Donald Trump a menudo se ha presentado como un antibelicista. Pero esta semana dijo que quiere que Estados Unidos «tome posesión» de Gaza y expulse a todos sus habitantes, lo que, además de ser una limpieza étnica, requiere prolongar la guerra.
Ben Burgis, Jacobin
Hace casi exactamente dos años, J. D. Vance escribió un artículo de opinión para el Wall Street Journal apoyando a Donald Trump con el argumento de que Trump estaba en contra de la guerra. Vance mencionaba los Acuerdos de Abraham entre Israel, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos de tal manera que sugería que, al negociar ese acuerdo, Trump había traído la paz a Oriente Medio.
Esta semana Trump celebró una conferencia de prensa con el criminal de guerra más notorio del planeta. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acaba de pasar quince meses reduciendo Gaza a escombros. Con 40 kilómetros de largo y 10 de ancho, la Franja de Gaza tiene ahora la mayor población de niños amputados del mundo. La magnitud de la muerte de civiles allí, incluso en términos absolutos, ha eclipsado las recientes guerras libradas en lugares con poblaciones mucho mayores, como Irak y Ucrania. Mientras Netanyahu sonreía de oreja a oreja, Trump expuso un plan para que Estados Unidos interviniera y terminara el trabajo.
Estados Unidos, dijo Trump, debería «tomar el control» de Gaza. «Será nuestra». Toda su población de alrededor de dos millones de palestinos se iría. Estados Unidos arrasaría todos los edificios destruidos, «nivelaría el terreno» y reconstruiría el territorio desde cero como la «Riviera de Oriente Medio». Cuando los periodistas lo presionaron para saber si se permitiría a los palestinos regresar una vez terminada la reconstrucción, Trump preguntó: «¿Por qué querrían regresar? Ese lugar ha sido un infierno».