Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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domingo, 24 de noviembre de 2024
Contra la izquierda neoliberal. Reflexiones sobre el tema.
Nicoletta Pirotta, Transform Italia
En Alemania, tras su ruptura con el Partido de Izquierda (Die Linke), Sahra Wagenknecht emprendió su propio camino político que la llevó a crear una asociación y luego, en enero de este año, un verdadero partido y precisamente: el BSW que significa “Bündnis Sahra Wagenknecht” (“Coalición Sahra Wagenknecht”). Con este partido se presentó a las elecciones regionales en Turingia y Sajonia y en septiembre pasado en Brandeburgo, ocupando el tercer lugar en las tres regiones, con el 15,8, el 11,8 y el 13,5% de los votos respectivamente. Votos recogidos sobre todo en los suburbios y en los barrios populares.
Para dar cuenta de los fundamentos teóricos de un partido, capaz de obtener consensos considerables desde su fundación, Wagenknecht escribió un libro también publicado en Italia, con prefacio de Vladimiro Giacché, titulado Contra la izquierda neoliberal.
De ella se ha dicho todo y todo lo contrario, incluso en nuestro país.
Este hecho ya me intrigó porque cuando las opiniones difieren tan profundamente significa que hay un poco de carne. Pero la razón por la que quería leer el libro de Wagenknecht es otra.
Tiene que ver con la desorientación y la impotencia que siento al ver, al mismo tiempo, el avance, no sólo a nivel político, de una derecha cada vez más agresiva y la falta de alternativas compartidas capaces no sólo de modificar el equilibrio de poder sino ni siquiera para actuar como barrera a este avance.
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miércoles, 15 de diciembre de 2021
El mito de achicar al Estado
Juan Paz-y-Miño Cepeda, Historia y Presente
Existe una enorme diferencia de conceptualizaciones en América Latina sobre el papel del Estado en la economía, con respecto a lo que se formula y se sigue en los países del “primer mundo”.
Los EEUU, tanto como Canadá, así como los países de la Unión Europea, además Rusia, Japón, incluso los “tigres asiáticos” y, sin duda, China, tienen fuertes Estados, con enormes capacidades para controlar sus economías y varios para expandirlas e incursionar en las geoestrategias del mundo. Esos Estados poseen recursos gigantescos, varios sostienen ejércitos poderosos, realizan inversiones en obras públicas y servicios, financian la investigación científica y técnica, destinan dinero a la educación y a múltiples actividades de cultura (museos, cine, teatro, artes, etc), tienen medios de comunicación públicos, manejan empresas propias, algunos han llegado al espacio sideral.
A diferencia de los EEUU o Japón, con economías de libre empresa, los más importantes países europeos y el Canadá se distinguen por su economía social y entre los nórdicos de Europa se habla de “socialismo del siglo XXI”. En este tipo de economías se mantienen la seguridad social, la educación pública y la atención médica, como servicios universales y gratuitos, conquistados después de la II Guerra Mundial, cuando tomó auge el modelo de economía social de mercado con Estados de bienestar. En Europa, a fin de atender la recuperación económica a raíz de la pandemia del Coronavirus, se ha comenzado a hablar de “economía del nuevo bienestar”, con elevación de fondos presupuestarios, nuevas normas de protección a derechos laborales y conquistas sociales, incremento de salarios, ayudas a las empresas con diversos subsidios y también variados bonos para las familias, que implican enormes inversiones estatales. Hasta 2020, el gasto público en relación con el PIB era del 61.60% en Francia; y en los países europeos, en general, supera el 50%, en tanto en los EEUU es del 45.45%; pero es necesario el examen por países, a fin de advertir cuánta importancia dan a las inversiones en los servicios sociales antes señalados (https://bit.ly/3DJiNGE).
Existe una enorme diferencia de conceptualizaciones en América Latina sobre el papel del Estado en la economía, con respecto a lo que se formula y se sigue en los países del “primer mundo”.
Los EEUU, tanto como Canadá, así como los países de la Unión Europea, además Rusia, Japón, incluso los “tigres asiáticos” y, sin duda, China, tienen fuertes Estados, con enormes capacidades para controlar sus economías y varios para expandirlas e incursionar en las geoestrategias del mundo. Esos Estados poseen recursos gigantescos, varios sostienen ejércitos poderosos, realizan inversiones en obras públicas y servicios, financian la investigación científica y técnica, destinan dinero a la educación y a múltiples actividades de cultura (museos, cine, teatro, artes, etc), tienen medios de comunicación públicos, manejan empresas propias, algunos han llegado al espacio sideral.
