sábado, 25 de enero de 2025

La era del excepcionalismo interplanetario

Solo Estados Unidos puede cambiar la imagen de un genocidio y convertirlo en una gran oportunidad inmobiliaria en una ‘ubicación fenomenal’

Pepe Escobar, Strategic Culture

Empecemos con la conclusión clave: el Destino Manifiesto llega a las estrellas. Literalmente.

Trump 2.0, el mayor espectáculo del mundo, empezó con una (gran) explosión: «Perseguiremos nuestro Destino Manifiesto hasta las estrellas». Y eso significa plantar la bandera estadounidense en Marte. De verdad. No una película de Netflix. No es de extrañar que el compañero platino Elon Musk, director ejecutivo de SpaceX, se entusiasmara al instante.

Bienvenido al excepcionalismo interplanetario. Literalmente. Como en la tierra de los libres, hogar de los valientes, en esta nueva era dorada, será «mucho más excepcional que nunca». El declive imperial ha terminado. Abraza el nuevo Imperio, brutalmente benigno. O de lo contrario.

En términos prácticos, todo comenzó, como era de esperar, con una ráfaga de órdenes ejecutivas, como un vórtice psicodélico.

Es hora de enviar tropas a la frontera sur (El Paso ya está bloqueada) para detener la «invasión» de inmigrantes ilegales; declarar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas; y renombrar el Golfo de México como «Golfo de América».

El saludo de Musk y la nueva nobleza

El espectáculo performativo de la asunción de Donald Trump enmascara un cambio más profundo: la consolidación de un sistema en el que el control sobre la verdad, la percepción y la agencia está en manos de quienes dominan el paisaje digital, capaces de modelar la realidad a su antojo.

Jorge González Arocha, Jacobin

«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos»
—Antonio Gramsci

Existe una famosa historia, atribuida a Hegel, que ha sido ampliamente utilizada para ilustrar su filosofía y su relevancia para el pensamiento moderno. En una carta a Friedrich Immanuel Niethammer fechada el 13 de octubre de 1806, el filósofo alemán relata haber visto a Napoleón, a quien se refiere como «el alma del mundo», montando a caballo. Más allá de los detalles históricos y filosóficos del suceso, esta frase ha pasado a formar parte de la leyenda romántica que rodea a La fenomenología del espíritu, porque ocurrió justo dos días antes de que el emperador pusiera fin al Sacro Imperio Romano Germánico y Hegel terminara esa obra monumental, marcando un punto de inflexión en la historia del pensamiento europeo.

Algo más de doscientos años después, Donald Trump vuelve a la Casa Blanca generando conmoción a nivel global. No solo por la controversia inherente a sus políticas, sino también por lo que su victoria representa en términos históricos y sociales. Un análisis superficial podría comparar al nuevo presidente con un Napoleón moderno que, al igual que aquella figura histórica, reúne las principales características de este tiempo. Su coronación, el pasado 20 de enero, consolidó su posición histórica como símbolo de los tiempos que corren.

Sin embargo, tanto la ceremonia de investidura como su victoria en noviembre trascienden lo estrictamente personal. No se trata solo de lo que Trump representa individualmente, sino de cómo expone las nuevas dinámicas del poder en el siglo XXI. Estas no solo tienen que ver con los impuestos, el proteccionismo económico, la diplomacia fuerte y su política migratoria. El 20 de enero marcó la legitimación definitiva, también, del tecnofeudalismo, no como una simple construcción simbólica sino como una forma de poder ya consolidada.

viernes, 24 de enero de 2025

La bomba china DeepSeek sacude el despilfarro de 500 mil millones de dólares de inteligencia artificial de Trump


