Vicenç Navarro, Público
Desde finales de la década de los años 70 (en la Gran Bretaña, con el Gobierno de la señora Thatcher), y principios de la década de los años 80 (en Estados Unidos con el Gobierno del presidente Reagan), se inició lo que algunos autores han definido como La Revolución Neoliberal, pasando a ser el neoliberalismo la ideología dominante del pensamiento económico, que más tarde hizo suya la socialdemocracia (en una versión más moderada) en Europa a través de La Tercera Vía con Tony Blair en la Gran Bretaña, Schröder en Alemania, Hollande en Francia y Zapatero en España, inspirados, estos últimos, por los cambios iniciados en el Partido Demócrata de los Estados Unidos (por el presidente Clinton seguidos más tarde por el presidente Obama).
Este pensamiento, que se convirtió en dogma, gestionado por su Vaticano, el fórum de Davos, sostenía (en teoría) tres principios. Primero: el Estado, conocido como «El Gobierno», tenía que reducir sus intervenciones, (regulación y gasto público). Como decía el Presidente Reagan «Government is not the solution, rather it is part of the problem«. Segundo: los mercados laborales, financieros y comerciales, deberían estar desregulados a fin de liberar el enorme potencial creador que tenían los mercados. Y tercero: la movilidad global del mundo del trabajo y del capital debía facilitarse dentro de un proceso de globalización. Como consecuencia de la supuesta aplicación de estos tres principios, se señaló que hubo un enorme crecimiento de la economía mundial bajo un nuevo orden internacional, en que los Estados estaban perdiendo su poder siendo sustituidos por empresas multinacionales que centraron la actitud y la actividad económica en su globalización. Hasta aquí la teoría. Veamos ahora la realidad.
Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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viernes, 25 de junio de 2021
El gran fracaso del neoliberalismo
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miércoles, 4 de julio de 2018
Reconstruir el Estado
Alejandro Nadal, La Jornada
En 1981 la señora Margaret Thatcher explicó en una entrevista al periódico londinense Sunday Times: "La economía es el método, el objetivo es cambiar el corazón y el alma de las personas". Para la entonces primera ministra el nuevo orden moral del neoliberalismo estaría cimentado en el individualismo y el interés personal como motor de la vida social. El alma de los miembros de la sociedad debía estar basada en las reglas y principios de ese egoísmo que define a los agentes de la teoría económica convencional.
No hay que subestimar la retórica de la señora Thatcher. Durante los 11 años que se mantuvo en el poder, cambió a Inglaterra para siempre. Y parte de su legado es que la agenda y la ideología del neoliberalismo invadieron las principales economías del planeta. Si hoy buscamos comprender por qué florecen la corrupción y el fraude, hay que voltear la mirada hacia esa ideología del neoliberalismo. Después de todo, el corazón al que se refería Thatcher está animado por las normas y valores del egoísmo y el materialismo individual.
En la esfera de la política económica el corolario de la ideología del neoliberalismo es que la regulación sobre la vida económica debe eliminarse y que el Estado debía reducirse a su mínima expresión. Por eso, después de tres décadas de sufrir una de las versiones más fanáticas de neoliberalismo en el mundo, el Estado mexicano necesita transitar por un proceso de reconstrucción. No es que el Estado haya sido desmantelado por completo, pero sí ha atravesado una larga etapa de debilitamiento y muchas de las instancias que han sobrevivido se encuentran atrofiadas. En México, el neoliberalismo alcanzó uno de sus principales objetivos: desarmar las instancias públicas que desempeñan un papel clave en la vida económica.
En 1981 la señora Margaret Thatcher explicó en una entrevista al periódico londinense Sunday Times: "La economía es el método, el objetivo es cambiar el corazón y el alma de las personas". Para la entonces primera ministra el nuevo orden moral del neoliberalismo estaría cimentado en el individualismo y el interés personal como motor de la vida social. El alma de los miembros de la sociedad debía estar basada en las reglas y principios de ese egoísmo que define a los agentes de la teoría económica convencional.
