Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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viernes, 13 de junio de 2025
Business ecológico. El ambientalismo neoliberal
Diego Fusaro, Posmodernia
Hay una aparente paradoja vinculada a la cuestión del apocalipsis ambiental que es necesario abordar: el logo dominante en el marco del tecnocapitalismo del nuevo Milenio no sólo no permanece en silencio ante el dilema del desastre inminente, sino que lo eleva a objeto de una proliferación discursiva hipertrófica. La emergencia ambiental y climática es, con razón, uno de los temas más enfáticamente subrayados y discutidos por el orden del discurso hoy imperante.
Esto parece, prima facie, un contrasentido, si se considera que plantear este dilema equivale a enunciar la contradicción misma del capital, que es su fundamento. ¿No sería más coherente con el orden tecnocapitalista la ocultación -o al menos la marginación- de esta cuestión problemática, de manera similar a lo que sucede con la cuestión socioeconómica del clasismo y la explotación laboral, rigurosamente excluida del discurso público y de la acción política?
Afirmar que a diferencia del problema de la explotación laboral (que permanece mayoritariamente invisible y que, en todo caso, puede ser fácilmente eludido por el discurso dominante), la cuestión ambiental es clara y evidente ante oculos omnium –ante los ojos de todos– y, por tanto, resultaría imposible soslayarla como si no existiera, significa hacer una afirmación verdadera pero, al mismo tiempo, insuficiente: una afirmación que, además, no explicaría las razones por las cuales el discurso dominante no sólo trata abiertamente la cuestión, reconociéndola en su plena realidad, sino que incluso tiende a amplificarla y transformarla en una urgencia y una auténtica emergencia planetaria.
La tesis que pretendemos sostener al respecto es que existe una notable diferencia entre la cuestión ambiental y la socioeconómica (que Marx llamaría, sin perífrasis y con sobradas razones, “lucha de clases”). Esta última no puede de ninguna manera ser “normalizada” y metabolizada por el orden tecnocapitalista que, de hecho, opera para que ni siquiera, tendencialmente, sea mencionada nunca (tampoco, ça va sans dire –no hace falta decirlo-, por las fuerzas del cuadrante izquierdo de la política, ya hace tiempo redefinidas como izquierda neoliberal o, mejor aún, “sinistrash” –izquierda basura-). Margaret Thacher, por otro lado, ya había condenado al ostracismo el concepto mismo de clase social, liquidándolo como inservible y pernicioso vestigio del comunismo (en sus propias palabras: “la clase es un concepto comunista. Separa a las personas en grupos como si fueran paquetes y luego enfrenta a unos contra otros”).
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miércoles, 11 de junio de 2025
Cristina Fernández condenada por desafiar al poder real
Daniel Jadue*, Página 12
La justicia argentina ha hablado, y lo ha hecho con el tono solemne y cínico de los tribunales coloniales: seis años de prisión para Cristina Fernández de Kirchner, dos veces presidenta, una vez vicepresidenta y actual titular del Partido Justicialista. La acusación —mal disfrazada de caso de corrupción— es apenas una máscara de la verdadera causa: haber desafiado al capital y al poder mediático durante más de una década.
No es la primera vez, ni será la última. Lo que vemos hoy no es justicia: es una venganza de clase. Cristina no está siendo castigada por enriquecerse (cosa que no probaron), sino por tocar los intereses del capital concentrado: por ampliar derechos, por recuperar la soberanía de YPF, por enfrentar a Clarín, por poner a las Madres de Plaza de Mayo en la Casa Rosada y a los genocidas en la cárcel. Eso no se perdona.
Como explicó Lenin, el Estado burgués es "una máquina de opresión de una clase por otra". Y en América Latina esa máquina ha perfeccionado una nueva forma de dominación: el lawfare, o guerra judicial, donde el código penal reemplaza a los tanques, y los fiscales operan como tropas de ocupación ideológica. En esta guerra sucia, los enemigos del pueblo son juzgados por la misma justicia que amnistía a genocidas y empresarios evasores.
La condena a Cristina busca cancelar políticamente al kirchnerismo. La quieren proscripta, invisible, borrada del juego electoral, como hicieron con Lula en 2018, abriéndole la puerta a Bolsonaro. La receta es la misma: crear un clima mediático de linchamiento, judicializar decisiones políticas, manipular al Poder Judicial como un brazo armado del neoliberalismo.
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viernes, 6 de junio de 2025
Geoeconomía y Estado
Geoeconomía es el nuevo concepto que algunos de los productores de narrativas políticas buscan instalar como alternativa al declive del ideologema neoliberal
Álvaro García Linera, Pagina 12
Primero fue el FMI que usó la categoría para alertar de la fragmentación regional del globalismo. Luego el Financial Times lo menciona para nombrar el inicio de una nueva era de relaciones internacionales. Geoeconomía es el nuevo concepto que algunos de los productores de narrativas políticas buscan instalar como alternativa al declive del ideologema neoliberal.
Ciertamente hay autores que intentan proporcionar una estructura argumental más seria como Babic (Geoökonomie. Anatomie der neuenWeltordnung, 2025); e, incluso, otros ensayan fórmulas matemáticas básicas con el objeto de parametrizar el concepto y prever comportamientos gubernamentales venideros (Clayton, The political economy of geoeconomic power, 2025). Lo cierto es que estamos ante una categoría que será invocada con más frecuencia por economistas y políticos.