Mike Whitney, The Unz Review

El futuro de la humanidad se está decidiendo en estos momentos. Y no se está decidiendo en un campo de batalla en Europa del Este, Oriente Medio o el estrecho de Taiwán, sino en los centros de datos y las instalaciones de investigación donde los expertos en tecnología crean “la infraestructura física y virtual para impulsar la próxima generación de inteligencia artificial”. Se trata de una batalla campal en toda regla que ya ha provocado numerosas bajas, aunque no lo dirías leyendo los titulares que suelen ignorar los recientes acontecimientos “cataclísmicos”. Pero cuando el presidente Trump anunció el lanzamiento de un proyecto de infraestructura de inteligencia artificial de 500.000 millones de dólares (Stargate) el martes, apenas horas después de que China lanzara su DeepSeek R1, que “supera a sus rivales en capacidades avanzadas de codificación, matemáticas y conocimientos generales” , se hizo dolorosamente evidente que la batalla por el futuro “está en marcha” a lo grande. Y no es una batalla que ninguno de los dos bandos pueda permitirse perder. Así lo resumió el experto en tecnología Adam Button:
Imaginemos que estamos en 2017 y que el iPhone X acaba de salir al mercado. Se vendía a 999 dólares y Apple estaba arrasando en ventas y construyendo una amplia ventaja en torno a su ecosistema.

Ahora imaginemos que, tan solo unos días después, otra empresa presenta un teléfono y una plataforma que son iguales en todos los aspectos, si no mejores, y el precio es de solo 30 dólares.

Eso es lo que sucedió en el espacio de la IA hoy. DeepSeek de China lanzó un modelo de código abierto que funciona a la par de los últimos modelos de OpenAI, pero cuyo funcionamiento cuesta una fracción ínfima. Es más, incluso puedes descargarlo y ejecutarlo gratis (o por el costo de tu electricidad) por tu cuenta.

El producto es un gran salto en términos de escalabilidad y eficiencia y puede cambiar radicalmente las expectativas sobre cuánta potencia y computación se necesitarán para gestionar la revolución de la IA. También llega apenas horas antes de que Trump anuncie una inversión de 100.000 millones de dólares en centros de datos estadounidenses. El modelo muestra que hay diferentes formas de entrenar modelos de IA fundamentales que ofrecen los mismos resultados con un coste mucho menor. También abre muchas más aplicaciones para la IA que antes habrían sido demasiado caras de ejecutar, lo que debería ampliar las aplicaciones en la economía real. El DeepSeek de China puede haber cambiado radicalmente la economía de la IA, según Forex Live

La guerra híbrida de Trump

La estrategia de Trump se caracterizará por la voluntad de poner fin a las guerras en Europa y Oriente Próximo, con el objetivo de aislar/endeudar por otras vías a Rusia e Irán (y a China)

Enrico Tomaselli, Sinistra in Rete

A pesar de las grandes expectativas con las que ha conseguido rodear su segundo mandato presidencial, es muy poco probable que Trump pueda y vaya a introducir un cambio radical en la política internacional estadounidense.

Y ello por la sencilla y obvia razón de que las líneas estratégicas de una gran potencia no pueden estar sujetas a cambios continuos, salvo a nivel táctico y para los ajustes que la evolución de las situaciones haga necesarios, y que por tanto no es una presidencia la que imparte la dirección, sino que es ésta la que determina al presidente.

Sin perjuicio, por tanto, de que la presidencia de Trump (que, por otra parte, ha sido claramente reivindicada) tendrá como objetivo la reafirmación de la hegemonía estadounidense, y desde luego ninguna apertura al multipolarismo, queda por saber cómo desarrollará concretamente esta línea estratégica, sobre todo en lo que respecta a las grandes zonas de crisis, pero no sólo.

Si nos fijamos, por ejemplo, en la crisis ucraniana, sobre la que, por otra parte, se ha centrado la atención, podemos ver cómo la posición estadounidense -tal y como se está perfilando cada vez más- se caracteriza sobre todo por un enfoque reductor, es decir, considera el conflicto como una cuestión circunscrita, que debe mantenerse y resolverse en un ámbito limitado, sin abordar por tanto las cuestiones fundamentales que subyacen en él, como es no sólo la pertenencia o no de Ucrania a la OTAN, sino también su neutralidad/desmilitarización y, lo que es aún más importante, una nueva arquitectura de seguridad mutua en Europa y a escala mundial.