No hay que subestimar la retórica de la señora Thatcher. Durante los 11 años que se mantuvo en el poder, cambió a Inglaterra para siempre. Y parte de su legado es que la agenda y la ideología del neoliberalismo invadieron las principales economías del planeta. Si hoy buscamos comprender por qué florecen la corrupción y el fraude, hay que voltear la mirada hacia esa ideología del neoliberalismo. Después de todo, el corazón al que se refería Thatcher está animado por las normas y valores del egoísmo y el materialismo individual.
En la esfera de la política económica el corolario de la ideología del neoliberalismo es que la regulación sobre la vida económica debe eliminarse y que el Estado debía reducirse a su mínima expresión. Por eso, después de tres décadas de sufrir una de las versiones más fanáticas de neoliberalismo en el mundo, el Estado mexicano necesita transitar por un proceso de reconstrucción. No es que el Estado haya sido desmantelado por completo, pero sí ha atravesado una larga etapa de debilitamiento y muchas de las instancias que han sobrevivido se encuentran atrofiadas. En México, el neoliberalismo alcanzó uno de sus principales objetivos: desarmar las instancias públicas que desempeñan un papel clave en la vida económica.
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domingo, 4 de junio de 2017
La izquierda global contra la derecha global: de 1945 a la fecha
Immanuel Wallerstein, La Jornada
El periodo entre 1945 y 1970 fue uno de extrema alta concentración de capitales a escala mundial y también de hegemonía geopolítica de Estados Unidos. En la geocultura el liberalismo centrista llegó a su cumbre como ideología gobernante. Nunca antes el capitalismo pareció funcionar tan bien. Esto no habría de durar.
El alto nivel de acumulación de capital, que en particular favoreció a las instituciones y al pueblo de Estados Unidos, alcanzó los límites en su capacidad para garantizar el necesario cuasi-monopolio de las empresas productivas. La ausencia de un cuasi-monopolio significó que por todas partes la acumulación de capital comenzara a estancarse y los capitalistas comenzaron a buscar modos alternativos de sostener sus ingresos. Los principales modos fueron la relocalización de sus empresas productivas en zonas de costo menor y el involucramiento en la transferencia especulativa de capital existente, eso que le llamamos la financiarización.
En 1945, solamente el desafío del poder militar de la Unión Soviética pudo enfrentar el cuasi-monopolio geopolítico de Estados Unidos. Para garantizar su cuasi-monopolio, Estados Unidos tuvo que acceder a un arreglo tácito pero efectivo con la Unión Soviética, apodado Yalta. Este arreglo implicó una división del poder mundial, dos tercios para Estados Unidos y un tercio para la Unión Soviética. Acordaron mutuamente no transgredir estos límites y no interferir con las operaciones económicas del otro en su propia esfera. También entraron en una guerra fría, cuya función no era derrocar al otro (por lo menos en el futuro previsible), sino mantener la incuestionada lealtad de sus respectivos satélites. Este cuasi-monopolio también llegó a su fin debido al creciente desafío a su legitimidad por parte de quienes se perdieron debido al statu quo.
El periodo entre 1945 y 1970 fue uno de extrema alta concentración de capitales a escala mundial y también de hegemonía geopolítica de Estados Unidos. En la geocultura el liberalismo centrista llegó a su cumbre como ideología gobernante. Nunca antes el capitalismo pareció funcionar tan bien. Esto no habría de durar.
El alto nivel de acumulación de capital, que en particular favoreció a las instituciones y al pueblo de Estados Unidos, alcanzó los límites en su capacidad para garantizar el necesario cuasi-monopolio de las empresas productivas. La ausencia de un cuasi-monopolio significó que por todas partes la acumulación de capital comenzara a estancarse y los capitalistas comenzaron a buscar modos alternativos de sostener sus ingresos. Los principales modos fueron la relocalización de sus empresas productivas en zonas de costo menor y el involucramiento en la transferencia especulativa de capital existente, eso que le llamamos la financiarización.
