miércoles, 23 de julio de 2025

"Punto de no retorno"

Zelensky y Zaluzhny en Kyev, febrero 2024

Nahia Sanzo, Slavyangrad

El pasado fin de semana, el legendario periodista de investigación Seymour Hersh, que alcanzó la cumbre desvelando la masacre estadounidense de civiles vietnamitas en la localidad de Mi Lai, publicaba un nuevo artículo sobre Ucrania en el que sugería que Estados Unidos considera amortizado a Zelensky y busca reemplazarlo por Valery Zaluzhny. El actual embajador de Ucrania en el Reino Unido sigue siendo la figura más popular según las encuestas de intención de voto pese a que está siendo crecientemente criticado por ver la guerra en la distancia, por su papel en la desastrosa contraofensiva terrestre de 2023, que finalmente le costó el puesto, y por imágenes como un post en las redes sociales en el que destacaba su sufrimiento con una imagen de sí mismo corriendo en el gimnasio, mientras los soldados mueren en las trincheras. La oleada de apoyo al heroico presidente vestido de verde, que era recibido por multitudes en todo el mundo, decayó con el debilitamiento de la situación de Ucrania en el frente y el cansancio que han supuesto en la población las condiciones económicas de la guerra, en la que la prioridad sigue siendo adquirir más armas y movilizar, aunque sea por la fuerza, a más hombres. Pero el desgaste de la figura del presidente, cuya popularidad solo se recuperó temporalmente tras la humillación en el Despacho Oval, ya que no hay nada que una como la sensación de agresión, nunca ha recuperado el terreno perdido en intención de voto frente a Zaluzhny.

El artículo de Hersh, demasiado contundente teniendo en cuenta las circunstancias, se produce en un momento en el que, pese a la certeza de que sus fuentes en la cuestión ucraniana han sido cuestionables en el pasado -Hersh llegó a decir que Polonia, uno de los países más beligerantes y antirrusos de Europa, exigía a Ucrania que pactara con Rusia un alto el fuego-, la credibilidad del periodista vuelve a estar en alza. El ataque de Estados Unidos contra Irán ocurrió exactamente tal y como el periodista había escrito apenas unas horas antes, muestra de que cuenta con fuentes fiables en el entorno del actual equipo de Gobierno de la Casa Blanca. Contra el argumento de Hersh del cansancio estadounidense y la voluntad de deshacerse de su principal interlocutor en Ucrania está el evidente cambio de actitud de Donald Trump hacia su persona. El presidente de Estados Unidos ha pasado de criticar abiertamente a su homólogo ucraniano, al que sometió a un escarnio público retransmitido en directo por televisiones de todo el mundo a afirmar que es un buen presidente, el mejor que Ucrania podría tener en las actuales condiciones. El ultimátum de Trump no está ya dirigido a Ucrania, sino a Rusia y la voluntad de Estados Unidos está lejos de desentenderse de la cuestión ucraniana y ha quedado claro que, previo pago de los países europeos de la OTAN, la Casa Blanca está dispuesta a implicarse aún más a base de aumentar el flujo de asistencia militar para continuar luchando en el frente. De ahí que las noticias sobre el intento de sustituir al presidente suenen, cuando menos, exageradas.

El artículo de Hersh coincide con la crisis de Gobierno forzada por Zelensky y su equipo para sustituir al primer ministro Shmygal por Yulia Svyrydenko, cuya relación con Estados Unidos es notablemente más cercana que la de su predecesor y también que la de su exjefe en la Oficina del Presidente, Andriy Ermak. Shmygal no ha sido apartado, sino nombrado ministro de Defensa, un puesto de gestión de uno de los aspectos más importantes para Ucrania, el flujo de armas, pero menos político que el de presidente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, en manos ahora de otro leal a Zelensky, el exministro Rustem Umerov, que también encabeza la delegación ucraniana en las conversaciones con Rusia (Umerov estará hoy mismo en la tercera ronda de diálogo directo entre Rusia y Ucrania). Los cambios de Gobierno buscaban dos objetivos claros: favorecer la relación económico-militar con Estados Unidos y cerrar filas concentrando el poder en el círculo más cercano a Zelensky y Ermak. El intento del actual liderazgo de controlar al máximo el poder, algo que no solo se extiende al poder ejecutivo sino también al legislativo, puede entenderse como un signo de fortaleza ante la ausencia de una oposición capaz de prevenir las tendencias dictatoriales de Zelensky o, al contrario, como la muestra del intento de mantener el control frente a la posibilidad de debilidad interna o pérdida de apoyos externos.