A diferencia de los EEUU o Japón, con economías de libre empresa, los más importantes países europeos y el Canadá se distinguen por su economía social y entre los nórdicos de Europa se habla de “socialismo del siglo XXI”. En este tipo de economías se mantienen la seguridad social, la educación pública y la atención médica, como servicios universales y gratuitos, conquistados después de la II Guerra Mundial, cuando tomó auge el modelo de economía social de mercado con Estados de bienestar. En Europa, a fin de atender la recuperación económica a raíz de la pandemia del Coronavirus, se ha comenzado a hablar de “economía del nuevo bienestar”, con elevación de fondos presupuestarios, nuevas normas de protección a derechos laborales y conquistas sociales, incremento de salarios, ayudas a las empresas con diversos subsidios y también variados bonos para las familias, que implican enormes inversiones estatales. Hasta 2020, el gasto público en relación con el PIB era del 61.60% en Francia; y en los países europeos, en general, supera el 50%, en tanto en los EEUU es del 45.45%; pero es necesario el examen por países, a fin de advertir cuánta importancia dan a las inversiones en los servicios sociales antes señalados (https://bit.ly/3DJiNGE).
miércoles, 13 de septiembre de 2017
Macron anuncia recortes a programas sociales en Francia
Francis Dubois, wsws
Tres días antes de la presentación del 31 de agosto de decretos para destruir el Código de Trabajo, el primer ministro francés, Edouard Philippe, anunció una serie de medidas para completar su ruptura con lo que queda del "modelo social". Bajo el pretexto de "modernizar" los sistemas de bienestar social, el Gobierno del presidente francés, Emanuel Macron, se propone destruir todos los derechos sociales que la clase trabajadora ganó en la lucha durante el siglo XX.
Estas medidas están siendo presentadas como una "renovación", pero en realidad apuntan a liquidar los principales sistemas de seguro y asistencia social en su forma actual. "Este es sólo el comienzo", dijo Edouard Philippe al presentar las enmiendas al Código de Trabajo.
Impulsado por el apoyo de los sindicatos a sus decretos pero también presionado por una impopularidad que crece día a día, el gobierno quiere atacar este mes el seguro al desempleo, la formación laboral, las ayudas a la vivienda y el seguro médico, esto antes de abordar las pensiones. La lista no es exhaustiva; el Medef (Asociación de Empleadores de Francia) ya ha indicado que quiere romper el SMIC (salario mínimo). El método, ya utilizado contra el Código de Trabajo, sigue siendo el mismo: una estrecha colaboración con los sindicatos para imponer medidas de austeridad.
Bajo el pretexto de aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores, el gobierno quiere eliminar las cotizaciones al desempleo y reemplazarlas por un aumento menor de un impuesto separado pagado por la población, no por los empleadores. El objetivo final es eliminar el sistema de seguro al desempleo y eximir a los empleadores de cualquier responsabilidad financiera.
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sábado, 31 de diciembre de 2016
El envejecimiento no hace al Estado del bienestar insostenible
Vicenç Navarro, Público
Uno de los argumentos utilizados con mayor frecuencia por aquellos autores que señalan que el Estado del Bienestar no es sostenible es subrayar que el envejecimiento de la población hará crecer el gasto público social (en sanidad, por ejemplo) a niveles insostenibles. A primera vista, parecería lógico asumir que a mayor número de ancianos y a mayor esperanza de vida, mayor será el gasto sanitario público, pues se asume que los ancianos consumen más y más recursos sanitarios, muchos más que los otros grupos etarios. Y de esta lectura de la realidad se concluye que en el futuro será imposible sostener el Estado del Bienestar.
Seguro que usted, lector, habrá escuchado o leído estos argumentos miles de veces. Los datos, sin embargo, reflejan una realidad mucho más compleja que la asumida en este argumento. Veamos los datos y vayamos por partes, centrándonos en aquella parte del argumento que asume que el alargamiento de la esperanza de vida (es decir, del número de años de promedio que una persona vivirá) creará un grave problema económico. Y lo primero que hay que aclarar es que, por regla general, se asume erróneamente que si la esperanza de vida promedio de un país ha subido, por ejemplo, cuatro años, ello quiere decir que los ancianos viven cuatro años más. Ello no es cierto. La esperanza de vida de un país puede haberse alargado cuatro años y, sin embargo, la de los ancianos puede haber aumentado solo un año. Debido a este error, se están exagerando los años extra de vida que los ancianos experimentan hoy.
