Jaque al Neoliberalismo
Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
lunes, 12 de mayo de 2025
En el Día de la Victoria, el fantasma del fascismo vuelve a amenazar Europa
Enzo Traverso, Sin Permiso
Las conmemoraciones son interesantes espejos de las narrativas hegemónicas del pasado, que no siempre se corresponden con la conciencia histórica popular. Esto es especialmente cierto en el caso de aniversarios mundiales como el 8 de mayo de 1945.
Durante décadas, Occidente celebró el Día de la Victoria en Europa (VE) para mostrar su poder y afirmar sus valores. En esta mentalidad, Occidente no solo era poderoso, sino también virtuoso. Esta liturgia de la democracia liberal funcionaba sin problemas y de forma consensuada, con todos los participantes reunidos en torno a recuerdos, símbolos y valores que forjaron su alianza.
En 1985, cuarenta años después del fin del conflicto, la República Federal de Alemania (RFA) se sumó a estas conmemoraciones. En un famoso discurso ante el Bundestag, el presidente de la RFA, Richard von Weizsäcker, afirmó solemnemente que Alemania no debía considerar esta fecha como un día de derrota sino como uno de liberación.
Tras el fin de la Guerra Fría, el Día de la Victoria en Europa significó el triunfo de Occidente: el capitalismo, la fuerza militar, las instituciones sólidas, la prosperidad económica y un estilo de vida agradable. Algunos estudiosos hablaron de una especie de fin de la historia hegeliano, mientras que otros evocaron un final feliz al estilo de Hollywood.
Hitos inestables
Hoy en día, este cómodo ritual parece anacrónico, evocador de una época pasada. Ochenta años después de la caída del Tercer Reich, el fascismo está regresando a Europa. Seis países de la UE —Italia, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Croacia y la República Checa— tienen partidos de extrema derecha en el Gobierno. Partidos similares se convirtieron en actores importantes en toda la Unión Europea, desde Alemania hasta Francia y desde Polonia hasta España.
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Berlín, primavera de 1945: La última batalla antes del fin de la guerra en Europa
El escritor, periodista y miembro de la Fundación Rosa Luxemburg Ingar Solty, publicó recientemente en el periódico berlinés Berliner Zeitung este emotivo ensayo que recoge los hechos bélicos y el sufrimiento del pueblo berlinés durante y después de la denominada batalla de Berlín a través de diarios, relatos y versos de los que la vivieron. La de Berlín fue la última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial en Europa que concluiría con la capitulación del régimen nazi el 8 de mayo de 1945, hace exactmente 80 años.
Ingar Solty, Sin Permiso
La guerra aérea. Prólogo de la caída
El 16 de abril de 1945 es un día fresco. La temperatura no supera los 10 grados y el cielo está mayormente cubierto.
Es el día en que comienza la batalla por Berlín. La guerra que Alemania inició y libró como una guerra de aniquilación en el Este desde el primer día vuelve a sus orígenes como un boomerang. Tres meses antes, los civiles de Prusia Oriental ya habían pagado el precio más alto que pagaron todos los alemanes por ello. La batalla por Berlín está perdida incluso antes de empezar. Es más, a pesar de los eslóganes de resistencia de los nazis y de películas para elevar la moral como Kolberg, de Veit Harlan, la guerra ya estaba perdida desde hacía meses, incluso años. Hacía tiempo que estaba perdida cuando el 12 de enero comenzó la ofensiva del Ejército Rojo en Prusia Oriental, que rodeó la provincia alemana más oriental en muy poco tiempo. Ya se había perdido en las batallas de Stalingrado en 1942/43, y luego se había sellado en el saliente de Kursk en el verano de 1943. El fracaso de la ofensiva ante Moscú en el invierno de 1941 ya había mostrado que la victoria en la «campaña rusa», que pagaron con su vida 27 millones de ciudadanos soviéticos, entre ellos 14 millones de civiles, era impensable. La verdadera derrota, sin embargo, se produjo 12 años antes: el fracaso a la hora de impedir el traspaso del poder a Hitler por parte de los conservadores, su alianza con los grandes terratenientes y la industria pesada y, por tanto, la victoria del fascismo, que aprovechó el incendio del Reichstag para instaurar una dictadura. En su Cartilla de guerra (Kriegsfibel), Bertolt Brecht escribió: «Su hermano, aquí en el lejano Cáucaso/ Yazco ahora, hijo de campesinos suabos, enterrado/ Caído por el disparo de un campesino ruso. / Fui derrotado hace más de un año en Suabia».
