miércoles, 12 de noviembre de 2025

Nord Stream: el peligro de la justicia


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Los daños causados a los gasoductos Nordstream 1 y Nordstream 2 en aguas internacionales del mar Báltico son motivo de profunda preocupación”, afirmaba el breve comunicado publicado por la OTAN tras los sabotajes de gasoducto que unía Rusia y Alemania, para confirmar que “toda la información disponible hasta el momento indica que se trata del resultado de actos de sabotaje deliberados, imprudentes e irresponsables”. “Estas fugas están poniendo en peligro la navegación y causando daños medioambientales considerables” añadía adhiriéndose a una preocupación medioambiental que, como las ansias de investigar lo sucedido en septiembre de 2022, desapareció rápidamente en el momento en el que todas las pistas comenzaron a apuntar decisivamente a un aliado, Ucrania, y no al enemigo ruso. “Como aliados, nos hemos comprometido a prepararnos, disuadir y defendernos contra el uso coercitivo de la energía y otras tácticas híbridas por parte de actores estatales y no estatales. Cualquier ataque deliberado contra la infraestructura crítica de los aliados recibirá una respuesta unida y decidida”, concluía el comunicado que, teniendo en cuenta el desarrollo de la investigación y las reacciones políticas que han provocado los detalles que se han conocido, solo puede ser leído con ironía. La importancia de ese pasaje radica en la certeza de que los hechos habrían sido presentados como un acto de guerra o incluso un ataque no solo contra Alemania, sino contra el colectivo de países miembros de la OTAN -y de la Unión Europea- en caso de que hubiera podido probarse la participación del actor al que el continente europeo acusa de todos los actos de guerra híbrida, Rusia.

Sin embargo, ahora que todas las pistas apuntan a Kiev, medios como The Wall Street Journal, cuyos artículos han desvelado los principales detalles de cómo se realizó la operación, apuntan a la “investigación del Nord Stream” como factor “que está fracturando Europa en relación a Ucrania”. El artículo se centra, no en las noticias sobre los nuevos detalles conocidos por la investigación, sino en las dificultades que implica para los aliados europeos de Ucrania el hecho de que uno de los países afectados, Alemania, continúe investigando los hechos. Tras la buena noticia que se produjo hace unas semanas, cuando un tribunal optó por un uso claramente político de la justicia y dejó en libertad a una de las personas más importantes de la trama que hizo explotar el Nord Stream, Volodymyr Zhuravlev, el principal problema ahora mismo es la posibilidad real de que la justicia italiana opte por realizar su trabajo y extraditar al segundo detenido Serhiy Kuznetsov. “Un juez de Varsovia falló en contra de la extradición de Zhuravlev, alegando que, si los ucranianos estaban involucrados, dicho ataque se consideraría legítima defensa en una «guerra sangrienta y genocida». En Italia, por el contrario, un tribunal de Bolonia aprobó el mes pasado la extradición de Serhiy Kuznetsov en una vista a puerta cerrada. Actualmente, está apelando por segunda vez contra dicha sentencia”, indica esta semana la BBC, que ha tenido acceso a una carta manuscrita con la que el acusado intenta realizar una campaña de relaciones públicas en su defensa a base de acusar a la justicia italiana. “Creen que esas restricciones”, afirma Kuznetsov en relación a la acusación de que Italia no está respetando su exigencia de dieta vegetariana, “pueden afectar mi posición y hacer que confiese. Pero esos esfuerzos son inútiles”. Uno de los argumentos de su defensa durante el primer juicio fue alegar inmunidad en virtud del derecho internacional a raíz de su condición de militar. Kuznetsov, según esta versión, simplemente habría seguido órdenes. El peligro es que la defensa de Eichmann no sea de utilidad ante la justicia italiana en un caso en el que Alemania busca la extradición del soldado ucraniano por un caso de sabotaje.

