrania”, afirmó, con toda su arrogancia el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, marido de la propagandista Anne Applebaum -conocida en el pasado por abogar por “matar al mensajero”, los periodistas palestinos- y por su obsesión anticomunista y antirrusa- y recordado por celebrar con un “gracias, Estados Unidos” el atentado contra el Nord Stream. Los halcones vuelven a sonreír ante la certeza de que la guerra no solo no se dirige, como temieron la semana de la cumbre de Alaska, hacia un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, ni siquiera al alto el fuego que aceptaron a regañadientes cuando no lo querían, sino a un notable empeoramiento. Sin definir del todo qué es ganar, concepto que es preciso dejar abierto para poder defender que ha habido una forma de victoria acabe como acabe la guerra, diplomáticos como Sikorski se aferran a esa idea para atraer a Donald Trump, vanidoso, competitivo y actualmente manipulado por una versión de la guerra que no se corresponde con la realidad.
El cambio de opinión del presidente de Estados Unidos, sea legítimo o la estrategia de negociación que apuntaban la semana pasada varios medios, es propicio tanto a un fuerte aumento de los ataques en la retaguardia como a ejercer la labor de lobby belicista con el mayor ahínco posible. Ambos escenarios están dándose ya de forma paralela y coordinada. “Una respuesta estrictamente simétrica a los ataques de Rusia a la infraestructura y a su terror acelerará el camino hacia el fin de la guerra. El precio para Rusia será alto: sentirá las consecuencias de su estrategia militar, basada en matar civiles. Ya no estamos en 2022 con terror aéreo”, escribió ayer Andriy Ermak. El jefe de la Oficina del Presidente se jactaba de los ataques ucranianos contra refinerías rusas, que en realidad no son un ojo por ojo a raíz de los bombardeos del domingo ni de las últimas semanas, sino que comenzaron hace meses. Como ha admitido Zelensky, Rusia protege su industria militar, por lo que Kiev se ha centrado en minar el potencial económico ruso. Lo ha hecho de tal manera que no le ha importado dañar oleoductos clave en el suministro de petróleo de algunos de sus propios aliados de la Unión Europea, a los que exige asistencia militar, económica y energética y paga esa ayuda privándole de recibir la propia.
“Trump ama a los vencedores, por eso se ha puesto del lado de Ucrania”, afirmó, con toda su arrogancia el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, marido de la propagandista Anne Applebaum -conocida en el pasado por abogar por “matar al mensajero”, los periodistas palestinos- y por su obsesión anticomunista y antirrusa- y recordado por celebrar con un “gracias, Estados Unidos” el atentado contra el Nord Stream. Los halcones vuelven a sonreír ante la certeza de que la guerra no solo no se dirige, como temieron la semana de la cumbre de Alaska, hacia un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, ni siquiera al alto el fuego que aceptaron a regañadientes cuando no lo querían, sino a un notable empeoramiento. Sin definir del todo qué es ganar, concepto que es preciso dejar abierto para poder defender que ha habido una forma de victoria acabe como acabe la guerra, diplomáticos como Sikorski se aferran a esa idea para atraer a Donald Trump, vanidoso, competitivo y actualmente manipulado por una versión de la guerra que no se corresponde con la realidad.
El cambio de opinión del presidente de Estados Unidos, sea legítimo o la estrategia de negociación que apuntaban la semana pasada varios medios, es propicio tanto a un fuerte aumento de los ataques en la retaguardia como a ejercer la labor de lobby belicista con el mayor ahínco posible. Ambos escenarios están dándose ya de forma paralela y coordinada. “Una respuesta estrictamente simétrica a los ataques de Rusia a la infraestructura y a su terror acelerará el camino hacia el fin de la guerra. El precio para Rusia será alto: sentirá las consecuencias de su estrategia militar, basada en matar civiles. Ya no estamos en 2022 con terror aéreo”, escribió ayer Andriy Ermak. El jefe de la Oficina del Presidente se jactaba de los ataques ucranianos contra refinerías rusas, que en realidad no son un ojo por ojo a raíz de los bombardeos del domingo ni de las últimas semanas, sino que comenzaron hace meses. Como ha admitido Zelensky, Rusia protege su industria militar, por lo que Kiev se ha centrado en minar el potencial económico ruso. Lo ha hecho de tal manera que no le ha importado dañar oleoductos clave en el suministro de petróleo de algunos de sus propios aliados de la Unión Europea, a los que exige asistencia militar, económica y energética y paga esa ayuda privándole de recibir la propia.
