Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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lunes, 8 de julio de 2024
Francia a salvo de una catástrofe
Atilio Borón, Página 12
Hoy es un día de fiesta para quienes luchan por construir un mundo mejor: el fascismo ha sufrido una durísima derrota en Francia, cuando todos los opinólogos auguraban su casi inexorable victoria en las elecciones celebradas este domingo en el país galo. En un giro tan notable como imprevisto el Nuevo Frente Popular, que ya la semana pasada había hecho una magnífica elección pero llegando en segundo lugar detrás de la ultraderecha, pasó decididamente al frente y obtuvo la primera mayoría en la Asamblea Nacional. No logró la mayoría absoluta, pero la tradición de la Quinta República francesa, fundada en 1958, establece que a quien obtiene la primera minoría le corresponde la designación del Primer Ministro.
Ahora bien: dado que el régimen político de Francia es una combinación entre un presidencialismo atenuado y un parlamentarismo igualmente acotado el presidente Emmanuel Macron podría, extendiendo sus atribuciones más allá de lo tradicional, hacer caso omiso del veredicto de las urnas y designar a un PM de su gusto, claro que con el riesgo de crear una crisis política de proporciones a escasas tres semanas de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París. Es que tras su apariencia mesurada y serena Macron resultó ser un apostador empedernido. Lo hizo cuando en las elecciones al Parlamento Europeo la ultraderecha de Marine Le Pen se alzó con el 32 % de los votos y Macron optó por una medida radical: disolver la Asamblea Nacional y convocar a su renovación. Su cálculo era que ante una nueva compulsa electoral lograría recomponer su base social y derrotar tanto al neofascismo de Le Pen y sus seguidores como a la acrecentada gravitación de la izquierda. Subestimó sin dudas la impopularidad de sus medidas económicas más importantes, entre ellas el aumento de la edad legal requerida para jubilarse de 62 a 64 años, el incremento en el precio de los combustibles y otras políticas que afectaron negativamente las condiciones de vida de amplias capas de la población. Todo esto en un contexto en donde un presidente por momentos desquiciado hablaba, y habla todavía, con suprema irresponsabilidad de atacar a Rusia y declararle la guerra. No extrañaría, pues, que quisiera hacer otra jugada de ese tipo desconociendo la nueva correlación de fuerzas de la Asamblea Nacional y designar como PM a alguien de cualquier otra fuerza política. Poco probable, dado el escándalo que desataría, pero no habría que descartarlo.
viernes, 13 de noviembre de 2020
Elecciones en EEUU: Crónica de una victoria agridulce
Matías Bulnes, Heterodoxia
La victoria de Biden en las recientes elecciones ha sido recibida con alivio aquí en EEUU. Pero si uno quiere entender sus implicancias para el país y su futuro, la victoria misma no es lo más relevante. Lo más extraño es que Trump haya estado tan cerca de ganar, desafiando las predicciones de todas las encuestas, las cuales daban a Biden como ganador por paliza. Por una parte, los Demócratas tienen una mayoría estructural en el voto popular (aun cuando el sistema electoral no es proporcional). De hecho, Trump había ganado la elección del 2016 pero obteniendo menos votación que la candidata Demócrata, Hillary Clinton. Por otra parte, su último año de gestión había sido a todas luces catastrófico para el país, con EEUU permanentemente liderando la lista de países más afectados por la pandemia del COVID 19 y con niveles de violencia en las calles nunca antes vistos. Estas circunstancias hacen a los resultados de la elección, si bien un alivio, también un desastre para el partido Demócrata. ¿Cómo se explica que un presidente obviamente incapacitado para ejercer el cargo, con una pésima reputación en todos los sectores de la sociedad, con la sangre de más de un cuarto de millón de compatriotas en sus manos debido a la pandemia, y con la economía devastada, haya estado apunto de ganar la reelección? ¿Qué nos dice esto sobre el futuro de EEUU?
La victoria de Biden en las recientes elecciones ha sido recibida con alivio aquí en EEUU. Pero si uno quiere entender sus implicancias para el país y su futuro, la victoria misma no es lo más relevante. Lo más extraño es que Trump haya estado tan cerca de ganar, desafiando las predicciones de todas las encuestas, las cuales daban a Biden como ganador por paliza. Por una parte, los Demócratas tienen una mayoría estructural en el voto popular (aun cuando el sistema electoral no es proporcional). De hecho, Trump había ganado la elección del 2016 pero obteniendo menos votación que la candidata Demócrata, Hillary Clinton. Por otra parte, su último año de gestión había sido a todas luces catastrófico para el país, con EEUU permanentemente liderando la lista de países más afectados por la pandemia del COVID 19 y con niveles de violencia en las calles nunca antes vistos. Estas circunstancias hacen a los resultados de la elección, si bien un alivio, también un desastre para el partido Demócrata. ¿Cómo se explica que un presidente obviamente incapacitado para ejercer el cargo, con una pésima reputación en todos los sectores de la sociedad, con la sangre de más de un cuarto de millón de compatriotas en sus manos debido a la pandemia, y con la economía devastada, haya estado apunto de ganar la reelección? ¿Qué nos dice esto sobre el futuro de EEUU?