La continuación del caso, de por sí incómodo para el Gobierno alemán, lo sería aún más en caso de que pudiera celebrarse un juicio con la presencia de al menos uno de los culpables. Alemania, copropietaria del gasoducto y principal afectada por la voladura, se enfrenta a una crisis de relaciones públicas al tener que compaginar la defensa, al menos formal, de sus infraestructuras críticas con ser el principal proveedor europeo del país cuyos efectivos hicieron explotar el gasoducto. Esta postura solo puede sostenerse desde dos posiciones. La primera es adherirse a la postura polaca y báltica de alegar que el único problema del Nord Stream fue su existencia, no su destrucción. Esta visión reparte las culpas al 50% entre Vladimir Putin y Angela Merkel. Al final, todo se reduce al simplismo que explica el Nord Stream como un chantaje económico ruso diseñado como herramienta para mantener sometida a Alemania, por lo que es Merkel quien debe pedir perdón y dar explicaciones. El hecho de que la industria alemana se haya visto afectada por la pérdida del acceso a la energía barata rusa, algo que ahora se presenta como un lastre en lugar de un activo, es un detalle que no importa a Polonia ni a otros países europeos, que han visto en ello un aspecto positivo más.

La segunda opción para querer pasar por alto un ataque es ver las explosiones del Nord Stream como un daño colateral, incluso un mal menor, parte de una guerra común contra Rusia en la que ese vínculo directo con el enemigo era inaceptable. Las palabras de Friedrich Merz en una rueda de prensa junto a Volodymyr Zelensky el pasado mes de septiembre apuntan en esta dirección. “Seguiremos aumentando la presión sobre Rusia. Lo hacemos para debilitar la maquinaria bélica de Moscú, pero también lo hacemos para abrir el camino de las negociaciones. Para Alemania digo que, en este contexto, haremos todo lo posible para que el Nord Stream no vuelva a entrar en funcionamiento”, afirmó el canciller. La principal preocupación del Gobierno alemán en estos momentos es pasar página y olvidar que el Nord Stream existió.

Pese a los deseos del Gobierno de enterrar la cuestión en lo más profundo de la memoria colectiva y evitar tener que dar explicaciones sobre cómo puede apoyarse militarmente al país que le atacó, como escribe The Wall Street Journal, “durante tres años, un equipo de detectives de élite se ha reunido cada mañana de lunes a viernes alrededor de una pizarra blanca en la sede de la Policía Federal Alemana en Potsdam, cerca de Berlín. Ahora, su investigación sobre quién está detrás del mayor acto de sabotaje de la historia moderna —el atentado con bomba contra los gasoductos Nord Stream— amenaza con dividir el apoyo a Ucrania, el país al que consideran responsable”. La situación política alemana apunta a que la coyuntura solo puede tener un beneficiario. “En Alemania, el partido opositor AfD ha aprovechado la indignación pública por cómo los bombardeos han consolidado los altos precios de la energía sin que se vislumbre ningún alivio. Ahora está haciendo campaña para recortar la ayuda a Kiev, un pilar fundamental del apoyo occidental a Ucrania”, escribe el artículo señalando lo obvio.

“Inmediatamente después del ataque, muchos sospecharon que Moscú podría ser el responsable, pero las pruebas apuntan más bien a un complot llevado a cabo por ucranianos”, afirmaba hace unos días The Guardian con una redacción diseñada para distinguir la participación de ciudadanos de Ucrania de la implicación oficial del Estado, al menos de esa parte del Estado a la que está intentando mantener al margen. Porque si bien los Estados y medios europeos han abandonado la retórica de las primeras horas tras el atentado y se inclinan claramente por la versión de que el problema no fue la destrucción sino la construcción de los gasoductos, todos los esfuerzos ahora están dedicados a exculpar a Volodymyr Zelensky, aunque tenga que ser a costa de cargar las culpas sobre otra figura que se enalteció durante los primeros meses tras la invasión rusa. “La policía alemana, los fiscales y otras personas familiarizadas con los entresijos del caso desarrollaron lo que, según ellos, es una imagen clara de cómo una unidad militar de élite ucraniana llevó a cabo los ataques bajo la supervisión directa del entonces comandante supremo de Ucrania, el general Valeriy Zaluzhny”, afirma The Wall Street Journal. El discurso oficial se encamina a alegar la versión dada por este mismo medio, que describió la planificación del ataque como una idea surgida en una cena entre amigos, regada con grandes cantidades de vodka y en la que un particular se ofreció a financiar la operación. El hecho de que en un momento dado se diera el detalle de que la explosión debía coincidir con el cumpleaños del empresario apuntaría a Petro Poroshenko, cercano al entorno de Zaluzhny.

