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sábado, 24 de mayo de 2025

Lo viejo funciona: el marxismo y la crisis

Si lo que queremos es apretar el freno de emergencia que evite que el tren desbocado del capitalismo nos lleve al desastre, no podemos conformarnos con cambiar patrones insensibles por patrones con sensibilidad, ni gobiernos malos por gobiernos menos malos. El asunto es abolir las relaciones capitalistas de producción.

Ariel Petruccelli, Jacobin

«Hoy en día, el argumento más fuerte contra el capitalismo es la combinación de crisis ecológica y polarización social que está engendrando»
—Perry Anderson, Los fines de la historia, 1992

Explicaciones de la crisis

La necesaria autolimitación humana, indispensable para afrontar los desafíos ecosociales que enfrentamos, depende de entender las causas del dinamismo ciego que está agotando los recursos, destruyendo los suelos, extinguiendo especies, contaminando el ambiente, cambiando el clima, alienando a las personas. ¿Su motor es sustancialmente una filosofía equivocada, una episteme perniciosa, una cosmovisión inadecuada o una narrativa errada, como creen pensadores decoloniales como Walter Mignolo o escritoras como Naomi Klein? ¿Se trata más bien de la técnica o de la industria en sí mismas, como pensaban Lewis Mumford o Martin Heidegger? ¿Es la consecuencia del patriarcado, obnubilado en el dominio de las mujeres y de la naturaleza, como creen algunas ecofeministas? ¿O es un subproducto de la blanquitud y del colonialismo, como sostienen muchas corrientes anti-racistas?

Mi respuesta, clásicamente marxista, es que la fuerza tras este desarrollo desquiciado es el capitalismo[1]. Se pueden ofrecer distintos argumentos en favor de esta tesis y en contra de las restantes (y también cuestionar la hipótesis de una fusión no jerarquizada de todas o varias de ellas). Veamos. Sociedades patriarcales, racistas y coloniales las ha habido de todos los tipos y a lo largo de siglos, si no de milenios. Pero ninguna de ellas desató el tipo y el ritmo de crecimiento económico autosostenido que caracteriza a las sociedades capitalistas.

Ni el racismo, ni el colonialismo, ni el patriarcado parecen explicar el alocado dinamismo, la tendencia a la innovación permanente, que caracteriza a las sociedades contemporáneas y que amenaza, a esta altura, con destruirlas. Podría ser plausible apelar a una ideología en particular, desprendiéndonos de la cual todo marcharía sobre ruedas. Pero además de que este tipo de explicación es clásicamente «idealista», para decirlo un tanto burdamente, la objeción fundamental a la misma es empírica más que teórica: el capitalismo se ha mostrado compatible con las ideologías y las religiones más diversas, y allí donde se implanta encuentra las maneras de que todas las tradiciones culturales, religiosas y doctrinarias se amolden a él.

lunes, 19 de mayo de 2025

La izquierda que olvidó a Marx y la derecha que entendió a Gramsci

Gramsci está de moda. Pero mientras unos lo recitan como un relicario oxidado colgado del cuello de una retórica sin cuerpo, otros lo entienden como manual operativo, lo convierten en estrategia.
Un mural de Antonio Gramsci en Roma


René Ramírez, Jacobin

La izquierda contemporánea anda recitando a Gramsci como si sus ideas fueran souvenirs de una revolución institucionalizada. «Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad» se repite como mantra en cafés universitarios, discursos de campaña, manuales de autoayuda progresista y más allá. Mientras tanto, la extrema derecha toma notas, ordena sus cuadros, construye sentido común y gana elecciones. Más grave, aún el triunfo electoral de este lado sobreviene solo cuando la derecha deja «tierra arrasada». A diferencia de la primera ola progresista, que supo irrumpir en tiempos de crisis con un proyecto político propio, hoy llegamos cuando no queda piedra sobre piedra, como parteras de lo que otros destruyeron. Y gobernar desde los escombros no es gobernar: es resistir con oxígeno prestado. Ganar por la negativa es condenar a cualquier proyecto político a la no sostenibilidad histórica.

Gramsci está de moda. Lo citan tanto los herederos de Laclau como los asesores de Vox, Javier Milei y Jair Bolsonaro. Pero mientras unos lo recitan como un relicario oxidado colgado del cuello de una retórica sin cuerpo, otros lo entienden como manual operativo. Lo convierten en estrategia: construcción hegemónica en tiempo real. Nosotros, atrapados en la obsesión por las narrativas, hemos ido olvidando la materia, hemos ido olvidando a Marx. Nos hemos vuelto huérfanos del modo de producción, ciegos ante la arquitectura material que da forma a las subjetividades.

