La izquierda tendrá que ser audaz y articular un nuevo futuro, pero tendrá que ser uno que surja de su propia historia de luchas y de construcción del socialismo.
Vijay Prashad, Observatorio de Trabajadores
La extrema derecha en América Latina está enojada. Jair Bolsonaro, de Brasil, y Javier Milei, de Argentina, siempre parecen furiosos y siempre hablan en voz alta y de forma agresiva. La testosterona se les sale por los poros, un sudor tóxico que se ha extendido por toda la región.
Sería fácil decir que se trata del impacto del neofascismo característico de Donald Trump, pero no es cierto. La extrema derecha tiene raíces mucho más profundas, vinculadas a la defensa de las familias oligárquicas que tienen sus orígenes en la época colonial en los virreinatos, desde Nueva España hasta Río de la Plata.
Sin duda, estos hombres y mujeres de extrema derecha se inspiran en la agresividad de Trump y en la entrada de Marco Rubio, un furioso defensor de la extrema derecha en América Latina, al cargo de secretario de Estado de los Estados Unidos. Esta inspiración y este apoyo son importantes, pero no son la razón del regreso de la extrema derecha, una marea de ira que ha ido creciendo en toda América Latina.
A primera vista, parece que la extrema derecha ha sufrido algunas derrotas. Jair Bolsonaro está en prisión por un largo tiempo debido a su papel en el fallido golpe de Estado del 8 de enero de 2023 (inspirado en el propio intento fallido de golpe de Estado de Trump el 6 de enero de 2021). En la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile, la candidata del Partido Comunista, Jeannette Jara, obtuvo la mayoría de los votos y liderará el bloque de centroizquierda en la segunda vuelta (14 de diciembre).



















