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martes, 13 de mayo de 2025

La mediación de Trump siempre estuvo condenada al fracaso. La guerra de Ucrania es insoluble

La guerra no terminará hasta que Washington y sus aliados estén dispuestos a afrontar la cuestión fundamental: la persistencia de una doctrina hegemónica que no admite rivales.

Thomas Fazi, Strategic Culture

Una cosa está clara: Trump ya no puede afirmar que la guerra en Ucrania es “la guerra de Biden”. Ahora también es la guerra de Trump.

Meses después de que el presidente estadounidense se comprometiera a poner fin rápidamente a los combates entre Ucrania y Rusia, su Administración ha anunciado que Estados Unidos ya no participará en lo que a menudo se ha descrito como una diplomacia itinerante entre ambas partes.

La semana pasada, la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, confirmó que Estados Unidos ya no actuaría como mediador en las negociaciones. Según ella, estas “ahora son entre las dos partes”, y añadió que “ahora es el momento de que presenten y desarrollen ideas concretas sobre cómo va a terminar este conflicto. Depende de ustedes”.

Mientras tanto, en una entrevista con la NBC, Trump se mostró aún más pesimista al afirmar que “quizás no sea posible” alcanzar un acuerdo de paz. De hecho, el conflicto parece estar recrudeciéndose una vez más, y con el visto bueno de la Casa Blanca.

El 4 de mayo, The New York Times informó de que un sistema de defensa aérea Patriot suministrado por Estados Unidos y actualmente estacionado en Israel está siendo redirigido a Ucrania.

Dado que todas las exportaciones de Patriot requieren la aprobación formal de Estados Unidos en virtud de las leyes estadounidenses sobre transferencia de armas, la medida indica la autorización directa de la Casa Blanca.

jueves, 8 de mayo de 2025

Estafa de la OTAN al descubierto: Europa indefensa sin la "caballería estadounidense"


Kit Klarenberg, Global Delinquents

El 23 de abril, Politico publicó un artículo notable, “La caballería estadounidense no viene”, que documentaba con gran detalle cómo la planificación y la infraestructura de defensa europeas durante décadas se habían construido exclusivamente “suponiendo el apoyo estadounidense” y “para acelerar la entrega de refuerzos estadounidenses al frente de batalla”. Ahora, “la perspectiva de que esto no ocurra está desbaratando los planes de movilidad militar” y el continente “está solo”, indefenso, sin rumbo y carente de soluciones a los desastrosos resultados de su postración de décadas ante la hegemonía estadounidense.

El artículo comienza con un intento mediocre de fantasía, esbozando un escenario de pesadilla que se desarrolla en marzo de 2030. «En la niebla de principios de la primavera», comienza un ataque ruso multifacético contra Lituania y Polonia, obligando a los soldados extranjeros estacionados allí a buscar refugio, mientras «los países aliados se apresuran a responder». Pero mientras Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y los países nórdicos están movilizando sus ejércitos para la empresa, “hay una clara ausencia”:
Los líderes y los soldados miran hacia el oeste, hacia el océano, esperando los buques de guerra que siempre han acudido en ayuda de Europa durante el último siglo. Pero el mar sólo ofrece silencio. Los americanos no vendrán. La segunda presidencia de Donald Trump ha puesto fin al compromiso de Estados Unidos con la defensa europea.
Por supuesto, Trump aún no ha desvinculado a Washington de la OTAN. “¿Pero qué pasaría si Estados Unidos abandonara a Europa?” Según informa Politico, esta es una pregunta inquietante que resuena con creciente urgencia en los pasillos del poder en Occidente. La respuesta pone de relieve una “realidad incómoda”: “sin el apoyo de Estados Unidos, el traslado de tropas a Europa sería más lento, más costoso y se vería obstaculizado por una serie de cuellos de botella logísticos”. En caso de una guerra total, estas deficiencias “no sólo podrían crear ineficiencias”, sino que “podrían resultar fatales”.

