La actual política de Trump no se trata de la antigua rivalidad interimperialista que precipitó las guerras mundiales. Tampoco es una era de ausencia de dicha rivalidad. Más bien, se trata de un esfuerzo de la potencia hegemónica por subordinar a todos sus antiguos aliados imperialistas en beneficio de su propia clase capitalista, incluso si eso implica acostarse con antiguos enemigos.
C.P. Chandrasekhar, La Haine
Si el primer mes del segundo mandato de Donald Trump como presidente de EEUU es indicativo, parece que el capitalismo global, con EEUU como potencia hegemónica, se encuentra en un proceso de reestructuración de origen endógeno. Entre las numerosas señales tempranas de la administración Trump para modificar la política estadounidense, tanto interna como externamente, destacan cinco iniciativas en el ámbito económico.
En primer lugar, se está recurriendo a aranceles de importación más altos, por razones que van desde recuperar la producción estadounidense y acelerar el crecimiento de la producción y el empleo hasta utilizar los aranceles como arma para alcanzar objetivos de seguridad nacional.
La segunda es la descarada facilitación de la captura del Estado por parte de las grandes empresas. Una orden ejecutiva ha buscado subordinar a la Casa Blanca a las agencias gubernamentales de aplicación de la ley, anteriormente independientes, como la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) y la Comisión Federal de Comercio (FTC).
Su funcionamiento será supervisado y sus decisiones, examinadas. El impacto inmediato sería el desmantelamiento de los esfuerzos de la SEC para controlar el comercio de criptomonedas y los esfuerzos de la FTC, bajo la excomisionada Lina Khan, para frenar el monopolio y el poder de plataformas como Amazon y Meta.