En toda América Latina, las movidas agresivas de Donald Trump —desde los aranceles hasta los ataques a embarcaciones en el Caribe, pasando por la injerencia en las elecciones argentinas— están uniendo a las fuerzas progresistas en la oposición y apuntalando las expectativas políticas de la izquierda.
Steve Ellner, Jacobin
Cuando Donald Trump asumió la presidencia en enero de 2025, los gobiernos de la marea rosa en América Latina venían perdiendo terreno. La aprobación del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva caía al nivel más bajo de sus tres mandatos, mientras que la de Gustavo Petro en Colombia apenas llegaba al 34 por ciento. Y tras los resultados muy disputados de las elecciones presidenciales de julio de 2024 en Venezuela, con Nicolás Maduro cada vez más aislado en la región.
Ahora, menos de un año después, el panorama político cambió. Las extravagancias de Trump —como renombrar el Golfo de México, el uso de los aranceles como arma y las acciones militares agresivas en el Caribe y el Pacífico— revitalizaron a los gobiernos de la marea rosa y a la izquierda en general. América Latina reaccionó a la invocación trumpista de la Doctrina Monroe con un auge del sentimiento nacionalista, manifestaciones masivas y denuncias de figuras políticas de casi todo el espectro, incluso algunas de centroderecha.
Mientras Estados Unidos aparece cada vez más como un hegemón poco confiable y en declive, China busca posicionarse como defensora de la soberanía nacional y voz de la sensatez en materia de comercio e inversión internacionales. En julio, cuando Trump le impuso un arancel del 50 por ciento a la mayoría de las importaciones brasileñas, los chinos intervinieron para ayudar a cubrir el bache en las exportaciones de soja, cruciales para el país.


