La crisis de competencias que prolifera en Occidente

La "extraña derrota" es la de la "curiosa" incapacidad de Europa para entender a Ucrania o su mecánica militar.

Alastair Crooke, Strategic Culture

El ensayista y estratega militar Aurelien ha escrito un artículo titulado La extraña derrota (original en francés). Aurelien destaca la extraña falta de realismo con la que Occidente ha abordado la crisis.
“…y la disociación casi patológica del mundo real que muestra en sus palabras y acciones. Sin embargo, incluso mientras la situación se deteriora y las fuerzas rusas avanzan por todas partes, no hay señales de que Occidente esté adoptando una concepción más realista, y es muy probable que siga viviendo en su construcción alternativa de la realidad hasta que sea expulsado por la fuerza”.
El autor continúa explicando con cierto detalle (omitido aquí) por qué la OTAN no tiene una estrategia para Ucrania ni un plan operativo real:
“Sólo cuenta con una serie de iniciativas ad hoc, unidas entre sí por aspiraciones vagas que no tienen conexión con la vida real, más la esperanza de que ‘algo [beneficioso] ocurrirá’. Nuestros actuales líderes políticos occidentales nunca han tenido que desarrollar tales habilidades. Sin embargo, en realidad es peor que eso: al no haber desarrollado esas habilidades, al no tener asesores que las hayan desarrollado, no pueden entender realmente lo que están haciendo los rusos, cómo y por qué lo están haciendo. Los líderes occidentales son como espectadores que no conocen las reglas del ajedrez o del Go, y están tratando de averiguar quién está ganando”.

jueves, 23 de enero de 2025

La derrota de Occidente en el pensamiento de Emmanuel Todd

La caída de valores que le dieron primacía descompone los Estado Nación y la democracia liberal. La guerra en Ucrania pone de manifiesto la desindustrialización de Occidente. Es el resultado de creer que las finanzas generan valor, producto de la neoliberalización de las economías.

Eric Calcagno, La Haine

No, nadie pensaba que habría una guerra en Europa, "el continente de la paz perpetua"; no, nadie esperaba que un conflicto surgiera entre Rusia y EEUU, cuando éste persigue a China; no, ni Ucrania arrolló al ejército ruso ni las sanciones impuestas por Occidente afectaron la economía rusa (más bien la fortalecieron); no, Europa ya no juega ningún rol relevante, todo es Reino Unido y más OTAN; no, la industria bélica occidental no puede abastecer las necesidades ucranianas en el frente (ni las propias). No. Ninguna de las predicciones realizadas antes de la guerra en Ucrania se cumplieron. Así empieza "La derrota de Occidente", por ahora el último libro del francés Emmanuel Todd. Sí, es cierto, habla de la guerra en Ucrania; si, analiza a Europa, a los EEUU y por supuesto sí, a Occidente.

Emmanuel Todd nació en 1951 en Saint-Germain-en-Laye, conurbano parisiense chic, de una familia habitada por la cultura, la política y el compromiso. El abuelo que Todd no conoció -aquel amigo del alma de Jean Paul Sartre- fue el filósofo Paul Nizan, caído en combate en las afueras de Dunquerque en 1940. El padre de Emmanuel es Olivier Todd, uno de los pilares del periodismo francés de la posguerra, además de ser primo de Claude Levi-Strauss. Corona ese capital cultural Emmanuel Le Roy Ladurie, un amigo de la familia, que además de ser discípulo de Fernand Braudel le dará al joven Todd el gusto por la historia de las mentalidades. Es la marca de calidad de la Ecole des Annales, fundada en los años 1930 por Lucien Febre y March Bloch. Una de las metodologías privilegiadas es la cuantificación estadística sobre la base de la documentación de la época estudiada antes que sobre los relatos de reyes y batallas. Ese tiempo largo que se mide en siglos también incorpora el tiempo medio, lo que llamamos mediano plazo, medido en decenios, y el tiempo de los acontecimientos, que suelen ser más cotidianos.