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domingo, 28 de septiembre de 2025
Nerviosismo europeo, armas milagrosas ucranianas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Dispuesta a todo para conseguir la ayuda de Estados Unidos en la guerra de Ucrania, a día de hoy eje central, si no único, de su política exterior, la Unión Europea no se ha molestado por los términos del acuerdo económico, que impone aranceles a los productos europeos, obliga a abrir el mercado continental a los productos agrícolas estadounidenses -cuya regulación es contraria a la de la UE- y compromete a los países miembros a adquirir un volumen de energía estadounidense por encima de sus posibilidades. Bruselas tampoco consideró humillante la reunión en el Despacho Oval, en el que sus representantes, acompañados de Starmer y Rutte, actuaron de guardaespaldas de Zelensky en una audiencia en la que se les informó del encuentro que habían mantenido los dos actores con capacidad de decisión en esta guerra, Rusia y Estados Unidos. Por supuesto, tampoco ha habido quejas sobre las órdenes que Donald Trump ha dado públicamente tanto al bloque como a los países miembros: cumplir con las promesas de adquirir las cantidades de energía que la UE afirmaba que eran solo declaraciones de intenciones que todas las partes sabían que no iban a cumplirse, cesar completamente las adquisiciones de petróleo y gas natural licuado ruso e imponer sanciones secundarias contra India y China que, sin duda, provocarían la respuesta de los dos países más poblados del planeta.
En febrero de 2022, la UE declaró la guerra de Ucrania existencial y solo vio una opción, vincular su suerte a la de Estados Unidos, el único país capaz de sostener la producción, logística y economía que implica un conflicto de alta intensidad prolongado en el tiempo entre dos ejércitos fuertemente armados. Esa postura ha sometido la posición geopolítica europea a los intereses de Estados Unidos, obligando a Bruselas a actuar con cuidado de no ofender a su socio transoceánico, para el que Ucrania es una herramienta útil en el desgaste de un enemigo histórico que es, además, aliado importante de su rival real, China, pero no es una cuestión existencial. Si con Joe Biden Bruselas podía contar con el apoyo de la Casa Blanca en prácticamente todos los aspectos relacionados con la guerra, aunque en ocasiones hubiera que presionar y ejercer de lobby para conseguir, por ejemplo, el permiso de Washington para que Ucrania utilizara misiles estadounidenses, británicos y franceses en territorio ruso, la llegada al poder de Donald Trump ha modificado el cálculo.
jueves, 25 de septiembre de 2025
Tiempo de actuar
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Mi petición: Sean la fuerza que actúe. Actuemos juntos. Unámonos de una vez para detener la guerra de Rusia. Sabemos cómo garantizar la seguridad. Lo que necesitamos ahora es un fuerte impulso para forzar a Rusia hacia la paz”, escribió Volodymyr Zelensky en referencia a su sentida comparecencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la que utilizó el argumento de la paz para, sin sutilezas, exigir más intervención directa en la lucha contra Rusia, que aparentemente considera mundial y colectiva y en la que todos están obligados a participar. La visión que trasladó Zelensky, en la que “Rusia sin China no es nada”, es exactamente la misma que viene utilizando su principal proveedor, Estados Unidos, que desde hace varias semanas trata de calificar el conflicto de guerra proxy de Beijing contra Occidente, añadiendo que India tiene las manos manchadas de sangre por adquirir de Rusia el petróleo que garantiza ingresos suficientes para que el Kremlin pueda continuar luchando. Esta versión de los hechos ignora que Estados Unidos es el principal suministrador de armas y que en cada momento en el que, tanto antes como después de la invasión rusa, ha sido posible guiar el conflicto hacia la diplomacia, los aliados de Kiev han rechazado incentivar el diálogo.
Ante todo, la retorcida imagen de una guerra de China en la que Rusia es un mero proxy mientras India se lucra en la distancia es una proyección de la actuación estadounidense, que como insistió el lunes Donald Trump actualmente solo vende las armas que los países europeos posteriormente entregan a Ucrania. “No estamos gastando dinero en la guerra, la guerra está siendo financiada por la OTAN, y la OTAN está comprando nuestro equipamiento. De hecho, no quiero ganar dinero, pero estamos ganando dinero con la guerra”, afirmó. Rusia y Ucrania ponen los muertos; la Unión Europea la financiación y Estados Unidos se lleva los beneficios. Sin ninguna perspectiva de negociación y de nuevo en una fase de escalada, es previsible que las grandes empresas armamentísticas estadounidenses puedan seguir lucrándose de la desgracia ajena durante un largo periodo de tiempo, algo que parece haber dejado de preocupar a Donald Trump, que estoicamente recordó en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas que esperaba que la guerra de Ucrania fuera la más sencilla de resolver de las muchas que dice haber solucionado. Y aunque su discurso fue una mezcla de campaña para conseguir el Nobel de la paz y una intervención en el debate sobre el Estado de la Nación, el conflicto fue uno de los temas destacados. En sus reproches a los países europeos, a los que insistió -utilizando el argumentario habitual de la extrema derecha- que están siendo destruidos por la inmigración y las energías renovables, Donald Trump exigió el cese inmediato de las adquisiciones de petróleo y gas ruso y la imposición de las sanciones que ordenó la semana pasada por medio de un post en su red social personal. Trump, ejerciendo desde la tribuna de la Asamblea General de Naciones Unidas de portavoz informal de la industria del gas y el petróleo de su país, busca que Estados Unidos se lucre aún más de la coyuntura de la guerra y se consolide la ruptura continental, que ha de perdurar más allá de un futuro cese de la violencia.