La mayoría de los autores que nombran a la geoeconomía lo hacen para resaltar el uso estatal de coacciones comerciales y financieras para inducir a otros estados a realizar acciones que beneficien económica y geopolíticamente al primer Estado, dando lugar a espacios regionales de influencia y vasallaje.
Las herramientas que se utilizan para tal propósito van desde las sanciones económicas (por ejemplo, excluir a un país del sistema Swift); control de exportaciones (por ejemplo, prohibir la venta de biotecnología a China); reestructurar las cadenas de suministros (por ejemplo, relocalizar los lugares donde se fabrican automóviles); manipular la ayuda exterior para asegurar alineamiento político (por ejemplo, que el FMI otorgue préstamos a un determinado país); presionar a empresas nacionales o extranjeras para que modifiquen sus inversiones (por ejemplo, que Apple fabrique el IPhone en EEUU); subir los aranceles para limitar importaciones (por ejemplo, el 30% a las industrias más eficientes de China o Alemania); subvencionar con fondos públicos emprendimientos privados en el país (por ejemplo la ley CHIPS en EEUU), etcétera.
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martes, 3 de junio de 2025
Neoliberalismo y tratamiento de shock: el FMI no ha ayudado a desarrollar ningún país en 80 años de existencia
Ahmed Adel, Global Research
Creado al final de la Segunda Guerra Mundial en Europa en 1944 para promover la estabilidad económica mundial, el Fondo Monetario Internacional inició sus actividades al año siguiente, convirtiéndose en una presencia constante en los países periféricos con inestabilidad económica a lo largo de ocho décadas.
Sin embargo, la institución financiera fracasó en su misión de ayudar a los países con dificultades para financiarse en el mercado mundial y, así, garantizar la estabilidad del sistema monetario internacional. La imposición de políticas de austeridad y paquetes de ajuste fiscal es el principal obstáculo para el desarrollo social y económico de los países que obtuvieron préstamos del fondo.
En Argentina, Ghana, Kenia y Pakistán, la dependencia financiera de los Estados-nación y los ciclos de endeudamiento no han hecho más que aumentar, al igual que el agravamiento de la desigualdad social. A cambio de abrir una línea de crédito para proporcionar reservas al país, el FMI impone una serie de condiciones, generalmente relacionadas con la política fiscal y los recortes del gasto, centradas principalmente en la reforma de las pensiones, el control salarial, los programas sociales, la desnacionalización y la privatización de empresas estatales para generar liquidez para el Estado, alegando que estas reformas liberales harán al país más atractivo para el capital extranjero.
Después de la conferencia de Bretton Woods en Estados Unidos en 1944, cuando se creó el FMI, el dólar se convirtió en moneda global y la economía mundial comenzó a girar en torno a él. El FMI ignora que los países están expuestos a flujos de capital especulativos que, en muchos casos, no dependen de la administración estatal.
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domingo, 1 de junio de 2025
La guerra de los ricos y el salario universal
Gran parte de la crítica y los miedos sobre el salario universal se basan en el miedo a que la gente deje de trabajar en masa
Jorge Majfud, La Haine
Ni la democracia ni el capitalismo hicieron más ricos y desarrollados al Noroccidente. Lo hizo el imperialismo. La diferencia entre el capitalismo y la democracia radica en sus principios éticos, ideológicos y de valores sociales. Uno se define por su objetivo de distribución del poder (de la libertad y de los beneficios de las sociedades) y el otro por su contrario: por su concentración en una minoría progresivamente más pequeña y más poderosa.
Como todo sistema dominante, el capitalismo no sólo se especializó en secuestrar bienes materiales sino también simbólicos, desde la política, la ideología, la ética, la estética, la narrativa de sus medios propagadores y los medios periodísticos hasta los medios culturales a través de la industria de la cultura. Como todo sistema dominante, se reproduce como un fractal en cada individuo, en cada sociedad y en el orden global. En los tres niveles existe y ha existido siempre una relación parasitaria de una minoría sobre una mayoría. De la misma forma que dentro de una sociedad la clase trabajadora es parasitada (física e intelectualmente) por las clases dirigentes, así también ha ocurrido siempre con la mayoría de los países y los imperios parásitos.
Para encubrir o justificar una posición de dominio y explotación, el esclavista debe demonizar, desmoralizar, desacreditar y "de-nigrar" al esclavo. Esta moral también es parasitaria, ya que una vez inoculada en el organismo del oprimido se alimenta y reproduce en ese mismo organismo hasta producir esclavos en plenitud, defensores incondicionales de sus amos. Esclavos que quieren ser amos, oprimidos que sueñan con ser opresores ricos y apenas si llegan a opresores pobres.
Entre muchos dogmas, uno que continúa siendo popular reza que "los pobres son pobres porque quieren", porque "no se esfuerzan lo suficiente", "porque se drogan o beben alcohol", "porque no trabajan", como si entre las clases dirigentes, empresariales y políticas no existieran drogadictos, alcohólicos, perezosos y desocupados, y no por eso se caen de la escala de privilegios sociales y mucho menos terminan viviendo en la pobreza. Luego, ante cualquier movilización por justicia social, los herederos de los esclavistas y sus remedos de segunda sacan su látigo clasista: "vayan a trabajar, manga de vagos".
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viernes, 30 de mayo de 2025
¿Qué viene después de la globalización?
El mundo tal y como lo conocemos es producto de la globalización, y esta era podría estar llegando a su fin.
