El alto al fuego en Gaza es una pausa estratégica para luego reanudar la guerra fallida, y dar tiempo al ejército israelí de reponerse.
Robert Inlakesh, Al Mayadeen
El acuerdo de alto al fuego, conformado apresuradamente en Gaza, se diseñó menos para brindar un alivio genuino que para probar nuevas estrategias destinadas a desmantelar la Resistencia Palestina, a la vez que se otorgaba al ejército sionista una pausa muy necesaria. La vaguedad del plan no hace más que subrayar esta realidad, y sin embargo, la autodenominada comunidad internacional, vergonzosamente, opta por aceptarlo.
La reciente resolución 2803 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es prácticamente una luz verde para una operación internacional de cambio de régimen liderada por Estados Unidos, que busca implicar a una fuerza militar multinacional en el genocidio de Gaza como un intento desesperado de acabar con la resistencia palestina para los israelíes. La única razón por la que se intenta tal solución es el fracaso de la entidad sionista.
Desde el principio, tras la operación liderada por Hamas el 7 de octubre de 2023, los israelíes dejaron claro que su intención era el genocidio. Su reputación y los pilares sobre los que se construyó el régimen se vieron sacudidos. De repente, parecía que una solución militar a la entidad ocupante estaba al alcance. Así que, desesperados, aceleraron sus objetivos y llegaron a la conclusión natural de lo que un proyecto colonial de asentamiento busca lograr: la aniquilación total de la población palestina.



