Emmanuel Todd estudiará tanto en París como en Cambridge los sistemas familiares a lo largo de los siglos, y la influencia de la estructura familiar en los sistemas políticos y económicos. En un momento donde el estudio del largo y mediano plazo ya no existe, desalojado que fuera por el acontecimiento reducido a la anécdota o al chisme, "La derrota de Occidente" tiene el mérito de restablecer algunas evidencias olvidadas, algunos métodos relegados, el necesario debate de ideas. Sí, son esas argumentaciones teóricas propias de los intelectuales, antes de ser desplazados por los marketineros, ellos mismos sacrificados en el altar de youtubers, influencers o redes, vacías hasta la náusea.

Las prioridades políticas de extrema derecha de Musk son peligrosas para la comunidad internacional

El respaldo de Elon Musk a ideologías de extrema derecha, teorías conspirativas y políticas divisivas, combinado con su esperado papel en la administración Trump, plantea una amenaza importante para la paz internacional, la estabilidad global y los derechos de las minorías.

Hamzah Rifaat, Al Mayadeen

Elon Musk es conocido por promover teorías de conspiración y puntos de vista de supremacía blanca mediante plataformas de redes sociales. Por lo tanto, no debería sorprender que ahora esté destinado a convertirse en el principal aliado de Donald Trump en la administración entrante en Washington DC. Sin embargo, lo que es más preocupante, aunque menos sorprendente, es su abierto respaldo a partidos, movimientos y organizaciones políticas de extrema derecha en toda Europa y su búsqueda de polarizar la opinión global, alterar la política del statu quo y afianzar la islamofobia en la formulación de políticas nacionales. Si bien sus tuits resultaron en una reacción violenta de los políticos en Europa que censuraron al empresario por intolerancia crasa, Musk está destinado a desempeñar un papel clave en el aparato político de Washington DC a medida que las políticas de Trump se instrumentalizan e implementan.

Esto es peligroso para la comunidad internacional por varias razones.

La agenda de Musk: divide y vencerás

Musk es conocido por ser un magnate de los negocios, un magnate y propietario de X y Tesla Motors, pero su craso desprecio por las normas internacionales, la globalización y su abierto respaldo a la supremacía racial, la islamofobia y el ultraconservadurismo lo han convertido en una figura polarizadora.
Las opiniones de Musk se consideran aún más alarmantes dado que proviene de Pretoria, en Sudáfrica, un país que ha tenido un legado profundo y divisivo de racismo y apartheid del gobierno de minoría blanca contra la población predominantemente negra.
Sin embargo, sus tuits sugieren que quiere presenciar el mismo legado de intolerancia, racismo y discriminación en Europa, que excluye y ataca a las poblaciones no blancas, musulmanas e inmigrantes.

Tecnato de Norteamérica: ¿Trump quiere hacer realidad la dictadura tecnocrática que soñó el abuelo de Elon Musk?

El Tecnato de Norteamérica (Technocracy Inc.) es una propuesta concebida en la década de 1930 por la Sociedad Fabiana y Joshua Haldeman, abuelo materno de Elon Musk, que plantea integrar territorios como Canadá, Groenlandia, México, Centroamérica, el Caribe y parte del norte de Sudamérica bajo una estructura dirigida por “especialistas”, cuyo objetivo sería reemplazar la democracia y el capitalismo. Según el historiador José Luis Preciado, esta idea ha resurgido en estrategias contemporáneas, como las iniciativas de Donald Trump de renombrar el Golfo de México y buscar el control de Groenlandia, Canadá y Panamá, las cuales reflejan un impulso expansionista planificado por la criptocracia occidental. Este enfoque parece alinearse con el concepto histórico del Tecnato, reinterpretando asimismo elementos de un proyecto ultraglobalista que, aunque ha dejado de ser un modelo viable de gobernanza mundial, ahora sintetiza algunos de sus principios y se presenta como un caballo de Troya para el continente americano en un nuevo orden multipolar.
En los mapas del tecnato trazados desde la década de 1930, se incluían Groenlandia, Alaska, Canadá, Estados Unidos, México, todos los países soberanos de Centroamérica, así como parte del norte de Colombia y Venezuela.

