La "Hasbará", la costosa estrategia de intoxicación mediática con la cual Israel niega hasta la hambruna y el genocidio del pueblo palestino, no es un invento del régimen de Netanyahu
Roberto Montoya, La Haine
Israel, ese Estado artificial creado en el corazón de la Palestina histórica por inmigrantes y refugiados judíos europeos en 1948, tiene menos de diez millones de habitantes. Sin embargo, gracias a la complicidad occidental que tuvo desde su origen, es uno de los pocos países que cuenta con armas nucleares, que tiene uno de los servicios de espionaje más importantes del mundo, una de las fuerzas armadas más poderosas de Medio Oriente, y cuenta con uno de los 'lobbies' más influyentes a nivel político y económico del mundo. La Hasbará ha sido y sigue siendo una herramienta clave para poder conseguir semejante poder.
En hebreo ese término significa "esclarecimiento" y a quienes "esclarecen" se los llama mashir. Aunque fue el escritor judío austrohúngaro Theodor Herzl (1860-1904), fundador de la Organización Sionista Mundial (OSM), quien hizo los primeros grandes esfuerzos diplomáticos y propagandísticos para conseguir apoyos para la creación de un "hogar judío", se considera que fue el judío polaco Nahum Sokolov (1859-1936), sucesor de Herzl al frente de la OSM y presidente de la Agencia Judía para Palestina, el primer mashir.
Sokolov entendió que lograr ese hogar en la Palestina histórica para la diáspora judía dependería fundamentalmente del poder de persuasión que se tuviera sobre la comunidad internacional, pero muy especialmente sobre el imperio británico, que ejercía el Mandato sobre Palestina desde la caída del imperio otomano.
El dirigente sionista se trasladó a vivir a Londres y consiguió el apoyo de la comunidad judía y de magnates judíos miembros de la misma como el barón Rothschild --importante donante del Partido Conservador-- que resultaron claves para obtener el apoyo de la monarquía y su Gobierno.