sábado, 7 de noviembre de 2020
Las elecciones en Estados Unidos: Entre guerra civil y crisis institucional
Alessandro Pagani
Normalmente, en unas elecciones políticas, lo que verdaderamente cuenta es quién gana y quien pierde, en el caso de estas elecciones en los Estados Unidos de Norte América, las cosas no son así. Aun no conocemos claramente y definitivamente el nuevo presidente, al parecer, se trataría del candidato demócrata, John Biden, pero aun no es así tan seguro, ya que de serlo, Donald Trump apelaría a la Corte Suprema para que interviniera, y pidiendo que se contaran nuevamente todos los votos.
Así que, por la primera vez en la historia de las elecciones en Estados Unidos, no es tan importante quien gane, ya que ambos candidatos son nefastos, políticamente hablando.
Si ganara esa momia que es por cierto Biden, seria algo muy perturbador debido a sus precedentes políticos y crímenes de lesa humanidad, cuando fue vice presidente de la administración Obama, como fue en el caso de su participación activa en el golpe de Estado nazi-fascista en Ucrania en 2014, sin mencionar todas las guerras que llevaron adelante en sus años de vice presidencia, durante el gobierno Obama-Hillary Clinton en Libia y en Siria, solo para hacer algunos ejemplos. El mismo discurso vale por Trump con sus relaciones con el neofascismo, la participación en el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, el pasado 3 de enero, en el aeropuerto de la ciudad iraquí de Baghdad o en el caso de los acuerdos firmados con la entidad sionista de Israel, los así mal llamados “acuerdos del siglo nuevo” y la nueva OTAN árabe, los acuerdos de paz entre petromonarquias árabes e Israel. Lo que cuenta, finalmente, es – y esto es algo que ya está quedando bastante claro – el tipo de país que está saliendo de esa contienda electoral, y que podemos fijar en cinco breves puntos:
Normalmente, en unas elecciones políticas, lo que verdaderamente cuenta es quién gana y quien pierde, en el caso de estas elecciones en los Estados Unidos de Norte América, las cosas no son así. Aun no conocemos claramente y definitivamente el nuevo presidente, al parecer, se trataría del candidato demócrata, John Biden, pero aun no es así tan seguro, ya que de serlo, Donald Trump apelaría a la Corte Suprema para que interviniera, y pidiendo que se contaran nuevamente todos los votos.
Así que, por la primera vez en la historia de las elecciones en Estados Unidos, no es tan importante quien gane, ya que ambos candidatos son nefastos, políticamente hablando.
Si ganara esa momia que es por cierto Biden, seria algo muy perturbador debido a sus precedentes políticos y crímenes de lesa humanidad, cuando fue vice presidente de la administración Obama, como fue en el caso de su participación activa en el golpe de Estado nazi-fascista en Ucrania en 2014, sin mencionar todas las guerras que llevaron adelante en sus años de vice presidencia, durante el gobierno Obama-Hillary Clinton en Libia y en Siria, solo para hacer algunos ejemplos. El mismo discurso vale por Trump con sus relaciones con el neofascismo, la participación en el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, el pasado 3 de enero, en el aeropuerto de la ciudad iraquí de Baghdad o en el caso de los acuerdos firmados con la entidad sionista de Israel, los así mal llamados “acuerdos del siglo nuevo” y la nueva OTAN árabe, los acuerdos de paz entre petromonarquias árabes e Israel. Lo que cuenta, finalmente, es – y esto es algo que ya está quedando bastante claro – el tipo de país que está saliendo de esa contienda electoral, y que podemos fijar en cinco breves puntos:
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domingo, 7 de octubre de 2018
Brasil se enfrenta a crucial elección presidencial marcada por los engaños de la justicia
Mark Weisbrot, cepr
El mundo está observando las elecciones de Brasil, probablemente como nunca antes. "La última amenaza de América Latina: Bolsonaro Presidente", grita el titular en la portada de The Economist. A esta conservadora revista británica le encantaría ver cómo el Partido de los Trabajadores (PT) desaparece de la política brasileña, pero ni siquiera pueden soportar a Bolsonaro, quien en 2016 dedicó su voto para destituir a la presidenta Dilma Rousseff en honor a la coronel responsable de su tortura.
