Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
India, la fascinante civilización milenaria que he visitado varias ocasiones, es una camuflada superpotencia nuclear que pertenece a los BRICS –que Estados Unidos y Gran Bretaña anhelan aniquilar– y ostenta un impactante tercer lugar en el ranking del PIB global –detrás de China y Estados Unidos, ¡y antes de Japón y Alemania! (https://goo.gl/5vblqO)–, con uno de los mayores crecimientos en medio de la deflación mundial, pero que exhibe, en forma paradójica, una preocupante vulnerabilidad debido a su carencia y pésimo reparto regional del agua.
El rotativo británico The Guardian titula que Delhi, la capital de India, enfrenta una crisis de racionamiento del agua con cierre de escuelas debido a las protestas de las castas que sacuden al estado de Haryana: la casta rural jat encabeza las protestas, exige cuotas para los muy buscados puestos gubernamentales y de las universidades (http://goo.gl/twRdgk).
Pese al vigoroso crecimiento económico de India, la casta rural jat se queja de no encontrar empleo debido a las cuotas comunitarias. Curiosamente, el estado contestatario es gobernado por el partido Janata Bharatiya, al que pertenece el primer ministro Narendra Modi, cuando la lucha por el empleo, traducida en una guerra urbana del agua, rebasa la afiliación partidista.
The Guardian comenta que India reserva lugares para las castas inferiores (sic) para encauzar a las víctimas de la peor discriminación, lo cual provoca resentimiento en las otras comunidades, que se sienten despojadas. Lo que llama la atención es el conocimiento estratégico del abasto de agua del estado Haryana a la capital Delhi, lo cual, de hecho, la coloca a merced de la sed y paraliza las funciones de los tres poderes de la federación india.
La casta rural jat –mayor comunidad en Haryana, con casi 8 millones de miembros, consagrados en forma tradicional a la agricultura– exige mayor acceso a los empleos del gobierno, pero destruye la infraestructura acuífera del estado Haryana, que ha arrojado un saldo de 12 muertos y 150 heridos. Haryana rodea tres de los cuatro lados de la capital Delhi, a la que alimenta con 60 por ciento de su agua, y es uno de los estados más prósperos, con el segundo ingreso más alto per cápita (mil 900 dólares), con abundantes millonarios (crorepatis).
Siete plantas de tratamiento de agua fueron cerradas, lo cual afectó el abasto de dos terceras partes de Delhi, que cuenta con 25.7 millones de habitantes y es, por cierto, la ciudad más contaminada del planeta, que causa la muerte de 11 mil personas cada año.
Haryana –44 mil 212 kilómetros cuadrados, un poco menos que Quintana Roo, con 25.3 millones y cuya capital Chandigarh (un millón de habitantes) es compartida también con el legendario estado de Punjab– es el mayor receptor de inversiones en India y una de sus regiones más desarrolladas, tanto por su industria manufacturera como por su agricultura. Faridabad (1.5 millones de habitantes), que colinda con Delhi, es la mayor ciudad industrial estatal.
El abastecimiento del agua –alterado cuando los manifestantes forzaron el cierre de un canal en Haryana que lleva el agua a las plantas de tratamiento de la capital– debe ser restablecido después de que las fuerzas de seguridad tomaron control del canal Munak, lo cual repercutió en el suministro de verduras y leche (http://goo.gl/9FWU58). BBC reporta que 10 millones se han quedado sin agua en Delhi durante cuatro días (http://goo.gl/OrcWW4).
El relevante río Yamuna, que nutre cinco cuencas de cinco estados, donde destaca Delhi, es alimentado por un glaciar del Himalaya, tributario del Ganges, máximo río sagrado del hinduismo. En la mitología hindú, Yamuna es hermana de Yama, el dios de la muerte, e hija del dios sol Surya. El célebre mausoleo Taj Mahal se encuentra en la ribera del río Yamuna, en la ciudad de Agra.
La más reciente protesta violenta de las castas se escenificó en el estado occidental de Gujarat –31 millones de habitantes y 196 mil kilómetros cuadrados, mayor que Sonora, y segundo estado más industrializado de India detrás de Maharastra (110 millones de habitantes), cuya capital, Mumbai (18 millones de habitantes), es el centro financiero del país, cuando en 2015 la casta patidar/patel exigió el mismo trato otorgado a las castas inferiores, clasificadas por el gobierno como clases atrasadas (OBC, por sus siglas en inglés).
Según The Telegraph, se despliega una inconvencional lucha de clases cuando los puestos gubernamentales y escuelas gratuitas son asignadas a las castas inferiores bajo el sistema de reservación de acción afirmativa para contrarrestar la discriminación arraigada.
Hoy “hasta 50 por ciento de tales posiciones están delimitadas a los dalits (previamente conocidos como intocables)”, poblaciones tribales y grupos sociales designados en su conjunto como OBC, entre cuyas filas se encuentra el primer ministro Modi, hijo de un vendedor de té (http://goo.gl/Fua8ep). Los supraprivilegios no han sido fáciles de eliminar, como sucedió con la casta pudiente de los patidar/patel, cuando justamente el éxito económico de Gujarat propulsó al primer ministro Modi al olimpo geoestratégico.
La proyección geoestratégica de India le obliga a crear un equilibrio entre el anhelado sistema de reserva y la meritocracia, cuando necesita de sus mejores cuadros para competir a escala global. Esa es justamente la tarea armónica y artística de un gobierno capaz que avanza en todas las esferas del conocimiento y del bien común, que incluye el agua, que, además de ser sagrada para la grandiosa población de India, subsume su talón de Aquiles, como lo exhibieron las revueltas en Hiryana, cuyo primer acto de sublevación consistió en dejar sin el líquido vital a la capital Delhi.
Las guerras globales del agua (http://goo.gl/IKoj2l) son estratificadas en varios niveles desde los municipios/capitales de estados y federaciones pasando por regiones hasta transfronteras interestatales y de países (http://goo.gl/Rgt0WK).
Mucho me temo que los alquimistas neoliberales de la privatización a ultranza del agua no tomen en consideración la chispa de fuego que pueden prender en la Bolivia mexicana, donde habitan alrededor de 15 millones y que abarca a Iztapalapa, la mayor zona poblada de la Ciudad de México, que colinda con la zona sedienta urbana de Ciudad Neza/Ixtapaluca/Chimalhuacán /Chalco/Texcoco del estado de México (http://goo.gl/gaOPH6). ¿Una India en México?
Un daño colateral de consecuencia inesperada del proyecto del acueducto Monterrey VI es la alienación laboral/siquiátrica y la enajenación catastral de la agricultura del “México neoliberal itamita” que todavía ostenta alrededor de 35 millones de campesinos con un salario de 80 dólares al mes, ya que desviaría el río Pánuco de los castrados estados de San Luis Potosí, Veracruz y Tamaulipas.
El polémico acueducto Monterrey VI forma parte de la seguridad nacional energética de Norteamérica (http://goo.gl/2W2uH0), un proyecto de Estados Unidos, donde el fracking (fracturación hidráulica) epitomiza la bisagra de las privatizaciones conjuntas del petróleo y el agua para el noreste de México, que ostenta la tercera reserva mundial del shale gas (gas esquisto).
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