José Luis Preciado, Mente Alternativa

Desde que Donald Trump inició su carrera política, ha desafiado las normas geopolíticas con propuestas y declaraciones controversiales. Este artículo explora sus recientes intenciones de rebautizar el Golfo de México, apropiarse de Groenlandia, Canadá y Panamá, y cómo estos movimientos encajan en una estrategia más amplia de control global, de la cual fue parte el abuelo materno del transhumanista y contratista masivo del Pentágono, Elon Musk.

La propuesta de Donald Trump de rebautizar el Golfo de México como “Golfo de América” refleja una narrativa imperialista que busca reforzar la influencia estadounidense en la región. Aunque el nombre actual tiene raíces históricas que datan de 1524, la iniciativa ha generado rechazo internacional, especialmente en México, donde se percibe como un intento de apropiación al menos simbólica de los recursos petrolíferos del golfo. Paralelamente, el interés de Trump en Canadá (al que quiere anexar como estado 51) y Groenlandia (a donde viajó recientemente uno de sus hijos) pone de manifiesto su enfoque hacia el Ártico, una región rica en recursos naturales y punto estratégico para provocar a Rusia. Las declaraciones sobre posibles intervenciones militares en Groenlandia y las presiones económicas sobre Canadá han suscitado preocupaciones sobre la soberanía de estos territorios y la estabilidad geopolítica.

miércoles, 22 de enero de 2025

Por qué y cómo la clase social sigue siendo importante

Está de moda declarar que el marxismo no tiene mucho que decir sobre las sociedades complejas y modernas. Pero la clase y los intereses materiales que genera siguen siendo los rasgos centrales del capitalismo. Nick French presenta una reseña de The Class Matrix. Social Theory after the Cultural Turn, de Vivek Chibber (Harvard University Press, 2022)

Nick French, Jacobin

Aunque Occupy Wall Street, las campañas presidenciales de Bernie Sanders y otros acontecimientos devolvieron el tema de la clase y la desigualdad económica a la conciencia pública de los Estados Unidos en los últimos años, este resurgimiento fue acompañado de denuncias sobre el marxismo como un marco anticuado para el análisis social y político. Los expertos y los políticos nos advierten de los peligros de centrarnos demasiado en la clase o de tratarla como algo «más importante» que otras identidades sociales o formas de jerarquía.

Estos estribillos populares se hacen eco de afirmaciones que dominaron la teoría social académica durante décadas. Mientras que Karl Marx y sus seguidores consideraban que las fuerzas económicas eran fundamentales para entender la estabilidad y los conflictos sociales, los partidarios del «giro cultural» en la teoría social conceden un lugar de honor a los factores no económicos. Si la clase es una cuestión de ubicación de una persona en una estructura económica —si, por ejemplo, posee medios de producción o debe vender su fuerza de trabajo para ganarse la vida—, entonces tiene poco poder predictivo para explicar por qué la gente hace lo que hace, argumentan los culturalistas. En su lugar, deberíamos fijarnos en factores culturales contingentes: normas sociales, valores y prácticas religiosas.

Es fácil ver el atractivo de estos argumentos. A pesar de la renovada preocupación por la desigualdad económica representada por Sanders y fenómenos afines en otros lugares (el corbynismo en Gran Bretaña, Podemos en España, La France Insoumise), las críticas basadas en la clase social no lograron captar el apoyo de las clases trabajadoras a gran escala. Los viejos partidos de izquierda están en declive y cada vez más trabajadores gravitan hacia la derecha. La política mundial sigue experimentando un reajuste de clases: en comparación con principios y mediados del siglo XX, la clase se está convirtiendo en una categoría cada vez menos destacada de identidad y conflicto políticos. Las divisiones partidistas se están endureciendo, pero ningún bando afirma de forma creíble que representa los intereses —o que puede ganarse la lealtad— de los trabajadores.