Uno de los argumentos utilizados con mayor frecuencia por aquellos autores que señalan que el Estado del Bienestar no es sostenible es subrayar que el envejecimiento de la población hará crecer el gasto público social (en sanidad, por ejemplo) a niveles insostenibles. A primera vista, parecería lógico asumir que a mayor número de ancianos y a mayor esperanza de vida, mayor será el gasto sanitario público, pues se asume que los ancianos consumen más y más recursos sanitarios, muchos más que los otros grupos etarios. Y de esta lectura de la realidad se concluye que en el futuro será imposible sostener el Estado del Bienestar.
Seguro que usted, lector, habrá escuchado o leído estos argumentos miles de veces. Los datos, sin embargo, reflejan una realidad mucho más compleja que la asumida en este argumento. Veamos los datos y vayamos por partes, centrándonos en aquella parte del argumento que asume que el alargamiento de la esperanza de vida (es decir, del número de años de promedio que una persona vivirá) creará un grave problema económico. Y lo primero que hay que aclarar es que, por regla general, se asume erróneamente que si la esperanza de vida promedio de un país ha subido, por ejemplo, cuatro años, ello quiere decir que los ancianos viven cuatro años más. Ello no es cierto. La esperanza de vida de un país puede haberse alargado cuatro años y, sin embargo, la de los ancianos puede haber aumentado solo un año. Debido a este error, se están exagerando los años extra de vida que los ancianos experimentan hoy.
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domingo, 11 de diciembre de 2016
Las consecuencias del machismo: el subdesarrollo del cuarto pilar del Estado del Bienestar
Vicenç Navarro, Público
España es uno de los países de la Unión Europea de los Quince (UE-15) que tiene un menor gasto público social por habitante. Y ello no se debe a que sea un país pobre (no lo es, pues ya antes de la crisis su PIB per cápita era el 94% del PIB per cápita del promedio de la UE-15, el grupo de países de la UE que tienen mayor riqueza en la UE), sino al gran dominio que las fuerzas conservadoras y liberales han tenido y continúan teniendo sobre el Estado español. En realidad, el gasto público social (que incluye transferencias y servicios públicos, como sanidad, educación o servicios sociales, entre otros) per cápita era solo el 74% del promedio de la UE-15. Si hubiera sido el 94%, el Estado del Bienestar se habría gastado 66.000 millones más de lo que se gastaba.
En otro trabajo (El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006) documenté cómo la raíz del subdesarrollo social de España se debe al enorme poder que la clase dominante de este país, es decir, los propietarios y gestores de sus mayores entidades financieras y económicas (y que derivan sus rentas de la propiedad del capital), y las clases medias de renta superior, han tenido y continúan teniendo en el desarrollo de las políticas fiscales (altamente regresivas) que determinan la pobreza de ingresos a las arcas de Estado. Poder de clase es el factor determinante de dicho retraso social de España.
España es uno de los países de la Unión Europea de los Quince (UE-15) que tiene un menor gasto público social por habitante. Y ello no se debe a que sea un país pobre (no lo es, pues ya antes de la crisis su PIB per cápita era el 94% del PIB per cápita del promedio de la UE-15, el grupo de países de la UE que tienen mayor riqueza en la UE), sino al gran dominio que las fuerzas conservadoras y liberales han tenido y continúan teniendo sobre el Estado español. En realidad, el gasto público social (que incluye transferencias y servicios públicos, como sanidad, educación o servicios sociales, entre otros) per cápita era solo el 74% del promedio de la UE-15. Si hubiera sido el 94%, el Estado del Bienestar se habría gastado 66.000 millones más de lo que se gastaba.