Porque sí, camaradas de Twitter y militantes del algoritmo: la subjetividad no flota en el aire, no nace en TikTok ni muere en X. La subjetividad se estructura en la relación social con la producción, con la distribución, con el reparto del tiempo, del suelo y del hambre. ¿Qué materialidad proponíamos cuando la tecnología privatizada construía individuos antisociales y antidemocráticos, moldeados por algoritmos adictivos y discursos de odio personalizados? ¿Dónde estábamos cuando las plataformas enseñaron que todo es competencia y que la culpa siempre es del otro pobre, del otro repartidor, de la otra uberista, del otro migrante, la otra feminista, en fin, del otro que no se sacrifica en la misa neoliberal del mérito?

lunes, 5 de mayo de 2025

Lenin y la «tensión hacia el objetivo»

Lejos de la imagen mitificada de un dogmático, Lenin se revela, a través de sus múltiples giros tácticos, rupturas teóricas y encarnizadas polémicas estratégicas, como un iconoclasta implacable, dispuesto a cuestionarlo todo —incluso sus propias certezas— con tal de hacer avanzar la causa revolucionaria. ¿Qué queda hoy de ese espíritu en la izquierda?

Henrique Canary, Jacobin

En una serie de ensayos biográficos sobre Lenin, escritos entre 1918 y 1924, León Trotsky afirma que lo que caracterizaba la naturaleza espiritual del líder soviético era la «tensión hacia el objetivo». Esta tensión está, por supuesto, relacionada con la propia personalidad de Lenin y su historia individual: un revolucionario profesional que desde muy joven y hasta el día de su muerte dedicó todas sus fuerzas y pensamientos a la causa de la liberación del proletariado. Como observó el viejo Plejánov refiriéndose a Lenin: «¡De esta madera se hacen los Robespierres!». No es que Lenin no tuviera otros intereses en la vida. Le gustaba cazar, jugar al ajedrez, era un profundo conocedor de la literatura rusa y europea. Pero para él el verdadero placer provenía del trabajo intelectual y revolucionario. Incluso en el Kremlin, ocupaba una pequeña y modesta habitación en la grandioss ala residencial. Una cama para descansar y un pequeño escritorio le bastaban, siempre que tuviera a su disposición libros, muchos libros; y estadísticas, muchas estadísticas.

Pero la «tensión hacia el objetivo» de Lenin no era solo un rasgo psicológico, una idiosincrasia de su personalidad. Trotsky se empeña en precisar: esa tensión abarcaba todo su ser, y sobre todo su forma de hacer política, de construir el partido y de dirigir el Estado soviético. Lenin subordinaba no solo su tiempo, sino todo a la victoria. Aunque es venerado por muchas sectas como una especie de monumento inamovible, Lenin era, ante todo, un iconoclasta, incluso de sí mismo. Lenin no consideraba que su misión fuera la preservación de ninguna tradición, fuera cual fuera. Todo podía revisarse, revisitarse, si era necesario para alcanzar el objetivo. En eso consistía, sobre todo, esa «tensión hacia el objetivo» de la que nos habla Trotsky.

La «tensión hacia el objetivo» en Lenin

Lenin comienza su actividad revolucionaria e intelectual a finales del siglo XIX como un crítico demoledor de las concepciones populistas, predominantes entre la izquierda revolucionaria rusa. El populismo defendía un socialismo agrario como objetivo y el terrorismo individual como método. Lenin destruye estas ideas una a una en una serie de libros y artículos que escribe aún en su juventud. Sin embargo, cuando se trata de construir el partido, absorbe una parte de las ideas populistas: el partido revolucionario ruso no puede ser la organización abierta y amorfa de la socialdemocracia alemana. La represión zarista impone la construcción de un partido estricto, bien delimitado, jerarquizado, altamente centralizado, basado en el secreto y la confianza mutua, una verdadera cofradía de conspiradores, hasta que el asalto final esté a la orden del día. La heterodoxia del joven revolucionario ruso escandaliza a los viejos maestros alemanes y austriacos y provoca un interesante debate entre él y Rosa Luxemburgo sobre la organización de los socialdemócratas. Lenin es acusado de absorber ideas ajenas al marxismo, a lo que él responde: solo está aplicando el marxismo a las condiciones específicamente rusas.

sábado, 26 de abril de 2025

Historia arancelaria de EEUU: entre la realidad y la ficción política

El objetivo principal de Trump no era realmente la política de aranceles, sino recortar los impuestos sobre la renta de los ricos, reemplazándolos por aranceles como fuente principal de ingresos para el gobierno

Michael Hudson, Sin Permiso

La política arancelaria de Donald Trump ha sembrado el caos en los mercados, tanto entre sus aliados como entre sus enemigos. Esta anarquía refleja que su objetivo principal no era realmente la política de aranceles, sino recortar los impuestos sobre la renta de los ricos, reemplazándolos por aranceles como fuente principal de ingresos para el gobierno. Sacar concesiones económicas a otros países forma parte de la justificación que da para este cambio fiscal, presentándolo como un beneficio nacionalista para EEUU.

Su excusa --y quizá hasta se lo cree-- es que los aranceles por sí solos pueden revivir la industria estadounidense. Pero no tiene ningún plan para abordar los problemas que causaron la desindustrialización del país en primer lugar. No hay ni un ápice de reconocimiento de lo que hizo exitoso al programa industrial original de EEUU (y al de muchos otros países): inversión pública en infraestructura, un crecimiento sostenido en la inversión privada y en los salarios, protegidos por aranceles, y una regulación estatal firme. La política de Trump va justo en la dirección contraria: achicar el Estado, debilitar las regulaciones y vender la infraestructura pública para ayudar a financiar los recortes de impuestos para su clase donante.