La batalla por Berlín sólo retrasa lo inevitable, prolongando los asesinatos de guerra, el Holocausto y los crímenes de la fase final de los nazis, con los que quieren prevenir, asesinando sistemáticamente a sus oponentes, una revolución antibélica como la que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Cientos de miles pagan todo esto con su vida. Millones de trabajadores forzados, cientos de miles en campos de concentración, presidiarios con trabajos forzados y encarcelados de la Gestapo anhelan la liberación, que para muchos habitantes de las ciudades será también la liberación de la guerra de bombardeos.
Pero la liberación viene de fuera. Ya en 1919, tras la hasta entonces última guerra mundial, que por aquellos días aún no había que distinguir de una segunda, Kurt Tucholsky profetizaba, con la mirada puesta en el fortalecimiento renovado del militarismo alemán, en su poema Salvación desde fuera: «Lo que ya creíamos muerto, / ¡el diablo lo arrastre!, ha vuelto:/ los viejos comisarios de la milicia, / sin charreteras, pero con la misma mentalidad. / Y aunque perdimos la guerra, / los señores, plateados de estrellas, / cierran sus largas orejas -/ no han aprendido nada. / Y solo una paz puede salvarnos, / una paz que rompa este ejército, / que rompa las viejas cadenas de hierro –/ el enemigo nos libera de estas zarzas. / Los alemanes no lo harán por sí mismos».
La capital del Reich, Berlín, constituye la zona cero del final de la guerra en Europa. La planificada capital nazi de Germania es sustituida por la arquitectura hitleriana no planificada de una metrópolis europea desmoronada, cuya clásica edificación en bloques parecerá durante décadas la dentadura de un lamentable sin techo. Y en sin techo se convertirán cientos de miles de personas. Junto con Varsovia, Stalingrado, Rotterdam y Dresde, Berlín pertenece a una de las ciudades más destruidas de la Segunda Guerra Mundial. Incluso 80 años después, cada parque infantil que se abre paso entre la típica construcción de bloques en los populares barrios antiguos de Berlín, donde ahora los alquileres se disparan, cuenta una historia de muerte, sufrimiento y destrucción.
Los bombardeos de área en Berlín
La destrucción de Berlín comenzó con los bombardeos de área aliados. Los bombardeos más devastadores tuvieron lugar los días 3 y 26 de febrero de 1945, cuando 939 y 1.184 aviones lanzaron respectivamente más de 2.000 toneladas de bombas explosivas e incendiarias sobre los barrios del centro de la ciudad. Cinco años y medio antes, Hermann Göring había dicho en un discurso radiofónico que se llamaría Meier si aparecía un solo avión enemigo sobre el cielo de Berlín. Ahora, sólo el 3 de febrero, hasta 50.000 berlineses, refugiados de guerra y trabajadores forzados murieron durante los 50 minutos que duró el bombardeo. Sólo en las bóvedas subterráneas de la estación de metro de Weberwiese, donde la gente había buscado refugio, murieron varios centenares en muy poco tiempo porque la estación de metro se derrumbó bajo la carga de las bombas. Si hoy se da un paseo por el cementerio Georgen-Parochial, en la Friedenstraße, encontrará a muchas de las víctimas, entre ellas muchos niños que hoy tendrían alrededor de 85 años. Un total de 120.000 personas perdieron su hogar aquel día.
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domingo, 11 de mayo de 2025
Tran Đuc Thao fue el gran filósofo marxista de Vietnam
El filósofo vietnamita Tran Đuc Thao unió el marxismo y el existencialismo y desarrolló una innovadora teoría marxista del lenguaje. Pero su enfoque heterodoxo lo enfrentó a menudo con el Estado posrevolucionario que gobernaba su país natal.
Alexandre Feron, Jacobin
Pocas personas recuerdan hoy el nombre del filósofo vietnamita Trần Đức Thảo (1917-1993). Se encuentra en la encrucijada de tantas posturas opuestas que nadie llega a reivindicarlo enteramente como propio. Demasiado marxista para los fenomenólogos, también era demasiado fenomenólogo para los marxistas. Su marxismo nunca fue lo suficientemente ortodoxo para los estalinistas, pero sí demasiado ortodoxo para los opositores de izquierdas al estalinismo. Demasiado militante para los filósofos académicos, es en cambio demasiado filósofo para los militantes políticos.