jueves, 11 de septiembre de 2025
Persistencia, ruptura y futuro del movimiento Azov
Nahia Sanzo, Slavyangrad
En el contexto presentado por el artículo sobre la «Guerra civil de Azov», puede sostenerse tanto la tesis de la continuidad como de la ruptura del movimiento Azov. Por una parte, los dos Cuerpos actuales con origen en Azov mantienen las características político-ideológicas heredadas del Azov histórico; y, por ello, existen, básicamente en la forma histórica en la que se constituyeron.
Por otra parte, no obstante, el conflicto entre las unidades de Prokopenko y Biletsky ha llevado a la ruptura del movimiento como estructura organizada única y unas referencias de liderazgo compartidas. Como recuerda Korotaev, hablar de un movimiento Azov unido ha sido ajeno a la realidad desde hace mucho tiempo, para cuya demostración palpable basta con recoger la dura afirmación del azovita de la Tercera Brigada Serhiy Bevz en Instagram: “¡Caballeros! Es hora de llamar a las cosas por su nombre, no con eufemismos convenientes. Hablar de un movimiento Azov unido ha dejado desde hace tiempo de tener algo que ver con la realidad. Por doloroso que sea. Por vergonzoso que sea para quienes han completado dignamente su camino terrenal”. Un aspecto esencial de esta ruptura, desde la perspectiva de la Tercera Brigada, es la deslegitimación por el grupo de Prokopenko del liderazgo de Biletsky.
Esto no significa, no obstante, que no exista futuro, desde luego militar, pero quizás también político, para los grupos herederos del movimiento Azov. La guerra les ha situado, de hecho, entre las referencias principales del mundo nacionalista que determina el funcionamiento del Estado de Ucrania. Y es preciso recordar que el movimiento Azov es, en lo esencial, un proyecto de movimiento destinado al control político-militar, desde la perspectiva de la ultraderecha nacionalista, del Estado ucraniano.
martes, 19 de agosto de 2025
Cumbre en la Casa Blanca
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Frustrado por no haber logrado del presidente ruso el compromiso de alto el fuego que llevaba semanas exigiendo, Donald Trump compareció ante los medios de comunicación el pasado viernes en Alaska mucho más callado de lo que acostumbra, sin responder preguntas y dejando que fuera Vladimir Putin quien transmitiera una serie de puntos posiblemente pactados de antemano y, sin duda, planteados para no ofender al hombre al que trataba de convencer. Sin embargo, tras esa conversación de la que apenas han trascendido detalles, el presidente de Estados Unidos modificó notablemente la estrategia con la que había iniciado su cruzada en busca de imponer una paz por medio de la fuerza que nunca tuvo la suficiente agresividad a juicio de los países europeos y Ucrania. El cambio, un paso de la apuesta por un alto el fuego, “que a veces se cumplen y a veces no” a la certeza de que es preciso un acuerdo definitivo. Esa nueva táctica, tan sorprendente como preocupante para Bruselas, Londres, París y Berlín ha obligado a la intervención realizada ayer desde la sumisión absoluta de la UE a Estados Unidos, en clara posición de inferioridad y prácticamente suplicando ser recibidos. Una pequeña alfombra roja se desplegó ayer en Washington para que una representante de la Casa Blanca recibiera a los invitados europeos. Al otro lado no esperaba Donald Trump aplaudiendo, como había ocurrido en Alaska el pasado viernes. Como estados clientes a los que el presidente de Estados Unidos ya ha comprobado que puede dar órdenes, su valor es simplemente transaccional, por lo que las relaciones son mucho más sencillas y menos frustrantes que con el Gobierno de Vladimir Putin, autónomo en las relaciones internacionales y sin dependencia más que de sus propios recursos para continuar o no la guerra.
