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miércoles, 22 de enero de 2025

Por qué y cómo la clase social sigue siendo importante

Está de moda declarar que el marxismo no tiene mucho que decir sobre las sociedades complejas y modernas. Pero la clase y los intereses materiales que genera siguen siendo los rasgos centrales del capitalismo. Nick French presenta una reseña de The Class Matrix. Social Theory after the Cultural Turn, de Vivek Chibber (Harvard University Press, 2022)

Nick French, Jacobin

Aunque Occupy Wall Street, las campañas presidenciales de Bernie Sanders y otros acontecimientos devolvieron el tema de la clase y la desigualdad económica a la conciencia pública de los Estados Unidos en los últimos años, este resurgimiento fue acompañado de denuncias sobre el marxismo como un marco anticuado para el análisis social y político. Los expertos y los políticos nos advierten de los peligros de centrarnos demasiado en la clase o de tratarla como algo «más importante» que otras identidades sociales o formas de jerarquía.

Estos estribillos populares se hacen eco de afirmaciones que dominaron la teoría social académica durante décadas. Mientras que Karl Marx y sus seguidores consideraban que las fuerzas económicas eran fundamentales para entender la estabilidad y los conflictos sociales, los partidarios del «giro cultural» en la teoría social conceden un lugar de honor a los factores no económicos. Si la clase es una cuestión de ubicación de una persona en una estructura económica —si, por ejemplo, posee medios de producción o debe vender su fuerza de trabajo para ganarse la vida—, entonces tiene poco poder predictivo para explicar por qué la gente hace lo que hace, argumentan los culturalistas. En su lugar, deberíamos fijarnos en factores culturales contingentes: normas sociales, valores y prácticas religiosas.

Es fácil ver el atractivo de estos argumentos. A pesar de la renovada preocupación por la desigualdad económica representada por Sanders y fenómenos afines en otros lugares (el corbynismo en Gran Bretaña, Podemos en España, La France Insoumise), las críticas basadas en la clase social no lograron captar el apoyo de las clases trabajadoras a gran escala. Los viejos partidos de izquierda están en declive y cada vez más trabajadores gravitan hacia la derecha. La política mundial sigue experimentando un reajuste de clases: en comparación con principios y mediados del siglo XX, la clase se está convirtiendo en una categoría cada vez menos destacada de identidad y conflicto políticos. Las divisiones partidistas se están endureciendo, pero ningún bando afirma de forma creíble que representa los intereses —o que puede ganarse la lealtad— de los trabajadores.

lunes, 9 de octubre de 2017

Los sindicatos británicos exigen recuperar la propiedad pública del sector energético

Viento Sur

El Congreso anual de la Unión de los sindicatos británicos (Trade Union Congress-TUC) votó una resolución importante sobre el cambio climático pidiendo que el sector energético vuelva a ser propiedad pública y esté sometido a un control democrático.

La resolución, votada por unanimidad, llama a la Confederación Nacional -que cuenta con 5,7 millones de miembros- a trabajar con el Partido Laborista para alcanzar este objetivo y aplicar un programa masivo para la conservación de la eficiencia energética. La resolución se pronuncia a favor de la creación de un grupo de presión cuya finalidad sea conseguir una estrategia de “transición justa” para las trabajadoras y trabajadores afectados e impulsar las investigaciones sobre los riesgos a largo plazo que suponen las inversiones en combustibles fósiles para los fondos de pensiones.

El manifiesto electoral de 2017 del Partido Laborista “For the Many, Not the Few” (A favor de la mayoría, no de unos pocos) destaca el fracaso de la privatización de la energía, la debilidad de la política energética, la necesidad de cumplir los compromisos del Reino Unido respecto al clima y de lograr que un 60 % de su energía alcance en 2030 el objetivo de cero carbono o que sea obtenida de fuentes renovables.

Esta declaración se comprometía también a que la energía vuelva a ser de propiedad pública para promover la energía renovable, a un precio asequible para los consumidores y bajo control democrático. El manifiesto llama a la creación de compañías de energía “públicas, responsables localmente y cooperativas para competir con los suministradores de energía privados existentes”.

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