Esto no es más que el mismo programa neoliberal de siempre, disfrazado de otra cosa. Trump lo vende como si apoyara a la industria, cuando en realidad hace lo contrario. Su movida no es un plan industrial de verdad, sino una jugada de poder para presionar económicamente a otros países mientras les baja los impuestos a los más ricos. El resultado inmediato: despidos masivos, cierre de empresas y subida generalizada de precios para los consumidores.

Introducción

El despegue industrial tan impresionante que vivió EEUU desde el final de la Guerra Civil hasta el inicio de la I Guerra Mundial siempre ha sido un dolor de cabeza para los economistas defensores del libre mercado. Y es que el éxito del país se debió justamente a políticas completamente opuestas a las que hoy defiende la ortodoxia económica. No se trata solo del contraste entre aranceles proteccionistas y libre comercio: EEUU creó una economía mixta, público-privada, en la que la inversión en infraestructura pública se desarrolló como un "cuarto factor de producción", no para generar beneficios, sino para ofrecer servicios básicos a precios mínimos, con el objetivo de abaratar el costo de vida y de hacer negocios del sector privado.

jueves, 24 de abril de 2025

La crisis política turca se intensifica rápidamente


Lucas Leiroz, Info Brics

La crisis política en Turquía se agrava cada vez más. Las tensiones internas en el país se están agravando, especialmente en relación con la rivalidad entre el presidente Recep Tayyip Erdogan y el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu . Como resultado, la situación en Turquía se está desestabilizando rápidamente, lo que podría tener importantes consecuencias geopolíticas en varias zonas de influencia turca.

Las autoridades turcas arrestaron recientemente a Ekrem Imamoglu, acusándolo de corrupción y vínculos con el crimen organizado y organizaciones terroristas. Imamoglu ya había sido detenido en marzo, pero el tribunal de Estambul desestimó los cargos en ese momento por falta de pruebas. Ahora, sin embargo, la campaña contra el alcalde se está intensificando claramente.

La campaña llegó justo a tiempo para evitar que Imamoglu fuera confirmado por el Partido Republicano del Pueblo (CHP) como su candidato presidencial para las elecciones de 2028. El alcalde de Estambul ha ganado popularidad recientemente, principalmente debido a su rivalidad con Erdogan. Muchos analistas turcos y extranjeros ven a Imamoglu como una figura pública "capaz de derrotar a Erdogan", lo que sin duda ha preocupado al gobierno local.

Este contexto político ha hecho que la detención de Imamoglu sea extremadamente controvertida. Los opositores a Erdogan acusan al gobierno de llevar a cabo una cacería de brujas con motivaciones políticas, dirigida contra líderes rivales. El gobierno, en su defensa, alega que el poder judicial actúa con independencia y que no hay injerencia política en asuntos legales. Esta división entre los partidarios de Erdogan e Imamoglu ha creado un preocupante clima de tensión en la política nacional, agravando un peligroso escenario de polarización nacional.

martes, 22 de abril de 2025

Armarse para salvar el capitalismo financiero

Las lecciones de Rosa Luxemburgo, Kalecki, Baran y Sweezy: ¿Cómo funciona el capitalismo?

Maurizio Lazzarato, El Sudamericano

«Cuando decimos sistema de guerra nos referimos a un sistema como el vigente que asume la guerra, aunque sólo sea planeada y no combatida, como fundamento y vértice del orden político, es decir, de la relación entre los pueblos y entre los hombres. Un sistema en el que la guerra no es un acontecimiento sino una institución, no una crisis sino una función, no una ruptura sino una piedra angular del sistema, una guerra siempre obsoleta y exorcizada, pero nunca abandonada como posibilidad real».
Claudio Napoleoni, 1986.
El advenimiento de Trump es apocalíptico, en el sentido literal que significa deshacerse de lo que oculta, sacar el velo, desvelar (?!). Su convulsa agitación tiene el gran mérito de mostrar la naturaleza del capitalismo, la relación entre guerra, política y beneficio, entre capital y Estado habitualmente cubierta por la democracia, por los derechos humanos, por los valores y la misión de la civilización occidental.

La misma hipocresía está en el corazón de la narrativa construida para legitimar los 840.000 millones de euros para el rearme que la UE le impone mediante el recurso al estado de excepción a los Estados miembros.

Armarse no significa, como dice Draghi, defender «los valores que han fundado nuestra sociedad europea» y han «garantizado durante décadas a sus ciudadanos la paz, la solidaridad y, con el aliado estadounidense, la seguridad, la soberanía y la independencia», sino salvar el capitalismo financiero.

Ni siquiera hacen falta grandes discursos ni documentados análisis para desenmascarar la pobreza de estas narrativas, bastó otra masacre de 400 civiles palestinos para sacar a la luz la verdad de la indecente cháchara sobre la exclusividad y la supremacía moral y cultural de Occidente.