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jueves, 14 de agosto de 2025
Antes de la cumbre: las exigencias ucranianas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
La atención informativa en Ucrania continúa centrada en dos aspectos diferentes, pero directamente vinculados: la situación en el frente y la preparación de la reunión de este viernes entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska. En ambos casos, el estado de ánimo oscila entre el miedo a perderlo todo y la insistencia en que todo va bien y la victoria está a la vuelta de la esquina. Mientras las autoridades del ejército afirman que la brecha al noreste de Pokrovsk-Mirnograd en dirección a Dobropilia es fruto del avance de tres grupos de sabotaje rusos formados por apenas una docena de personas y se insiste en que uno de ellos ya ha sido neutralizado y los otros dos serán destruidos, ayer, el mapa de control del territorio -o de presencia de tropas en zonas del frente en ausencia de tropas enemigas- se extendió aún más, aunque ya no con la rapidez de los últimos días. Ante la calma absoluta que quieren proyectar Volodymyr Zelensky y su entorno, oficiales, soldados e influencers militares alertan, en muchos casos en posts plagados de improperios, de que la situación está lejos de estar bajo control. Aunque muy posiblemente exagerada, ya que no hay movimiento de blindados rusos ni avance masivo de tropas, la versión crítica está obteniendo el favor de la prensa occidental. Al fin y al cabo, ¿era necesario movilizar a algunas de las mejores unidades disponibles para acabar con tres grupos de sabotaje rusos que no suponían un peligro grave?
Como en ocasiones anteriores, frente a los problemas, hay un chivo expiatorio claro, Oleksandr Syrsky, un arte que, como recordaba ayer Leonid Ragozin, “es un género manido en Ucrania (con gente como Bezuhla y Krotevych, de Azov, a la cabeza), pero aquí hay medios occidentales serios que se suman al coro con la dupla simplista de Syrsky «soviético» versus comandantes «progresistas» ilustrados por la OTAN y la altamente exitosa cadencia de Zaluzhny versus Syrskys plagados de derrotas”. El comentario del periodista opositor ruso se refería a un extenso reportaje de The Wall Street Journal en el que se argumenta, como comentaba Yaroslav Trofimov, uno de sus periodistas más prominentes, que “Ucrania triunfó durante el primer año de la guerra porque su ejército luchó de forma diferente. Tras la sustitución de Zaluzhny por Syrsky el año pasado, la guerra se ha convertido en una guerra entre un pequeño ejército soviético y un gran ejército soviético, con consecuencias predecibles”. “Syrsky no es más soviético que Zaluzhny”, recordaba Ragozin, pero cuenta con el hándicap de haber nacido en Rusia, un argumento suficiente para quienes prefieren buscar explicaciones sencillas a problemas complejos. “Cuando al ejército ucraniano le va bien, es porque le enseñamos la doctrina y el material occidentales. Cuando le va mal, es porque sigue siendo soviético”, comentaba la activista feminista Almut Rochowanski, a lo que el sociólogo ucraniano Volodymyr Ischenko añadía el “elefante en la habitación”, “la falta de voluntad de la mayoría de los ucranianos para sacrificarse por este Estado y la asombrosa debilidad de su capacidad de movilización —no solo en el sentido militar estricto, sino en términos sociales más amplios—, que el reclutamiento forzoso no ha hecho más que erosionar aún más. Ni siquiera un general brillante puede ganar una guerra sin soldados”. A esos argumentos hay que añadir que Ucrania tuvo sus mejores éxitos en la primera fase de la guerra y no ha podido repetirlos después por la capacidad de adaptación y mejora en la actuación de la Federación Rusa, es decir, ese gran ejército soviético.
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El estadista Putin vs el show man Trump en una reunión subordinada a múltiples intereses
La historia es una sustancia viva, dinámica, que señala en sus registros los agotamientos, los ciclos y las duraciones
Jhosman Barbosa, Strategic Culture
Con sorpresa para el mundo en general se dio la noticia de una reunión bilateral entre los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump. Esto indica por un lado que debieron tener conversaciones subrepticias de larga data o al menos paralelas a las negociaciones en Estambul con la contraparte ucraniana.
Nadie en el mundo, por acceso que tenga a fuentes secretas, puede indicar con precisión de qué se hablará el viernes 15 de agosto en Alaska, EE.UU. Considero además que no son los hombres los que deciden sobre el final o desenlace de grandes estructuras históricas como la actual transición global de la unipolaridad a la multipolaridad. Por esta razón, aún sin acceso a fuentes privilegiadas considero que la reunión no rendirá los frutos que la espectacularidad del ‘show man’ Donald Trump desea ni que las víctimas del conflicto en Ucrania y Rusia merecen y anhelan. Por el contrario, está cargada de riesgos. Es preocupante esta reunión por varias razones que dejo enumeradas de lo particular a lo general.
1. La guerra en Ucrania es la guerra por la transición o no hacia un mundo multipolar y policéntrico, basado en la trípode China – Rusia – EEUU. Es una avanzada de EEUU y la OTAN sobre Rusia para llegar a China; razón por la cual las negociaciones se dan en lugares diferentes a las naciones principales del conflicto.
¿Por qué la administración rusa accede ir a un lugar que ofrece extrema vulnerabilidad a la seguridad física del presidente Putin? ¿Cómo su esquema de seguridad podrá montarse de manera eficiente con tan solo diez días de aviso? ¿En verdad creen que es tiempo de simbolismos como el llamado de Alaska como la ‘América rusa’ para situar conciliaciones que el momento histórico no contempla? ¿Por qué darle esta ventaja de hablar como local al megalómano y mitómano Donald Trump?
miércoles, 13 de agosto de 2025
Retrospectiva sobre la Guerra en Ucrania
Tres años y medio después de la entrada de las tropas rusas en Ucrania, Alain de Benoist denuncia las ilusiones de una Europa ahora convertida en escenario de guerra, lejos de su supuesto ideal de paz, y analiza las derivas morales e ideológicas que han paralizado cualquier intento de mediación, sumiendo al continente en una crisis existencial
Alain de Benoist, Revue éléments
Para justificar la construcción europea, se ha repetido durante medio siglo que «Europa es paz». Hoy, Europa es guerra. Hace tres años y medio que las tropas rusas entraron en Ucrania. El balance humano, estimado en alrededor de un millón y medio de víctimas (muertos y heridos), es enorme. A ello se suma la profunda tristeza de quienes, como yo, tienen amigos tanto ucranianos como rusos, y que solo sienten horror ante la idea de que se estén masacrando mutuamente.
Al mismo tiempo, desde hace más de tres años, los partidarios de Ucrania y los partidarios de Rusia no dejan de exponer sus argumentos, sin convencerse nunca, por supuesto. Es hora de tomar distancia respecto a estas polémicas y, sobre todo, de tomarlas con perspectiva.
Una observación para empezar
En general, cuando estalla una guerra, los no beligerantes pueden adoptar diferentes actitudes. En primer lugar, pueden optar por apoyar a uno de los dos bandos, lo que suelen hacer en función de sus intereses. Dado que sus intereses respectivos no son los mismos, es probable que no todos tomen la misma decisión. Sin embargo, en el caso de Ucrania, eso es lo que ha ocurrido. Los países occidentales, que no tenían ningún interés vital que defender en este asunto, han optado casi todos por alinearse con las posiciones estadounidenses y se han pronunciado a favor de un apoyo incondicional al bando ucraniano. Por lo tanto, ninguno ha podido asumir su posición de tercero. Este es un hecho muy importante.
Ya en 1907, Georg Simmel había subrayado en sus escritos la importancia del tercero en el marco de los conflictos. El tercero puede mantenerse en una posición de neutralidad. También puede utilizar su no pertenencia al bando de los beligerantes para influir en la situación, ofreciendo su mediación para lograr una solución política a los problemas que han desembocado en la guerra. Puede intervenir como mediador o como árbitro. En lugar de alimentar la guerra, contribuye así a la paz.
sábado, 9 de agosto de 2025
El Mundo según Rusia y la Pax Americana
Leonid Savin, Katehon
La visita del enviado especial del presidente de Estados Unidos, Stephen Witkoff, a Moscú y las declaraciones oficiales sobre la próxima reunión del presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo estadounidense, Donald Trump, para discutir la resolución del conflicto en Ucrania vuelven a plantear la cuestión de un posible cese de las hostilidades y el inicio de un proceso de paz, si las condiciones satisfacen a todas las partes. Aunque se habla de paz, surgen connotaciones contradictorias y preguntas adicionales. ¿Se alcanzarán los objetivos de la operación militar especial anunciados por los dirigentes rusos? ¿Debilitará el supuesto alto el fuego a Rusia o, por el contrario, le dará nuevas oportunidades para defender sus intereses? ¿Qué pasará con las sanciones?
La próxima reunión y las posibles negociaciones se producen en un contexto de ampliación de la zona de control ruso en la línea de contacto, por lo que son evidentes los temores de que las decisiones diplomáticas puedan frustrar el éxito militar y político. Los precedentes históricos de las guerras ruso-otomanas y, en particular, la política traicionera de Gran Bretaña y, más tarde, de Estados Unidos, hacen que este riesgo sea bastante alto.
Pero, ante todo, al reflexionar sobre la paz, hay que tener en cuenta que la entendemos de forma algo diferente a, por ejemplo, los representantes de la cultura anglosajona. Una incursión en la etimología es importante para comprender lo que nos espera en el futuro.
