Editorial La Jornada
El presidente de Argentina, Javier Milei, usó sus redes sociales para incitar a sus millones de seguidores a invertir en $Libra, una criptomoneda que supuestamente formaba parte de un proyecto privado dedicado a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. Según él, dicho proyecto era muestra del crecimiento de la Argentina liberal, así como del interés global por invertir en el país. Horas después, se supo que todo fue una fachada para un tipo de esquema fraudulento denominado Rug pull (jalón de alfombra), en el que un activo en manos de pocas personas se valoriza de manera artificial y acelerada para después ser vendido por los tenedores originales con ganancias millonarias. Cuando las víctimas se dan cuenta de que no había ningún valor real detrás del instrumento, su precio se desploma dejando tras de sí pérdidas totales. Hasta ahora no se sabe cuántas personas cayeron en el engaño ni a cuánto asciende el quebranto, pero, en el lapso en que se llevó a cabo el atraco, simpatizantes del mandatario publicaron con orgullo capturas de los rendimientos que luego se esfumaron.
La secuencia de los acontecimientos sugiere que el ultraderechista no participó en la organización del fraude de $Libra, sino que se convirtió en su cómplice por mera estulticia: con los datos disponibles, pareciera que un grupo de estafadores urdió el esquema delictivo de tal forma que replicara los lemas del mandatario, éste mordió el anzuelo e invitó a sus millones de seguidores a invertir en un instrumento especulativo del que él mismo admitió no saber nada. Todo esto, mientras usa dinero público para viajar por el mundo presentándose como un genio de la economía e insultar de manera soez a todos los sectores sociales comprometidos con la solidaridad, la justicia social, los derechos humanos, la tolerancia y el cuidado del medio ambiente.
No es la primera vez que el neofascista –quien se autodenomina libertario o anarcocapitalista– promueve operaciones delictivas. En 2021, cuando era diputado, grabó un comercial para Coinx World, una empresa de criptomonedas que, dijo, está revolucionando la manera de inversión para ayudar a los argentinos a escapar de la inflación. En el anuncio, invitaba a simular una inversión en pesos, dólares o criptomonedas y obtener una ganancia e incluso se ofrecía como aval asegurando que contactar a Coinx de parte suya garantizaba la mejor asesoría. Un año después, la compañía fue obligada por la Comisión Nacional de Valores a cesar todo ofrecimiento de asesoramiento en inversiones, de negociación y de cualquier otro acto jurídico con valores negociables. En 2023, la Policía Federal allanó su sede y salió a la luz que nunca tuvo registro ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP, encargada de recaudar impuestos, extinta por Milei en 2024), que se había dado de alta ante el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual en el rubro de software en vez de en el de operaciones financieras, y que su matriz estaba registrada en AFIP como un negocio de instalaciones eléctricas. Por lo tanto, nunca tuvo facultades para operar instrumentos financieros y todas sus actividades fueron un fraude.
Las declaraciones con que Milei ha justificado sus actos son reveladoras de su modo de operar. En junio de 2022, aseguró que cobró por el apoyo público a Coinx como cobra todas sus opiniones, y el viernes pasado escribió, con respecto a su promoción de $Libra: hace unas horas publiqué un tuit, como tantas otras infinitas veces, apoyando un supuesto emprendimiento privado con el que obviamente no tengo vinculación alguna y de cuyos pormenores no estaba interiorizado. Así, en una entrevista y una serie de publicaciones en redes sociales el presidente confesó que todos sus puntos de vista son pagados para favorecer intereses privados, que hace afirmaciones sin cuidado alguno por verificar su veracidad e induce a sus compatriotas a entregar dinero a iniciativas de las que no sabe nada. Su desdén por la verdad también se trasluce en la aseveración de que el mundo quiere invertir en Argentina, un bulo patético habida cuenta de que 2024 se saldó con la menor inversión extranjera directa de la historia para la nación austral.
Cabe hacer votos por que este episodio despierte la conciencia de los sectores de la sociedad argentina seducidos por la retórica fascista del mandatario y conduzca a una reconstrucción nacional incluyente, generosa y soberana, alejada de los antivalores impuestos por los fanáticos del mercado.
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Ver también::
- Joseph Stiglitz y los límites de la libertad liberal
Brian Callaci. 23/07/2024 - Walter Benjamin y el capitalismo como religión: la Banca ha ocupado el lugar de la Iglesia
Giorgio Agamben. 16/05/2013
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