En otro trabajo (El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006) documenté cómo la raíz del subdesarrollo social de España se debe al enorme poder que la clase dominante de este país, es decir, los propietarios y gestores de sus mayores entidades financieras y económicas (y que derivan sus rentas de la propiedad del capital), y las clases medias de renta superior, han tenido y continúan teniendo en el desarrollo de las políticas fiscales (altamente regresivas) que determinan la pobreza de ingresos a las arcas de Estado. Poder de clase es el factor determinante de dicho retraso social de España.
lunes, 8 de agosto de 2016
¿Está el Estado del Bienestar muerto? Crítica a Yanis Varoufakis
Vicenç Navarro, Público
Siempre leo con gran interés los escritos de Yanis Varoufakis. Y frecuentemente cuelgo en mi blog sus entrevistas o conferencias que me llegan, tanto aquellas con las que estoy de acuerdo como aquellas con las que estoy en desacuerdo. Naturalmente que coincido con sus críticas a la Troika y al comportamiento del Eurogrupo (los ministros de Economía y Finanzas de los países de la Eurozona), y muy en especial en el caso griego, aunque en este último caso difiero respecto a algún componente de su crítica y de las conclusiones a las que llega en base a tal crítica, como consta en el artículo escrito hace ya casi un año en Público (“Crítica amistosa a Varoufakis y a sectores de las izquierdas sobre lo ocurrido en Grecia”, 19.10.15). Saludo también el establecimiento de un movimiento europeo que él ha fundado, y que ahora lidera, cuyo objetivo es la democratización de la gobernanza de Europa, gobernanza carente hoy de las más mínimas reglas de convivencia democrática, aunque ahí tenga yo también algunas diferencias con él. Tales diferencias alcanzan su máximo nivel cuando en una conferencia reciente, que detallaré más tarde en el artículo, ha hecho la acusación de que los Estado del Bienestar en los países capitalistas desarrollados están ya muertos, junto con los partidos socialdemócratas que los establecieron, proponiendo en su lugar que se establezca la Renta Básica Universal (RBU), de la que es uno de los máximos promotores. No hay duda de que la socialdemocracia en Europa está en declive. Pero asumir que el Estado del Bienestar está también muerto me parece un gran error. En ambas “muertes” Varoufakis atribuye tal situación a que los Estados-nación ya no pintan nada, pues han perdido toda soberanía. Y ahí está la raíz de nuestro desacuerdo.
Siempre leo con gran interés los escritos de Yanis Varoufakis. Y frecuentemente cuelgo en mi blog sus entrevistas o conferencias que me llegan, tanto aquellas con las que estoy de acuerdo como aquellas con las que estoy en desacuerdo. Naturalmente que coincido con sus críticas a la Troika y al comportamiento del Eurogrupo (los ministros de Economía y Finanzas de los países de la Eurozona), y muy en especial en el caso griego, aunque en este último caso difiero respecto a algún componente de su crítica y de las conclusiones a las que llega en base a tal crítica, como consta en el artículo escrito hace ya casi un año en Público (“Crítica amistosa a Varoufakis y a sectores de las izquierdas sobre lo ocurrido en Grecia”, 19.10.15). Saludo también el establecimiento de un movimiento europeo que él ha fundado, y que ahora lidera, cuyo objetivo es la democratización de la gobernanza de Europa, gobernanza carente hoy de las más mínimas reglas de convivencia democrática, aunque ahí tenga yo también algunas diferencias con él. Tales diferencias alcanzan su máximo nivel cuando en una conferencia reciente, que detallaré más tarde en el artículo, ha hecho la acusación de que los Estado del Bienestar en los países capitalistas desarrollados están ya muertos, junto con los partidos socialdemócratas que los establecieron, proponiendo en su lugar que se establezca la Renta Básica Universal (RBU), de la que es uno de los máximos promotores. No hay duda de que la socialdemocracia en Europa está en declive. Pero asumir que el Estado del Bienestar está también muerto me parece un gran error. En ambas “muertes” Varoufakis atribuye tal situación a que los Estados-nación ya no pintan nada, pues han perdido toda soberanía. Y ahí está la raíz de nuestro desacuerdo.
¿Ha muerto el Estado-nación?
Creo que una de las raíces de este desacuerdo es su visión de los Estados-nación, a los que considera carentes de poder y capacidad de decisión, especialmente aquellos que forman parte de la Eurozona. Así, en un interesante libro publicado en 2016, Un plan para Europa, de Icaria Editorial (escrito conjuntamente con Gerardo Pisarello –una de las mentes más claras en el movimiento progresista catalán–, con cuyas tesis estoy totalmente de acuerdo), Varoufakis, en la parte del libro en la que expone sus tesis en forma de entrevista, indica que los Estados-nación han perdido toda su soberanía, habiéndose convertido en parte del problema en lugar de la solución. Así, señala que los gobiernos hoy “transmiten a los parlamentos lo que queda decidido a nivel del Eurogrupo (o de la Cámara Europea o del Consejo Europeo) y los parlamentos solo están para que se les ordene lo que deben hacer” (p. 66).
