¿Recuerdan a Donald Trump en su primer mandato presidencial, que no había iniciado ninguna guerra nueva? No se preocupen, es solo un mal recuerdo.
La América de 2025 volverá a la conquista.
Lorenzo María Pacini, Strategic Culture
Un mal hábito que nunca desaparece
Durante unos días (realmente durante unos días) el mundo entero había creído realmente que Donald Trump, al ganar las elecciones, conduciría al mundo a una era de paz y prosperidad, entrando en relación, no en competencia, con los demás países del emergente mundo multipolar; incluso hubo quienes habían creído que el gobierno de Estados Unidos volvería a ocuparse de los problemas de los estadounidenses, que no son pocos y que exigen soluciones con cierta urgencia si se quiere evitar un colapso estructural interno; también hubo quienes habían teorizado una especie de “liberación” del globalismo y sus descartes, poniendo de nuevo la verdadera política en el centro y asegurando un renacimiento de la geopolítica estadounidense y de las relaciones internacionales.
Lamento decepcionar a todos los simpatizantes: Trump es presidente de los Estados Unidos de América y, como tal, parece que quiere hacer lo que todos los presidentes estadounidenses han hecho hasta la fecha, es decir, la guerra de conquista global.
Trump aún no ha asumido la Casa Blanca y ya ha amenazado con destruir Irán, conquistar Canadá, expropiar Groenlandia y explotar tierras del Círculo Polar Ártico, arrebatarle Taiwán a China, anexar Panamá y cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, todo ello mientras intimida a Europa a aumentar el gasto militar e imponer sanciones hacia el Este.
Mientras tanto, su colaborador más confiable (o su maestro) Elon Musk está planeando no solo la transición al transhumanismo masivo sino también el reemplazo de cualquiera que se oponga a la hegemonía del gobierno estadounidense, tanto en el país como en el extranjero. Todo ello endulzado con concesiones a la libertad de prensa y expresión en sus redes sociales personales, haciendo creer a la gente que esa es la verdadera libertad, cuando en realidad es una jaula interactiva de colores.