En 1945, solamente el desafío del poder militar de la Unión Soviética pudo enfrentar el cuasi-monopolio geopolítico de Estados Unidos. Para garantizar su cuasi-monopolio, Estados Unidos tuvo que acceder a un arreglo tácito pero efectivo con la Unión Soviética, apodado Yalta. Este arreglo implicó una división del poder mundial, dos tercios para Estados Unidos y un tercio para la Unión Soviética. Acordaron mutuamente no transgredir estos límites y no interferir con las operaciones económicas del otro en su propia esfera. También entraron en una guerra fría, cuya función no era derrocar al otro (por lo menos en el futuro previsible), sino mantener la incuestionada lealtad de sus respectivos satélites. Este cuasi-monopolio también llegó a su fin debido al creciente desafío a su legitimidad por parte de quienes se perdieron debido al statu quo.
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miércoles, 8 de junio de 2016
Revelan secretos del poder en EEUU y similitudes de Trump con Reagan
Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
En la entrevista de Lionel Barber (LB) a James Addison Baker III, en el Financial Times (http://goo.gl/rxOE9U), se desprende que fue uno de los hombres más poderosos en Washington durante las presidencias de Reagan y Daddy Bush: la paciencia, al unísono de un sentido agudo del poder, son las cualidades que hicieron de Baker entre 1980 y 1993 uno de los hombres más poderosos en Washington.
Periodo delicado desde 1980 hasta 1993, cuando se escenifican la trampa de Afganistán, que Brzezinski tendió a la URSS; la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la balcanización soviética, en 1991.
El texano Baker es el único estadunidense en haber servido como jefe de gabinete de la Casa Blanca, secretario del Tesoro y secretario de Estado.
lunes, 30 de mayo de 2016
Es oficial: el neoliberalismo existe
Andy Robinson, Attac
Este puede ser el día en el que los historiadores económicos del futuro coincidan en señalar como el principio del fin de algo que ha provocado sufrimiento y dolor masivos y pingües beneficios mucho menos masivos. Una ideología que ha transformado el mundo como el blitzkrieg que transformó Europa pero cuyo nombre se tenía que evitar en los medios de consumo masivo quizás porque reconocer su existencia era demasiado peligroso para quienes se beneficiaban de ella. Durante años, décadas, los periodistas, incluso los que leíamos a David Harvey en el cuarto de baño de la redacción, jamás podíamos llamarlo por su nombre, a no ser que quisiéramos ser tachados de bolivarianos, o loony lefties, hasta por los socialdemócratas mas entrañables.
Pero hoy es el día de la liberación. Por fin, hasta el Wall Street Journal o el Financial Times pueden hablar claro. Porque el Fondo Monetario Internacional acaba de decir la palabra tabú en un nuevo informe, firmado por Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri. Es el volumen 53, número 2, de la sección de Finanzas y desarrollo de la voluminosa obra técnica del FMI. El título del paper: Neoliberalism: oversold? Que viene a significar “El neoliberalismo: ¿una idea vendida con celo excesivo?” Es decir, que ya es oficial. El neoliberalismo existe. O al menos, existió.
Que el FMI —el vendedor más empecinado de esta ideología ahora sobrevendida— utilice la palabra neoliberalismo en un análisis de las tendencias económicas de las últimas décadas es un acontecimiento muy significativo. Es un poco como aquel libro de Paul Preston que causó sensación porque llamó al franquismo, fascismo. Jamás había ocurrido en los textos respetables de las ciencias económicas y menos en los informes de los tecnócratas del FMI.
Este puede ser el día en el que los historiadores económicos del futuro coincidan en señalar como el principio del fin de algo que ha provocado sufrimiento y dolor masivos y pingües beneficios mucho menos masivos. Una ideología que ha transformado el mundo como el blitzkrieg que transformó Europa pero cuyo nombre se tenía que evitar en los medios de consumo masivo quizás porque reconocer su existencia era demasiado peligroso para quienes se beneficiaban de ella. Durante años, décadas, los periodistas, incluso los que leíamos a David Harvey en el cuarto de baño de la redacción, jamás podíamos llamarlo por su nombre, a no ser que quisiéramos ser tachados de bolivarianos, o loony lefties, hasta por los socialdemócratas mas entrañables.