El cuestionamiento de Zelensky como líder indiscutible en estos momentos, en los que pese a las críticas no se habla siquiera de la posibilidad de celebrar elecciones, idea que el trumpismo planteó inicialmente pero que ha caído en el olvido, no se produce solo en los artículos de Seymour Hersh, sino que son varios los ejemplos recientes de artículos de que denuncian la deriva autoritaria del actual Gobierno. “Volodymyr Zelensky acusado de un declive autoritario tras las redadas anticorrupción. Políticos, activistas y diplomáticos acusan al líder ucraniano de favorecer a los leales y usar poderes de guerra contra sus críticos”, escribe este mes, por ejemplo, Financial Times. A esta cobertura negativa en los medios occidentales hay que añadir los críticos artículos contra Andriy Ermak, mano derecha de Zelensky.

Las acusaciones no se limitan a los medios occidentales, sino que se extienden a una parte de los medios ucranianos, concretamente aquella más vinculada al discurso occidental y medios liberales que han dependido a lo largo de la última década de fondos provenientes de Estados Unidos y que en varios casos han apelado a las donaciones para compensar la pérdida de financiación de USAID cuando fue anunciada por Marco Rubio.

“Mientras libra una guerra por su supervivencia contra Rusia, Ucrania no debe convertirse en su vecino autoritario”, acusaba el 14 de julio el editorial de The Kyiv Independent, utilizando siempre cualquier parecido con Rusia como el mayor de los insultos. “Como principal medio de comunicación independiente en lengua inglesa de Ucrania”, continuaba, “tenemos el deber de reconocer y denunciar esta amenaza. Una serie de acontecimientos recientes indican que los dirigentes ucranianos están eludiendo cada vez más las instituciones democráticas y saboteando el Estado de derecho. El más destacado de estos acontecimientos es la investigación penal contra el activista anticorrupción más conocido de Ucrania, Vitaliy Shabunin”.

En la misma línea, Ukrainska Pravda, el medio liberal prooccidental por excelencia, publicaba la misma semana que “Ucrania debe seguir siendo una democracia, incluso durante la guerra. De lo contrario, corremos el riesgo de perder no solo territorio, sino también nuestra identidad y el propósito mismo de nuestra lucha común durante todos estos años: construir un país europeo, no convertirnos en una sombra de Rusia o Bielorrusia”. El argumento utilizado para llegar a la conclusión común también es el mismo, la disputa entre el Gobierno y NABU, la agencia anticorrupción gestada a instancias de los socios occidentales durante la etapa de Poroshenko.

“Mientras que el viceprimer ministro Oleksiy Chernishov, quien ha sido acusado oficialmente por NABU de causar pérdidas multimillonarias al estado, sigue en su cargo e incluso fue incluido como orador en la Conferencia de Reconstrucción de Ucrania en Roma, Vitaly Shabunin, un militar y voluntario desde los primeros días de la invasión a gran escala de Rusia, está siendo procesado. Y la forma en que se hace no deja lugar a dudas: Shabunin está siendo perseguido no por lo que está escrito en los cargos, sino por lo que hace profesionalmente”, escribe Ukrainska Pravda, que añade que “no negamos que todos los ciudadanos de Ucrania deban rendir cuentas ante la ley. Pero la justicia también se basa en el contexto, la coherencia y la igualdad ante la ley. El hecho de que uno de los principales sospechosos de la NABU permanezca en un cargo público, mientras que un activista anticorrupción y voluntario del ejército se convierte en blanco de descrédito público, no refleja el Estado de derecho. Señala una represión con motivaciones políticas”.