El dólar estadounidense como arma: ¿funcionará?


Michael Hudson, The Unz Review

Trump ha promovido una serie de planes para fortalecer a Estados Unidos, a expensas de otros países. Dado su lema “nosotros ganamos, ustedes pierden”, algunos de sus planes producirían el efecto opuesto al que él imagina.

Eso no sería un gran cambio en la política estadounidense, pero creo que la Ley de Hudson puede estar alcanzando su punto máximo con Trump: cada acción estadounidense que ataque a otros países tiende a ser contraproducente y termina costando a la política estadounidense al menos el doble.

Hemos visto que se ha vuelto normal que los países extranjeros sean los beneficiarios de la política agresiva de Estados Unidos. Este es el caso más obvio de las sanciones comerciales de Estados Unidos contra Rusia. Si Estados Unidos no es el perdedor (como en el caso del corte del gasoducto Nord Stream, que condujo a un aumento vertiginoso de sus exportaciones de GNL), sus aliados pagarán el costo. El costo en unos pocos años puede ser que Estados Unidos haya perdido Europa y la OTAN como resultado de la presión de los países europeos para que declaren su independencia de la política estadounidense.

Para acelerar la partida del invitado europeo, los líderes de la OTAN exigen sanciones contra Rusia y China, afirmando que “las importaciones equivalen a dependencia”. Lo que seguirá serán contrasanciones rusas y chinas que bloquearán la venta de otras materias primas a la UE.

El capitalismo muskiano y su odisea espacial


Luis Hernández Navarro, La Jornada

A lo largo de la historia, los imperios se han establecido conquistado territorios, mares y aire. Ya no es suficiente. Desde la lógica de las su perpotencias y sus magnates, el futuro será de quien domine el espacio exterior.

Así de claro lo advirtió Donald Trump, en su discurso frente de toma de posesión frente al Monumento al presidente Abraham Lincoln: “Vamos a ir otra vez a la Luna, y plantaremos la bandera de Estados Unidos en Marte pronto”, dijo. En esta apuesta por el porvenir, sobresale el hombre más rico del mundo, Elon Musk. Consejero delegado de la fabricante de automóviles Tesla, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, que, según él, se propone llevar a la humanidad a Marte y garantizar la supervivencia de la especie.

Controla, también, la red social X, la firma de inteligencia artificial xAI y la empresa de túneles Boring Co. Su fortuna se calcula en más de 421 mil millones dólares, según la lista de mutimillonarios de Forbes. Nacido en Pretoria, en 1971, migró de Sudáfrica a los 17 años para eludir el servicio militar. Su visión de la vida está marcada tanto por la mercalodatria como por la ciencia ficción. La primera película que vio, y que influyó en su ensoñación con los viajes interestelares, fue Star Wars: Episodio IV; una nueva esperanza.

Una nueva era: el legado de Biden y las intenciones de Trump


Nahia Sanzo, Slavyangrad

La nueva era comenzó este lunes con la toma de posesión de Donald Trump, que inauguró su segundo mandato con un discurso previsiblemente nacionalista, con toques mesiánicos y centrado en la agenda doméstica, en el que prometió que “la edad dorada de América [Estados Unidos] comienza ahora”. Como se había anunciado previamente, los primeros decretos presidenciales se centraron en el aspecto que el nuevo presidente, su entorno más cercano y sus votantes más fieles consideran principal, expulsar al máximo número posible de migrantes. Es ahí donde va a centrarse la agenda política dura de la segunda presidencia de Trump, que en política exterior tendrá un eje claro a nivel continental, una especie de nueva doctrina Monroe mezclada con grandes dosis de una actualización del destino manifiesto. A esa importancia que la nueva presidencia va a dar al poder estadounidense en América -a ello está dirigido el nombramiento de Marco Rubio, un halcón que luchará activamente contra los gobiernos progresistas del continente- hay que añadir que será Trump quien determine ahora el papel estadounidense en los grandes conflictos mundiales. Además del enfrentamiento, fundamentalmente económico, aunque con componentes militares, contra China, la política de la Casa Blanca será clave tanto en Oriente Medio como en Ucrania.