Muchos han hecho la comparación con Trump, y por supuesto hay similitudes, especialmente en el racismo abierto y la misoginia de los dos políticos. Y ambos deben gran parte de su ascenso al fracaso de las políticas económicas neoliberales. Pero la trayectoria de Brasil hacia un escenario de amenaza aún más peligroso es una reacción de derecha por parte de la élite tradicional y corrupta del país contra las reformas económicas positivas del PT que beneficiaron a la gran mayoría de los brasileños.
Para 2014, bajo las presidencias de Lula y Dilma, la pobreza se había reducido en un 55 por ciento y la pobreza extrema en un 65 por ciento, y el desempleo alcanzó un mínimo histórico de 4.9 por ciento. Algunas de estas ganancias se perdieron cuando la economía entró en una profunda recesión ese año, y la derecha aprovechó esa desaceleración para usurpar lo que no pudo ganar en las urnas en cuatro elecciones consecutivas.
El mundo está observando las elecciones de Brasil, probablemente como nunca antes. "La última amenaza de América Latina: Bolsonaro Presidente", grita el titular en la portada de The Economist. A esta conservadora revista británica le encantaría ver cómo el Partido de los Trabajadores (PT) desaparece de la política brasileña, pero ni siquiera pueden soportar a Bolsonaro, quien en 2016 dedicó su voto para destituir a la presidenta Dilma Rousseff en honor a la coronel responsable de su tortura.
Muchos han hecho la comparación con Trump, y por supuesto hay similitudes, especialmente en el racismo abierto y la misoginia de los dos políticos. Y ambos deben gran parte de su ascenso al fracaso de las políticas económicas neoliberales. Pero la trayectoria de Brasil hacia un escenario de amenaza aún más peligroso es una reacción de derecha por parte de la élite tradicional y corrupta del país contra las reformas económicas positivas del PT que beneficiaron a la gran mayoría de los brasileños.
Para 2014, bajo las presidencias de Lula y Dilma, la pobreza se había reducido en un 55 por ciento y la pobreza extrema en un 65 por ciento, y el desempleo alcanzó un mínimo histórico de 4.9 por ciento. Algunas de estas ganancias se perdieron cuando la economía entró en una profunda recesión ese año, y la derecha aprovechó esa desaceleración para usurpar lo que no pudo ganar en las urnas en cuatro elecciones consecutivas.
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viernes, 29 de junio de 2018
López Obrador mantiene una gran ventaja en las encuestas para las elecciones presidenciales mexicanas
Don Knowland, wsws
La campaña en las elecciones de México finaliza oficialmente el miércoles 27 de junio y las elecciones se celebrarán el domingo 1 de julio. En un extenso análisis el jueves de los resultados de las encuestas, el periódico español El País contó con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato presidencial del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y su coalición electoral, en torno al 50 por ciento, el candidato principal Ricardo Anaya Cortés del Partido Acción Nacional (PAN) de la derecha y su coalición electoral en alrededor de 23 puntos. En tercer lugar estaba José Antonio Meade, del gobernante Partido de la Revolución Institucional (PRI) y su coalición.
El País concluyó que estas cifras significaban que AMLO tenía un 95 por ciento de probabilidades de ganar. Esto confirmó resultados de sondeo similares durante los dos meses anteriores. La amalgama “Poll Tracker” [rastreador de encuestas] de Bloomberg de lo que considera encuestas confiables ayer redujo a AMLO en unos 3 puntos (y a Meade aumentó alrededor de 4), pero ese pequeño descenso no sugiere un cambio en el resultado final.
La campaña en las elecciones de México finaliza oficialmente el miércoles 27 de junio y las elecciones se celebrarán el domingo 1 de julio. En un extenso análisis el jueves de los resultados de las encuestas, el periódico español El País contó con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato presidencial del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y su coalición electoral, en torno al 50 por ciento, el candidato principal Ricardo Anaya Cortés del Partido Acción Nacional (PAN) de la derecha y su coalición electoral en alrededor de 23 puntos. En tercer lugar estaba José Antonio Meade, del gobernante Partido de la Revolución Institucional (PRI) y su coalición.
El País concluyó que estas cifras significaban que AMLO tenía un 95 por ciento de probabilidades de ganar. Esto confirmó resultados de sondeo similares durante los dos meses anteriores. La amalgama “Poll Tracker” [rastreador de encuestas] de Bloomberg de lo que considera encuestas confiables ayer redujo a AMLO en unos 3 puntos (y a Meade aumentó alrededor de 4), pero ese pequeño descenso no sugiere un cambio en el resultado final.
lunes, 28 de mayo de 2018
Colombia: A tejer alianzas, Duque y Petro van a segunda vuelta
Camilo Rengifo Marín, Alai
Entre las nueve opciones de voto que estaban disponibles en el tarjetón electoral, dos candidatos presidenciales fueron los punteros y se consolidaron como los más votados en casi la totalidad de los departamentos del país de 50 millones de habitantes: el aspirante por el ultraconservador partido Centro Democrático, Iván Duque, y el candidato de la Coalición Colombia Humana, el centroizquierdista Gustavo Petro.