El enfrentamiento alcanzó su máximo esplendor ayer, cuando el equipo de Zelensky dio paso a una votación en la Rada Suprema, con mayoría absoluta de lo que queda de Servidor del Pueblo y purgada de cualquier oposición no nacionalista. Se había cruzado «el punto de no retorno», titulaba The Kyiv Independent ayer por la noche. «Un completo desastre. Esto solo alimentará a quienes en Europa creen que ayudar a Ucrania es inútil, por no mencionar toda la narrativa rusa de que los ucranianos simplemente roban la ayuda de Occidente para su enriquecimiento privado, una narrativa contra la que hemos luchado durante años», comentó, sin ocultar su desesperación y sus ulteriores motivos, el expresidente estonio Toomas Hendrik Ilves, habitual propagandista de esta guerra común contra Rusia.

“No es exagerado afirmar que la opinión pública ucraniana está en plena polémica tras la aprobación hoy por parte del Parlamento de una ley que básicamente desmantela las agencias anticorrupción independientes pocos días después de que el SBU realizara redadas contra investigadores clave”, sentenciaba el periodista de The Wall Street Journal Yaroslav Trofimov. Explicando que Zelensky se había aliado con los diputados de Yulia Timoschenko y aquellos a los que no se privó por decreto de su escaño y eran parte del “partido prorruso Plataforma Opositora por la Vida”, el partido del desterrado Medvedchuk, Marta Havryshko afirmaba que “a partir de ahora estos organismos anticorrupción reportarán directamente al Fiscal General. ¿Y adivinan quién nombra al Fiscal General? Exacto: el propio Zelensky”. La historiadora ucraniana acompañaba su mensaje con una imagen del actual presidente caracterizado como Napoleón para una de sus películas. Sin embargo, el partido no ha terminado y, como insistía Trofimov, “la ley no entrará en vigor hasta que Zelensky la firme y existe una enorme presión en Ucrania y en la Unión Europea para que no lo haga”.

Por la tarde, la Unión Europea, la misma a la que no le importó que durante siete años Ucrania negara sus pensiones y prestaciones sociales a la población de Donbass, afirmaba mirar “con preocupación” los acontecimientos y recordaba que el compromiso anticorrupción es “crucial” para las posibilidades del país de conseguir la adhesión al bloque, una amenaza velada que el equipo de Zelensky tendrá que tener en cuenta en su cruzada por el control político y económico del país. “Estas instituciones son fundamentales para el programa de reformas de Ucrania y deben funcionar de manera independiente para luchar contra la corrupción y mantener la confianza pública”, declaró Guillaume Mercier, portavoz de la Comisión Europea, que sutilmente recordó a Ucrania que “UE proporciona una importante ayuda financiera a Ucrania, condicionada al progreso en materia de transparencia, reforma judicial y gobernanza democrática”.

El enfrentamiento entre Zelensky, con su reducido grupo de poder, y el establishment liberal vinculado a las ONG’s extranjeras y, en el pasado, a la embajada de Estados Unidos y organizaciones como USAID no es nuevo. Como describía el año pasado Peter Korotaev, “The New York Times se hizo eco de esta noticia a principios de enero de 2024, publicando su propia crítica a la maquinaria mediática de Zelensky. Una crítica poco halagüeña, sobre todo para un presidente para quien la mediatización de su imagen es de suma importancia”. Esa poderosa facción social, bien financiada y con capacidad de colocar su mensaje en los medios internacionales, también apuntó “contra Zelensky en muchos otros ámbitos: apoyaron a Zaluzhny, criticaron su estrategia militar, descubrieron constantemente nuevas formas de corrupción militar y, desde 2022, publicaron casi semanalmente revelaciones sobre figuras del Gobierno ocupadas en «el frente de Mónaco» o «el frente de Viena»”, explicaba Korotaev. Y en relación al caso que actualmente destacan los medios para criticar a Zelensky, explicaba que “la Agencia Nacional para la Prevención de la Corrupción de Vitaly Shabunin incluso acusó al dócil y leal primer ministro Shmyhal de 131 actos de corrupción el 10 de enero de 2024, amenazándole con una multa de hasta 302.000 grivnas a menos que una investigación revelara su inocencia”.

