Dos centros de poder están surgiendo en la escena mundial: Estados Unidos y sus aliados, por un lado; China y Rusia, por el otro. En lugar de superar los conflictos, se han generado otros nuevos y más peligrosos. La política económica ha fracasado, pero sobre todo ha fracasado una idea de igualdad. Se requiere un cambio de paradigma
Andrea Ventura, Sinistra in Rete
La década de 1990 vio la plena afirmación de la ideología neoliberal. La Unión Soviética se había disuelto y gobiernos de todo tipo, desde Europa hasta Estados Unidos y países en desarrollo, estaban liberalizando, privatizando y reduciendo las protecciones sociales. En esta ideología no sólo había una concepción de eficiencia económica, sino también una idea de socialización: frente al poder de los gobiernos y las instituciones, el mercado era visto como el terreno privilegiado para el desarrollo de las libertades individuales, además en consonancia con una antropología, desprovista de evidencia objetiva, que remonta el comportamiento encaminado al beneficio económico hasta el "salvaje del trueque" de los albores de la humanidad. Al lograr la igualdad entre todos los seres humanos en la democracia y el orden de mercado, se lograría nada menos que el “fin de la historia”. Esto no significa, subrayó Fukuyama en su ensayo de 1989, que ya no habrá hechos históricos, pero sí que ya no habrá oposición entre diferentes formas de convivencia humana. En nombre de los valores occidentales, la mercantilización de las relaciones humanas habría tenido un valor universal, evitando así el riesgo de conflictos a gran escala entre naciones.
En 2001, China ingresó a la Organización Mundial del Comercio. Además de fomentar la deslocalización y poner a los trabajadores de los países avanzados en competencia con los de China, que están mal pagados y carecen de protección social, la idea era que ese país también, como Rusia, se adhiriera al modelo social de Occidente. Pero la historia no se desarrolló siguiendo esta línea.
Entre 2007 y 2011 Occidente se vio afectado por una gravísima crisis financiera, cuyas causas residen precisamente en la idea de autorregulación de los mercados. Los Estados y los gobiernos, que según la ideología neoliberal debían permanecer fuera de la economía, han intervenido fuertemente, y no para apoyar a aquellos grupos sociales empobrecidos por la globalización y la crisis misma, sino en beneficio de aquellas oligarquías de la financiarización y la globalización que habían recibido beneficios con mayor fuerza. La crisis del orden neoliberal, a lo largo de los años, ha producido protestas e inestabilidad política en importantes países occidentales como Grecia, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos.