Claudio Katz,
Viento Sur
Fiel a su estilo de arriesgado jugador, Trump provocó un caos en los mercados mundiales. Introdujo, retiró y reformuló una tabla de aranceles que desencadenó un desorden mayúsculo. Su bravata recreó las peores pesadillas financieras de las últimas décadas.
El magnate ha instalado un inédito escenario de crisis global precipitada adrede. Algunos analistas estiman que tiende a recular frente a los resultados adversos de sus medidas, pero otros consideran que sigue asustando a sus interlocutores para forzarlos a capitular.
También sobrevuela la superficial impresión que Trump se ha vuelto loco y que en su decadencia Estados Unidos ha quedado bajo el comando de un desorbitado. El magnate miente, insulta, agrede y parece gobernar a la primera potencia como si fuera un fondo de inversión. Pero en realidad sigue una estrategia aprobada por significativos grupos de poder y no hay que subestimarlo (Torres López, 2025).
Tiene tres objetivos en el plano económico: restaurar la hegemonía del dólar, reducir el déficit comercial e incentivar la repatriación de las grandes empresas. La jerarquía y articulación de esas metas es el gran interrogante del momento.
Centralidad monetaria
Algunos enfoques subrayan acertadamente la primacía de las metas financiero-monetarias sobre las comerciales o productivas. Destacan que Trump pretende instalar un dólar barato para exportar y un dólar alto como reserva de valor. Pretende favorecer las exportaciones estadounidenses, mientras asegura el status privilegiado de la divisa norteamericana como moneda mundial (Varoufakis, 2025).
Los dos principales asesores del presidente -Miran y Besset- han confirmado ese propósito, confesando que las presiones comerciales son un instrumento de las exigencias monetarias.
Para lograr la desvalorización del dólar y su permanencia como reserva de valor, Trump necesita reforzar el sometimiento de los Bancos Centrales de Europa y Japón. Esa subordinación es indispensable para preservar el rol de los títulos de la deuda estadounidense (Bonos del Tesoro), como principal refugio del capital.