lunes, 17 de febrero de 2025

Trump contra el mundo

No cabe duda de que, fuera de la coyuntura de aparente fortaleza, en el largo plazo, EEUU marcha en sentido contrario al desarrollo histórico contemporáneo

Adrian Sotelo Valencia, La Haine

Con arrogancia, supremacismo y la creencia delirante en la "grandeza" del imperio estadounidense, Trump le ha declarado la guerra al mundo en un afán de "hacer más grande a EEUU otra vez" (Make America Great Again), frase, por cierto, que también pronunció Ronald Reagan en su campaña presidencial de 1980.

Su miopía intelectual lo lleva a postular que el mundo es igual o peor al existente después de la guerra mundial de 1939-1945 cuando el unilateralismo imperialista norteamericano recibió la estafeta de dominación del imperialismo británico que fue hegemónico desde el siglo XIX.

La guerra arancelaria desatada por el magnate de pelo amarillo tiene como objetivo dominar el comercio internacional y obligar a las naciones a entregar sus recursos y a producir sus productos y servicios dentro del territorio estadounidense como condición para no ser penalizados por su gobierno y bajo sus leyes extraterritoriales que aplica sin miramientos en cualquier país que considere "peligroso" u hostil a sus intereses geoestratégicos.

Así lo advirtió a los gobiernos de México y Canadá bajo presión de imponerles aranceles proteccionistas de hasta 25% si no se esmeraban en producir acero y aluminio en función de la producción norteamericana. El arma preferencial que ha esgrimido Trump es la de los "aranceles recíprocos" contra todos aquellos, como la India, que mantienen políticas proteccionistas: "El presidente Donald Trump dijo que podría imponer aranceles recíprocos a todos los países que cobran gravámenes a las importaciones estadounidenses, en una medida que intensifica los temores de una creciente guerra comercial y amenaza con acelerar la inflación en EEUU" (El economista, 12 de febrero de 2025).

A Trump parece no interesarle lo que suceda en su propio país mientras sus intereses de clase y personales no sean afectados. No le importan los derechos humanos, los millones de trabajadores precarios, ni los segmentos poblacionales desgarrados por las drogas; los sin techo y la pobreza que crecen día a día, ni los millones de migrantes que producen la riqueza del país de que se apropian los millonarios empresarios, pero que son expulsados a capricho de las autoridades migratorias y de la Border Patrol. Respecto a esto último hay que señalar que, desde que Trump asumió por segunda ocasión la presidencia de EEUU el 20 de enero, las expulsiones a México alcanzaron la cifra de 13.455 personas deportadas (RT, 14 de febrero de 2025).

Le interesa, eso sí, mantener su dominio sobre cualquier iniciativa que esté fuera del radio de su influencia o no convenga a sus intereses geoestratégicos como la existencia y expansión de los BRICS o las iniciativas soberanas de los intercambios comerciales sin la participación del dólar.

La aparente fortaleza que muestra el retorno de Trump a la Casa Blanca, debido a sus bravuconadas y a sus rimbombantes declaraciones que asustan a más de un iluso gobernante extranjero, se produce en un contexto, por demás peligroso, de creciente pérdida de confianza entre grandes segmentos de la llamada comunidad internacional, y de la hegemonía de que gozó por algún tiempo como garante de un orden internacional, posbélico, a través de sus principales instrumentos como el dólar, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Pentágono, la OTAN, la USAID y los Tratados de Libre Comercio que logró imponer como parte de esa estrategia de dominación imperialista particularmente en América Latina.

Esta "excepcionalidad" comenzó a expirar a partir de la crisis estructural y financiera de 2008 en el marco de ascenso de otras potencias de porte nuclear como China y Rusia que, a la par que vienen encabezando el desarrollo de un mundo multipolar, también compiten con gran éxito, por cierto, contra EEUU en materia comercial, tecnológica y científico-militar.

Es así como, por ejemplo, mientras que EEUU solo creció 0.5% en 2023 y la Unión Europea se estancó en 0%, China arrojó una tasa de 4.4% en el mismo año. Y en 2024 esta disparidad se mantuvo: mientras que EEUU creció 2.8%, China arrojó 5%. Y es muy probable que esta situación se mantenga en los próximos años en la medida en que se profundice la crisis estructural del capitalismo y el involucramiento de EEUU en diversos conflictos bélicos como en Ucrania y Palestina a los que ha derivado miles y miles de millones de dólares y artefactos bélicos sin haber logrado, hasta ahora, ningún éxito.

Solo en el conflicto ucraniano EEUU ha invertido, en un año, alrededor de 500 mil millones de dólares en "ayuda" a Ucrania que ahora Trump se quiere cobrar apropiándose de las tierras raras existentes en ese país (RT, 14 de febrero de 2025) y necesarias para el desarrollo de las cadenas de valor basadas en la actual revolución científico-técnica denominada revolución industrial 4.0.

El segundo mandato de Trump ha continuado con las agresiones y presiones contra América Latina y el Caribe para resarcir sus pérdidas en el campo internacional para lo que ha emprendido una serie de acciones, desde la Casa Blanca, contra las naciones y su soberanía: México, Brasil y Panamá, entre otros. Por ejemplo, a raíz de la primera gira del nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, por Centroamérica, el gobierno panameño bajo presión canceló el acuerdo económico de la Ruta de la Seda que mantenía con China por temor a las amenazas de Trump de retomar el control del Canal de Panamá (El economista, 6 de febrero de 2025). Y esto parece marcar la tónica que va a seguir su régimen durante su segundo mandato que culmina en 2028.

El magnate de la Casa Blanca se mantiene ocupado en la elaboración de sus agresivas órdenes ejecutivas y en el intento de apaciguar el conflicto ucraniano con Rusia, y amenaza con apropiarse del territorio de la Franja de Gaza mientras que el ejército sionista continúa atacando, obviamente con la complacencia de EEUU, el territorio y la población de Cisjordania e implementando sus amenazas contra la resistencia libanesa. A nivel global, el objetivo final, según declaraciones de distintas autoridades y miembros del parlamento estadounidense, es derrotar a China porque consideran que es el principal enemigo estratégico del imperialismo estadounidense.

No cabe duda de que, fuera de la coyuntura de aparente fortaleza, en el largo plazo, EEUU marcha en sentido contrario al desarrollo histórico contemporáneo. Y es esta trayectoria, hasta cierto punto caótica y desesperada, la que marcará la actuación del imperialismo para hacer a EEUU "más grande" nuevamente.

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