Mostrando las entradas con la etiqueta Umberto Eco. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Umberto Eco. Mostrar todas las entradas

martes, 23 de febrero de 2016

Umberto Eco

José Blanco, La Jornada

Cimbra la noticia de la muerte de un pensador de la altura de Umberto Eco. Fue una inteligencia bruñida al límite. Entiendo que hoy hay un antes y un después de Eco, en la semiótica. Un cultura abrumadora, con una mirada capaz de ver la modernidad y el medievo en conjunto y profundidad. De ahí resultaba uno de los mayores pesimismos sobre el futuro y sobre las capacidades humanas para crear más humanidad. Un neurótico incurable a quien el cretinismo –que veía extenderse como un tsunami sobre el planeta–, lo mantenía fastidiado en línea continua. Un filósofo, antes que ninguna de sus artes y su vastísima cultura. Un escritor que puso en sus ensayos o en sus novelas el entero baúl de sus saberes. Hizo saber a sus muchos lectores que la filosofía exige poner distancia respecto al mundo cotidiano, pero, como Habermas, su actividad filosófica no estaba reñida con el rudo jaloneo cotidiano con esa realidad inmediata, no fáctica –según el propio Eco–, sino mediática, porque ese jaloneo se desarrolla a partir de la información que llega diariamente de la prensa, la televisión, la redes sociales. Si en algún lugar se lió en lucha libre con esa realidad vista en los medios, ahí aporto sugerencias mil, pero sobre todo espíritu crítico, talante del que siempre andaba sobrado el profesor de Bolonia.

domingo, 21 de febrero de 2016

Umberto Eco y los signos de su tiempo

Álvaro Cuadra, Alainet

Ciertos nombres se vuelven una referencia obligada en nuestras vidas, tal es el caso de Umberto Eco (1932-2016). Para quienes hayan hecho sus estudios superiores en el ámbito del arte, la filosofía y, muy especialmente, en semiótica y lingüística, este nombre ha estado siempre presente sea como libro o artículo. Se trataba, en principio, de un notable académico italiano que dominó la escena durante los años ochenta y noventa del siglo XX. Pero, como suele ocurrir con los grandes, nos sorprendió también como novelista y best seller con El nombre de la rosa.

Recordar a Umberto Eco es traer a la memoria una retahíla de títulos, lúcidos textos académicos, a los que debemos parte de nuestra propia formación. Entre los más notables, destaquemos La estructura ausente, Obra Abierta, Apocalípticos e Integrados, Signo y su monumental Tratado de Semiótica General. Para Eco, la noción de “cultura” era indisociable de aquellas de “signo” y “comunicación”, de suerte que la “semiótica” no podría ser sino una “teoría general de la cultura”.

Umberto Eco nos enseñó a pensar y analizar el presente, su pensamiento supo conjugar la más fina sensibilidad estética con el más exigente rigor analítico. Y no obstante, se trata de una reflexión radical, mas no altisonante. En este sentido, no basta con leer sus escritos académicos, ellos nos invitan más bien a detenernos en una demorada reflexión que nos va entregando sutiles iridiscencias sobre el mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos.

En El nombre de la rosa, Eco cede a la tentación del género novelesco. Se trata de una ficción culta que instala una trama de investigación policial en una fría abadía durante la Edad Media. En este lúgubre paisaje se esconde un libro prohibido, un perdido escrito aristotélico que trataría sobre la comedia, el humor y la risa. En esta novela, Umberto Eco vuelca todo su conocimiento sobre la estética del medioevo y toda su pasión literaria.

Como todos los grandes maestros –académico, escritor, filósofo del arte-, Umberto Eco nos deja un precioso legado, una forma otra de trascendencia reservada a los intelectuales, sus signos, su escritura. Eco nos ha mostrado que una reflexión, inspirada, como en los niños, en la más genuina curiosidad, pero con el rigor y la serenidad de la madurez, logra alcanzar las más insondables profundidades del pensamiento. No podría haber un mejor aporte de un pensador a su época y al mundo que le ha tocado vivir.

sábado, 20 de febrero de 2016

Umberto Eco sobre Harry Potter

Se supone que las aventuras de Harry Potter son una versión moderna del Grial, un mito ilustre de la tradición occidental que legitimaría por sí solo su lectura y, por eso, no debería preocupar a nadie. Umberto Eco dedicó este artículo a los adultos, por lo tanto, a los padres. Fue publicado en La Jornada en 2002

Dos años atrás escribí acerca de Harry Potter, cuando ya habían aparecido las primeras tres historias y el mundo anglosajón se había empalagado por la discusión de si era o no educativo narrar esas historias de magia a los muchachos, pues podría llevarlos a tomar en serio muchos desvaríos ocultistas. Ahora que gracias al cine el fenómeno Harry Potter se volvió global, me topé por casualidad con un Porta a Porta (un programa de la televisión italiana), donde por un lado aparecía el mago Otelma, muy contento por esa propaganda a favor de señores como él (entre otras cosas, se presentaba vestido de manera tan "magosa" que ni Ed Wood se hubiera atrevido a hacerlo aparecer en uno de sus filmes de horror), y por otro, un insigne exorcista como el padre Amorth (nomen omen), según el cual las historias de Harry Potter transmiten ideas diabólicas.

Para entendernos, mientras que la mayoría de las otras personas sensatas presentes en la transmisión consideraba que magia blanca y magia negra eran patrañas (aun si hay que tomar en serio a quienes creen en ella), el padre exorcista tomaba en serio cualquier forma de magia (blanca, negra y quizá también en forma de bolitas), como obra del Maligno.

sábado, 5 de octubre de 2013

Umberto Eco ¿Hay un Papa de izquierda en Roma?

Umberto Eco, Revista Ñ

El papa Francisco es un jesuita que eligió un nombre franciscano y prefiere hospedarse en hoteles sencillos y no en los de lujo. Sólo le queda lucir un par de sandalias y hábito de monje, echar del templo a los cardenales que manejan un Mercedes Benz y regresar a la isla siciliana de Lampedusa para defender los derechos de los inmigrantes africanos detenidos allí.

Por momentos, parecería que Francisco fuera la única persona que queda que dice y hace “cosas de izquierda”. Sin embargo, también se lo ha criticado por no ser suficientemente de izquierda: por no alzar públicamente la voz contra la junta militar argentina de los años 70, por no apoyar la teología de la liberación, que busca ayudar a los pobres y los oprimidos, y por no realizar pronunciamientos definitivos sobre el aborto o la investigación con células madre. ¿Cuál es exactamente la postura del Papa Francisco?

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin