Isabella Arria, Estrategia
Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado con creces su fortuna, que pasó de 700 mil millones de dólares a 1,5 billones de dólares (a un ritmo de 15 mil dólares por segundo, o lo que es lo mismo, mil 300 millones de dólares al día) durante los primeros dos años de la misma pandemia que deterioró los ingresos del 99% de la humanidad.
En dos años, más de 160 millones de personas en todo el mundo fueron empujados al nivel de pobreza, es decir, disponen de menos de 5,5 dólares por día respecto al período anterior a la pandemia. Las mujeres son las que más han perdido en todo este período, y por supuesto también los países en vías de desarrollo.
Más de 100 países han debido cortar el gasto social durante la pandemia, una situación que se agravará aún más cuando a muchos de ellos se los conmine a pagar los préstamos del Fondo Monetario Internacional u otros entes internacionales.
Son cifras humillantes las que ofrece el informe de la organización Oxfam (Las desigualdades matan): cada 26 horas surge un nuevo milmillonario en el mundo, mientras las desigualdades contribuyen a la muerte de 21 mil personas por día (al menos una persona cada cuatro segundos), por la falta de acceso a servicios de salud, la sequía, inundaciones, violencia de género, el hambre y la crisis climática.
Si los diez hombres más ricos del mundo perdieran el 99,999 % de su riqueza mañana, seguirían siendo más ricos que el 99 % de las personas del planeta, afirmó Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional. «Actualmente, acumulan seis veces más riqueza que los tres mil 100 millones de personas en mayor situación de pobreza».
Según Forbes, al 30 de noviembre de 2021 la riqueza de los diez hombres más ricos del mundo (Elon Musk, Jeff Bezos, Bernard Arnault y su familia, Bill Gates, Larry Ellison, Larry Page, Sergey Brin, Mark Zuckerberg, Steve Ballmer y Warren Buffett) se había incrementado en 821 mil millones de dólares desde marzo de 2020.
«Nunca ha resultado tan importante poner fin a las violentas y obscenas desigualdades, recuperando el poder y la riqueza extrema de las élites, incluido a través de medidas fiscales, para reintegrar ese dinero en la economía real y salvar vidas», añadió la funcionaria.
Desde el inicio de la pandemia, los milmillonarios han aumentado su fortuna en cinco billones de dólares, más que en los últimos 14 años. Se trata del mayor incremento de la riqueza de los milmillonarios desde que se tienen registros.
Un impuesto excepcional del 99 % sobre los ingresos extraordinarios que los diez hombres más ricos han obtenido durante la pandemia podría servir, por ejemplo, para producir suficientes vacunas para el mundo; financiar servicios de salud y protección social universales, financiar medidas de adaptación climática y reducir la violencia de género en más de 80 países. Y aun así, estos hombres seguirían teniendo ocho mil millones de dólares más que antes de la pandemia, que para ellos ha sido de lujo.
Oxfam recuerda que los bancos centrales han inyectado billones de dólares en los mercados financieros para salvar la economía, pero una gran parte ha acabado en los bolsillos de los milmillonarios, que se han aprovechado del auge de los mercados bursátiles.
Si bien con las vacunas se pretendía poner fin a esta pandemia, los gobiernos de los países ricos han permitido que los milmillonarios y los monopolios farmacéuticos corten el suministro a miles de millones de personas. Esto podría traducirse en un incremento de todas las formas imaginables de desigualdad. La previsibilidad de esta situación es indignante, y sus consecuencias son letales», añade Bucher.
Desigualdad y violencia de género y racial
Las desigualdades extremas son una forma de violencia económica en la que las decisiones legislativas y políticas que perpetúan la riqueza y el poder de una élite privilegiada perjudican directamente a la amplia mayoría de la población mundial y a nuestro planeta.
«La respuesta del mundo a la pandemia ha desatado esta violencia económica, ensañándose sobre todo con las mujeres y las niñas, y las personas en situación de exclusión y pertenecientes a grupos racializados. Cada ola de Covid-19 conlleva un aumento de la violencia de género, y aumenta aún más el volumen de trabajo de cuidados no remunerado que recae sobre las mujeres y las niñas», afirma Bucher.
En informe señala que la pandemia ha retrasado el camino hacia la paridad: ahora se tardarán 135 años en cerrar la brecha de género, y no 99 años como se estimaba antes de su irrupción. En 2020, las mujeres perdieron 800 mil millones de dólares en ingresos, y hay 13 millones menos de mujeres con trabajo ahora que en 2019. Conjuntamente, 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas que viven en África, América Latina y el Caribe.
