Jorge Rodríguez Rodríguez *, Público
Donald Trump presentó su plan de "paz" para Gaza y el mundo ya puede respirar tranquilo. "La guerra ha terminado", declaró. La vida seguirá su curso. Gaza vive bajo un enorme escombro perpetuo, Cisjordania sigue ocupada y Netanyahu en el poder. Pero la guerra acabó.
Los 20 puntos del "plan Trump" constituyen una hoja de ruta que delimita perfectamente, no solo el crudo futuro que le espera a una Palestina (veremos si la conoceremos como un Estado con soberanía efectiva en algún momento) sino, mirando la escena a cierta distancia, el conjunto del ordenamiento internacional. ¿A qué se debe esta afirmación? Sencillo. A la ausencia de cualquier medida orientada a la rendición de cuentas de todos aquellos que participaron en la perpetración de crímenes internacionales. Expliquemos por qué esta ausencia es importante.
En primer lugar, Estados Unidos tiene una cadencia especial para utilizar el apelativo "paz" en situaciones que a todas luces no representan tal significante. Sin ir más lejos, ya en 2020, bajo el primer mandato de Trump, al acuerdo firmado con los talibanes con el que Estados Unidos certificaba su salida de Afganistán, una vez que aquellos tomaron de nuevo el poder por la fuerza, lo llamaron también "acuerdo de paz". Poco hace falta añadir viendo el estado actual de país. De paz, nada.