La perspectiva de una guerra en las puertas orientales del continente y, sobre todo, el miedo a tener que afrontarla solos, desorientan a los miembros del Estado profundo vasallo
Enrico Tomaselli, Arianna Editrice
Se ha dicho y escrito mucho sobre el Estado profundo estadounidense -e, inevitablemente, se ha dicho todo y lo contrario de todo sobre él, hasta el punto de perder completamente de vista lo que realmente es-, pero nunca se ha hablado de un Estado profundo europeo. Este; sin embargo, existe y se manifiesta cada vez con más claridad.
Naturalmente, hay una profunda diferencia con el norteamericano, que representa un mundo compuesto, pero todavía centrado en mantener la hegemonía estadounidense sobre el mundo, mientras que el europeo se centra sobre todo en preservarse a sí mismo y a su propio poder.
Este Estado profundo europeo está formado esencialmente por políticos, burócratas, grandes comités y lobistas, en conexión cada vez mayor con soldados de los mandos de la OTAN, y forma efectivamente una especie de masonería europea, fuertemente comprometida con la promoción y defensa de sus miembros, pero sobre todo con al ejercicio de un poder supranacional cada vez más rampante -y cada vez más antidemocrático.
Este Estado profundo se ha ido coagulando, especialmente en los últimos 10 o 15 años, y ha vaciado progresivamente de todo poder real a los distintos gobiernos nacionales, los únicos que tienen alguna representación democrática. La Comisión Europea se ha caracterizado cada vez más como una comisión muy diferente, una verdadera cúpula de superpoder completamente desprovista de cualquier legitimación democrática.