La Organización de Cooperación de Shanghái une a gran parte de la Mayoría Global. Y todo ello sin necesidad de convertirse en un gigante militar ofensivo como la OTAN
Pepe Escobar, Strategic Culture
¡Qué espectáculo! Un espectáculo pan-asiático, pan-euroasiático y del Sur Global, con la brillante y dinámica Tianjin como telón de fondo, disfrutado como tal por la abrumadora mayoría del planeta, mientras que, como era previsible, generaba una oleada de envidia en el fragmentado Occidente, desde el todopoderoso Imperio del Caos hasta la Coalición de los Chihuahuas Desdentados.
La historia registrará que, así como los BRICS finalmente cobraron protagonismo en la cumbre de Kazán en 2024, la OCS replicó la misma decisión en la cumbre de Tianjin en 2025.
Entre un festín de momentos destacados, difícilmente superable por la presencia de Putin y Modi de la mano, este fue, por supuesto, el baile de MC Xi. La RIC original (Rusia, India y China), tal como la concibió el Gran Primakov a finales de los 90, finalmente volvía a la palestra, unida.
Pero fue Xi quien personalmente estableció las directrices principales, proponiendo nada menos que un nuevo y amplio modelo de gobernanza global, con ramificaciones importantes como un banco de desarrollo de la OCS que debería complementar el NDB de los BRICS, así como una estrecha cooperación en inteligencia artificial en contraste con el tecnofeudalismo de Silicon Valley.
La gobernanza global, al estilo chino, abarca cinco principios fundamentales. El más crucial, sin duda, es la igualdad soberana. Esta se conecta con el respeto al estado de derecho internacional, y no con un orden internacional basado en normas que se modifica a voluntad. La gobernanza global promueve el multilateralismo. Y también, inevitablemente, fomenta un enfoque centrado en las personas, muy elogiado, alejado de los intereses creados.