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viernes, 8 de agosto de 2025
El camino incierto de la diplomacia
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El encuentro entre Vladimir Putin y Steve Witkoff, enviado de Trump tanto para Oriente Medio como para Rusia, sigue marcando la actualidad política alrededor del conflicto rusoucraniano y quizá, al menos en parte, también la militar. Como en días anteriores, Ucrania ha continuado atacando con sus drones instalaciones energéticas de la Federación Rusa. Sin embargo, no se ha producido ningún gran ataque con misiles por parte de Rusia tal y como se especulaba ayer, cuando se observaban indicios de esa posibilidad. Solicitada por el Kremlin -esa fue al menos la afirmación de Donald Trump, que antes del viaje de Witkoff no mostraba grandes esperanzas de lograr avances significativos-, la reunión era el último cartucho del que disponía Rusia antes de que expirara el ultimátum del 8 de agosto marcado por la Casa Blanca para mostrar progresos tangibles hacia la paz. Hasta ahora, Moscú había mantenido la retórica de normalidad, había continuado su actuación en el frente sin cambios reseñables -ni aceleración de la guerra terrestre, ni aumento o reducción de los ataques en la retaguardia-, había restado importancia a la amenaza de las sanciones contra Rusia y deslegitimado las amenazas de sanciones secundarias a los clientes de su sector energético.
“Parece que Rusia está ahora más abierta a un alto el fuego. La presión sobre ellos está funcionando”, afirmó después de que se conocieran los primeros detalles de la reunión en Moscú Volodymyr Zelensky. Siguiendo la tendencia de aplicar una dosis de triunfalismo a cualquier acontecimiento -como prueba que esta semana Ucrania esté celebrando el “éxito” de la operación de Kursk ahora que se cumple un año de su inicio-, el presidente de Ucrania celebró de forma anticipada una versión de la reunión de la que únicamente conocía el texto publicado por Donald Trump. Como ya se intuía por el mensaje de Donald Trump, única fuente que daba a entender que Rusia y Estados Unidos habían acordado una reunión a tres en la que participaría también Volodymyr Zelensky, por la mañana el optimismo se redujo notablemente al conocerse la versión de Moscú. Según Yury Ushakov, el asesor más importante de Vladimir Putin en materia de política internacional, Moscú y Washington llegaron a un principio de acuerdo para celebrar, a la mayor brevedad, una cumbre entre los dos presidentes. A la pregunta de si se produciría un encuentro con el presidente ucraniano, Vladimir Putin insistió ayer en su comparecencia junto al presidente de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los candidatos a albergar la reunión con Donald Trump, en que dicha reunión requeriría de un trabajo previo que aún no se ha realizado. Mientras el presidente estadounidense da a entender que existe la posibilidad de imponer esa reunión a tres, el ruso insiste en una cumbre a dos y deja para un futuro en el que se hayan negociado los aspectos importantes de la guerra un cara a cara con Zelensky.
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miércoles, 6 de agosto de 2025
La semana del ultimátum
Nahia Sanzo, Slavyangrad
La semana del ultimátum comenzó ayer con una pregunta clara a Donald Trump: “¿Hay algo que pueda hacer Rusia para evitar las sanciones?”. Sin embargo, para Ucrania, más centrada en utilizar la anécdota para restar atención a la situación en el frente, la pregunta verdaderamente importante es dónde está Medvedev. “El concepto de paz a través de la fuerza funciona. En el momento en que aparecieron los submarinos nucleares estadounidenses, un borracho ruso, que acababa de amenazar con una guerra nuclear en X, de repente se quedó en silencio. Rusia sólo entiende una cosa: la fuerza”, escribió ayer por la mañana el siempre exultante jefe de la Oficina del Presidente. Aparentemente, paz quiere decir que Dmitry Medvedev haya recibido algún tipo de advertencia y haya dejado de postear en las redes sociales durante unos días. En esta guerra, en la que la batalla informativa parece para Ucrania tan importante como la real, cualquier cuestión, por mínima que sea, es susceptible de convertirse en un asunto capaz de cambiar el desarrollo de los acontecimientos. Así lo ha demostrado la actuación de Donald Trump que, al más puro estilo del espectáculo que rodea a su administración y a su familia, ha movilizado submarinos nucleares contra dos posts en las redes sociales.