Trump no es un pacifista, se limita a reconocer la derrota estratégica de la OTAN en la guerra de Ucrania, mientras las élites europeas rechazan la evidencia. La paz para ellos significaría volver al estado catastrófico al que han reducido a sus naciones.

La guerra debe continuar porque para ellos, como para los demócratas y el Estado profundo estadounidense, es el modo de salir de la crisis iniciada en 2008, como ya ocurrió con la gran crisis de 1929.

domingo, 20 de abril de 2025

La derecha cavernaria

Daniel Matamala, La Tercera

Mario Vargas Llosa no solo fue uno de los más grandes novelistas de nuestra lengua. Fue, además, un político y comentarista de derecha.

Pero no de cualquier derecha. Vargas Llosa abogaba por una derecha liberal, tanto en lo económico como en los derechos individuales, y democrática, distante a cualquier dictadura.

Como tal, Vargas Llosa condenó tanto las dictaduras de izquierda, partiendo por Cuba, como las de derecha, incluyendo al régimen de Pinochet.

En nuestro país fue muy cercano a Sebastián Piñera, a quien apoyó en cada una de sus campañas. Pero solía perder la paciencia ante la atracción de algunos políticos chilenos por el régimen de Pinochet y sus crímenes.

Célebre es su indignada respuesta al polemista libertario Axel Kaiser cuando en 2018 este intentó distinguir entre dictaduras malas, de izquierda, y “menos malas, por no decir mejores” como la de Pinochet. “Esta pregunta yo no te la acepto. No, las dictaduras son todas malas”, dijo enfático el novelista, quien agregó que “algunas pueden traer beneficios económicos a ciertos sectores, pero el precio que se paga por eso es intolerable e inaceptable (...) Todas las dictaduras son inaceptables”.

“Esta es la reacción que quería provocar”, musitó un desconcertado Kaiser. Vargas había demostrado la diferencia entre un verdadero liberal y estos autodenominados “libertarios”, que se llenan la boca con la palabra “libertad” pero están dispuestos a hacerse los lesos ante la más atroz represión de las libertades del individuo por parte del Estado (el secuestro, la tortura, el asesinato) cuando conviene a sus bolsillos.

domingo, 2 de febrero de 2025

Capitalismo de villanos

De Donald Trump a Javier Milei, los principales referentes de la extrema derecha contemporánea son asociados de manera deliberada a los villanos más disfuncionales del cine. Si fuera ficción, quizás sería divertido. Pero no lo es.

Natalio Pagés y Agustín Molina y Vedia, Jacobin

La oscuridad es buena: Dick Cheney,
Darth Vader, Satanás. Eso es poder.

—Steve Bannon
En su prólogo a El capital, Karl Marx aclara que, para el análisis del modo de producción capitalista, la moral importa poco y nada. Si en su libro los capitalistas no aparecen «pintados color de rosa», el verdadero esfuerzo de intelección debe orientarse a los mecanismos impersonales que, mientras tiranizan a las grandes masas obreras, dictaminan también el comportamiento de los que mandan. La bondad circunstancial de un patrón o su crueldad pueden acaso conmovernos o indignarnos, pero este margen de libre albedrío se prueba insignificante cuando lo vemos desde la mirada impávida del sujeto que lo gobierna: Das Kapital.

Cuando desciende al barro de la historia, Marx flaquea. En el capítulo XXIV de ese mismo libro, la calculada explicación de las tendencias autodestructivas de la acumulación intercala descripciones del régimen de cama caliente, el trabajo infantil y los castigos corporales aplicados para disciplinar a la mano de obra. Al cerrar el libro, quedan pocas dudas acerca de la catadura de quienes, no obstante las determinaciones objetivas, cometen esos abusos. En la Comuna de París chocan, no cabe duda, un sistema que no termina de nacer y otro que no termina de morir, pero también una clase heroica, leal, franca y solidaria contra otra sibilina, pérfida y deleznable.

El péndulo no es filosófico. En la historia de la dominación burguesa abundan las oscilaciones entre ideología biempensante y crueldad deliberada. Nuestro capitalismo se parece al que filmaba Elio Petri: una élite del poder compuesta de canallas embriagados por su propia impunidad y coaligados para la manipulación inescrupulosa del público. En los largometrajes de Petri, ningún poderoso está confundido, extraviado o humanizado por sentimientos nobles. A su turno, todos miran a cámara y explican con lujo de detalles cómo sostienen su reino contra cualquier noción concebible de justicia.