En línea con la norma habitual en Ucrania, las críticas insisten en el cariz ruso de la actuación mafiosa del Gobierno, mientras que el entorno de Zelensky se defiende apelando también al país vecino. “El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) llevó a cabo el lunes una serie de redadas en la Oficina Nacional Anticorrupción del país como parte de una amplia investigación sobre una presunta colusión con espías rusos. El SBU alega que uno de los principales investigadores de la agencia anticorrupción, Ruslan Magamedrasulov, y otro oficial de élite de la oficina trabajaban como espías rusos. Ambos fueron detenidos”, publicaba el lunes Politico reflejando el discurso oficial del Gobierno ucraniano. Al final, como casi siempre en Ucrania, el enfrentamiento se reduce a presentar los hechos en función de quién es más parecido a Rusia. Una vez más, como en las elecciones de 2019, Zelensky vuelve a tener en contra a sectores cercanos a la ideología de Svoboda, como el entramado del que es cara visible Serhiy Sternenko, mientras que el entorno de Biletsky apoya sus tesis. Es significativo que, pese a que la agencia anticorrupción haya sido siempre vista como un organismo desde el que se efectuaba el control externo de Ucrania, figuras como Maksym Zhoryn, jefe adjunto de la Tercera Brigada de Asalto y miembro destacado del partido de Biletsky, escribiera hace varios días en sus redes sociales que NABU “trabaja para los rusos”. Ayer, cuando habían empezado ya las protestas, en su mensaje diario a la nación Zelensky afirmó que «las instituciones anticorrupción funcionarán. Solo que sin influencias rusas, hay que limpiar todo eso. Y habrá más justicia».

A base de anular al parlamento y la oposición y garantizar a la población que dispondría del apoyo occidental, Zelensky ha conseguido, desde la invasión rusa de febrero de 2022, centralizar el poder en unas pocas y leales manos. Ni la débil situación de las primeras semanas, ni la guerra de desgaste con deserciones masivas y huida de población, ni siquiera la humillación ante Donald Trump han conseguido hacer tambalear al presidente, que se encuentra ahora ante su reto más difícil, ya que la lucha contra la agencia anticorrupción no implica solo un enfrentamiento interno, sino también la implicación de socios tan importantes como la Unión Europea.

«Casi todas las cuentas de la bandera ucraniana [en las redes sociales] denuncian a Zelensky como si siempre lo hubieran sabido y nos lo hubieran advertido en lugar de haberlo exaltado y difamado a sus críticos. ¿Por qué ahora? No porque Zelensky destruyera Ucrania (a nadie le importa realmente, sino porque Zelensky destruyó a los sátrapas locales de Estados Unidos y la UE», comentó ayer el periodista estadounidense Mark Ames. «Zelensky ha traicionado la democracia ucraniana y a todos aquellos que luchan por ella», titula esta mañana The Kyiv Independent. Puede que para Zelensky, contra quien ya se han producido las primeras manifestaciones en diferentes ciudades del país, esta disputa resulte más peligrosa que la opinión que de él tenga Donald Trump, la deriva de las negociaciones o el estado de los soldados en la línea del frente. En las próximas horas, Zelensky tendrá que elegir entre aferrarse a un control que incluso sus aliados entienden que es excesivo o tratar de tapar la debilidad que supone tener que retractarse, entre la tentación de acusar de hacer el juego a Rusia a quienes le critican y justificarse en la democracia para retirar una medida cuyo principal problema es que no gusta a quienes financian desde instituciones extranjeras el sostenimiento del Estado.



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