Pero es precisamente esta complejidad lo que lo vuelve interesante. La historia de Trần Đức Thảo expresa muchas de las tensiones y contradicciones del siglo XX en torno al colonialismo y la independencia, el papel de los intelectuales tanto en los países capitalistas como en los comunistas, el marxismo y su relación con otras corrientes de pensamiento, las luchas de la Guerra Fría y la historia del comunismo asiático.
La vida de Thảo fue un intento de afrontar y superar estas contradicciones. Pero se encontró constantemente chocando contra ellas, y su vida adquirió un aspecto trágico, demostrando ser un fracaso político y filosófico. Una nueva revisión sobre la historia de ese fracaso puede ayudar a comprender mejor las tragedias más amplias del siglo pasado.
Un intelectual desclasado
La trayectoria vital inicial de Thảo parecía una justificación ideal de la supuestamente positiva labor de colonización francesa. Nacido el 26 de septiembre de 1917 e hijo de un funcionario de correos, fue un estudiante brillante en el Liceo Albert Sarraut de Hanoi y aprobó el bachillerato francés en 1935. En 1936, el gobierno de Indochina le concedió una beca para ir a Francia a prepararse para la prestigiosa École normale supérieure (ENS), antes de ingresar en la propia ENS en 1939.
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La derrota de la Alemania nazi: por qué la historia está viva en Rusia pero muerta en Occidente
Para Rusia y otros pueblos que buscan la verdad y una paz internacional genuina, la historia está muy viva y vale la pena luchar por ella.
Editorial Strategic Culture
Ochenta años después de la derrota de la Alemania nazi, esta semana el mundo presenció un evento espectacular, solemne y jubiloso para conmemorar ese logro histórico. El desfile de la victoria en la Plaza Roja de Moscú fue un espectáculo glorioso sin igual.
Y con razón, porque la derrota de la Alemania nazi el 9 de mayo de 1945 fue en gran medida el resultado de los heroicos sacrificios de los pueblos soviético y ruso.
La conmemoración anual sigue siendo tan conmovedora y orgullosa para los rusos como siempre.
Este año, el presidente ruso, Vladimir Putin, estuvo acompañado por numerosos dignatarios internacionales para observar el desfile. Cabe destacar que, con honrosas excepciones, los líderes occidentales estuvieron ausentes, impedidos por su tóxica propaganda rusófoba y sus contradicciones históricas.
El presidente de China, Xi Jinping, ocupó un lugar destacado en la tribuna de la Plaza Roja. Una vez más, con razón.
Las naciones rusa y china fueron las que más sufrieron durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que la peor conflagración militar de la historia de la humanidad dejó un saldo de muertos de alrededor de 80 millones. Más de la mitad de esas víctimas pertenecían a la Unión Soviética y a China.
El Día de la Victoria, el 9 de mayo, suele conmemorarse como el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el Japón Imperial, aliado de la Alemania nazi en el Eje, no fue derrotado hasta agosto de 1945. La guerra del Japón Imperial en China se libró con la misma barbarie genocida que la de la Alemania nazi en la Unión Soviética.
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sábado, 10 de mayo de 2025
Día de la Victoria: rescatar la verdad
Editorial La Jornada
Rusia conmemoró ayer el 80 aniversario del Día de la Victoria, en recuerdo de la rendición incondicional de la Alemania nazi ante el Ejército Rojo, acontecimiento que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. El evento, quizá el más importante en el calendario cívico ruso, sirvió a Moscú para demostrar el fracaso del aislamiento que intentó imponerle Occidente a raíz de la invasión a Ucrania: además de contar con la presencia de 27 jefes de Estado, el presidente Vladimir Putin pudo presumir la cada vez mayor cercanía con su homólogo Xi Jinping, con quien ratificó que las relaciones entre Rusia y China se encuentran en el mejor momento de su historia.
El Día de la Victoria es una ocasión inmejorable para desmontar la mitología occidental en torno a la caída del nazismo como una gesta estadunidense, con ingleses, canadienses, australianos, franceses y otros como comparsas. Para decirlo claro: la Wehrmacht ya no era sino un pálido reflejo de su anterior poderío cuando se produjo el desembarco aliado en Normandía del 6 de junio de 1944, que ocho décadas de tergiversación hollywoodense han elevado a la categoría de máximo punto de inflexión en la contienda.
