El fallo de la CIJ de que el derecho internacional protege los derechos de los palestinos y que éstos no necesitan negociar con sus opresores para obtener esos derechos, asestó un golpe definitivo a décadas de esfuerzos occidentales por situar a Israel fuera del alcance de la ley.
Yitzhak Rabin, Bill Clinton, Yaser Arafat. Oslo: Septiembre 13, 1993
Craig Mokhiber, Mondo Weiss
Israel está siendo juzgado por genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). El fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) ha solicitado órdenes de arresto contra los dirigentes israelíes por crímenes contra la humanidad. Millones de personas en todo el mundo, palestinos, judíos, musulmanes, cristianos, estudiantes, trabajadores y otros, se están movilizando para desafiar el colonialismo israelí, el apartheid y el genocidio. El muro de impunidad de 76 años de antigüedad, construido ladrillo a ladrillo por los Estados Unidos, el Reino Unido y otros gobiernos occidentales, está empezando a desmoronarse.
El 19 de julio, la CIJ emitió una sorprendente opinión consultiva en la que dictaminó que el derecho internacional protege los derechos de los palestinos y que éstos no necesitan negociar con sus opresores esos derechos en virtud de Oslo o de cualquier otro marco político, lo que asestó un golpe definitivo a décadas de esfuerzos estadounidenses y occidentales por situar a Israel fuera del alcance del Estado de derecho. Con esa simple declaración, la Corte puso fin a tres décadas de excepcionalismo israelí basado en la artimaña de Oslo como barrera a la aplicación del derecho internacional.
Sin embargo, la causa de los derechos humanos del pueblo palestino tiene por delante un camino muy difícil. El proyecto sionista en Palestina, apoyado por Occidente, lleva décadas de ventaja en la construcción de sus muros opresivos, tanto literales como figurativos.