miércoles, 29 de enero de 2025

Cuatro escenarios y un destino


Nahia Sanzo, Slavyangrad

El pasado fin de semana, las tropas rusas capturaron la localidad de Velyka Novosyolka. En parte por la importancia del avance, mucho más rápido que en el caso de Chasiv Yar, por la que Rusia lleva meses luchando, o incluso Toretsk, batalla que previsiblemente termine en días, si no horas, y también para impedir que Ucrania pudiera negar los hechos, las tropas rusas escenificaron su victoria con fuegos artificiales. Clave para el suministro y las comunicaciones en el frente sur, la pérdida de Velyka Novosyolka no implica una ruptura en profundidad del frente, pero sí dificulta para Ucrania la defensa de los territorios del sur, en los que su posición es cada vez más complicada. El profundo desinterés ucraniano y mediático hacia Donbass ha facilitado la labor de minimizar la importancia de la pérdida de terreno en el este -que siempre se ha justificado con la coletilla de las enormes bajas rusas, sean reales o imaginarias- y ni siquiera está valorándose debidamente el cierre de la mina de coque de la que depende la producción metalúrgica ucraniana o la pérdida del principal yacimiento de litio, que Kiev pretende utilizar en el futuro para su recuperación económica. La batalla por Velyka Novosyolka, excesivamente cercana a la frontera de un oblast que sí es una prioridad para Ucrania y donde ya se publican imágenes de la construcción de trincheras, ha roto ligeramente esa dinámica y ha provocado más preocupación que los progresos rusos en Donetsk y Lugansk.

Pese a la lentitud en el movimiento del frente y la retórica de exagerar hasta la saciedad los problemas rusos mientras se oculta los ucranianos -mucho más graves al depender completamente de las subvenciones exteriores, que actualmente están siendo puestas en duda-, incluso los medios más favorables a Ucrania aceptan ya que la situación es peligrosa. “En cuestiones de supervivencia nacional, Ucrania espera la decisión del presidente Trump como un gladiador herido aguarda el giro del pulgar de un emperador: aunque todavía no rota, la esforzada nación está ciertamente de rodillas. En el campo de batalla, el panorama nunca ha sido tan sombrío. Las tropas rusas tomaron seis veces más territorio ucraniano en 2024 que en 2023. Más de la mitad del territorio que Ucrania capturó en su incursión sorpresa de otoño en Kursk ha sido cedido desde entonces”, escribía el pasado domingo The Times, que recordaba el retroceso en el frente y las dificultades económicas e industriales como principales argumentos, a los que añadía el habitual reproche de la negativa a reclutar a los jóvenes de entre 18 y 25 años.

martes, 28 de enero de 2025

El capitalismo siempre tuvo problemas con la democracia

Desde Corea del Sur hasta Estados Unidos, hay cada vez más señales de una crisis democrática en el mundo actual. La raíz del problema es la tensión permanente entre el capitalismo y las libertades democráticas, que solo existen gracias a grandes luchas populares.

Jean Batou, Jacobin

Desde Francia hasta Corea del Sur, se multiplican los signos de crisis democrática. Donald Trump toma posesión de su cargo por segunda vez, rodeado de una camarilla de multimillonarios de extrema derecha como Elon Musk y Peter Thiel, y es un momento oportuno para reconsiderar la relación entre capitalismo y democracia.

Existe una versión burda del marxismo que presenta a la democracia como un conjunto de derechos políticos que fueron conquistados por la burguesía en su lucha contra el antiguo régimen y las prerrogativas de derecho divino del monarca. Desde esta perspectiva, la tarea del socialismo sería continuar esta lucha a nivel económico, contra el poder indebido conferido por la propiedad privada de los medios de producción.

En un momento en el que muchos Estados supuestamente democráticos están generando preocupantes tendencias autoritarias, vale la pena recordar que la burguesía siempre intentó condicionar las libertades democráticas a la preservación de sus propios intereses. Por eso, la defensa y la extensión de esas libertades siempre fueron fruto de grandes luchas populares y feministas.

Por esta razón, el socialismo puede reclamar legítimamente esta herencia de lucha por los derechos democráticos para desarrollarla y darle un contenido real. De hecho, el ejercicio de las libertades democráticas es una condición esencial para la autoemancipación humana.

domingo, 5 de enero de 2025

Gramsci, “hegemonía” y la extrema derecha


Maciek Wisniewski, La Jornada

Los explícitos intentos por parte de la extrema derecha en el mundo de apropiarse de algunos conceptos que desarrolló el marxista italiano Antonio Gramsci −como por ejemplo la “hegemonía”−, han de constituir uno de los más interesantes y paradójicos desarrollos ideológicos de los últimos años. Si bien ciertas partes de la izquierda posmarxista (Mouffe, Laclau) ya han hecho mucho para simplificarla y “fetichizarla” (t.ly/vClZH) −siendo estas deformaciones fruto de dudas y debates más amplios en tormo a cómo interpretar y situar el legado político e intelectual de Gramsci (t.ly/Qcyzj)−, los afanes de los posfascistas italianos o los conservadores estadounidenses de acaparar este término y convertirlo en una base de sus políticas constituyen un caso aparte y resultan a la vez sintomáticas para los vacíos de la propia izquierda.

Aunque sobre todo a partir de la revolución cultural de 1968 Gramsci fue un objeto favorito de las críticas ideológicas de los diferentes sectores de la derecha en diferentes países que denunciaban la “penetración cultural marxista encubierta” en sus sociedades (t.ly/bv-sK), la peculiaridad del giro actual −que sigue los pasos del filósofo francés ultraconservador Alain de Benoist, el pionero del “gramscismo de derecha” (t.ly/Hm6SP)−, consiste en que se trata de una “apropiación positiva”. Esta operación despoja a Gramsci de su marxismo y al traducir sus ideas al lenguaje de las “nuevas derechas” se centra en la redefinición del terreno del conflicto político y en la construcción de una “hegemonía cultural” en un afán de alcanzar o afianzar el poder.

domingo, 24 de noviembre de 2024

Contra la izquierda neoliberal. Reflexiones sobre el tema.