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lunes, 1 de diciembre de 2014
Amartya Sen: La elección social y el bienestar social
Los seres humanos siempre han vivido en grupos, y la vida del individuo ha dependido, invariablemente, de decisiones grupales. Pero estas plantean serios desafíos, habida cuenta de que los intereses y las inquietudes de los miembros del grupo son dispares. ¿Cómo deberían tomarse las decisiones colectivas?
Un dictador podría tratar de controlar cada aspecto de las vidas de la gente, ignorando las preferencias de todos excepto él mismo. Pero lograr semejante poder no es fácil. Y sobre todo, cualquier forma de dictadura se revela enseguida como un modo terrible de gobernar una sociedad.
lunes, 22 de septiembre de 2014
El triunfo cultural del neoliberalismo
Marcos Roitman, Attac
El neoliberalismo echa raíces. Durante los años setenta del siglo pasado, las tendencias del capitalismo dieron un vuelco de 180 grados. Los principios que regían las relaciones entre las clases sociales, los mecanismos de consenso y las maneras de enfrentar los conflictos y crisis entre capital y trabajo se fueron al traste. De la noche a la mañana, la propuesta keynesiana de posguerra -que unía democracia, desarrollo e integración social- fue cuestionada. La movilidad social ascendente se transformó en un nuevo proceso de pauperización. Las desigualdades -otrora combatidas como lacras del subdesarrollo- fueron reivindicadas, en los países de capitalismo central, como motor de la competitividad. Una nueva teoría de la justicia, fundada en la competencia y anclada en la igualdad de oportunidades para fracasar o triunfar, sirvió como pretexto para declarar la supremacía del liberalismo político y reivindicar una reforma del Estado del bienestar que pusiese las bases de un orden social despolitizado, descentralizado y desregulado.
El neoliberalismo echa raíces. Durante los años setenta del siglo pasado, las tendencias del capitalismo dieron un vuelco de 180 grados. Los principios que regían las relaciones entre las clases sociales, los mecanismos de consenso y las maneras de enfrentar los conflictos y crisis entre capital y trabajo se fueron al traste. De la noche a la mañana, la propuesta keynesiana de posguerra -que unía democracia, desarrollo e integración social- fue cuestionada. La movilidad social ascendente se transformó en un nuevo proceso de pauperización. Las desigualdades -otrora combatidas como lacras del subdesarrollo- fueron reivindicadas, en los países de capitalismo central, como motor de la competitividad. Una nueva teoría de la justicia, fundada en la competencia y anclada en la igualdad de oportunidades para fracasar o triunfar, sirvió como pretexto para declarar la supremacía del liberalismo político y reivindicar una reforma del Estado del bienestar que pusiese las bases de un orden social despolitizado, descentralizado y desregulado.
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domingo, 6 de octubre de 2013
Seis falacias sobre el Estado
Bernardo Kliksberg, Página 12
El debate sobre el rol del Estado es central en la disputa de modelos económicos a nivel mundial y latinoamericano.
Está contaminado por falacias que son presentadas como hechos.
Las políticas de austeridad están desmontando Estados en Europa. Como si despedir masivamente empleados públicos, reducirles los sueldos, bajar drásticamente las inversiones en salud y educación, privatizar los servicios públicos básicos, dejar sin protección social a los sectores más vulnerables no tuvieran consecuencias. Las tienen. Según Oxfam, ya hay más de 120 millones de pobres.
El Estado fue el que impidió que la economía de EE.UU. pasara de la recesión a la depresión en la gran crisis del 2008/2009. Los planes de estímulo públicos fueron decisivos.
El debate sobre el rol del Estado es central en la disputa de modelos económicos a nivel mundial y latinoamericano.
Está contaminado por falacias que son presentadas como hechos.
I. Se puede prescindir del Estado
El Estado deseable es el “mínimo”, enfatizan las usinas de pensamiento ortodoxas.Las políticas de austeridad están desmontando Estados en Europa. Como si despedir masivamente empleados públicos, reducirles los sueldos, bajar drásticamente las inversiones en salud y educación, privatizar los servicios públicos básicos, dejar sin protección social a los sectores más vulnerables no tuvieran consecuencias. Las tienen. Según Oxfam, ya hay más de 120 millones de pobres.