Branko Milanovic, Jacobin
Donald Trump ha vuelto al poder y, por decirlo suavemente, no es precisamente un fanático de la globalización. El presidente estadounidense afirma su patriotismo declarando públicamente su rechazo a un «globalismo» que, en sus palabras, «ha dejado a millones y millones de nuestros trabajadores sin nada más que pobreza y dolor». Para comprender mejor la era actual de la globalización a la que pretende poner fin y su trayectoria, resulta útil compararla con la globalización que tuvo lugar entre 1870 y el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Ambas globalizaciones representan períodos cruciales, años decisivos que dieron forma al mundo actual. Y ambas fueron testigo de la mayor expansión de la producción económica mundial hasta la fecha.
Sin embargo, también fueron muy diferentes en muchos aspectos. La primera globalización estuvo asociada al colonialismo y al dominio hegemónico de Gran Bretaña. Condujo a un gran aumento de la renta per cápita en lo que más tarde se conocería como el «mundo desarrollado». Al mismo tiempo, provocó el estancamiento en el resto del planeta e incluso la disminución de los ingresos en China y África. Las cifras más recientes de la base de datos de estadísticas históricas del Proyecto Maddison muestran que el aumento acumulado del PIB real (ajustado a la inflación) per cápita del Reino Unido entre 1870 y 1910 fue del 35%, mientras que el PIB per cápita se duplicó en Estados Unidos durante el mismo período. Sin embargo, el PIB per cápita de China disminuyó un 4%, y el de la India solo aumentó ligeramente, un 16%. Este tipo particular de desarrollo creó lo que más tarde se conoció como el Tercer Mundo y reforzó las diferencias en los ingresos medios de los países de Occidente y el resto.
Desde el punto de vista de la desigualdad mundial, que es en gran medida un reflejo de estos hechos, la «Globalización I» produjo un aumento de la desigualdad, ya que las zonas ya ricas crecieron más rápidamente y las más pobres se estancaron o incluso retrocedieron.
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miércoles, 30 de abril de 2025
El neoliberalismo distorsiona nuestra libertad de elección
Cuando Adam Smith articuló su defensa de los mercados libres en «La riqueza de las naciones», imaginó el mercado como un espacio en el que los individuos se encontraban en pie de igualdad con la esperanza de llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso. Hoy en día ese escenario resulta inconcebible.
Desde el siglo XVII, la concepción de la elección humana ha experimentado profundas transformaciones. En la era neoliberal, nuestra existencia se vio cada vez más dominada por una idea de libertad especialmente individualista y orientada al mercado.
Paul Schofield, Jacobin
El artículo que sigue es una reseña de The Age of Choice: A History of Freedom in Modern Life, de Sophia Rosenfeld (Princeton University Press, 2025).
A veces se dice que los seres humanos nos definimos por nuestra capacidad de elegir. Es decir, no actuamos solo por instinto: elegimos qué hacer y cómo hacerlo. Esto es parte de lo que significa ser humano.
Immanuel Kant, el influyente filósofo alemán de la Ilustración, contribuyó como pocos a transformar esta doctrina, en su día controvertida, en algo parecido al sentido común. Según él, la vida humana es una serie de elecciones. Decidir qué hacer es nuestra cruz. De hecho, mientras que la historia de Adán, Eva y la manzana prohibida se interpreta tradicionalmente como el relato de la entrada del mal en el mundo, Kant la reimaginó como el relato de nuestra importantísima transformación en seres conscientes de nuestras elecciones:
La ocasión original para abandonar el instinto natural pudo haber sido insignificante. Pero fue el primer intento del hombre de tomar conciencia de su razón como un poder que puede extenderse más allá de los límites a los que están confinados todos los animales. (…) Esta fue una ocasión suficiente para que la razón hiciera violencia a la voz de la naturaleza y, a pesar de su protesta, hiciera el primer intento de libre elección. […] Descubrió en sí mismo el poder de elegir por sí mismo una forma de vida, de no estar atado sin alternativa a una sola forma, como los animales. Se encontraba, por así decirlo, al borde de un abismo.Este pasaje podría interpretarse en el sentido de que la elección se introdujo en el universo hace mucho tiempo y ha permanecido prácticamente inalterada desde entonces. Sin embargo, el excelente nuevo libro de Sophia Rosenfeld, The Age of Choice: A History of Freedom in Modern Life [La era de la elección: una historia de la libertad en la vida moderna], nos advierte contra este pensamiento ingenuo. Tras examinar la historia de actividades como las compras, el romance y el voto, Rosenfeld ofrece un relato cautivador del desarrollo de la elección desde sus primeras versiones hasta su forma actual. La elección, según muestra, ha evolucionado con el tiempo. Y si Kant tenía razón sobre su importancia fundamental para la vida humana, entonces también nosotros debemos haber cambiado.
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lunes, 21 de abril de 2025
¿Hacia un cambio de régimen en Occidente?
Un régimen internacional que hace una década prácticamente se ahogó en el mar de deuda que había creado, se hunde en una inundación de deuda aún mayor, sin un final a la vista
Perry Anderson, London Review of Books
Transcurrido un cuarto de siglo, el cambio de régimen se ha convertido en un término canónico. Significa el derrocamiento, típica, pero no exclusivamente por parte de EEUU, de gobiernos de todo el mundo rechazados por Occidente, empleando para ello la fuerza militar, el bloqueo económico, la erosión ideológica o una combinación de estos. Sin embargo, originalmente el término significaba algo muy distinto: una alteración generalizada en el propio Occidente: no la transformación repentina de un Estado-nación por la violencia externa, sino la instauración gradual de un nuevo orden internacional en tiempos de paz. Los pioneros de esta concepción fueron los teóricos estadounidenses que desarrollaron la idea de los regímenes internacionales como acuerdos que garantizan relaciones económicas de cooperación entre los principales Estados industriales, que podrían o no adoptar la forma de tratados.
