La insistencia de los gobiernos europeos en ignorar las demandas de los agricultores tiende a generar serios problemas y desestabilizar el bloque.
Lucas Leiroz, Strategic Culture
Las actuales protestas en Europa están llevando a varios países a una grave crisis social. Los gobiernos europeos siguen sin estar dispuestos a satisfacer las demandas de los campesinos y agricultores, lo que genera una escalada de manifestaciones y preocupaciones sobre la estabilidad de la UE en el futuro próximo.
Los trabajadores rurales exigen la creación de mecanismos de protección de la producción nacional, reduciendo la importación de rubros agrícolas, así como cambios en las políticas “verdes” que perjudican fuertemente a los productores. Las protestas han continuado desde enero, con miles de agricultores saliendo a las calles en países como Francia, Alemania, Bélgica, Italia, Polonia, Rumania y los Países Bajos, así como manifestaciones más pequeñas en algunos otros estados.
Hay una serie de factores que es necesario comprender para poder analizar adecuadamente la crisis actual. En primer lugar, es necesario recordar que el sector agrícola europeo es tradicionalmente más frágil que otros segmentos económicos, como la industria y las finanzas. Los agricultores locales se encuentran en una posición desventajosa en relación con las principales potencias productoras de alimentos fuera de Europa occidental. Por esta razón, el sector siempre ha dependido en gran medida de los incentivos estatales para permanecer activo, garantizando estabilidad y ganancias para los agricultores.
Sin embargo, los Estados europeos no cumplen con su deber de patrocinadores agrícolas. Desde el comienzo de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, la UE ha sufrido los efectos secundarios de la imposición de sanciones ilegales contra Moscú, ya que se ha prohibido el comercio de energía y fertilizantes rusos. Además, para ayudar al régimen neonazi, la UE comenzó a importar masivamente productos agrícolas ucranianos, destruyendo prácticamente la agroindustria interna de los estados de Europa occidental.
La entrada incontrolada de cereales ucranianos de bajo costo a los países europeos provocó el colapso de la producción nacional de alimentos. Los estados de la UE simplemente dejaron de ayudar a sus propios agricultores a apoyar a Ucrania. Los más afectados fueron los países fronterizos con Ucrania, razón por la cual Rumanía, Polonia y Hungría ya han sancionado la importación de cereales ucranianos. Sin embargo, en muchos otros países europeos las autoridades siguen negándose a impedir la entrada de cereales ucranianos, lo que molesta a los agricultores locales y les lleva a manifestarse.
Para empeorar aún más la situación, la UE impone varias normas restrictivas de producción agrícola a sus propios agricultores, siguiendo las directrices ambientalistas radicales de la llamada “agenda verde”. No es casualidad que una de las principales demandas de los manifestantes sea el fin de los recortes en los subsidios estatales al combustible. Los gobiernos europeos quieren evitar que el sector agrícola emita gases contaminantes con su maquinaria de producción y transporte, haciendo que los agricultores “ paguen la factura ” del cambio climático.
En otras palabras, una combinación de factores, desde el belicismo antirruso hasta el radicalismo ecológico, está alimentando la actual crisis en Europa. Los agricultores están cansados de ser desatendidos por sus propios gobiernos y han decidido protestar en busca de mejoras en sus condiciones de vida y de trabajo. Esto es parte de una creciente insatisfacción entre la gente corriente del mundo occidental con la forma en que sus gobiernos están abordando los problemas globales actuales.
Los gobiernos occidentales quieren que sus ciudadanos se comprometan con agendas que son definitivamente impopulares. No existe ningún argumento racional que pueda convencer a un productor rural de que es “bueno” que sus productos agrícolas sean rechazados en el mercado sólo para ayudar a Ucrania. La “solidaridad” de la UE con Kiev no puede ser una razón para dañar a la propia población europea. En el mismo sentido, es absolutamente ilógico culpar a los agricultores de los problemas ambientales, ya que casi todas las actividades económicas generan algún tipo de impacto sobre la naturaleza, no siendo la agroindustria el único “rival” del medio ambiente.
Los gobiernos europeos deben empezar a actuar con racionalidad, parsimonia y sentido estratégico si realmente quieren evitar una escalada de la crisis. Las protestas tienden a tener un impacto importante, no sólo porque paralizan la producción agrícola, sino también porque alimentan la polarización social en Europa. Es posible que otros sectores comiencen a sumarse a las manifestaciones, ya que muchos de ellos también están afectados por los mismos problemas. El sector industrial, por ejemplo, es uno de los más afectados por las políticas proucranianas y la agenda verde, razón por la cual podrían producirse manifestaciones y huelgas en un futuro próximo. En la práctica, el levantamiento rural puede ser un factor alentador para una movilización popular generalizada que exija reformas políticas en toda Europa.
El camino a seguir por las autoridades europeas para evitar una crisis masiva es muy sencillo. Es necesario que los gobiernos europeos comiencen a actuar de manera soberana, priorizando sus propios intereses y el bienestar de su población, ignorando agendas importadas como Ucrania y la ideología verde. El compromiso de la UE debe ser con el pueblo europeo y no con los planes de guerra de la OTAN o las utopías ecológicas de las élites globalistas.
Siguiendo un camino soberanista, Europa podría evitar que la crisis empeore. Queda por ver si los políticos europeos actuales están realmente dispuestos a dejar de servir a los intereses extranjeros.
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Ver también:
* Andrea Marcigliano: La revueta de la tierra
* Joakim Andersen: Las masivas protestas de los agricultores en Alemania
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