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martes, 22 de octubre de 2024

La contrarrevolución keynesiana

¿Qué tiene el capitalismo que hace del keynesianismo un horizonte que incluso a los aspirantes a revolucionarios les cuesta traspasar?

Mike Beggs, Jacobin

Marx vivió lo suficiente como para declararse «no marxista». Keynes no tuvo tanta suerte. Sus seguidores harían luego la distinción entre «economía keynesiana» y «la economía de Keynes». Pero para entonces la palabra ya había trascendido al hombre. Un nombre no se convierte en un «ismo» sólo por su genialidad. La obra tiene que atrapar y montar una ola histórica, y gran parte de ella nunca se recupera mientras que lo que sí lo hace empieza a generar nuevas asociaciones. El «keynesianismo» se convirtió así en sinónimo de gasto deficitario, regulación y Estado del bienestar, tres cosas que la Teoría General apenas menciona, si es que lo hace.

Geoff Mann es muy consciente de las diferencias entre Keynes como hombre, su obra y el «keynesianismo». Pero su libro sobre el keynesianismo, In the Long Run We Are All Dead, trata deliberadamente más del «ismo» que del hombre. Para Mann, Keynes ni siquiera es el originador del keynesianismo, que vendría a ser Hegel —«si no el primer keynesiano, sí su encarnación anterior más cercana»—, por lo que tenemos varios capítulos sobre Hegel antes de que el foco se desplace al propio Keynes. El keynesianismo, según lo entiende Mann, es un elemento perenne de la modernidad y Keynes fue simplemente uno de sus más hábiles articuladores, razón por la cual llegamos a conocerlo por su nombre. El propio Keynes aparece en el libro como un filósofo político que resultó ser economista, aunque no es casualidad que las grandes filosofías políticas de la sociedad capitalista estén llenas de economía.

lunes, 22 de enero de 2018

Gramsci y Sraffa, la relación entre dos comunistas rebeldes

Sergio Cesaratto, Sin Permiso

La figura de Piero Sraffa es en gran parte desconocida para el público italiano, incluso los más cultos; poco más afortunada es la de Antonio Gramsci. Sin embargo, son los dos científicos sociales más extraordinarios de los que Italia puede vanagloriarse del siglo XX. El libro de Giancarlo De Vivo (En la tormenta del siglo XX - Antonio Gramsci y Sraffa entre la lucha política y la teoría crítica, Castelvecchi, 2017) hace luz sobre la interacción intelectual, política y humana que se estableció entre los dos en situaciones dramáticas en el siglo XX, como indica el acertado título del libro, que no solo está dirigido a académicos y "expertos", sino que es de gran interés para cualquier lector culto.

Gramsci y Sraffa se conocieron, como es sabido, en el Turín de la inmediata posguerra, y ambos eran discípulos de Umberto Cosmo (como Terracini y Togliatti). Los períodos más intensos de sus relaciones tuvieron lugar tanto en Turín (1919-1921) como en Roma (1924-1926). Pero nunca se interrumpió el contacto, incluso en el período de 1921-1924 en el que Sraffa primero (en Londres) y luego Gramsci (en Moscú) estuvieron ausentes de Italia. Desde Londres, Sraffa continuó colaborando con “Ordine Nuovo”. Después de la detención de Gramsci en noviembre de 1926, Sraffa sirvió de enlace con el Partido Comunista italiano en el exilio. Hasta la puesta en libertad condicional en 1934 de Gramsci, Sraffa solo pudo encontrarse con él una vez en 1927, y solo pudieron mantener correspondencia de manera indirecta a través de la cuñada del preso, Tatiana Schucht.

Sólo a partir de enero de 1935 pudo Sraffa visitar a su amigo en otras siete ocasiones. Sobre la última, a finales de marzo de 1937, Tatiana escribe (p. 17 del libro de De Vivo) que "ya es la tercera vez que Antonio recibe su visita, mañana y tarde... Su alegría me toca infinitamente, y su solicitud sincera de que el amigo escuche todo lo que quería decirle, y él mismo escuchar. Estas conversaciones es verdad que le cansan mucho, pero son para él tan importantes como el aire que respiramos".

miércoles, 27 de julio de 2016

Hayek versus Keynes: el debate del siglo


Alejandro Nadal, La Jornada

Al comenzar la década de 1930 la economía mundial se encontraba sumida en la crisis más profunda de su historia. La gran obra de John Maynard Keynes sobre la inestabilidad de las economías capitalistas estaba en gestación. La trayectoria intelectual que seguiría este economista se vería atravesada por una controversia que muchos han calificado como el debate del siglo. La relevancia de esta polémica en el contexto actual no puede ser ignorada.

Las líneas divisorias que hoy cruzan el pensamiento económico le deben mucho a ese debate. Por ejemplo, el análisis sobre el papel del Estado y la política en la gestión económica depende de manera esencial de aquella polémica.