El Estado fue el que impidió que la economía de EE.UU. pasara de la recesión a la depresión en la gran crisis del 2008/2009. Los planes de estímulo públicos fueron decisivos.
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jueves, 3 de enero de 2013
La victoria de Margaret Thatcher sobre el Estado del Bienestar 30 años después
Ángels Martínez Castells, Attac
Podíamos leer en The Guardian ayer que Margaret Thatcher y su canciller Sir Geoffrey Howe estaban detrás de un plan políticamente tóxico en 1982 para desmantelar el estado del bienestar. La “transparencia” a la que obliga que 30 años después se publiquen los documentos oficiales revela en primera página las raíces ideológicas y la matriz neoliberal de los ataques a la dependencia, a los servicios públicos, a la ciudadanía y a los derechos humanos. El tema es tan importante que The Guardian le dedicó ayer un editorial jugando con la historia. Dice:
Podíamos leer en The Guardian ayer que Margaret Thatcher y su canciller Sir Geoffrey Howe estaban detrás de un plan políticamente tóxico en 1982 para desmantelar el estado del bienestar. La “transparencia” a la que obliga que 30 años después se publiquen los documentos oficiales revela en primera página las raíces ideológicas y la matriz neoliberal de los ataques a la dependencia, a los servicios públicos, a la ciudadanía y a los derechos humanos. El tema es tan importante que The Guardian le dedicó ayer un editorial jugando con la historia. Dice:
“los tiempos son difíciles. El crecimiento económico está estancado. La factura de servicios públicos se ha disparado y sólo se prevé que seguirá creciendo mientras disminuyen los ingresos de la nación. (…) La conclusión: el país ya no puede permitirse el estado de bienestar”.Sólo que estas frases que nos parecen tan actuales (y tan exportables al discurso pepero en España) se formularon en 1982. Sin embargo, explican perfectamente (porque siguen el guión al pie de la letra) las rapiñas de Ignacio González, Mariano Rajoy o Artur Mas, y sus repetidas justificaciones (no por ello menos mendaces ni rastreras). Por ejemplo, el documento base del Gabinete de Thatcher aseguraba que la asistencia social debía enmarcarse en un contexto de “eficiencia y economía, y siempre en una cuestión de precio y nunca de valor“. ¿Les suena, verdad?
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martes, 13 de noviembre de 2012
La globalización y el desmantelamiento del Estado de Bienestar
La globalización y el proceso de financiarización ha forzado a los países a desmantelar los contratos sociales y el Estado de Bienestar, reduciendo salarios y empeorando las condiciones laborales que han aumentado la desigualdad... Todo se ha sostenido con una burbuja global de crédito que ha llegado a su fin...
Rudiger von Arnim, Rebelión
Hace cuatro años el colapso de Lehman Brothers marcó el inicio de la Gran Recesión. El mundo todavía se está recuperando de las consecuencias de esta crisis financiera que todo lo abarca. ¿Cuáles fueron las causas de la crisis? Mucho se ha dicho sobre los instrumentos derivados, el fracaso de las regulaciones y la codicia. Estos elementos importan, pero aquí me gustaría ofrecer una explicación más simple y más profunda: la globalización fuerza a los países a vaciar sus contratos sociales. La reducción de los salarios reales promete ganancias a través de la inversión y las exportaciones, pero en última instancia socava el crecimiento en todas partes. Si los salarios reales no sostienen el crecimiento a nivel mundial, ¿qué puede hacerlo? La respuesta es que una burbuja global del crédito –desde California y Florida hasta España e Irlanda– podía hacerlo, hasta que no pudo más. Las tendencias subyacentes finalmente te alcanzan: si los salarios reales no se mantienen en sintonía con el crecimiento de la productividad, la participación de los trabajadores en el ingreso total baja. La burbuja global del crédito se suele manifestar a nivel local, por ejemplo, como un boom inmobiliario en Miami o en la costa mediterránea de España, pero es propulsado por un mercado financiero global liberalizado. Así, podemos identificar tres factores dominantes pero interdependientes en esta historia: la aceleración de la globalización, el aumento de la desigualdad y la financiarización.
