El Ejército del régimen de Netanyahu se apropia de piel, huesos, válvulas cardíacas y córneas de los cadáveres de los palestinos y de trabajadores extranjerosFoto: Grafitis de los jóvenes asesinados por el Ejército israelí en el campo de refugiados de Dheishenh, en Belén (Cisjordania)
Patricia Simon, La Haine
El control colonial impuesto por Israel no se limita sólo a la vida de los palestinos; se extiende también a su muerte. Desde 1967 y hasta 2007, se apropió de los cadáveres de, al menos, 253 palestinos, a los que acusaba de haber cometido un atentado contra su Ejército o su ciudadanía, según datos de la Oficina de los Derechos Humanos de la ONU.
«Mantienen secuestrado el cadáver de mi hijo para cuando quieran negociar la liberación de los israelíes que tiene Hamás en Gaza. Ese es el valor que le dan a nuestras vidas y a nuestros niños». Shadi Elayyan habla en su casa en Al Azarya, uno de las ciudades de la Gobernación de Jerusalén que la ocupación israelí ha dejado del lado de Cisjordania. Como en muchas casas palestinas, las paredes están cubiertas de fotografías de su «mártir», el familiar asesinado por el Ejército sionista. En el caso de esta familia, quien nos mira sonriente desde la mayoría de los retratos, impresos a gran formato con mensajes de pésame, es Wadi.
El 5 de febrero de 2024, como cada mañana, el chico se vistió con coquetería antes de desayunar con sus padres y sus cuatro hermanos. Se marchó para hacer unas compras en el supermercado y nunca volvió. Tenía 14 años y los vídeos de las cámaras de seguridad muestran cómo se acerca con determinación a uno de los checkpoints que controlan los accesos a la ciudad e intenta apuñalar a uno de los soldados israelíes. Tras un breve forcejeo, sale huyendo, pero antes de que haya podido recorrer unos pocos metros recibe varios disparos por la espalda que acaban de inmediato con su vida. Su madre, Linda Elayyan, subraya que lo sufrido por su hijo no es una «muerte en legítima defensa», sino una ejecución extrajudicial.