En esencia, el paisaje del campo de batalla quedó claramente definido desde las primeras escaramuzas entre Hayek y Keynes. Por un lado, encontramos la creencia en la existencia de fuerzas estabilizadoras en los mercados. Por el otro, nos topamos con un esfuerzo analítico centrado en la inestabilidad intrínseca de las economías capitalistas. Pero nos estamos adelantando. Vamos por partes.

jueves, 26 de mayo de 2016

La falsa promesa de las tasas de interés negativas

Robert Skidelsky, Project Syndicate

Como biógrafo y estudioso de John Maynard Keynes, a veces me preguntan: “¿Qué pensaría Keynes sobre las tasas de interés negativas?”

Es una buena pregunta, una que recuerda un acápite del libro de Keynes La teoría general en el cual señala que si el gobierno para solucionar el problema del desempleo no puede pensar en algo que sea más sensato (por ejemplo, digamos, construir viviendas), se podría considerar como hacer algo enterrar botellas llenas de papel moneda y desenterrarlas nuevamente, en vez de no hacer nada. Probablemente, Keynes hubiese dicho lo mismo acerca de las tasas de interés negativas: son una medida desesperada que toman los gobiernos que no pueden pensar en ninguna otra medida.

Las tasas de interés negativas son simplemente el más reciente esfuerzo infructuoso desde que sobrevino la crisis financiera mundial del año 2008 para reactivar las economías a través de medidas monetarias. Cuando mediante el recorte de las tasas de interés a niveles históricamente bajos no se logró reactivar el crecimiento, los bancos centrales adoptaron la llamada flexibilización cuantitativa: la inyección de liquidez en las economías mediante la compra de bonos gubernamentales y otros bonos de largo plazo. Esta medida fue parcialmente beneficiosa; sin embargo, los vendedores en su mayoría se quedaron con el dinero en efectivo, en lugar de gastar o invertir dicho dinero.

lunes, 23 de mayo de 2016

Yanis Varoufakis: Para imaginar un nuevo Bretton Woods

Yanis Varoufakis, Sin Permiso

El derrumbe financiero de 2008 dio lugar a varios llamamientos a un sistema financiero global que recortara los desequilibrios comerciales, moderase los flujos especulativos de capital e impidiera un contagio sistémico. Tal era, por supuesto, la meta del sistema inicial de Bretton Woods. Pero ese sistema resultaría hoy tan insostenible como indeseable. Así pues, ¿qué apariencia tendría una alternativa?

La conferencia de Bretton Woods de 1944 presentó la colisión entre dos hombres y sus respectivas visiones: Harry Dexter White, representante del presidente Franklin Roosevelt, y John Maynard Keynes, que representaba a un imperio británico desfalleciente. Como no es de sorprender, prevaleció el programa de White, fundado en el superávit del comercio de postguerra de los EEUU, que se desplegó para dolarizar Europa y Japón a cambio de su aquiescencia al criterio pleno de la política monetaria para los EEUU. Y el nuevo sistema de postguerra proporcionó el cimiento de la mejor hora del capitalismo…hasta que Norteamérica perdió su superávit y se vino abajo lo que White había dispuesto.

La pregunta que se ha formulado periódicamente durante buena parte de la pasada década es una pregunta directa: ¿habría sido más adecuado para nuestro mundo multipolar posterior a 2008 el plan que se descartó de Keynes?

miércoles, 27 de abril de 2016

Keynes, el subversivo

Alejandro Nadal, La Jornada

El primer día de 1935 encontró a John Maynard Keynes escribiendo una carta para George Bernard Shaw. En la misiva señaló: Creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que revolucionará en gran medida la manera en que el mundo piensa sobre los problemas económicos. Mostrando cierta cautela agregaba en un paréntesis que ese resultado no se dejaría sentir inmediatamente, pero sí en los próximos 10 años. Quién le iba a decir que pasado el decenio, él estaría a punto de morir de manera prematura (a los 62 años) y que ya se habría iniciado un proceso contrarrevolucionario para distorsionar y aniquilar los principales descubrimientos de su obra.

Keynes tenía razón. Su obra fue revolucionaria. Y el mensaje central fue juzgado subversivo por la clase política y por la mayoría de sus colegas en el mundo académico. Ese mensaje puede sintetizarse en una frase: las economías capitalistas son intrínsecamente inestables y pueden mantener niveles de desempleo socialmente inaceptables durante largos periodos de tiempo.

sábado, 27 de febrero de 2016

La teoría general de Keynes a sus 80 años

Robert Skidelsky, Project Syndicate

En 1935, John Maynard Keynes escribió a George Bernard Shaw: “Creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que revolucionará en gran medida – supongo que no enseguida, pero sí en el curso de los próximos diez años – el modo de pensar del mundo acerca de los problemas económicos”. Y, de hecho, la obra más destacada de Keynes, La teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en febrero de 1936, transformó la economía y la formulación de políticas económicas. Ochenta años más tarde planteo la siguiente pregunta: ¿Se mantiene aún viva la teoría de Keynes?