Rudiger von Arnim, Rebelión
Hace cuatro años el colapso de Lehman Brothers marcó el inicio de la Gran Recesión. El mundo todavía se está recuperando de las consecuencias de esta crisis financiera que todo lo abarca. ¿Cuáles fueron las causas de la crisis? Mucho se ha dicho sobre los instrumentos derivados, el fracaso de las regulaciones y la codicia. Estos elementos importan, pero aquí me gustaría ofrecer una explicación más simple y más profunda: la globalización fuerza a los países a vaciar sus contratos sociales. La reducción de los salarios reales promete ganancias a través de la inversión y las exportaciones, pero en última instancia socava el crecimiento en todas partes. Si los salarios reales no sostienen el crecimiento a nivel mundial, ¿qué puede hacerlo? La respuesta es que una burbuja global del crédito –desde California y Florida hasta España e Irlanda– podía hacerlo, hasta que no pudo más. Las tendencias subyacentes finalmente te alcanzan: si los salarios reales no se mantienen en sintonía con el crecimiento de la productividad, la participación de los trabajadores en el ingreso total baja. La burbuja global del crédito se suele manifestar a nivel local, por ejemplo, como un boom inmobiliario en Miami o en la costa mediterránea de España, pero es propulsado por un mercado financiero global liberalizado. Así, podemos identificar tres factores dominantes pero interdependientes en esta historia: la aceleración de la globalización, el aumento de la desigualdad y la financiarización.
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lunes, 9 de julio de 2012
El estado de bienestar occidental: su aparición y la desaparición del bloque soviético
James Petras, Rebelión
Uno de los rasgos socioeconómicos más asombrosos de las dos últimas décadas es la inversión del signo de la legislación sobre bienestar de la segunda mitad del siglo pasado en Europa y Norteamérica. Los recortes sin precedentes en servicios sociales, indemnizaciones por despido, empleo público, pensiones, programas sanitarios, estipendios formativos, periodos vacacionales y seguridad laboral vienen acompañados por el incremento de los gastos de la educación, la fiscalidad regresiva y la edad de jubilación, así como por el aumento de las desigualdades, la inseguridad laboral y la aceleración del ritmo en los centros de trabajo.
La desaparición del «Estado de bienestar» echa por tierra la idea expuesta por los economistas ortodoxos, que sostenían que la «maduración» del capitalismo, su «estado de desarrollo avanzado», su alta tecnología y la sofisticación de sus servicios vendrían acompañadas de mayor bienestar y niveles de vida más altos. Aunque es cierto que «servicios y tecnología» se han multiplicado, el sector económico se ha polarizado aún más entre los empleados minoristas mal remunerados y los agentes de bolsa y financieros muy ricos. La informatización de la economía ha desembocado en la contabilidad electrónica, los controles de costes y los movimientos acelerados de fondos especulativos en busca del máximo beneficio, mientras que, al mismo tiempo, han sido preludio de reducciones presupuestarias brutales en los gastos sociales.
Uno de los rasgos socioeconómicos más asombrosos de las dos últimas décadas es la inversión del signo de la legislación sobre bienestar de la segunda mitad del siglo pasado en Europa y Norteamérica. Los recortes sin precedentes en servicios sociales, indemnizaciones por despido, empleo público, pensiones, programas sanitarios, estipendios formativos, periodos vacacionales y seguridad laboral vienen acompañados por el incremento de los gastos de la educación, la fiscalidad regresiva y la edad de jubilación, así como por el aumento de las desigualdades, la inseguridad laboral y la aceleración del ritmo en los centros de trabajo.
La desaparición del «Estado de bienestar» echa por tierra la idea expuesta por los economistas ortodoxos, que sostenían que la «maduración» del capitalismo, su «estado de desarrollo avanzado», su alta tecnología y la sofisticación de sus servicios vendrían acompañadas de mayor bienestar y niveles de vida más altos. Aunque es cierto que «servicios y tecnología» se han multiplicado, el sector económico se ha polarizado aún más entre los empleados minoristas mal remunerados y los agentes de bolsa y financieros muy ricos. La informatización de la economía ha desembocado en la contabilidad electrónica, los controles de costes y los movimientos acelerados de fondos especulativos en busca del máximo beneficio, mientras que, al mismo tiempo, han sido preludio de reducciones presupuestarias brutales en los gastos sociales.
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