Ser el ungido del expresidente Álvaro Uribe pareció haberle dado un cupo seguro en segunda vuelta a Duque, quien logró en primera vuelta 7.554.145 de votos, el 39,13% de los votos, tras prometer la reforma del acuerdo de paz con la ex guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero no logró la mayoría absoluta (50%) y deberá ir a segunda vuelta con Petro el 17 de junio.
Petro también logró pasar a segunda ronda, con más de 4.843.985 y el 25.09% de los electores. El exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, con 4.584.423, logró el tercer lugar en la votación, con una diferencia respecto a Pero de un poco menos de 200 mil votos. En cuarto lugar se ubicó el exvicepresidente de Santos, Germán Vargas Lleras, con 1.403.566 de votos que representan un 7,27%, una cifra muy baja, pero superior a la de Humberto de la Calle (398.650 sufragios, 2,06 % del total).
Entre las nueve opciones de voto que estaban disponibles en el tarjetón electoral, dos candidatos presidenciales fueron los punteros y se consolidaron como los más votados en casi la totalidad de los departamentos del país de 50 millones de habitantes: el aspirante por el ultraconservador partido Centro Democrático, Iván Duque, y el candidato de la Coalición Colombia Humana, el centroizquierdista Gustavo Petro.
Ser el ungido del expresidente Álvaro Uribe pareció haberle dado un cupo seguro en segunda vuelta a Duque, quien logró en primera vuelta 7.554.145 de votos, el 39,13% de los votos, tras prometer la reforma del acuerdo de paz con la ex guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero no logró la mayoría absoluta (50%) y deberá ir a segunda vuelta con Petro el 17 de junio.
Petro también logró pasar a segunda ronda, con más de 4.843.985 y el 25.09% de los electores. El exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, con 4.584.423, logró el tercer lugar en la votación, con una diferencia respecto a Pero de un poco menos de 200 mil votos. En cuarto lugar se ubicó el exvicepresidente de Santos, Germán Vargas Lleras, con 1.403.566 de votos que representan un 7,27%, una cifra muy baja, pero superior a la de Humberto de la Calle (398.650 sufragios, 2,06 % del total).
domingo, 24 de diciembre de 2017
América Latina: el péndulo se desplaza a la derecha
James Petras, Rebelión
Es evidente que en América Latina el péndulo se ha desplazado a la derecha en los últimos años. De esta observación surgen numerosas preguntas. ¿De qué tipo de derecha estamos hablando? ¿Por qué prospera? ¿Son sostenibles los regímenes derechistas? ¿Quiénes son sus aliados y sus adversarios internacionales? Una vez en el poder, ¿qué tal les ha ido y cuáles son los criterios por los que se mide su éxito o su fracaso?
Aunque la izquierda está en retroceso, retiene el poder en algunos estados. Surgen preguntas como: ¿Cuáles son las características de la izquierda actual? ¿Por qué algunos regímenes se mantienen mientras otros están en decadencia o han sido derrotados? ¿Podrá la izquierda recuperar su influencia? ¿Qué condiciones hacen falta para ello? ¿Qué programa deben llevar para atraer al electorado?
Empezaremos examinando el carácter y las políticas de la derecha y de la izquierda y hacia dónde se dirigen, para concluir analizando las dinámicas de sus programas, alianzas y perspectivas futuras.
La pretensión de los regímenes de derechas es poner en marcha cambios estructurales: quieren reordenar la naturaleza del Estado, las relaciones sociales y económicas, la política exterior y las alianzas económicas. Regímenes de derecha radical gobiernan en Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú, Paraguay, Guatemala, Honduras y Chile.
Los regímenes de extrema derecha han acometido cambios bruscosen algunos países, mientras en otros los van incorporando gradualmente. Las transformaciones sufridas por Brasil y Argentina son ejemplos de cambios extremadamente regresivos destinados a invertir la distribución de la renta, las relaciones de propiedad, las alianzas internacionales y las estrategias militares. El objetivo es redistribuir los ingresos de manera ascendente, volver a concentrar la riqueza y la propiedad en el extremo superior de la pirámide social y en elementos externos al país, y plegarse a la doctrina imperial. Estos regímenes están dirigidos por gobernantes que hablan abiertamente en favor de los inversores nacionales y extranjeros más poderosos y son generosos en la adjudicación de subsidios y recursos públicos: practican una especie de “populismo para plutócratas”.