Estos, se sostenía, se desarrollaron a partir del liderazgo estadounidense tras la II Guerra Mundial, pero lo reemplazaron con la formación de un marco consensual de transacciones mutuamente satisfactorias entre los países líderes. El manifiesto de esta idea se materializó en 'Power and Interdependence', obra coescrita por dos pilares del establishment de la política exterior de la época: Joseph Nye y Robert Keohane, cuya primera edición, de las que tuvo muchas, apareció en 1977.
Aunque se presentaba como un sistema de normas y expectativas que ayudaba a asegurar la continuidad entre las diferentes administraciones en Washington al introducir una mayor disciplina en la política exterior estadounidense, el estudio de Nye y Keohane no dejaba lugar a dudas sobre sus resultados para Washington. «Los regímenes suelen ser favorables para EEUU porque es la principal potencia comercial y política del mundo. Si muchos regímenes no existieran, EEUU sin duda querría inventarlos, como lo hizo».(1) A principios de la década de 1980, se empezaron a publicar libros en esta línea: un simposio titulado 'International Regimes', editado por Stephen Krasner (1983); el propio tratado de Keohane, 'After Hegemonya' (1984); y una serie de artículos eruditos.
En la década siguiente, esta doctrina tranquilizadora experimentó una mutación con la publicación de un volumen titulado 'Regime Changes: Macroeconomic Policy and Financial Regulation in Europe from the 1930s to the 1990s', editado por Douglas Forsyth y Ton Notermans (estadounidense y holandés, respectivamente). Mantuvo, pero agudizó la idea de un régimen internacional, especificando la variante que prevalecía antes de la guerra, basada en el patrón oro; luego, el orden forjado en Bretton Woods, que lo sucedió después de la guerra; y, finalmente, detallando la desaparición de este sucesor en los años 1970.(2)
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sábado, 19 de abril de 2025
El mito del dólar: Cómo el capitalismo financiero condujo a la decadencia de Occidente
Occidente pasó de ser una economía real según la teoría marxista D-M-D (dinero-mercancía-dinero) a una economía D-D, destinada a crear dinero con dinero
Silvana Niutta, Sinistra in Rete
El 23 de marzo, en el Aula Magna de Siderno (Calabria), se presentó el libro 'El mito del dólar', en presencia de Giuliano Marrucci, coautor con Vadim Bottoni.
El evento, moderado por Nicola Limoncino y presentado por Antonio Sgambelluri, fue organizado por el Movimiento para el Renacimiento Comunista y Comunistas Unidos por Siderno. El evento estuvo dirigido principalmente a los jóvenes, pero también a ese segmento de la población que ya no se identifica con los partidos que se han turnado en el gobierno durante las últimas décadas, independientemente del color político.
Hemos discutido los principales problemas que desde hace tiempo aquejan a Occidente debido al paradigma centrado en la supremacía del dólar, partiendo de los acuerdos de Bretton Woods, que preveían tipos de cambio estables, el oro como patrón de referencia para la conversión del dólar para equilibrar los pagos internacionales, cuando sin embargo todavía había una fuerte presencia del Estado en la economía, hasta nuestros días en que ahora podemos ver que la democracia se ha convertido en una palabra vacía, que sirve para mantener una propaganda manejada a nivel mediático por una prensa servil y financiada por agencias internacionales, creadas ad hoc por el poder financiero.
Se han destruido el bienestar, las escuelas y la sanidad, se han convertido las empresas en sociedades de especulación bursátil, mientras se destruyen continuamente millones de puestos de trabajo o se esclaviza a millones de jóvenes, se les despoja de su dignidad, se les obliga a aceptar salarios de hambre o algún subsidio miserable, sin perspectivas de futuro.
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jueves, 10 de abril de 2025
Un golpe mortal para el neoliberalismo
La guerra comercial de Donald Trump nos adentra en una fase cualitativamente nueva de la historia del capitalismo. Sin embargo, el nuevo orden económico que está tomando forma es tan «globalista» como el régimen neoliberal al que suplanta. El artículo que sigue es una reseña de What Was Neoliberalism? Studies in the Most Recent Phase of Capitalism, 1973-2008, de Neil Davidson (Haymarket Books, 2024).
David Jamieson, Jacobin
Donald Trump aparece cada vez más como la pura negación del proyecto neoliberal. Algunos de sus seguidores ideológicos se complacen en presentarlo en términos similares. Sin embargo, el nuevo régimen de Trump ejemplifica muchas de las características que llegaron a definir la era neoliberal.
Consideremos la prominencia de multimillonarios simpatizantes en y alrededor de la nueva corte. Producto del periodo neoliberal, este estrato de oligarcas abarrotaba en homenaje el complejo de Mar-a-Lago de Trump incluso antes de su regreso a Washington.
El presidente le encargó al escabroso barón de la tecnología Elon Musk que encabece un gran asalto contra gasto «despilfarrador», que implica de forma prominente la disciplina laboral en el mayor empleador individual de EEUU, el Estado federal. Otro asalto contra sistema tributario se perfila como un importante reto legislativo en el primer año de Trump. Ya escuchamos estas melodías antes.
