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jueves, 21 de noviembre de 2024

Nihilismo fase suprema del servilismo


Fulvio Bellini, Futura Società

Premisa: no hay buenos presidentes estadounidenses

En este artículo no haremos un análisis de las elecciones americanas ganadas por Donald Trump similar a los que se están publicando copiosamente en los últimos días, lo haremos desde un punto de vista particular, el de eminentes exponentes de la izquierda neoliberal italiana. A pesar de las predicciones y las encuestas, para aquellos que aún no han comprendido que son sólo herramientas de propaganda y que hacen de todo excepto detectar tendencias reales de votación, Trump triunfó literalmente sobre Kamala Harris, que en cambio tenía una ligera ventaja hasta la víspera de las elecciones. En este artículo no nos pondremos del lado de Donald Trump quien, simplificando demasiado porque el comportamiento de los tres polos elitistas estadounidenses, bostonianos, texanos y californianos, no es el tema de este escrito, es un oligarca diestro que se representa a sí mismo, a sus círculo y otros oligarcas incluso más poderosos que él, y cualquier referencia a Elon Musk es puramente intencional.

Tampoco lamentaremos la sonora y merecida derrota de Kamala Harris, una marioneta de escasa calidad política que habría quedado en manos de otros oligarcas que viven en Wall Street, Nueva Inglaterra y los prestigiosos barrios judíos de Nueva York. Abusando de las categorías morales "bueno" y "malo" que tanto gustan a los propagandistas occidentales, con su doble rasero, y con la laxitud con la que adjuntan adjetivos de fascista y nazi o democrático y liberal al azar y en evidente contraste con la realidad, sólo debemos recordarnos que desde 1789, con el nombramiento de George Washington, ningún presidente estadounidense "bueno" ha sido elegido. Algunas observaciones sobre las elecciones presidenciales estadounidenses pueden resultar útiles para nuestro análisis. Donald Trump tiene el mérito de haber simplificado y clarificado lo que Estados Unidos es hoy: una plutocracia clara, donde un grupo de oligarcas mucho más poderosos y sin escrúpulos que sus infames colegas rusos pagan millones de dólares para poner a su representante en la Casa Blanca. A diferencia de Europa, donde la condición de provincias imperiales impide tener alternativas políticas al neoliberalismo y al atlantismo, de ahí el fenómeno del partido único evidente en muchos países de la UE, en la metrópoli imperial existen estrategias realmente diferentes y poderosos choques de intereses.

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