Es evidente que en América Latina el péndulo se ha desplazado a la derecha en los últimos años. De esta observación surgen numerosas preguntas. ¿De qué tipo de derecha estamos hablando? ¿Por qué prospera? ¿Son sostenibles los regímenes derechistas? ¿Quiénes son sus aliados y sus adversarios internacionales? Una vez en el poder, ¿qué tal les ha ido y cuáles son los criterios por los que se mide su éxito o su fracaso?
Aunque la izquierda está en retroceso, retiene el poder en algunos estados. Surgen preguntas como: ¿Cuáles son las características de la izquierda actual? ¿Por qué algunos regímenes se mantienen mientras otros están en decadencia o han sido derrotados? ¿Podrá la izquierda recuperar su influencia? ¿Qué condiciones hacen falta para ello? ¿Qué programa deben llevar para atraer al electorado?
Empezaremos examinando el carácter y las políticas de la derecha y de la izquierda y hacia dónde se dirigen, para concluir analizando las dinámicas de sus programas, alianzas y perspectivas futuras.
La derecha radical: El rostro del poder
La pretensión de los regímenes de derechas es poner en marcha cambios estructurales: quieren reordenar la naturaleza del Estado, las relaciones sociales y económicas, la política exterior y las alianzas económicas. Regímenes de derecha radical gobiernan en Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú, Paraguay, Guatemala, Honduras y Chile.
Los regímenes de extrema derecha han acometido cambios bruscosen algunos países, mientras en otros los van incorporando gradualmente. Las transformaciones sufridas por Brasil y Argentina son ejemplos de cambios extremadamente regresivos destinados a invertir la distribución de la renta, las relaciones de propiedad, las alianzas internacionales y las estrategias militares. El objetivo es redistribuir los ingresos de manera ascendente, volver a concentrar la riqueza y la propiedad en el extremo superior de la pirámide social y en elementos externos al país, y plegarse a la doctrina imperial. Estos regímenes están dirigidos por gobernantes que hablan abiertamente en favor de los inversores nacionales y extranjeros más poderosos y son generosos en la adjudicación de subsidios y recursos públicos: practican una especie de “populismo para plutócratas”.
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domingo, 10 de diciembre de 2017
Movimientos sociales de izquierda: ¿qué táctica electoral?
Immanuel Wallerstein, La Jornada
La dificultad central de los movimientos sociales de izquierda es determinar la táctica electoral que les posibilitará ganar tanto en el corto plazo como en el mediano plazo. En la superficie parece que ganar en el corto plazo está en conflicto con ganar en el mediano plazo.
En el corto plazo, el objetivo primordial de un movimiento de izquierda debe ser el defender las necesidades urgentes de supervivencia de toda esa franja que constituye 99 por ciento de la población, pero en especial aquella gente situada en los estratos más pobres. Para lograr esto, un movimiento tiene que controlar las instituciones del Estado a todos los niveles. Esto significa participar en las elecciones.
En todos esos lugares donde las instituciones electorales permiten alguna transferencia de poder de una serie de funcionarios electos a otra serie de oposición, la necesidad obvia de los movimientos de izquierda es ganar dichas elecciones. Ganar esas elecciones puede, no obstante, desactivar la capacidad de los movimientos de izquierda para ganar la batalla de mediano plazo que entraña la opción fundamental de cuál sistema (o sistemas) saldrá ganador de la crisis estructural de nuestro sistema-mundo capitalista existente. El modo de evitar esto es nunca involucrarse en la política electoral.
La dificultad central de los movimientos sociales de izquierda es determinar la táctica electoral que les posibilitará ganar tanto en el corto plazo como en el mediano plazo. En la superficie parece que ganar en el corto plazo está en conflicto con ganar en el mediano plazo.
En el corto plazo, el objetivo primordial de un movimiento de izquierda debe ser el defender las necesidades urgentes de supervivencia de toda esa franja que constituye 99 por ciento de la población, pero en especial aquella gente situada en los estratos más pobres. Para lograr esto, un movimiento tiene que controlar las instituciones del Estado a todos los niveles. Esto significa participar en las elecciones.