Sin embargo, a pesar de todas las recapitulaciones de temas familiares, el propio neoliberalismo está muriendo definitiva y finalmente. El monótono alarde de Trump sobre la guerra comercial y su abierto desprecio por el «orden internacional liberal» marcan un cambio importante dentro de las estructuras del capitalismo global. Mantener que nada significativo está cambiando más allá de este punto requeriría desechar la definición de un período neoliberal en sí mismo.
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El Show de Truman:
la Caverna de Platón hoy
Diego Fusaro, Posmodernia
Al igual que en la caverna de La República de Platón, el sistema mediático de la civilización totalmente administrada procede de acuerdo a un específico “modo ‘distributivo‘ de sentido único”, como lo ha definido McLuhan: el flujo de las informaciones, mediante el cual se determina la manipulación, es rigurosamente direccionado de manera unívoca, según la dicotomía del polo que transmite y del polo que recibe. Opera una contrarrevolución preventiva permanente. Pasividad, apraxia e inacción son las figuras fundamentales del imperio de la pasividad tecnocapitalista, caverna globalizada en la que el hacer frenético e hipertrófico de la producción y del consumo coexiste, en la misma unidad temporal y espacial, con la ausencia de cualquier proyecto utópico-redentor y de la activa puesta en marcha de cualquier dinámica transformadora. También bajo este perfil, se muestra el carácter íntimamente contradictorio de la caverna global, que se funda de modo ambivalente sobre el grado máximo de acción técnica irreflexiva y sobre el grado mínimo de hacer proyectual-transformativo. Gracias a las prestaciones del espectáculo que desde el principio la santifica, la caverna planetarizada celebra los plurales (estilos de vida, formas de pensamiento y de existencia), a condición de que todos se muevan dentro del horizonte único de la jaula, reconocida en su ineluctabilidad. Con movimiento convergente, alaba la apertura de toda realidad –desde el imaginario hasta las fronteras– siempre y cuando esa realidad sea confinada en el interior de la sociedad open –abierta- y borderless -sin fronteras- de la mercadización integral.
El antrum platonicum de la mundialización infeliz pretende la aceptación pasiva y servil de lo que hay, o sea de lo que aparece; y obtiene este resultado de dócil observancia mediante las formas mismas con las que el espectáculo se despliega, sin admitir derecho de réplica, ni real pluralidad de aquello que se ha hecho aparecer. Las mismas formas del no alineamiento son exhibidas siempre y sólo con una clara función apotropaica, con vistas tanto a su ridiculización permanente como a su apología en beneficio de la caverna, que de esa forma puede ocultar su real esencia totalitaria detrás de una apariencia falsamente pluralista y tolerante. La lucha contra la cosificación y contra la alienación está permitida, siempre que se presente en formas ellas mismas cosificadas y alienadas.
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miércoles, 2 de abril de 2025
Prisiones Smart. La Caverna de cristal en la era digital
Diego Fusaro, Posmodernia
Aunque modulada según figuras diferenciadas y de manera falsamente polifónica, la ininterrumpida cantinela que la sociedad del espectáculo repite a través de sus redes unificadas –“la sociedad existente es la única posible, como siempre ha sido y como siempre será”– acaba por despojar de fundamento, a nivel de imaginario colectivo, la crítica teórica y, con ella, la posibilidad de reversión práctica. Nos persuade de la inexistencia de algo fuera de la caverna y, en última instancia, de la inevitabilidad de la caverna misma que nos convierte en internados a escala global. En cada una de sus representaciones, el espectáculo busca una transformación: por un lado, la del espacio de la caverna en una jaula de hierro con barrotes inoxidables y salida prohibida para evitar posibles fugas; y por otro, la de los prisioneros, potencialmente en busca de su propia liberación, en simples espectadores pasivos y, además, en devotos inconscientes de sus propias cadenas. Es la condición imperante en el triste tiempo de Facebook, de Twitter y de todas las demás egosferas posmodernas, variaciones digitales y rigurosamente solitarias de la Caverna de Platón.
A este modelo parece reconducible la “caverna perfecta” de las soledades digitales de la civilización tecnomorfa y del nuevo “capitalismo de vigilancia” (surveillance capitalism) con la esclavitud Smart (inteligente) a la que condena cotidianamente a sus felices Siervos. Los sistemas totalitarios del “siglo corto” oprimían la libertad, allí donde el neoliberalismo de la vigilancia la explota y la somete a un régimen de lucro, figurando con ello como el primer régimen cool. Las dos figuras opositivas hegelianas del Siervo y el Señor, del Amo y el Esclavo, vienen a coincidir en una única figura, la del homo neoliberalis que –como “emprendedor de sí”– se autoexplota sin tregua para ser máximamente performativo. Cada uno, como Amo, se exige la máxima productividad a sí mismo como Esclavo, llevando la explotación capitalista a su nivel hiperbólico.
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lunes, 31 de marzo de 2025
Los mítines de Bernie Sanders y AOC podrían convertirse en un movimiento de masas
Eric Blanc. Sin Permiso
Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez [AOC] han ignorado el consejo de destacadas cabezas pensantes del Partido Demócrata de «darse la vuelta y hacerse el muerto». A Dios gracias. Sus masivos mítines contra la oligarquía han logrado cifras históricas, dando testimonio de un deseo popular generalizado de resistir a Elon Musk y Donald Trump.