Pero hoy es el día de la liberación. Por fin, hasta el Wall Street Journal o el Financial Times pueden hablar claro. Porque el Fondo Monetario Internacional acaba de decir la palabra tabú en un nuevo informe, firmado por Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri. Es el volumen 53, número 2, de la sección de Finanzas y desarrollo de la voluminosa obra técnica del FMI. El título del paper: Neoliberalism: oversold? Que viene a significar “El neoliberalismo: ¿una idea vendida con celo excesivo?” Es decir, que ya es oficial. El neoliberalismo existe. O al menos, existió.
Que el FMI —el vendedor más empecinado de esta ideología ahora sobrevendida— utilice la palabra neoliberalismo en un análisis de las tendencias económicas de las últimas décadas es un acontecimiento muy significativo. Es un poco como aquel libro de Paul Preston que causó sensación porque llamó al franquismo, fascismo. Jamás había ocurrido en los textos respetables de las ciencias económicas y menos en los informes de los tecnócratas del FMI.
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domingo, 20 de marzo de 2016
Obama visita a la Argentina en sintonía con el gobierno Macri
Julio C. Gambina, Alainet
El presidente de EEUU estará en Argentina para el 24 de marzo, en momentos en que se recupera para la memoria popular el oprobio del golpe genocida hace 40 años.
Muchos se preguntan el porqué de la visita y son variados los argumentos, aunque concentrados en el sustento de los intereses estratégicos de la potencia imperialista.
Sostienen algunos que se trata de compensar el encuentro con el gobierno de izquierda y revolucionario en Cuba, muy criticado por sectores de la ultra derecha de EEUU, y por eso, la visita a Macri, a quien imaginan la punta de lanza para contrarrestar el cambio político regional en curso en este comienzo del Siglo XXI.
El presidente de EEUU estará en Argentina para el 24 de marzo, en momentos en que se recupera para la memoria popular el oprobio del golpe genocida hace 40 años.
Muchos se preguntan el porqué de la visita y son variados los argumentos, aunque concentrados en el sustento de los intereses estratégicos de la potencia imperialista.
Sostienen algunos que se trata de compensar el encuentro con el gobierno de izquierda y revolucionario en Cuba, muy criticado por sectores de la ultra derecha de EEUU, y por eso, la visita a Macri, a quien imaginan la punta de lanza para contrarrestar el cambio político regional en curso en este comienzo del Siglo XXI.
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sábado, 30 de enero de 2016
El odio al Estado
Emir Sader, Público.es
Hasta no hace tanto, Richard Nixon, todavía presidente de Estados Unidos, declaraba: “Somos todos keynesianos”. Era la demostración de la hegemonía de ese modelo. Fueron los conservadores y no la izquierda los responsables del Estado de bienestar social en Europa. Era la muestra de que se trataba de un consenso.
Una década después, otro presidente norteamericano anunció el radical cambio de rumbo. Para Ronald Reagan, el Estado dejaba de ser la solución, para ser el problema. Se apuntaba al elemento clave del modelo keynesiano para convertirlo en el blanco de los ataques del neoliberalismo, primero de la derecha tradicional, después también por parte de sectores que venían de la izquierda histórica.
A partir de ese momento se desató una feroz lucha de ideas y políticas sobre el rol del Estado con consecuencias directas sobre la economía. El ataque al Estado muchas veces no revelaba claramente qué es lo que se promovía en su lugar: el mercado. En cualquier caso, se trata de una misma operación ideológica con dos caras.
Hasta no hace tanto, Richard Nixon, todavía presidente de Estados Unidos, declaraba: “Somos todos keynesianos”. Era la demostración de la hegemonía de ese modelo. Fueron los conservadores y no la izquierda los responsables del Estado de bienestar social en Europa. Era la muestra de que se trataba de un consenso.