En todos esos lugares donde las instituciones electorales permiten alguna transferencia de poder de una serie de funcionarios electos a otra serie de oposición, la necesidad obvia de los movimientos de izquierda es ganar dichas elecciones. Ganar esas elecciones puede, no obstante, desactivar la capacidad de los movimientos de izquierda para ganar la batalla de mediano plazo que entraña la opción fundamental de cuál sistema (o sistemas) saldrá ganador de la crisis estructural de nuestro sistema-mundo capitalista existente. El modo de evitar esto es nunca involucrarse en la política electoral.
jueves, 7 de diciembre de 2017
Honduras: entre el fraude electoral y la insurrección popular
Javier San Vicente Maeztu, Publico
El 26 de noviembre se celebró un proceso electoral en Honduras del que, pasada una semana, todavía no se conocen resultados definitivos. A nivel presidencial, las elecciones enfrentaban al actual presidente Juan Orlando Hernandez JOH, del derechista Partido Nacional con Salvador Nasralla, de la Alianza Opositora contra la Dictadura, que reúne sectores de la izquierda y el centro políticos. El ambiente político en el que se realizó la votación fue de altísima polarización, alimentada por la candidatura a la reelección de Juan Orlando, considerada ilegal e inconstitucional por amplios sectores.
La lentitud en el escrutinio de votos por parte del Tribunal Supremo Electoral, sumado a las dudas sobre la limpieza de los comicios, provocó que la tensión estallase a mediados de la semana siguiente a las elecciones. Y es que el sistema de conteo no ofreció resultados hasta pasadas más de 10 horas de cerradas las urnas, dando en su primer reporte una ventaja de 5% al candidato Nasralla. Posteriormente el sistema se detuvo, se “cayó”, y cuando volvió a funcionar la tendencia se revirtió, dando ventaja a Juan Orlando Hernandez.
Ante esta situación, la oposición denunció una operación de fraude electoral en marcha. Se produjeron revueltas por todo el país, seguidas de una fuerte represión protagonizada por militares y policías. Según organizaciones defensoras de los derechos humanos, para el sábado 4 de diciembre ya se contabilizaban al menos 14 personas fallecidas y decenas de heridos.
El 26 de noviembre se celebró un proceso electoral en Honduras del que, pasada una semana, todavía no se conocen resultados definitivos. A nivel presidencial, las elecciones enfrentaban al actual presidente Juan Orlando Hernandez JOH, del derechista Partido Nacional con Salvador Nasralla, de la Alianza Opositora contra la Dictadura, que reúne sectores de la izquierda y el centro políticos. El ambiente político en el que se realizó la votación fue de altísima polarización, alimentada por la candidatura a la reelección de Juan Orlando, considerada ilegal e inconstitucional por amplios sectores.
La lentitud en el escrutinio de votos por parte del Tribunal Supremo Electoral, sumado a las dudas sobre la limpieza de los comicios, provocó que la tensión estallase a mediados de la semana siguiente a las elecciones. Y es que el sistema de conteo no ofreció resultados hasta pasadas más de 10 horas de cerradas las urnas, dando en su primer reporte una ventaja de 5% al candidato Nasralla. Posteriormente el sistema se detuvo, se “cayó”, y cuando volvió a funcionar la tendencia se revirtió, dando ventaja a Juan Orlando Hernandez.
Ante esta situación, la oposición denunció una operación de fraude electoral en marcha. Se produjeron revueltas por todo el país, seguidas de una fuerte represión protagonizada por militares y policías. Según organizaciones defensoras de los derechos humanos, para el sábado 4 de diciembre ya se contabilizaban al menos 14 personas fallecidas y decenas de heridos.
sábado, 12 de agosto de 2017
Primarias en Argentina: más que elecciones, un plebiscito
Javier Tolcachier, Alai
Este domingo se disputan en Argentina elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Bajo el pomposo nombre de “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”, la norma que las regula fue sancionada en 2009. Si bien en la teoría uno de los propósitos de esta pre-elección es la de ser una suerte de pre-selección democrática de candidatos dentro de las distintas agrupaciones, en la práctica esta premisa no se ha cumplido y la mayoría de las listas son únicas, sin competencia interna.
Otro motivo esgrimido en su momento para justificar la ley fue la de “ordenar” el espectro político y fortalecer el sistema partidario, previendo números de afiliaciones más altos para obtener o conservar personería jurídica, recolección de firmas para avalar candidaturas y por último, lograr un piso mínimo de votos (1.5% del padrón) para poder competir en la elección de fondo. Lejos de contribuir a una profundización democrática – como era de preverse – la nueva reglamentación conspiró contra las posibilidades de nuevas formaciones o partidos minoritarios, reduciendo la diversidad de opciones y dando continuidad al chantaje del electorado y a la concentración del voto.
Por último, el modelo partidario de representatividad no se fortaleció en absoluto. Por el contrario, los partidos fueron vaciándose paulatinamente quedando apenas como esqueletos anticuados o sellos de goma, incapaces de contener o atraer el impulso transformador de las militancias jóvenes. Esta decadencia de antiguas formas partidarias llegó al punto del vergonzante ocultamiento de sus gloriosas siglas a fin de no espantar votantes potenciales.