Al llenar el vacío que han dejado Chuck Schumer y los de su cobarde ralea, Bernie y AOC se están convirtiendo en líderes no sólo de los activistas de izquierda, sino también de la base liberal dominante del Partido Demócrata. La pregunta difícil se cifra ahora en cómo aprovechar toda esta energía en un movimiento capaz de derrotar realmente a Musk, y luego a Trump.
El Equipo Bernie ya ha dado grandes pasos en esta dirección. No se trata sólo de que la gira «Luchar contra la oligarquía» («Fighting Oligarchy») haya dinamizado a los norteamericanos de pie y difundido un mensaje rotundo en contra de los multimillonarios y a favor de la democracia. Estos actos han tenido un enfoque estratégico concreto, tal como ha explicado en la Red uno de los asesores de Bernie: «Para los que lo pregunten, sí, estos mítines están vinculados a la acción. Todos se han celebrado en distritos indecisos controlados por el Partido Republicano o cerca de ellos, y estamos haciendo un seguimiento con acciones específicas para presionar a sus diputados para que voten NO a cualquier recorte de Medicaid o exención fiscal multimillonaria, o se enfrenten de lo contrario a las consecuencias electorales».
Todo esto resulta esencial. Pero Bernie y AOC podrían dar un paso adicional: pedirles a todos los asistentes al mitin que se conviertan en organizadores. El destino de nuestro país depende en parte de poder canalizar el entusiasmo de estos actos en una campaña masiva y creciente.
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domingo, 30 de marzo de 2025
De la Europa ocupada a la Europa colonizada por EEUU
[Pasando por el auge y declive de la gran Alemania]Andrés Piqueras, La Haine
La historia se repite, ahora el gobierno alemán afirma que el gasto en necesidades militares estimula la economía, al igual que la Alemania en la década de 1930.
En los años 70 del siglo XX se hicieron evidentes los límites de los mecanismos anticíclicos keynesianos. La pérdida de eficacia de éstos propició las condiciones para abrir el camino a iniciativas de represión de la demanda y regresión fiscal, combinadas con políticas recesivas y de control del déficit y de la inflación, así como de fomento de la financiación privada. Serían las que presidirían en adelante por doquier las estrategias de gobierno de un capitalismo que iniciaba su dimensión transnacional.
Empezaba así una nueva intervención masiva del Estado en favor de una acumulación capitalista que (de nuevo) no mostraba fuelle por sí misma. Pero ahora esa intervención se realizaba, con todo tipo de medidas, del lado de la oferta.
Para encastrar todo ello de forma más o menos coherente había que buscar un nuevo modo de regulación que conllevara una ruptura de los "pactos de clase" en las sociedades centrales, (especialmente en el punto de indexación de los salarios a la productividad y en el objetivo del "pleno empleo"), aunque tuviera que actualizar la doctrina político-económica fundacional del capitalismo.
De esta forma cobraría vida el neoliberalismo, que si bien fracasó a la hora de propiciar una acumulación sostenida, fue exitoso en la eliminación, integración-cooptación o reducción al mínimo-marginación de los sujetos antagónicos, inclinó drásticamente la distribución del plusvalor en favor del Capital, favoreciendo una enorme concentración de la riqueza, la cual pasaría en adelante a través de la financiarización de la economía.
Una y otra compensarían al capital, de alguna manera, de la falta de rentabilidad productiva. No hubo que esperar mucho, sin embargo, para evidenciar los resultados procíclicos que ello entrañaba, más allá de las devastadoras consecuencias sociales.
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martes, 25 de marzo de 2025
La crisis del orden de posguerra nos dio el neoliberalismo
El auge del neoliberalismo no se debió simplemente a que los políticos centristas y de derecha decidieran darle rienda suelta a las fuerzas del mercado. Reflejó una verdadera crisis del orden económico de la posguerra, y la ausencia de un movimiento obrero poderoso que impulsara una alternativa de izquierda.
Colin Gordon, Jacobin
Bajo cualquier forma de medición, la desigualdad económica se disparó en el último medio siglo. Desde 1970, la proporción de la renta nacional que se lleva la mitad inferior de los asalariados cayó del 21,3 % a solo el 13,6 %, mientras que la que se lleva el 1 % superior casi se duplicó, pasando del 11,6 % al 19,1 %. Aunque los programas sociales redujeron la pobreza sustancialmente durante ese periodo, los criterios de elegibilidad mezquinos y la discreción a nivel estatal han erosionado los medios de vida de las familias con bajos ingresos. La brecha racial de riqueza, sostenida por generaciones de explotación y exclusión en el sector inmobiliario privado y los programas públicos, es ahora tan amplia como lo era en la década de 1960.
Una historia común viste estas tendencias con ropajes partidistas: los demócratas lucharon por extender o apuntalar el New Deal; los republicanos, por fervor ideológico o por servil deferencia a los intereses privados, intentaron derribarlo todo con la misma determinación. Hay un atisbo de verdad en esta ordenada narrativa, pero solo un atisbo. De hecho, el regreso de la desigualdad a niveles no vistos desde la Edad Dorada fue un proyecto frecuentemente bipartidista: los demócratas llevaron la delantera (controlando tanto la Cámara de Representantes como el Senado, o la presidencia y una o ambas cámaras) durante treinta de los últimos cincuenta y cuatro años. Sus huellas, en diversos grados, están en todas y cada una de las políticas que aumentaron la desigualdad durante este período.
