Estados Unidos es la base de retaguardia insustituible del Estado judío, sin cuyo apoyo —económico, militar, político y diplomático— simplemente desaparecería en pocos meses.
Enrico Tomaselli, Sinistra in Rete
El periodista estadounidense Max Blumenthal describió acertadamente la guerra híbrida que Israel está librando en Estados Unidos, que, por ahora, se centra esencialmente en la propaganda, es decir, en el control de los medios de comunicación. Estados Unidos es la base de retaguardia insustituible del Estado judío, sin cuyo apoyo —económico, militar, político y diplomático— simplemente desaparecería en pocos meses.
El control de esta base de retaguardia es, por lo tanto, una cuestión vital para Israel. Hasta ahora, ha sido posible ejercerlo esencialmente a través de los lobbies sionistas en Norteamérica, de los que hay dos: uno, representado principalmente por el AIPAC, compuesto por los principales representantes de la comunidad judía, y otro, compuesto por aquellas iglesias evangélicas que ven a Israel como un paso fundamental hacia el advenimiento de una nueva era de Dios. Y el segundo ha sido durante mucho tiempo tan importante como el primero.
Estos dos lobbies han operado hasta ahora principalmente en dos niveles: alimentando las campañas electorales (a todos los niveles) de políticos firmemente alineados con Israel y difundiendo una narrativa que une a los dos países no solo por una raíz cultural compartida (judeocristiana, que también es popular entre muchos políticos europeos), sino también por una supuesta coincidencia en sus intereses estratégicos mutuos.