Este domingo se disputan en Argentina elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Bajo el pomposo nombre de “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”, la norma que las regula fue sancionada en 2009. Si bien en la teoría uno de los propósitos de esta pre-elección es la de ser una suerte de pre-selección democrática de candidatos dentro de las distintas agrupaciones, en la práctica esta premisa no se ha cumplido y la mayoría de las listas son únicas, sin competencia interna.
Otro motivo esgrimido en su momento para justificar la ley fue la de “ordenar” el espectro político y fortalecer el sistema partidario, previendo números de afiliaciones más altos para obtener o conservar personería jurídica, recolección de firmas para avalar candidaturas y por último, lograr un piso mínimo de votos (1.5% del padrón) para poder competir en la elección de fondo. Lejos de contribuir a una profundización democrática – como era de preverse – la nueva reglamentación conspiró contra las posibilidades de nuevas formaciones o partidos minoritarios, reduciendo la diversidad de opciones y dando continuidad al chantaje del electorado y a la concentración del voto.
Por último, el modelo partidario de representatividad no se fortaleció en absoluto. Por el contrario, los partidos fueron vaciándose paulatinamente quedando apenas como esqueletos anticuados o sellos de goma, incapaces de contener o atraer el impulso transformador de las militancias jóvenes. Esta decadencia de antiguas formas partidarias llegó al punto del vergonzante ocultamiento de sus gloriosas siglas a fin de no espantar votantes potenciales.
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martes, 22 de diciembre de 2015
Elecciones en España: la agonía del bipartidismo
Atilio Borón, Página 12
Con las elecciones de ayer el orden político posfranquista parece haber llegado a su fin. Este reposaba sobre un bipartidismo en el cual el Partido Popular, el heredero directo del franquismo, y el PSOE, convergían en un consenso eminentemente conservador que muchos analistas y publicistas edulcoraron calificándolo de “centrista” y que, perversamente, erigieron como el modelo a imitar por las nacientes democracias latinoamericanas en la década de los ochenta. En realidad esa convergencia hacia el centro no era tal: la preservación de la monarquía y los privilegios de la Iglesia Católica, la invisibilización de la historia de la república, la impunidad de los crímenes de la dictadura franquista, la adhesión a la OTAN, la indigna sumisión a la hegemonía estadounidense, y la capitulación ante el gran capital y, más recientemente, ante la Troika que realmente gobierna en Europa definen una agenda que sólo como producto de una malintencionada confusión podría ser caracterizada como de centro. Al igual que ocurre en la Argentina y el resto de América latina, la noción de “centro” es un eufemismo para evitar decir “derecha”. Este proyecto no sólo se desmoronó en España a causa del impacto de la crisis capitalista y su inusual virulencia sino también debido al descubrimiento de una trama mafiosa de corrupción que mientras empobrecía a la ciudadanía y condenaba a uno de cada cinco españoles al desempleo enriquecía escandalosamente a la oligarquía financiera e industrial.
Con las elecciones de ayer el orden político posfranquista parece haber llegado a su fin. Este reposaba sobre un bipartidismo en el cual el Partido Popular, el heredero directo del franquismo, y el PSOE, convergían en un consenso eminentemente conservador que muchos analistas y publicistas edulcoraron calificándolo de “centrista” y que, perversamente, erigieron como el modelo a imitar por las nacientes democracias latinoamericanas en la década de los ochenta. En realidad esa convergencia hacia el centro no era tal: la preservación de la monarquía y los privilegios de la Iglesia Católica, la invisibilización de la historia de la república, la impunidad de los crímenes de la dictadura franquista, la adhesión a la OTAN, la indigna sumisión a la hegemonía estadounidense, y la capitulación ante el gran capital y, más recientemente, ante la Troika que realmente gobierna en Europa definen una agenda que sólo como producto de una malintencionada confusión podría ser caracterizada como de centro. Al igual que ocurre en la Argentina y el resto de América latina, la noción de “centro” es un eufemismo para evitar decir “derecha”. Este proyecto no sólo se desmoronó en España a causa del impacto de la crisis capitalista y su inusual virulencia sino también debido al descubrimiento de una trama mafiosa de corrupción que mientras empobrecía a la ciudadanía y condenaba a uno de cada cinco españoles al desempleo enriquecía escandalosamente a la oligarquía financiera e industrial.
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sábado, 7 de noviembre de 2015
Las importantes elecciones canadienses
Immanuel Wallerstein, La Jornada
Para sorpresa de casi todo mundo, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, ganó las elecciones canadienses con una sorprendente mayoría absoluta de escaños en el Parlamento federal. La sorpresa fue doble: ser el ganador y haber obtenido tal margen. Varias semanas antes de la elección del 19 de octubre, las encuestas mostraban un amarre virtual de tres vías entre los tres candidatos principales: el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, de ala derecha, Thomas Mulcair, del izquierdista Partido Democrático Nuevo (NDP, por sus siglas en inglés), y Trudeau, cuyo partido era considerado centrista. En la predicción de los votos, Mulcair encabezaba con estrecho margen y se decía que Trudeau iba en tercer lugar.