Nicoletta Pirotta, Transform Italia

En Alemania, tras su ruptura con el Partido de Izquierda (Die Linke), Sahra Wagenknecht emprendió su propio camino político que la llevó a crear una asociación y luego, en enero de este año, un verdadero partido y precisamente: el BSW que significa “Bündnis Sahra Wagenknecht” (“Coalición Sahra Wagenknecht”). Con este partido se presentó a las elecciones regionales en Turingia y Sajonia y en septiembre pasado en Brandeburgo, ocupando el tercer lugar en las tres regiones, con el 15,8, el 11,8 y el 13,5% de los votos respectivamente. Votos recogidos sobre todo en los suburbios y en los barrios populares.

Para dar cuenta de los fundamentos teóricos de un partido, capaz de obtener consensos considerables desde su fundación, Wagenknecht escribió un libro también publicado en Italia, con prefacio de Vladimiro Giacché, titulado Contra la izquierda neoliberal.

De ella se ha dicho todo y todo lo contrario, incluso en nuestro país.

Este hecho ya me intrigó porque cuando las opiniones difieren tan profundamente significa que hay un poco de carne. Pero la razón por la que quería leer el libro de Wagenknecht es otra.

Tiene que ver con la desorientación y la impotencia que siento al ver, al mismo tiempo, el avance, no sólo a nivel político, de una derecha cada vez más agresiva y la falta de alternativas compartidas capaces no sólo de modificar el equilibrio de poder sino ni siquiera para actuar como barrera a este avance.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Nihilismo fase suprema del servilismo


Fulvio Bellini, Futura Società

Premisa: no hay buenos presidentes estadounidenses

En este artículo no haremos un análisis de las elecciones americanas ganadas por Donald Trump similar a los que se están publicando copiosamente en los últimos días, lo haremos desde un punto de vista particular, el de eminentes exponentes de la izquierda neoliberal italiana. A pesar de las predicciones y las encuestas, para aquellos que aún no han comprendido que son sólo herramientas de propaganda y que hacen de todo excepto detectar tendencias reales de votación, Trump triunfó literalmente sobre Kamala Harris, que en cambio tenía una ligera ventaja hasta la víspera de las elecciones. En este artículo no nos pondremos del lado de Donald Trump quien, simplificando demasiado porque el comportamiento de los tres polos elitistas estadounidenses, bostonianos, texanos y californianos, no es el tema de este escrito, es un oligarca diestro que se representa a sí mismo, a sus círculo y otros oligarcas incluso más poderosos que él, y cualquier referencia a Elon Musk es puramente intencional.

Tampoco lamentaremos la sonora y merecida derrota de Kamala Harris, una marioneta de escasa calidad política que habría quedado en manos de otros oligarcas que viven en Wall Street, Nueva Inglaterra y los prestigiosos barrios judíos de Nueva York. Abusando de las categorías morales "bueno" y "malo" que tanto gustan a los propagandistas occidentales, con su doble rasero, y con la laxitud con la que adjuntan adjetivos de fascista y nazi o democrático y liberal al azar y en evidente contraste con la realidad, sólo debemos recordarnos que desde 1789, con el nombramiento de George Washington, ningún presidente estadounidense "bueno" ha sido elegido. Algunas observaciones sobre las elecciones presidenciales estadounidenses pueden resultar útiles para nuestro análisis. Donald Trump tiene el mérito de haber simplificado y clarificado lo que Estados Unidos es hoy: una plutocracia clara, donde un grupo de oligarcas mucho más poderosos y sin escrúpulos que sus infames colegas rusos pagan millones de dólares para poner a su representante en la Casa Blanca. A diferencia de Europa, donde la condición de provincias imperiales impide tener alternativas políticas al neoliberalismo y al atlantismo, de ahí el fenómeno del partido único evidente en muchos países de la UE, en la metrópoli imperial existen estrategias realmente diferentes y poderosos choques de intereses.

¿Es Trump 2 el fin del «síndrome de ruptura del orden neoliberal»?

La política occidental se ha reestructurado cada vez más como una contienda no entre “izquierda” y “derecha”, sino entre “centristas” y populistas, que puede tener cabida dentro de las estructuras de poder existentes

Lee Jones, Brave New Europe

¿No parece que esta vez la situación es diferente? ¿Es posible que el establishment liberal finalmente esté dejando atrás su rabieta de ocho años y aceptando la realidad? Aunque puede ser demasiado pronto para saberlo, las reacciones a la reelección de Donald Trump sugieren que algo está cambiando fundamentalmente.

En retrospectiva, hasta Francis Fukuyama podría admitir ahora que 2016 fue el "fin del fin de la historia", como sostiene desde hace tiempo Bungacast, el podcast de política global. Pero en aquel entonces, la respuesta al referendo del Brexit y luego a la primera elección de Trump sólo podía describirse como desquiciada e histérica.

