…Israel es un poco como el perro loco de Estados Unidos. No siempre es obediente y a menudo intenta escapar al control, metiendo a Washington en líos. Pero no se le puede abandonar a su suerte, y lo sabe.
Enrico Tomaselli, Giubbe Rosse News
¿Son los Estados Unidos quienes dirigen a Israel, que es su dócil instrumento para controlar Oriente Medio, o es al contrario Israel quien controla de facto a los Estados Unidos, gracias también a la acción capilar de la AIPAC 1, que entre financiaciones y ostracismos ad hoc tiene en sus manos todo el Congreso?
Desde hace mucho tiempo existe un acalorado debate sobre la relación entre Estados Unidos e Israel, sobre la naturaleza de esta relación, que ciertamente no puede resumirse simplemente en términos geopolíticos.
La opinión predominante, al menos en los círculos de la llamada “disidencia”, parece ser que son los EEUU quienes llevan las riendas del mando y, como siempre en estos casos, una vez asumida una tesis, se termina interpretando cada hecho como coherente con la misma.
Mi opinión personal al respecto es que la naturaleza de esta relación es, en realidad, mucho más compleja de lo que puede resumirse en una elección binaria, A o B. Y que, en última instancia, ambos tienen poderosos instrumentos para condicionar las decisiones del otro, así como, en consecuencia, ambos se necesitan mutuamente.
El reciente conflicto con Irán, la llamada “guerra de los 12 días”, es una excelente oportunidad para verificar estas diferentes tesis.
Lo que podemos dar por seguro es que Washington sabía que Tel Aviv estaba preparando el ataque. Y, obviamente, esto puede interpretarse de diferentes maneras. Puede significar que la negociación iniciada por Witkoff con la mediación de Qatar no era, desde el principio, más que una cortina de humo para encubrir el ataque.
O, por el contrario, dado que la firmeza iraní estaba bloqueando las negociaciones, Trump pensó que la acción israelí podría inducir a Teherán a adoptar una postura más moderada.
En cualquier caso, la verdadera pregunta es: teniendo en cuenta que tanto Washington como Tel Aviv no podían ignorar los límites estructurales de la operación Rising Lion, ¿cuál era el verdadero objetivo?