Luego, más o menos en el mes anterior a las elecciones, de pronto crecieron las cifras relativas a Trudeau y los números de Mulcair se desplomaron, terminando con la siguiente división de escaños: 184 para los liberales, 99 para los conservadores, 44 para el NDP, 10 para el Bloc Québécois y uno para los Verdes. Para entender la significación de estos resultados, uno debe primero entender el relativamente poco común sistema de votación en Canadá. El Parlamento federal está dividido en 338 distritos o administraciones electorales (conocidos como ridings), cada uno de los cuales envía una persona al Parlamento. En cada riding, el triunfador es el primero en rebasar el poste. Esto significa que todo lo que necesita un partido para ganar el escaño en el riding es una simple pluralidad de votos. El resultado es que es difícil que un partido gane una mayoría absoluta de escaños a nivel nacional, que es lo que ocurrió esta vez.
Para sorpresa de casi todo mundo, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, ganó las elecciones canadienses con una sorprendente mayoría absoluta de escaños en el Parlamento federal. La sorpresa fue doble: ser el ganador y haber obtenido tal margen. Varias semanas antes de la elección del 19 de octubre, las encuestas mostraban un amarre virtual de tres vías entre los tres candidatos principales: el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, de ala derecha, Thomas Mulcair, del izquierdista Partido Democrático Nuevo (NDP, por sus siglas en inglés), y Trudeau, cuyo partido era considerado centrista. En la predicción de los votos, Mulcair encabezaba con estrecho margen y se decía que Trudeau iba en tercer lugar.
Luego, más o menos en el mes anterior a las elecciones, de pronto crecieron las cifras relativas a Trudeau y los números de Mulcair se desplomaron, terminando con la siguiente división de escaños: 184 para los liberales, 99 para los conservadores, 44 para el NDP, 10 para el Bloc Québécois y uno para los Verdes. Para entender la significación de estos resultados, uno debe primero entender el relativamente poco común sistema de votación en Canadá. El Parlamento federal está dividido en 338 distritos o administraciones electorales (conocidos como ridings), cada uno de los cuales envía una persona al Parlamento. En cada riding, el triunfador es el primero en rebasar el poste. Esto significa que todo lo que necesita un partido para ganar el escaño en el riding es una simple pluralidad de votos. El resultado es que es difícil que un partido gane una mayoría absoluta de escaños a nivel nacional, que es lo que ocurrió esta vez.
lunes, 4 de mayo de 2015
El papel de las elecciones en el capitalismo
Guillermo Almeyra, La Jornada
En los regímenes capitalistas constitucionales las elecciones periódicas sirven a las clases dominantes para elegir cuál sector de ellas gobernará, para seleccionar y renovar el personal gobernante y para medir la temperatura política, es decir, el nivel de conciencia, organización y decisión de los sectores populares. Dado el control por el capitalismo y sus agentes de los instrumentos de mediación –medios de comunicación, academia, escuelas, jerarquías eclesiásticas conservadoras, justicia electoral–, esas elecciones supuestamente democráticas están viciadas desde su origen mismo porque los sectores populares están en ellas en condiciones de inferioridad. Si pese a eso desde finales del siglo XIX los trabajadores han luchado por el voto universal o por elecciones libres es porque intentan siempre luchar incluso en terreno adversario, en condiciones desfavorables, disputar centímetro a centímetro las condiciones de dominación y explotación capitalistas, resistir y defenderse por todos los medios.
En los regímenes capitalistas constitucionales las elecciones periódicas sirven a las clases dominantes para elegir cuál sector de ellas gobernará, para seleccionar y renovar el personal gobernante y para medir la temperatura política, es decir, el nivel de conciencia, organización y decisión de los sectores populares. Dado el control por el capitalismo y sus agentes de los instrumentos de mediación –medios de comunicación, academia, escuelas, jerarquías eclesiásticas conservadoras, justicia electoral–, esas elecciones supuestamente democráticas están viciadas desde su origen mismo porque los sectores populares están en ellas en condiciones de inferioridad. Si pese a eso desde finales del siglo XIX los trabajadores han luchado por el voto universal o por elecciones libres es porque intentan siempre luchar incluso en terreno adversario, en condiciones desfavorables, disputar centímetro a centímetro las condiciones de dominación y explotación capitalistas, resistir y defenderse por todos los medios.
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mamvas
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12:44 p.m.
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