En Gran Bretaña, los políticos y comentaristas centristas se rebelaron contra el electorado, culpando a todo, desde los robots rusos y la desinformación hasta la estupidez y el racismo de los votantes, por la decisión de votar por el Brexit. Como relatamos en nuestro libro Taking Control (Tomando el control) , estas acusaciones no tenían ninguna base en la realidad, pero prepararon el terreno para una confrontación de tres años entre el electorado y quienes decían representarlo, lo que provocó un caos político en el que las acusaciones de "fascismo" aparecieron de manera rutinaria.

martes, 19 de noviembre de 2024

¿Por qué la actual clase política europea rechaza la realidad?

¿Por qué la clase política europea ha fracasado tan estrepitosamente en Ucrania: ha perdido la guerra, ha causado la muerte de alrededor de un millón de personas, ha destruido Ucrania, ha dañado la economía europea, ha desestabilizado la política europea y ha creado una alianza entre Rusia y China contraria a los intereses europeos?

Glenn Diesen, Brave New Europe

Rusia considera que la incursión de la OTAN en Ucrania es una amenaza existencial, y la OTAN ha declarado abiertamente su intención de convertir a Ucrania en un Estado miembro después de la guerra. Sin un acuerdo político que restablezca la neutralidad de Ucrania, Rusia probablemente se anexionará los territorios estratégicos que no puede aceptar que acaben bajo el control de la OTAN y luego convertirá lo que queda de Ucrania en un Estado residual disfuncional. Como la guerra se está perdiendo, la política racional para los europeos sería ofrecer un acuerdo basado en poner fin a la expansión de la OTAN hacia el este para salvar las vidas, el territorio y la propia nación ucraniana. Sin embargo, ningún líder europeo ha sido capaz de siquiera sugerir públicamente una solución de ese tipo. ¿Por qué?

Propongo el siguiente experimento mental al político, periodista o académico europeo: Si fuera asesor del Kremlin, ¿cuál sería su consejo en caso de que no hubiera negociaciones posibles para resolver la guerra en Ucrania? Con seguridad la mayoría se sentiría moralmente obligada a dar respuestas ridículas, como aconsejar al Kremlin que capitulara y se retirara, aunque Rusia esté al borde de la victoria. Cualquier impulso de adherirse a la razón y abordar las preocupaciones de seguridad de Rusia probablemente sería disuadido con la amenaza de ser humillados por "legitimar" la invasión rusa.

¿Qué explica el declive del pensamiento estratégico, el pragmatismo y la racionalidad en la política europea?

domingo, 3 de noviembre de 2024

Recuperar la Izquierda Clasista: Derrotar a la ‘Izquierda Woke


Jorge Gálvez, Soberanistas

El movimiento ‘woke’ es mucho más que una respuesta social espontánea contra la “opresión”, su origen y su rápida expansión sugieren una construcción ideológica con fines planificados. Lo ‘woke’ no es una evolución de las luchas emancipatorias tradicionales, sino una ideología impulsada por intereses corporativos y políticos transnacionales globales del capital financiero, incubada en los laboratorios ideológicos del Pentágono y la CIA. Aunque su discurso se centró inicialmente en la lucha contra el racismo, pronto se expandió hacia las demandas de género, diversidad sexual, feminismo, movimientos transgénero, y la decolonialidad, desviando el foco de la lucha de clases hacia conflictos de identidad fragmentarios.

Una Ideología Corporativista y Neofascista Encubierta

En menos de una década, lo ‘woke’ ha logrado infiltrarse en la educación, la cultura, los medios de comunicación y la política, consolidándose como el nuevo eje rector del debate social en Occidente. Sin embargo, lejos de promover un pluralismo constructivo, esta ideología ha instalado un régimen de censura que no solo limita el pensamiento crítico, sino incluso la construcción artística, también impone un control moral absoluto. La cultura de la cancelación, la “Nueva Santa Inquisición” —herramienta clave del wokismo— se ha convertido en un mecanismo que no admite disidencias: aquellos que se apartan de la narrativa oficial son excluidos mediante la «muerte social y política». Esta dinámica, al negar la posibilidad del diálogo, refleja un rasgo protofascista, pues reduce al otro a un enemigo irreconciliable. Que hay que asesinar política y socialmente, al cual hay que liquidar en términos morales.

martes, 10 de septiembre de 2024

Las intervenciones de EEUU en los procesos políticos de otros países

Tal vez el caso más extremo y documentado de la intervención de EEUU en procesos electorales de otros países fue el de Chile; primero, para evitar el triunfo de Salvador Allende en 1970, y después para derrocarlo, en 1973. El secretario de Estado Henry Kissinger (1973-1977) argumentó entonces que una nación no podía volverse comunista por “la irresponsabilidad de su pueblo”.
La imagen es de 2015.

David Brooks, La Jornada

La clase política estadunidense dice estar indignada ante supuestos intentos externos –sobre todo de Rusia– para influir en su proceso electoral, pero lo más asombroso no son esas revelaciones, sino la pretensión de autoridad moral en Washington para denunciarlas sin primero mirarse en el espejo.

