La tasa de inflación en Argentina ha escalado al 50 por ciento anual, mientras que la de alimentos se ubica unos escalones por encima de esa cifra. ¿La economía macrista ha ingresado al selecto club de la hiperinflación? Por normas contables internacionales, la respuesta es afirmativa porque acumula una inflación de más del 100 por ciento en tres años. Por convención en el mundo de economistas, todavía no se llegó a esa instancia traumática porque consideran que la tasa del 50 por ciento debe ser mensual. Son definiciones técnicas, la primera contable y la otra económica. Sin prestar atención a cuestiones teóricas, el comportamiento de consumidores y empresarios en los primeros meses de este año es de una situación pre híper, reflejado en diversos mecanismos defensivos para enfrentarla. Unos lo hacen adelantando compras en los primeros días de recibir el salario para eludir aumentos futuros, y otros aplicando una extrema prudencia en no marcar precios cuando pactan operaciones, sino que los definen en el momento de la entrega. El miedo a otra megadevaluación está activando todos los mecanismos defensivos para enfrentar esa eventualidad, que deriva en veloces aumentos de precios, con el riesgo de abrir las puertas del infierno de la híper.
Defensas
En períodos con subas importantes y sucesivas de precios, la reacción inmediata de la población, más aún la argentina con la amplia experiencia en esa materia, es la de gastar lo más rápido posible el ingreso mensual en productos de consumo imprescindibles para la vida cotidiana y, si existiera un excedente, destinarlo a la acumulación de dólares o a la compra de bienes durables para preservar el poder adquisitivo del dinero. En tanto, fabricantes y comerciantes deciden que la remarcación sea cada vez más periódica. Hoy es cada 15 días, como las listas con aumentos que distribuyen grandes firmas productoras de alimentos, entre las que se destaca Molinos Río de la Plata, del grupo Pérez Companc.