Horas antes de la investidura, Vladimir Putin felicitó públicamente a Donald Trump por su retorno al poder y valoró positivamente la voluntad estadounidense de reiniciar los contactos diplomáticos. Aunque la retórica rusa se ha moderado y es previsible menor hostilidad por parte del Kremlin o de los medios rusos para dar una oportunidad a la diplomacia, el presidente ruso insistió en su mensaje en que lograr la paz a largo plazo, más allá de una tregua temporal o un cierre en falso del conflicto, implica “resolver las causas originales del conflicto”. No es difícil entender de esas palabras que Vladimir Putin se refiere a la arquitectura de seguridad europea y más concretamente a la expansión de la OTAN hacia la frontera rusa, algo que, quizá de forma ingenua, Rusia confía en poder detener por medio de un acuerdo con Estados Unidos, más sencillo con Donald Trump que con Joe Biden. Frente a una visión de la Alianza como herramienta de expansión de los valores occidentales y la democracia liberal, el trumpismo entiende la OTAN como una garantía de que no habrá en Europa un bloque antihegemónico que pueda hacer sombra a Estados Unidos. Para lograr ese objetivo, Washington necesita un número de países lo suficientemente grande para evitar que la unión del resto pueda compensar esa alianza, pero lo suficientemente reducido como para evitar un gasto excesivo. En ese planteamiento, países como Ucrania no son vistos como un lastre, como en ocasiones han manifestado JD Vance o Donald Trump JR., sino territorios difíciles de defender e innecesarios a la hora de cumplir con la función de la alianza. De esta forma, es probable que vaya a producirse un mayor rechazo de la administración Trump al camino euroatlántico de Ucrania -de ahí que Zelensky buscara la invitación oficial de adhesión a la Alianza de Joe Biden, para lograr lo que es consciente que no obtendrá de la nueva administración-, e incluso declaraciones en las que el nuevo presidente afirme comprender la preocupación rusa por la expansión de la OTAN.

martes, 21 de enero de 2025

No hay historia sin filosofía


Aleksandr Dugin, Geopolitika

La Historia es una secuencia de unidades semánticas llamados «acontecimientos», los cuales incluyen personalidades, procesos, cambios, oposiciones, catástrofes, logros, paisajes sobre los que se producen los hechos y, finalmente, toda una vastísima realidad con múltiples niveles que tiene varios significados. El significado de un acontecimiento se encuentra, a su vez, inextricablemente ligado al significado de otros acontecimientos. Es a partir de ese proceso que se teje la historia. Al mismo tiempo, el significado de un acontecimiento incluye la infinita riqueza de lo que constituye su naturaleza y fundamento.

La Historia, por lo tanto, es algo espiritual que sólo se revela a la mente filosófica familiarizada con la contemplación de las ideas. La Historia es un concepto filosófico e incluso teológico; no es una casualidad que hablemos de la Historia Sagrada en la que los significados de los acontecimientos se revelan a través de dogmas y axiomas religiosos y, que a su vez, estos dogmas y axiomas revelan sus detalles y riquezas en la historia.

Toda la Historia está estructurada como Historia Sagrada. Sólo las versiones seculares, ateas y materialistas tienen dogmas y axiomas diferentes ya que, en lugar de Dios, la Alianza, la Encarnación, la Salvación, la Providencia y la escatología promueven leyes inmanentes como la tierra, la sociedad, la biología y la fisiología, las luchas interespecies e intraespecies, el destino, el clima, la tecnología, la voluntad de poder, las formaciones históricas, etc. Esto nos lleva a concluir que la historia no existe fuera de un sistema religioso o ideológico.