Esa hoja de antecedentes penales es el hilo conductor de Left Behind (Abandonados), el provocador examen de la historiadora Lily Geismer sobre la presidencia de Bill Clinton, sus raíces políticas e intelectuales y su impacto duradero. Left Behind comienza trazando la ya familiar historia del Consejo de Liderazgo Democrático (DLC, por sus siglas en inglés), fundado en 1985, y su determinación de liberar al partido de sus «intereses especiales» (sindicatos, minorías raciales, movimiento feminista, etc.) y dividir la improbable diferencia entre la Gran Sociedad y las políticas económicas de la época de Reagan (Reaganomía). Como argumenta Geismer, las invocaciones clintonianas de una «tercera vía» o «un puente hacia el siglo XXI» apenas podían ocultar la verdadera intención y el resultado: abandonar a los sectores de la mitad inferior de la distribución de ingresos en favor de soluciones de mercado que harían sonrojar a Friedrich Hayek.
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lunes, 17 de marzo de 2025
El error del neoliberalismo
Este ensayo de Alain de Benoist, «L'erreur du liberalism», se publicó originalmente en el número 28-29 de Éléments, en marzo de 1979. Alain de Benoist sostiene que tanto el liberalismo como el marxismo, aunque aparentemente opuestos, comparten el mismo defecto fundamental de reducir la sociedad humana a relaciones económicas y considerar a los seres humanos principalmente como actores económicos. El ensayo critica cómo el liberalismo, en nombre de la igualdad universal y la libertad individual, en realidad sustituye las jerarquías sociales tradicionales por desigualdades económicas, al tiempo que erosiona las identidades culturales, los lazos comunitarios y el poder del Estado.
Alain de Benoist, Nouvelle Droite
La concepción del hombre como «animal/ser económico» (el Homo oeconomicus de Adam Smith y su escuela) es el símbolo mismo que connota tanto el capitalismo burgués como el socialismo marxista. Liberalismo y marxismo nacieron como polos opuestos de un mismo sistema de valores económicos. Uno defiende al «explotador», el otro defiende al «explotado», pero en ambos casos, no escapamos a la alienación económica.
Liberales (o neoliberales) y marxistas coinciden en un punto esencial: para ellos, la función determinante de una sociedad es la economía. Esta constituye la verdadera infraestructura de cualquier grupo humano. Son sus leyes las que permiten evaluar «científicamente» la actividad humana y predecir los comportamientos. Los marxistas dan el papel predominante al modo de producción en la actividad económica, mientras que los liberales consideran más importante el mercado. Es el modo de producción o el modo de consumo (economía «de partida» o economía «de llegada») lo que determina la estructura social. En esta concepción el bienestar material es el único objetivo que la sociedad civil consiente en asignarse. Y el medio adaptado a este objetivo es el libre ejercicio de la actividad económica.
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viernes, 14 de marzo de 2025
Noam Chomsky y la alternativa socialista al caos climático
La contribución política más conocida de Noam Chomsky es su poderosa y prolongada crítica de la política exterior estadounidense. Pero Chomsky también utilizó su alcance global para dar la voz de alarma sobre la crisis climática y trazar un camino para evitar el desastre.
Robert Pollin, Jacobin
Si decidimos tomarnos en serio el abrumador consenso de los científicos climáticos más creíbles, tenemos que aceptar que el cambio climático representa una amenaza verdaderamente existencial para la continuación de la vida en la Tierra tal como la conocemos.
Dada esta realidad, no es de extrañar que Noam Chomsky se haya comprometido a educar a la mayor audiencia global posible sobre la ciencia básica que hay detrás de la crisis climática, los factores que la produjeron y la forma de avanzar hacia un camino viable para revertirla.
Tampoco es sorprendente que Chomsky entienda a la crisis como una grave malignidad del capitalismo neoliberal contemporáneo y que, en consecuencia, anticipe que el trabajo de revertirla requerirá de una movilización popular masiva que derrote al neoliberalismo bajo las banderas combinadas de la justicia social y de la cordura ecológica.
Por supuesto, las contribuciones de investigación profundamente impactantes de Chomsky, que abarcan más de siete décadas, cubrieron principalmente los campos de la lingüística, la filosofía, la psicología y la ciencia cognitiva. Nunca afirmó ser un experto en los detalles técnicos de la ciencia climática o en la economía de la construcción de un sistema alternativo de energía limpia.
Al mismo tiempo, Chomsky, legendariamente, es un hombre que «lee de todo». Y no se limita a leer de todo. Más bien, a lo largo de décadas, Chomsky demostró una asombrosa capacidad para absorber una enorme variedad de material sobre cuestiones sociales y políticas de importancia crítica. También es capaz de explicar estos temas a millones de lectores en todo el mundo a través de su combinación sin igual de pasión moral, rigor, profundidad de visión, claridad y también —cuando decide desatarla— una fuerza retórica estimulante.
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domingo, 2 de marzo de 2025
Trump: mentiras y verdades
Maciek Wisniewski, La Jornada
En los años recientes, una de las más comentadas facetas de Donald Trump −en el gobierno, después y hoy nuevamente en el poder− es su, para decirlo eufemísticamente, “relación con la verdad”. En algún momento el diario de The Washington Post había contado e informado famosamente que Trump sólo en sus primeros tres años en la Casa Blanca hizo “16 mil 241 afirmaciones falsas y/o engañosas”. Así, con base en esto, el tipo de argumento que vinculaba, sobre todo desde el mainstream liberal, la verdad con la democracia y, por el contrario, las mentiras con el fascismo −de representar a cuál Trump ha sido acusado repetidamente−, se ha vuelto común, y si bien apuntaba a una realidad alarmante, sin ser sometido a ningún escrutinio, degeneró en un tema de conversación banal.