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domingo, 3 de agosto de 2025
Incentivos y amenazas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Incapaz de mantener una mínima consistencia en su forma de actuar, Donald Trump ha pasado de afirmar en actos electorales que sería capaz de finalizar la guerra en 24 horas e incluso antes de tomar posesión del cargo a una política de bandazos que muestran su incapacidad para imponer el resultado que desea y también la desesperación de quien ya no sabe muy bien qué hacer para conseguir lo que pensaba haber logrado ya. Trump, que no esconde que opina que merece premios de la paz y que afirma haber resuelto conflictos de 500 años -posiblemente en referencia a India y Pakistán y su conflicto por Cachemira, cuyo origen está en 1948, no en la conquista de Akbar el Grande en 1586 y que no ha desaparecido sino que ha vuelto al statu quo anterior al ataque de Pahalgam-, ha renunciado a cualquier papel de mediación y exige una resolución rápida. Al fin y al cabo, qué es un conflicto de solo once años para el hombre que ha resuelto conflictos milenarios.
Lo que la prensa ha presentado como un cambio de rumbo del presidente de Estados Unidos, inicialmente favorable a Moscú, pero que finalmente ha sabido ver que Vladimir Putin no quiere la paz, se gestó el mes pasado y dio lugar al ultimátum de 50 días dado al presidente ruso para lograr la resolución de la guerra. De lo contrario, Rusia se expondría a sanciones prohibitivas que compartiría con los principales clientes de su sector energético, India y China, países a los que añadió también a Brasil, fundamentalmente como venganza política. En realidad, el cambio de rumbo no debe sorprender y se corresponde exactamente con el plan publicado hace más de un año por el America First Policy Institute y cuyo coautor es el general Keith Kellogg.
sábado, 2 de agosto de 2025
¿Ha perdido Zelensky el apoyo de Occidente?.. Se está convirtiendo en un lastre
Los gobiernos occidentales se enfrentan a su propio dilema. Habiendo invertido mucho en presentar a Zelensky como una figura al estilo de Churchill, sustituirlo abiertamente podría socavar el apoyo público a la guerra en sus propios países.
Thomas Fazi, Un Herd
Las conversaciones diplomáticas en Estambul, que transcurrieron sin incidentes y concluyeron con poco más que discusiones sobre un intercambio de prisioneros de guerra y vagas promesas de nuevas reuniones, dejaron a Volodymyr Zelensky enfrentándose a una crisis mucho más cercana: protestas sin precedentes que estallaron en las principales ciudades ucranianas.
Miles de personas salieron a las calles para denunciar una controvertida ley que, según Zelensky, tenía por objeto “reducir la influencia rusa”, pero que, en realidad, comprometería la independencia de las dos principales agencias anticorrupción del país en un momento en que, según se informa, ambas estaban a punto de detener a altos cargos de la propia administración de Zelensky.
La aprobación de la ley no solo provocó protestas masivas en Ucrania, sino también una condena generalizada en las capitales occidentales.
Ursula von der Leyen no tardó en emitir una dura reprimenda: la legislación entraba en conflicto con el “respeto al Estado de derecho” de Europa y podía poner en peligro las perspectivas de adhesión de Ucrania a la UE.
El Gobierno estadounidense llegó incluso a ordenar a Zelenski que retirara la legislación. Mientras tanto, los medios de comunicación occidentales dieron amplia cobertura a las protestas.
Por primera vez desde la invasión rusa, las políticas internas de Zelenski fueron criticadas abiertamente por medios que anteriormente lo habían idolatrado como un heroico defensor de la democracia.
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miércoles, 30 de julio de 2025
La lógica del momento: guerra y financiación
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Siguiendo el ejemplo de Donald Trump, capaz de abandonar una negociación y exigir a la otra parte que retorne a la diplomacia o de bombardear un país y exigir por ello un premio de la paz, Volodymyr Zelensky ha querido salir del embrollo político que ingenuamente se creó la semana pasada defendiendo las dos medidas tomadas. En esta guerra en la que el discurso es más importante que los hechos y los acontecimientos no tienen por qué corresponderse mínimamente con la opinión publicada, el presidente ucraniano ha presentado como un intento de garantizar la independencia de las instituciones anticorrupción -batalla que, contra toda evidencia, dice seguir luchando- tanto la legislación aprobada la semana pasada como la que espera aprobar esta. El discurso de Zelensky se mantiene firme y las palabras son las mismas para definir la ley que ponía a las instituciones creadas por y para el control occidental bajo el mando de la Fiscalía General que cuando exige a la Rada que vote, apenas unos días después, volver a devolverle la autonomía.