“El lento proceso de reconstrucción de la trama comenzó poco después de las explosiones en el Báltico. Mediante el rastreo de empresas de alquiler de embarcaciones, teléfonos y matrículas, el equipo de Potsdam sentó las bases para que las autoridades alemanas emitieran órdenes de detención contra tres soldados de la unidad militar especial ucraniana y cuatro buzos veteranos de aguas profundas”, añade The Wall Street Journal para aportar algunos detalles más de los hasta ahora conocidos sobre la investigación. “El objetivo de los saboteadores era reducir tanto los ingresos petroleros de Rusia como sus lazos económicos con Alemania”, afirma citando a sus fuentes y aportando un aspecto clave, la ruptura de relaciones económicas continentales, en el que coinciden Ucrania, país del que partió la trama, Polonia, que ha cubierto las espaldas de Kiev y colaborador necesario, y Estados Unidos, cuyo servicio secreto era consciente de que existía un plan para hacer explotar el Nord Stream y actuó para detenerlo, sin molestarse posteriormente en realizar el seguimiento para comprobar que así fuera. La duda razonable de si Zaluzhny podía intervenir sin el beneplácito de Zelensky ha de extenderse a si Ucrania podía realizar este tipo de operación sin la connivencia de Estados Unidos.

“La prueba decisiva provino de una foto granulada en blanco y negro tomada por un radar alemán. Mostraba el rostro de un buzo de aguas profundas ucraniano, a quien la policía identificó utilizando un software de reconocimiento facial disponible en el mercado. En cuestión de minutos, encontraron sus perfiles en las redes sociales y sitios web profesionales, con enlaces a otros sospechosos del caso. Pero no todo el mundo apreció sus esfuerzos”, explica The Wall Street Journal en referencia a Polonia, que advirtió a Ucrania de los hechos para que la embajada pudiera evacuar a los buceadores antes de ser detectados. A partir de ahí, con solo la fotografía de uno de ellos, Kuznetsov, en un pasaporte ucraniano legal aunque con nombre falso, “según la policía algo típico de las operaciones de los servicios especiales de Ucrania”, se trazó la pista hasta dar con el nombre real de la persona. “Durante una de las reuniones de las 9:30 a. m., el equipo de investigación dio con una posible solución después de que uno de ellos preguntara: “¿Dónde van los ucranianos de vacaciones?”. Quizás su sospechoso estaba viajando fuera de la Unión Europea. El equipo envió algunas sondas. Poco después, la policía fronteriza de un país amigo encontró una coincidencia. El hombre había viajado allí por negocios. Los detectives ahora tenían una copia de su pasaporte con su nombre real y fecha de nacimiento. Lo identificaron como Serhiiy K [Kuznetsov], un veterano de 46 años del servicio de seguridad SBU de Ucrania”, describe el medio para señalar cómo se descifró la identidad del sospechoso. Cuál es ese tercer país amigo es una de las grandes cuestiones actualmente.

Curiosa también es la forma en la que la policía alemana logró la detención de Kuznetsov, cuya entrada a la Unión Europea fue detectada por la alerta silenciosa en Polonia. “A continuación, lo rastrearon hasta la República Checa y luego hasta Italia, utilizando datos de un sistema de peaje de carretera y las reservas de hotel de su esposa realizadas en una página web de viajes online. La policía italiana Carabinieri lo detuvo después de que se registrara en un complejo turístico de bungalós en la ciudad medieval de San Clemente”. Teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos en Polonia, donde Zhuravlev ha sido puesto en libertad y tratado como un héroe, y en Italia, donde la extradición es un escenario factible, no parece casualidad que las autoridades policiales alemanas se apoyaran en las italianas y no en las polacas para obtener la detención de Kuznetsov. Como recuerda The Wall Street Journal, “su abogado argumentó que Serhiy es inocente, pero que quienquiera que haya volado Nord Stream actuó como parte de una operación militar en defensa de Ucrania y, por lo tanto, es inmune al enjuiciamiento”. Atacar a un aliado está justificado en el contexto de la guerra.

“Según han sugerido altos funcionarios, las repercusiones diplomáticas de los atentados podrían haber sido más fáciles de manejar para Alemania si los detectives no hubieran construido de manera tan eficaz un caso contra Ucrania”, sentencia The Wall Street Journal. No hay nada como el olvido y la ceguera voluntaria para evitar castigar al culpable. Aunque sea a costa de los intereses nacionales.



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