El previsible colapso de la seguridad paneuropea

Lo único que Estados Unidos quería era la hegemonía sobre Europa. Ahora la tiene como nunca antes. Los verdaderos perdedores son los europeos.

Glenn Diesen, Brave New Europe

Durante la Guerra Fría, el sistema internacional se organizó en condiciones de suma cero. Había dos centros de poder con dos ideologías incompatibles que dependían de las tensiones continuas entre dos alianzas militares rivales para preservar la disciplina de bloque y la dependencia en materia de seguridad entre los aliados. Sin otros centros de poder ni un punto intermedio ideológico, la pérdida de uno era una ganancia para el otro. Sin embargo, ante la posibilidad de una guerra nuclear, también había incentivos para reducir la rivalidad y superar la política de bloques de suma cero.

Las bases para una arquitectura de seguridad paneuropea que mitigara la competencia en materia de seguridad nacieron con los Acuerdos de Helsinki de 1975, que establecieron reglas de juego comunes para el Occidente capitalista y el Este comunista en Europa. El desarrollo posterior de la confianza inspiró el “nuevo pensamiento” de Gorbachov y su visión gaullista de un hogar europeo común para unificar el continente.

En su famoso discurso ante la ONU en diciembre de 1988, Gorbachov anunció que la Unión Soviética reduciría sus fuerzas militares en 500.000 soldados y que 50.000 soldados soviéticos serían retirados del territorio de los aliados del Pacto de Varsovia. En noviembre de 1989, Moscú permitió la caída del Muro de Berlín sin intervenir. En diciembre de 1989, Gorbachov y Bush se reunieron en Malta y declararon el fin de la Guerra Fría.

Cómo “Israel” se vio obligado a someterse a Gaza

Si no fuera por la increíble firmeza del pueblo de Gaza, la incansable resistencia armada, combinada con los esfuerzos sostenidos de los frentes de apoyo en Líbano, Yemen e Irak, la victoria no habría sido posible.

Robert Inlakesh, Al Mayadeen

En su primer discurso durante el genocidio de Gaza, el exsecretario general de Hozbullah, Sayyed Hassan Nasrallah, afirmó que “Hamas no perderá”. Quince meses después, el movimiento palestino firmó un acuerdo de cese al fuego y de intercambio de prisioneros, obligando de hecho a los israelíes a la sumisión.

Suponiendo que se mantenga el alto al fuego en Gaza, los israelíes han sufrido una derrota de la que tal vez nunca se recuperen del todo. Este análisis no se hace sin reconocer el crimen histórico cometido contra el pueblo de la Franja de Gaza, sino desde una perspectiva realista sobre el impacto que ha tenido una rendición israelí.

Los grupos armados palestinos en Gaza, incluidas las Brigadas Qassam de Hamas, nunca fueron lo suficientemente poderosos como para derrotar decisivamente al ejército israelí y capturar nuevos territorios en la Palestina ocupada, ni tampoco se hacían ilusiones sobre sus capacidades. Y aunque nadie podía imaginar la magnitud del sufrimiento humano y la carnicería que infligiría el régimen sionista, estaba claro que la Resistencia Palestina se preparaba para una larga guerra de desgaste.

Se puede decir que el mero hecho de que, en medio de una hambruna generalizada, el asesinato en masa de entre 47 mil personas (según las estimaciones más elevadas) y la destrucción de más del 80 por ciento de la infraestructura de Gaza, los grupos armados palestinos sigan existiendo como formidables fuerzas de combate, es nada menos que un milagro. No sólo las facciones de la Resistencia pudieron reagruparse y mantener su capacidad de disparar cohetes de largo alcance contra lugares como “Tel Aviv” y la Jerusalén ocupada, sino que Hamas pudo concluir un cese al fuego favorable y un intercambio de prisioneros.

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