La globalización financiera ha puesto el destino de sociedades enteras en manos de inversores a los que sólo les importan las señales de los precios y que son ajenos a las necesidades humanas. La financiarización económica terminó con ia idea del Estado-Nación y redujo el margen de maniobra de los gobiernos
Katherina Pistor, Sin Permiso
Estas elecciones norteamericanas marcan lo que los alemanes llaman un Zeitenwende («punto de inflexión»). Los votantes están señalando claramente que quieren un cambio, que prefieren un segundo gobierno de Donald Trump a otro gobierno provisional que presida un régimen que rechazan.
Es cierto que los partidos políticos que prometieron proteger el statu quo han perdido este año las elecciones en un país tras otro. Pero es difícil de sobreestimar la importancia de que los votantes de la democracia más antigua del mundo rechacen los fundamentos constitucionales de su país: el Estado de derecho, un poder judicial independiente e imparcial, un proceso justo y un traspaso ordenado del poder.
El juego de acusaciones comenzó antes de que se conocieran los resultados de las elecciones, centrándose como era previsible en el elitismo, la identidad y la propia candidata perdedora. Este ciclo de recriminaciones desgarrará al Partido Demócrata y lo hará aún menos apto para gobernar en el futuro. También distraerá la atención de la verdad que nadie quiere ver: el capitalismo. La democracia se encuentra en una espiral de muerte porque está sometida a un régimen socioeconómico que enfrenta a todos contra todos, socavando la capacidad de consenso y de toma de decisiones colectiva.