La contradicción no existe en la narrativa, creada a partir de las necesidades y no de la realidad. Para tapar ligeramente la evidente marcha atrás del presidente que sobreestimó sus fuerzas y subestimó las de sus oponentes, Zelensky se centra ahora en la idea de que los cambios buscaban y siguen buscando únicamente evitar la influencia rusa. Ayuda al presidente el hecho de que la retórica de la oposición haya sido exactamente la misma. Siguiendo la máxima que se ha repetido con sorna tantas veces en las redes sociales rusas, un agente ruso acusaba de ser agente ruso a otro. Mientras el bando de Zelensky acusaba a las agencias anticorrupción de haber sido infiltradas por Rusia, la oposición respondía señalando que el SBU, cuerpo que estaba realizando las redadas, era el que trabajaba para Moscú. Lógica decía que iba a ser suficiente, especialmente en un país que ha hecho de culpar a Rusia el único argumento necesario para justificar sus políticas, desde la operación antiterrorista que inventó para iniciar la guerra de Donbass hasta la prohibición de partidos pasando por la limitación progresiva del uso de la lengua rusa, vehicular en gran parte del país e incluso actualmente en el frente entre quienes luchan en el bando ucraniano.
martes, 29 de julio de 2025
Ucrania: el carnaval anticorrupción
Las nominales oficinas anticorrupción le generaron tanto miedo al régimen de Zelenski que él mismo se apresuró a neutralizarlas
Oleg Yasinsky, La Haine
En Chile me sorprendió mucho ver a los partidarios de Pinochet, que le perdonaban fácilmente a su ídolo el golpe de Estado, las torturas y ejecuciones masivas de sus compatriotas, pero se mostraban extremadamente sorprendidos, decepcionados y nunca pudieron disculpar los hechos de corrupción de la familia del dictador ni de él personalmente, cuando todo esto salió a la luz. Pensé en Augusto Pinochet (por la misma incongruencia de los hechos) cuando vi las calles de Ucrania, de nuevo llenas de manifestantes protestando contra la corrupción de su régimen de asesinos.
La Oficina Anticorrupción (NABU) y la Fiscalía Especial Anticorrupción (SAP), fueron creadas en Ucrania con el dinero occidental y por iniciativa de los mismos socios occidentales. La nueva reforma que incumbe a estas oficinas gubernamentales fue aprobada de manera relámpago esta semana, a diferencia de otras iniciativas que pueden durar hasta años tramitándose. Según la llamada "ley sobre la reforma de los órganos anticorrupción", estas oficinas dejan de ser independientes del régimen y pasan a estar bajo el control de la Fiscalía General (que igualmente está adscrita a la Presidencia).
Ese mismo Occidente que hace poco más de 11 años llevó al poder al régimen más corrupto y sangriento de la historia de todo el espacio postsoviético, en el territorio de la antigua Ucrania, se inventa para su propia obra, unas estructuras ficticias "anticorrupción".
lunes, 28 de julio de 2025
Ucrania: una "semi-autocracia"
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Siguiendo con la tendencia de los últimos días, varios medios occidentales, además de los liberales ucranianos, continúan aprovechando la cuestión de la corrupción para ahondar en la presión contra el entorno de Volodymyr Zelensky. Tras tres años en los que criticar al presidente ucraniano parecía impensable y en los que los únicos comentarios eran positivos, los últimos meses han visto un cambio interesante, ya que se ha producido después de que comenzara la recuperación de la buena relación entre Volodymyr Zelensky y Donald Trump. Pasada la etapa de enfrentamiento y humillación en el Despacho Oval, que hizo recuperar al líder ucraniano parte de su popularidad perdida, Zelensky, con ayuda de sus aliados europeos ha luchado por conseguir acercarse nuevamente a su homólogo estadounidense, mostrar el valor de Ucrania como activo estratégico y resaltar la figura de Trump como un gran líder para su país y para el mundo.
En esa cruzada, Zelensky no ha dudado siquiera en morder la mano que durante casi tres años le dio de comer. Desde la invasión rusa hasta que abandonara el cargo en enero de 2025, Biden fue el socio ideal para Zelensky, patrocinando la guerra proxy, corriendo con gran parte del coste del suministro militar a Ucrania y proponiendo una estrategia en la que Ucrania no obtenía las armas con la rapidez que exigía, pero en la que la única vía de resolución posible era la lucha en el frente. Como defendió Ucrania hasta que la postura de Donald Trump hiciera imposible renegar abiertamente de la diplomacia, la negociación no fue, desde la ruptura del verano de 2022, una opción para Washington, que siempre apostó por la táctica de la escalada progresiva para garantizar que la guerra continuara tal y como deseaba Kiev, aunque sin riesgo de enfrentamiento directo con Rusia. Pero Biden quedó en el pasado y la prioridad de Zelensky ha sido, desde hace prácticamente un año, moldear su discurso para adaptarlo a las necesidades de Donald Trump, aunque eso implique renegar de quien fue su principal aliado en la guerra contra Rusia.
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