Las acciones de Trump no fueron ni improvisadas ni caprichosas. La «solución arancelaria» había sido preparada por su equipo durante años
Alastair Crooke, Strategic Culture
El shock de Trump –su descentralización de EEUU del rol de eje del ‘orden’ de posguerra, a través del dólar– ha desatado una profunda división entre, por un lado, quienes obtuvieron enormes beneficios del statu quo; y, por otro, la facción MAGA (Make America’s Greatest Again), que llegó a ver ese statu quo como hostil, incluso una amenaza existencial para los intereses estadounidenses. Las partes han caído en una polarización agria y llena de acusaciones.
Es una de las ironías del momento que el presidente Trump y los republicanos de derechas hayan insistido en denigrar -como una “maldición de los recursos”- los beneficios del estatus de Moneda de Reserva que aportó a EEUU la oleada de ahorro mundial entrante que le permitió disfrutar del privilegio único de imprimir dinero, sin consecuencias negativas: ¡al menos hasta ahora! Parece que, en última instancia, los niveles de deuda importan incluso al Leviatán.
El vicepresidente Vance compara ahora la moneda de reserva con un “parásito” que ha devorado la sustancia de su “huésped”» (la economía estadounidense) imponiendo un dólar sobrevalorado.
Para que quede claro, Trump creía que no tenía elección: o bien subvertía el paradigma existente, a costa de un considerable dolor para muchos de los que dependen del sistema financiarizado, o bien permitía que los acontecimientos avanzaran hacia el inevitable colapso económico de EEUU. Incluso aquellos que entendían el dilema al que se enfrentaba EEUU se quedaron algo sorprendidos por su descarada “imposición de aranceles al mundo”.