sábado, 1 de febrero de 2025

La prensa independiente y los fondos extranjeros


Nahia Sanzo, Slavyangrad

En diciembre de 2022, causó especial impresión un ensayo de Volodymyr Ishchenko publicado por New Left Review en el que reivindicaba las “voces ucranianas” a la hora de relatar y analizar el conflicto. El origen de la polémica provocada por el sociólogo ucraniano ahora residente en Alemania fue precisamente la definición de esas voces, entre las que no solo incluía a los ucranianos correctos, sino que reivindicaba también el legado soviético y de habla rusa que ha sido parte importante del desarrollo del país en sus años de independencia. Reconocido hasta 2014, ese resquicio de cercanía a la cultura soviética, equiparada con la cultura rusa en un ejercicio de simplificación ampliamente generalizado, causó un gran rechazo por parte del establishment cercano a la línea ideológica implantada en el país desde que Maidan supuso un punto de inflexión a partir del que se ha avanzado únicamente en clave nacionalista. La reivindicación de Ishchenko se debía al seguimiento de los medios ucranianos e internacionales, en los que se presentaba una visión uniforme del punto de vista de la población ucraniana, a la que se adjudicaba la misma opinión se encontraran cerca o lejos del frente, en Ucrania o fuera de ella. Por supuesto, no había en los medios de comunicación ningún intento por representar el parecer de la población al otro lado del frente. Ocho años de discurso de “territorios ocupados” habían hecho su trabajo y no era necesario preguntarse si la población de Donbass o Crimea era favorable a Kiev, defendían la invasión rusa o, pese a no querer regresar bajo control de Kiev, no eran partidarios de la acción militar de Moscú en los territorios más allá de los límites de Donbass.

miércoles, 29 de enero de 2025

Cuatro escenarios y un destino


Nahia Sanzo, Slavyangrad

El pasado fin de semana, las tropas rusas capturaron la localidad de Velyka Novosyolka. En parte por la importancia del avance, mucho más rápido que en el caso de Chasiv Yar, por la que Rusia lleva meses luchando, o incluso Toretsk, batalla que previsiblemente termine en días, si no horas, y también para impedir que Ucrania pudiera negar los hechos, las tropas rusas escenificaron su victoria con fuegos artificiales. Clave para el suministro y las comunicaciones en el frente sur, la pérdida de Velyka Novosyolka no implica una ruptura en profundidad del frente, pero sí dificulta para Ucrania la defensa de los territorios del sur, en los que su posición es cada vez más complicada. El profundo desinterés ucraniano y mediático hacia Donbass ha facilitado la labor de minimizar la importancia de la pérdida de terreno en el este -que siempre se ha justificado con la coletilla de las enormes bajas rusas, sean reales o imaginarias- y ni siquiera está valorándose debidamente el cierre de la mina de coque de la que depende la producción metalúrgica ucraniana o la pérdida del principal yacimiento de litio, que Kiev pretende utilizar en el futuro para su recuperación económica. La batalla por Velyka Novosyolka, excesivamente cercana a la frontera de un oblast que sí es una prioridad para Ucrania y donde ya se publican imágenes de la construcción de trincheras, ha roto ligeramente esa dinámica y ha provocado más preocupación que los progresos rusos en Donetsk y Lugansk.

Pese a la lentitud en el movimiento del frente y la retórica de exagerar hasta la saciedad los problemas rusos mientras se oculta los ucranianos -mucho más graves al depender completamente de las subvenciones exteriores, que actualmente están siendo puestas en duda-, incluso los medios más favorables a Ucrania aceptan ya que la situación es peligrosa. “En cuestiones de supervivencia nacional, Ucrania espera la decisión del presidente Trump como un gladiador herido aguarda el giro del pulgar de un emperador: aunque todavía no rota, la esforzada nación está ciertamente de rodillas. En el campo de batalla, el panorama nunca ha sido tan sombrío. Las tropas rusas tomaron seis veces más territorio ucraniano en 2024 que en 2023. Más de la mitad del territorio que Ucrania capturó en su incursión sorpresa de otoño en Kursk ha sido cedido desde entonces”, escribía el pasado domingo The Times, que recordaba el retroceso en el frente y las dificultades económicas e industriales como principales argumentos, a los que añadía el habitual reproche de la negativa a reclutar a los jóvenes de entre 18 y 25 años.

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