Una década después, otro presidente norteamericano anunció el radical cambio de rumbo. Para Ronald Reagan, el Estado dejaba de ser la solución, para ser el problema. Se apuntaba al elemento clave del modelo keynesiano para convertirlo en el blanco de los ataques del neoliberalismo, primero de la derecha tradicional, después también por parte de sectores que venían de la izquierda histórica.
A partir de ese momento se desató una feroz lucha de ideas y políticas sobre el rol del Estado con consecuencias directas sobre la economía. El ataque al Estado muchas veces no revelaba claramente qué es lo que se promovía en su lugar: el mercado. En cualquier caso, se trata de una misma operación ideológica con dos caras.
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sábado, 12 de octubre de 2013
Estados Unidos y la crisis global
Carlos Angulo Rivas, ArgenPress
Hace 25 años la dupla Ronald Reagan-Margaret Thatcher dio inicio al neoliberalismo y la globalización, dando plena libertad a los mercados para que decidieran autónomamente sobre el destino de la economía. Instauraron, de esta manera, un sistema económico global que dejó en manos de las empresas multinacionales, de las corporaciones monopólicas y de los organismos financieros, principalmente del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, el verdadero gobierno del mundo. Además, con ello quedó establecido un fiero intercambio especulativo a manera de sistema económico. Entonces, la enorme crisis capitalista actual no es una simple casualidad sino el resultado de este experimento fundado en el mercantilismo voraz sin contemplaciones, donde los pobres serán cada vez más pobres y los ricos más ricos.
Hace 25 años la dupla Ronald Reagan-Margaret Thatcher dio inicio al neoliberalismo y la globalización, dando plena libertad a los mercados para que decidieran autónomamente sobre el destino de la economía. Instauraron, de esta manera, un sistema económico global que dejó en manos de las empresas multinacionales, de las corporaciones monopólicas y de los organismos financieros, principalmente del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, el verdadero gobierno del mundo. Además, con ello quedó establecido un fiero intercambio especulativo a manera de sistema económico. Entonces, la enorme crisis capitalista actual no es una simple casualidad sino el resultado de este experimento fundado en el mercantilismo voraz sin contemplaciones, donde los pobres serán cada vez más pobres y los ricos más ricos.
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martes, 10 de mayo de 2011
La ideología autodestructiva de Reagan amenaza con derribar varios siglos de capitalismo
Hay que agradecer a The Wall Street Journal, el puntal del mundo de los negocios, que tenga una zona donde diga las cosas tal cual son y donde no se escamotée ni se niegue la historia real de lo que nos ha llevado al descalabro. En el artículo que hoy publica Paul Farrell, Bill Gross: The leader Treasury, Fed needs (Bill Gross, el jefe del Tesoro que la Fed necesita), Farrell da cuenta de lo mal que están las cosas para la economía de Estados Unidos, y de lo mal que seguirán cuando Ben Bernanke se vea obligado a subir en los próximos meses las tasas de interés. Para Farrell, la llegada de ese momento será inevitable lo que dará inicio a una recaída que, por tratarse de la primera economía del planeta, afectará a toda la economía mundial.
Coincidiendo con algunos artículos en los cuales he expresado que el gran problema es la enorme brecha de ingresos que se ha producido en los últimos 30 años, Farrell destaca que la brecha de ingresos en Estados Unidos "se disparó a niveles no vistos desde los días previos a la crisis de 1929". El 1% de la población, como afirma también Joseph Stiglitz, se deja el 40% del ingreso total, y el restante 60% es repartido, también en esa dramática forma desigual, entre el 99% restante de la población. Estas son las consecuencias de la políticas de endeudamiento masivo impulsadas por Ronald Reagan desde 1981 (ver gráfica, entre deuda pública y privada llega al 360% del PIB). Por eso Farrell señala que "la autodestructiva ideología de Reagan amenaza con derribar varios siglos de capitalismo en una sola generación"
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