Dos elementos del legado de Keynes parecen estar asegurados. En primer lugar, Keynes inventó la macroeconomía – la teoría de la producción en su conjunto. Denominó a su teoría con la palabra “general” para distinguirla de la teoría pre-keynesiana, que asumía un nivel único de producción – el pleno empleo.

Al mostrar cómo la economía podría permanecer atrapada en un equilibrio de “subempleo”, Keynes desafió la idea central de la economía ortodoxa de su tiempo: que indicaba que los mercados de todas las materias primas, incluyéndose entre ellas a la mano de obra, se equilibran de forma simultánea y automática mediante los precios. Además, el desafío planteado por Keynes implicó una nueva dimensión para la formulación de políticas: los gobiernos pueden tener la necesidad de incurrir en déficits para mantener el pleno empleo.

jueves, 26 de febrero de 2015

La paradoja de los precios

Robert Skidelsky, Project Syndicate

En 1923, John Maynard Keynes se refirió a una cuestión económica fundamental, que todavía es válida, con las siguientes palabras: “(…) la inflación es injusta y la deflación es inconveniente. De ambas, tal vez la deflación sea (…) lo peor; porque es peor (…) generar desempleo que frustrar las esperanzas del rentista. Pero ambos males no son necesariamente equiparables”.

La lógica del argumento parece irrefutable. Como muchos contratos son “inflexibles” (es decir, no son fáciles de revisar) en términos monetarios, tanto la inflación como la deflación producen daño en la economía. El aumento de precios reduce el valor de ahorros y pensiones, mientras que la caída de precios reduce las expectativas de ganancias, alienta el ahorro desmedido y aumenta el peso real de las deudas.

jueves, 28 de agosto de 2014

Foreing Affairs sugiere que los bancos centrales deberían dar dinero directamente a los ciudadanos


La prestigiosa y conservadora revista Foreign Affairs, vinculada a la élite política de Estados Unidos, trae una propuesta radical para acabar con la desigualdad global entre ricos y pobres y terminar de una vez con la crisis financiera: los bancos centrales deberían dar dinero directamente a los ciudadanos, dado que las reducciones de impuestos y los planes de estímulo han beneficiado a las oligarquías poderosas pero no han hecho nada por la economía en su conjunto. Para los economistas Mark Blyth y Eric Lonergan, autores del artículo Print Less but Transfer More, Why Central Banks Should Give Money Directly to the People (Imprimir menos y transferir más ¿Por qué los bancos centrales deberían dar directamente dinero a la gente?), publicado en la edición Septiembre-Octubre de Foreing Affairs, esta medida impulsaría la demanda y aboliría el desempleo. Incluso, estimularía la inflación, lo que podría poner fin a la crisis de la deuda global.

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viernes, 27 de septiembre de 2013

Marx (y no solo Keynes) llevaba la razón


Vicenç Navarro, Crónicas de la razón práctica

Una de las causas de la crisis financiera y económica que ha recibido escasa atención ha sido la evolución de la distribución de las rentas entre las derivadas del capital y las derivadas del trabajo, a lo largo del periodo post II Guerra Mundial. El conflicto capital-trabajo, al cual Karl Marx dedicó especial atención, hasta el punto de considerarlo como el hilo conductor de la historia (“la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”) , ha perdido visibilidad en los análisis de las crisis actuales, sustituido por los análisis de los comportamientos de un sector del mundo del capital, es decir, el capital financiero, sin dar suficiente importancia al conflicto del capital (y no solo de su componente financiero) con el mundo del trabajo. Los datos, sin embargo, continúan acentuando la importancia de la relación capital-trabajo en la génesis de las crisis económica y financiera que están ocurriendo en estos momentos.

sábado, 17 de agosto de 2013

Fue White y no Keynes el principal arquitecto del Tratado de Bretton Woods

Vicenç Navarro, Attac

Uno de los tratados que han tenido mayor impacto en la vida económica y financiera de nuestro tiempo ha sido el Tratado de Bretton Woods, que configuró el sistema monetario después de la 2ª Guerra Mundial. Tuvo lugar el la localidad de Bretton Woods en New Hampshire en julio de 1944 y tuvo como objetivo garantizar un nuevo orden económico cuando terminara la guerra.

Las dos personalidades que jugaron un papel clave fueron John Maynard Keynes, por parte de Gran Bretaña, y Harry Dexter White, por parte de EEUU. Y aunque el que ha recibido mayor aclamo por el diseño del tratado haya sido Keynes, la realidad que se ha ido descubriendo es que Dexter White jugó el papel principal en el diseño de aquel tratado. Dexter White era un funcionario del Ministerio de Hacienda (Treasury Department), hombre de íntima confianza del Ministro, Henry Morgenthau Jr., el cual era amigo personal del Presidente Franklin Delano Roosevelt. Dexter White había sido el economista encargado por el Ministro de Hacienda estadounidense de preparar el borrador del tratado (habiendo dedicado tres años a ese trabajo). La historia del tratado, sin embargo, ha pasado de largo la tarea realizada por White. ¿Por qué?

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