El viejo sueño neoconservador de rediseñar Oriente Medio mediante una serie de cambios de régimen que beneficien a Estados Unidos e Israel, archivado durante una década, ha vuelto a cobrar protagonismo
Roberto Iannuzzi. Intelligence for the People
El repentino alto el fuego ‘impuesto’ a Israel e Irán el pasado 24 de junio por el presidente estadounidense Donald Trump, en lo que muchos han rebautizado como “la guerra de los doce días”, probablemente no marca el fin de las hostilidades, sino el comienzo de un conflicto más amplio y peligroso por la hegemonía en Oriente Medio, con posibles ramificaciones globales.
Los doce días de conflicto que hemos presenciado constituyen un salto cualitativo desestabilizador en la confrontación entre Israel e Irán, que ha pasado de la “guerra en la sombra” de las últimas décadas a un enfrentamiento militar directo.
En el primer caso, Irán había preocupado a Israel sobre todo a través de sus aliados regionales, en primer lugar, Hamás y Hezbolá. Israel, por su parte, había llevado a cabo una serie de operaciones encubiertas —acciones de sabotaje y asesinatos selectivos— en territorio iraní, a menudo aprovechándose de socios locales.
En el segundo, los dos países se han atacado mutuamente con ataques militares directos (aunque a distancia, ya que no son países limítrofes). Los primeros indicios de este salto cualitativo se produjeron con los «intercambios de misiles» entre ambos países en abril y octubre de 2024.
Tanto en la ‘guerra en la sombra’ de las últimas décadas como en el enfrentamiento directo que concluyó el 24 de junio, Israel ha contado con el apoyo de Estados Unidos.