El gobierno de Joe Biden decomisó sitios de Internet que dice son usados por el Kremlin y acusó a empleados de RT (antes Russia TV), la semana pasada, de ser parte de un complot ruso de millones de dólares para crear y difundir desinformación por medios cibernéticos con el propósito de influir en la eleccion presidencial estadounidense.

No tendremos ninguna tolerancia a intentos de gobiernos autoritarios de explotar nuestros sistemas democráticos de gobierno, declaró el procurador general Merrick Garland. El Departamento de Estado declaró: no toleraremos que actores extranjeros malignos interfieran intencionalmente y minen a las elecciones libres e imparciales.

Las autoridades estadounidenses insisten en que el Kremlin es la principal amenaza a las elecciones estadounidenses. En la contienda de 2016, acusaron que Rusia intervino a favor de la campaña de Trump, algo que Hillary Clinton y la cúpula demócrata, insisten, explica cómo perdieron esa elección y con ello evadir responsabilidad por su derrota.

miércoles, 31 de julio de 2024

El crepúsculo del «woke»

Hegel afirmaba que la sabiduría sobre un periodo histórico a menudo sólo llega cuando éste había terminado. A medida que lo woke pierde influencia, podemos ver mejor sus efectos en la política socialista.

Dustin Guastella, Jacobin

Reseña de Left Is Not Woke, de Susan Neiman
(Polity, 2023)
Es necesario que más intelectuales escriban libros como el pequeño y maravilloso «Left is no woke» (La izquierda no es woke), de Susan Neiman. La prosa de Neiman es viva y refrescante. No recurre a frases complicadas ni a la voz pasiva para glosar la controversia. Adopta una postura y la mantiene. Tampoco padece el complejo de víctima a la inversa, común a tantos escritores «antiwoke». Este es un libro que se puede recomendar a amigos y familiares, incluso a aquellos que no están de acuerdo con su premisa inicial.

Para Neiman, el «wokeness» [entendido como un exceso de corrección política o activismo superficial] no es un proyecto que pueda inspirarse en la tradición política progresista. Y aunque se habló mucho de las responsabilidades políticas de la retórica woke, pocos críticos del wokeness desde la izquierda han ofrecido un argumento sostenido de lo que define a la izquierda y por qué «mantenerse despierto» [staying woke] podría ser contradictorio con ello.

lunes, 27 de mayo de 2024

Emocracia: la nueva arma de destrucción masiva del siglo XXI


Leonid Savin, Geopolitika

El historiador estadounidense Niall Ferguson señaló sobre Estados Unidos en 2019 que «ya no vivimos en una democracia. Vivimos en una sociedad democrática donde gobierna la emoción, no la mayoría, y los sentimientos importan más que la razón. Cuanto más fuertes sean tus sentimientos, cuanto mejor sepas conducirte a la indignación, más influencia tendrás. Y nunca utilices palabras donde valgan emoticonos».
Ferguson pone ejemplos de los últimos años en Estados Unidos, desde debates entre políticos hasta titulares a medida en los medios de comunicación políticamente comprometidos para crear una tormenta de indignación y, por tanto, polarización social.
Otro autor profundiza en este tema: «Cuanto más alto expreses tus emociones incontrolables, ¡más creíble serás! Así es nuestro mundo hoy. Dios nos dio las emociones, pero también nos dio su ley que nos muestra lo que está bien y lo que está mal para que podamos controlar nuestras emociones. De lo contrario, las emociones descontroladas y desenfrenadas nos llevarán al desastre».

viernes, 8 de abril de 2022

Clima: el colapso que viene

Beatriz Gimeno, Público

Se ha dado a conocer el último informe del Panel Científico de la ONU (IPCC) que es un compendio de todo el conocimiento acumulado sobre el cambio climático, además de una sombría advertencia. El colapso climático está a la vuelta de la esquina, pero qué importa cuando nos hundimos en otros colapsos cotidianos que tienen ocupada a la clase política (y a la gente, no nos engañemos). La clase política con verdadero poder se mueve entre hacer lo posible para que esto no se pare, es decir, procurar que la máquina del neoliberalismo no decaiga y que los ricos sigan haciendo dinero, y, al mismo tiempo, evitar el colapso social total. Es un equilibrio casi imposible para el que los partidos ofrecen sus recetas en tiempo electoral. La crisis climática siempre queda al final de todo. Si los ciclos políticos son cada vez más cortos y no hay noticia que dure una semana en los medios, cómo van a ocuparse de algo que, aunque esté ahí, todavía está a más de cinco meses. No es culpa de los políticos, también es culpa nuestra, de la ciudadanía, incapaces de fijar la atención en la misma cuestión más de una semana. Y claro, si hay un tema en el que el negacionismo se ceba es el cambio climático, que asume todos los negacionismos posibles. No se ve, no se huele, no se toca, no puedes hacer un video que demuestre que es real, no se mete en tu casa a robarte, no se puede comprar ni dejar de comprar. Si la gente no se cree una matanza prácticamente televisada, cómo va a creerse que el cambio climático puede acabar con la vida que conocemos.

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