Contrario a este marco que funde la verdad con la democracia −a menudo a base de una, igualmente discutible, equiparación de la democracia con el liberalismo−, la “verdad”, como insisten algunos estudiosos, no es el fundamento del orden democrático, sino más específicamente del sistema liberal tal como lo ha expuesto, por ejemplo, John Stuart Mill. Pero, mientras la preocupación de ese autor tenía en su centro las instituciones −sólo garantizando la libertad de expresión y la del parlamento se podían producir reclamos “verdaderos”, según él, aunque Mill entendía la verdad más como una “forma” en que se sostenía una opinión que como su contenido, algo que se lograba a través de la justificación−, en las décadas recientes, según la “nueva teoría del liberalismo”, las verdades son, por el contrario, producidas por los expertos (pundits) y “fuentes autorizadas” como The New York Times o el mencionado The Washington Post, que han de ser aceptadas como dogmas por todas las personas del “pensamiento correcto”.
sábado, 1 de marzo de 2025
Contra la izquierda neoliberal,
de Sahra Wagenknecht
Instrucciones para el uso en el razonamiento sobre las razones de la afirmación del derecho en Occidente y en Alemania. El representante de la izquierda de moda no quiere que le llamen socialista, ni siquiera en el sentido socialdemócrata. Se considera un ciudadano del mundo sin demasiados vínculos con su propio país.
Vladimiro Giacché *, Sinistra in Rete
«La izquierda fue una vez sinónimo de búsqueda de justicia y seguridad social, de resistencia, de rebelión contra la clase media alta y de compromiso con aquellos que no habían nacido en una familia rica y tenían que mantenerse con trabajos duros y a menudo poco estimulantes. “Estar a la izquierda significaba perseguir el objetivo de proteger a estas personas de la pobreza, la humillación y la explotación, abriéndoles oportunidades de formarse y progresar socialmente, haciendo sus vidas más fáciles, más organizadas y planificables”. […]
Un libro escandaloso
Creo que los lectores no tendrán ninguna dificultad en compartir esta descripción propuesta por Sahra Wagenknecht en el primer capítulo de su libro. Esta descripción es también el mejor punto de partida para introducir las que creo que son las tesis principales de este texto, aquellas que lo convierten en un libro importante y apropiadamente escandaloso.
Érase una vez que la izquierda era precisamente esto. ¿Y hoy? Hoy en día las cosas han cambiado mucho. Si alguna vez los problemas sociales y económicos estaban en el centro de los intereses de quienes se definían como de izquierda, hoy ya no es así.
Ahora bien, observa la autora, «el imaginario público de la izquierda social está dominado por una tipología que definiremos a partir de ahora como la izquierda de moda [el original alemán es Lifestyle-Linke , literalmente 'izquierda del estilo de vida'], puesto que sus partidarios ya no sitúan en el centro de la política de izquierda los problemas sociales y político-económicos, sino más bien cuestiones relativas al estilo de vida, a los hábitos de consumo y a los juicios morales sobre el comportamiento […]. Está convencido de que el Estado nacional es un modelo en peligro de extinción y se considera un ciudadano del mundo sin demasiados vínculos con su propio país. El representante de la izquierda de moda no puede –ni quiere– ser definido como “socialista”, ni siquiera en el sentido socialdemócrata del término: si acaso, como un liberal de izquierda.
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lunes, 17 de febrero de 2025
La economía dominante, catálogo de horrores
James K. Galbraith, Sin Permiso
En un notable catálogo de horrores publicado en The New York Times, el periodista Ben Casselman detalla los «principios centrales» de la economía dominante que han caído políticamente en desgracia: libre comercio, fronteras abiertas, impuestos sobre el carbono, austeridad fiscal. En su cobertura de la reciente reunión anual de la American Economic Association celebrada en San Francisco, Casselman señala los problemas que los economistas no han resuelto: la desindustrialización, el crac de 2008 y la consiguiente recesión, o la ralentización del crecimiento a largo plazo. Y subraya sus mayores fallos de previsión: la crisis financiera de 2007-09, la crisis de precios de 2021-22 y la naturaleza transitoria de la inflación resultante, que hasta ahora ha retrocedido sin desencadenar una recesión.
Con admirable moderación, Casselman informa de la opinión de Jason Furman de que los economistas tienen que «hacer mejor su trabajo... comprendiendo los problemas que les preocupan a la gente», y de la observación de Glenn Hubbard de que hay demasiados profesionales que se han mostrado «desdeñosos e insensibles» ante tales preocupaciones. No es broma.
No es de extrañar que un periodista se encontrara con semejante conglomerado de fracasos -y con casi nadie con una opinión discrepante- en esta reunión de economistas «de primera fila». Por supuesto, hay economistas que han abrazado ideas contrarias sobre los aranceles y el desarrollo, los fraudes y la crisis financieras, las raíces de la desindustrialización en los años 80, la política industrial y medioambiental, y el dinero, el déficit y la deuda. Pero, cuando estos expertos asisten a las reuniones - firmemente controladas por la corriente dominante – se ven marginados en pequeñas habitaciones de hoteles satélites. No hay error que pueda avergonzar a los economistas «de primera fila» como para que renuncien a los puestos de honor.
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