La pandemia afecta especialmente a los grupos raciales. En Reino Unido, las personas de origen bangladeshí tenían cinco veces más probabilidades de morir de Covid-19 que la población británica blanca durante la segunda ola de la pandemia. En Brasil, las personas negras tienen 1,5 veces más probabilidades de morir que la población blanca.
En Estados Unidos, 3,4 millones de personas negras estarían vivas hoy si tuvieran la misma esperanza de vida que la población blanca del país, lo que está directamente vinculado al legado histórico del racismo y el colonialismo.
Y el panorama se oscurece, ya que las desigualdades entre países crecerán por primera vez en una generación. Los países en desarrollo, privados de acceso a suficientes vacunas debido a la protección que los gobiernos ricos otorgan a los monopolios de las grandes empresas farmacéuticas, tuvieron que recortar el gasto social a medida que aumentaban sus niveles de endeudamiento.
Ahora enfrentan la posibilidad de tener que adoptar medidas de austeridad. La proporción de personas con Covid-19 que mueren a causa del virus en países en desarrollo es aproximadamente el doble que en países ricos.
«La pandemia de COVID-19 ha sacado a la luz la codicia y las oportunidades económicas y políticas que han convertido estas desigualdades extremas en un instrumento de violencia económica”, explica Bucher.
Países ricos amparan la riqueza
A pesar del enorme coste económico que ha supuesto la respuesta a la pandemia, durante los últimos dos años, los gobiernos de los países ricos se han negado a elevar los impuestos sobre la riqueza de los más ricos y han continuado privatizando bienes públicos, como la tecnología necesaria para producir las vacunas.
Han fomentado de tal manera los monopolios de las grandes empresas que, solo durante la pandemia, el incremento de la concentración de los mercados amenaza con ser mayor en un año que durante los 15 años transcurridos entre 2000 y 2015.
Las desigualdades son un aspecto fundamental de la crisis climática, ya que las emisiones de carbono del 1% más rico superan en más del doble a las de la mitad más pobre de la humanidad. Esto ha contribuido al cambio climático a lo largo de 2020 y 2021, causando incendios forestales, inundaciones, tornados, pérdida de cosechas y hambre.
«Que las desigualdades estén aumentando a esta escala y ritmo no es fruto del azar, sino de una elección. Los modelos económicos actuales no solo nos han expuesto en mayor medida al impacto de esta pandemia, sino que permiten activamente quienes ya son extremadamente ricos y poderosos exploten esta crisis en su propio beneficio», explica Bucher.
El informe pone de manifiesto la importancia de que las dos mayores economías del mundo (Estados Unidos y China) hayan comenzado a plantearse políticas para reducir las desigualdades, incluida la aplicación de mayores tipos impositivos a las personas ricas y de medidas para acabar con los monopolios.
Finalmente, Oxfam recomienda que los Gobiernos recuperen las ganancias que los milmillonarios han acumulado aplicando impuestos de carácter permanente sobre el capital y la riqueza para gravar la enorme riqueza que han amasado desde el inicio de la pandemia, e invertir los billones de dólares a recaudarse con estos impuestos a través de un gasto progresivo en servicios de salud y protección social universales, la adaptación al cambio climático, y la prevención de la violencia de género y programas al respecto.
Asimismo les recomienda abordar las leyes racistas y sexistas que discriminan a las mujeres y a los grupos racializados, y crear nuevas legislaciones fundamentadas en la igualdad de género con el fin de acabar con todas las formas de violencia y discriminación. Todos los sectores de la sociedad deben definir urgentemente políticas que garanticen que las mujeres, las personas racializadas y otros grupos oprimidos estén representados en todos los espacios de toma de decisiones.
Oxfam insta a derogar las leyes que socavan los derechos de sindicalización y huelga de los trabajadores y trabajadoras y aplicar normas jurídicas más sólidas para garantizar su protección y señala que los Gobiernos ricos deben suspender inmediatamente las normas de propiedad intelectual que regulan la producción de vacunas para que más países puedan producir vacunas seguras y eficaces con el fin de acabar con la pandemia.
Por su parte, Bucher afirma: «No falta dinero, eso quedó claro cuando los gobiernos movilizaron 16 billones de dólares para la respuesta ante la pandemia. Lo que falta es voluntad e imaginación para liberarnos del asfixiante y letal corsé que constituye el neoliberalismo extremo. Los Gobiernos deben escuchar a los movimientos (como las huelgas estudiantiles por el clima y las y los activistas de Black Lives Matter y #NiUnaMenos, o los agricultores y agricultoras de India), que piden justicia e igualdad».
Evidentemente un tremendo éxito del capitalismo malogrado por las armas nucleares impedir las grandes guerras para reducir los muertos de hambre a un numero aceptable como en el pasado.
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