En el momento en que Washington decidió arriesgar las vidas de sus hombres (quienes, vale la pena recordar, se encontraban segregados racialmente de un modo que nada envidiaba al nazismo), las tropas de Hitler estaban conformadas, en gran parte, por niños y ancianos, pues su ejército original se había extinto en el frente oriental. Los números son tan escalofriantes como elocuentes: en la mayor carnicería perpetrada por los seres humanos contra sus semejantes, fallecie-ron más de 32 millones de soviéticos entre 9 millones 360 mil militares y más de 23 millones de civiles; la inmensa mayoría, bajo el Plan Hambre de Hitler, que buscaba la desaparición de los pueblos eslavos para re-poblar sus inmensos territorios con la raza aria.
Aunque se ha hecho todo por borrarlo, las segundas mayores víctimas de la guerra fueron los chinos abatidos por el indescriptiblemente cruel fascismo japonés: 14 millones de civiles y 2 millones 600 mil militares chinos murieron en el campo de batalla, en campos de exterminio o en los laboratorios donde los más eminentes científicos nipones usaban seres humanos como ratones. En contraste, Reino Unido perdió 60 mil civiles; Francia, 98 mil; Estados Unidos, menos de 6 mil. Por ello, la presencia de Xi al lado de Putin es una reivindicación histórica de dos naciones que lo sacrificaron todo para derrotar al fascismo.
La autodestrucción de Europa
¿Cómo debemos interpretar la postura aparentemente autodestructiva de Europa? Cuatro dimensiones interrelacionadas pueden ayudar a explicar la postura de sus líderes: la psicológica, la política, la estratégica y la transatlántica.
Thomas Fazi, thomasfazi.com
Para los que no están familiarizados con la política europea, puede resultar difícil descifrar lo que está sucediendo en estos momentos, y esto se hace aún más evidente en la respuesta del continente a la evolución de la situación en Ucrania.
Desde el resurgimiento político de Donald Trump y su iniciativa para negociar el fin del conflicto entre Rusia y Ucrania, los líderes europeos han actuado de una manera que parece desafiar la lógica básica de las relaciones internacionales, en particular el realismo, según el cual los Estados actúan principalmente para promover sus propios intereses estratégicos.
En lugar de apoyar los esfuerzos diplomáticos para poner fin a la guerra, los líderes europeos parecen decididos a frustrar las iniciativas de paz de Trump, socavando las negociaciones y prolongando el conflicto.
Desde el punto de vista de los intereses fundamentales de Europa, esto no solo es desconcertante, sino irracional. La guerra en Ucrania, que se describe mejor como un conflicto proxy entre la OTAN y Rusia, ha infligido un daño económico inmenso a las industrias y los hogares europeos, al tiempo que ha aumentado drásticamente los riesgos de seguridad en todo el continente.
Se podría argumentar, por supuesto, que la participación de Europa en la guerra fue errónea desde el principio, resultado de la arrogancia y de un error de cálculo estratégico, incluida la creencia errónea de que Rusia sufriría un rápido colapso económico y una derrota militar.
Sin embargo, sea cual sea la razón que motivó la respuesta inicial de Europa a la guerra, cabría esperar que, a la luz de sus consecuencias, los líderes europeos aprovecharan con entusiasmo cualquier vía viable hacia la paz y, con ella, la oportunidad de restablecer las relaciones diplomáticas y la cooperación económica con Rusia.
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viernes, 9 de mayo de 2025
Ochenta años de la Gran Victoria
Nikolay Sofinskly, La Jornada
El octogésimo aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria no es sólo una fecha. Es un punto de apoyo desde el cual nace la conciencia nacional, se restaura la continuidad histórica y se forma el rumbo del futuro. Cuanto más lejano se vuelve 1945, más claramente sentimos: estamos nuevamente en la primera línea de una lucha, esta vez por la memoria, el sentido y la verdad.
La victoria sobre el nazismo en 1945 no fue casual –fue el resultado de un valor sin precedentes, sacrificios colosales y fuerza moral–. La Unión Soviética desempeñó un papel decisivo en la derrota del Tercer Reich, pagando un precio terrible: millones de vidas, ciudades destruidas, destinos quebrados. Fue una victoria del pueblo, que no sólo se defendió a sí mismo, sino que liberó a pueblos enteros de la aniquilación. En este día también honramos a todos los pueblos que lucharon contra el nazismo, recordamos la unidad de la coalición antihitleriana y el precio común pagado por la libertad.
Hoy, esa Victoria vuelve a ser un blanco. En varios países europeos –incluidos aquellos donde durante la Segunda Guerra Mundial se luchó contra el nazismo– hoy se derriban monumentos a los soldados libertadores y se erigen memoriales en honor a quienes colaboraron con los nazis. En algunos de esos estados se glorifica de manera demostrativa a criminales de guerra, se distorsiona la cronología y las causas del conflicto, sustituyendo la liberación por la ocupación, y el nazismo por una supuesta “resistencia”. Esto ya no es sólo una lucha por la interpretación, sino una renuncia a los principios morales, una peligrosa inversión del bien y el mal. Todo esto sucede con el silencio, e incluso a veces con el aliento, de las élites occidentales.
Fue Stalin quien venció al nazismo. Es Occidente quien apoya a los nazis
Auschwitz y Berlín fueron liberados por los soviéticos, no por EEUU, como muestran las películas de Hollywood, obras maestras de la ideología y la propaganda liberal-atlantista
Una vez más, Vladimir Putin, presidente de la federación rusa, le da la vuelta a la tortilla a la ridícula y asilvestrada narrativa de Occidente, o mejor dicho, la narrativa del liberal-atlantista.
De hecho, es noticia reciente que Putin haya optado orgullosamente por rebautizar el aeropuerto de Volgogrado con el nombre de Stalingrado y que además haya celebrado la figura de Stalin como héroe nacional. Se derrumba así, como era previsible, la patética narrativa de Occidente según la cual Putin es el nuevo Hitler: una narrativa que, como ya saben hasta las piedras, sólo sirve a Occidente para poder deslegitimar a priori al adversario y poder justificar nuevos Hiroshimas y nuevos Nagasakis si es necesario.
Esta es, en definitiva, la función de la reductio ad Hitlerum, como la describió el filósofo político Leo Strauss. En todo caso, es Occidente quien apoya al batallón neonazi Azov en Ucrania, y no Putin, quien realmente lo que hace es combatirlo. Y que, al hacerlo, continúa la gloriosa línea soviética de oposición al nazismo.
Recordémoslo en beneficio de los muchos capita insanabilia, cuyos cerebros siguen siendo centrifugados por el celoso trabajo de los manipuladores profesionales pertenecientes al orden liberal: Auschwitz y Berlín fueron liberados por los soviéticos, no por los estadounidenses, como muestran las demenciales películas de Hollywood, obras maestras de la ideología y la propaganda liberal-atlantista. Y, además, los soviéticos no ocuparon toda Europa con sus bases, como hicieron los estadounidenses, apareciendo de hecho como los nuevos ocupantes y no como meros liberadores.
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Tensiones entre India y Pakistán: los intereses estratégicos de Occidente y el complejo juego del terrorismo
Comprender las persistentes tensiones entre India y Pakistán ya no se limita a un conflicto bilateral. Numerosas fuerzas geopolíticas, económicas y militares intervienen, donde Occidente, en particular Estados Unidos y la OTAN, desempeña un papel fundamental. Este artículo no solo analiza la relación entre India y Pakistán, sino que también intenta desentrañar el complejo ecosistema del terrorismo y el tráfico de armas, en el que Occidente tiene un papel fundamental.
Mr. Quant, Global Research
1. Los aviones de combate Rafale y la estrategia militar de la India
En los últimos años, India cerró un acuerdo de 7.400 millones de dólares con Francia para adquirir 26 cazas Rafale, lo cual rápidamente se convirtió en un problema político debido a las acusaciones de corrupción de la oposición. Tras el ataque de Pahalgam, India aceleró este acuerdo, lo que llevó a algunos observadores a calificarlo de "crisis artificial". ¿Fue el ataque un simple acto de terrorismo o formó parte de una estrategia geopolítica más amplia destinada a justificar el acuerdo del Rafale?
2. El papel de los medios de comunicación: la configuración de la narrativa estratégica de la India
Se ha visto con frecuencia a los medios indios alimentando la histeria bélica y promoviendo una agresiva narrativa "antipakistaní". Este tipo de cobertura hipernacionalista contribuye a crear un entorno donde es más fácil controlar la opinión pública. ¿Se trata esta conducta mediática simplemente de influir en la opinión pública, o hay una agenda geopolítica más profunda detrás, una que legitima la venta de armas y las estrategias militares?
3. La agenda oculta de Occidente: estabilidad geopolítica versus intereses económicos
¿Quién se ha beneficiado más de la "Guerra contra el Terror" global? La respuesta es: Estados Unidos y la OTAN. Siempre que un país del sur de Asia intenta afirmar su independencia militar o influencia regional, se ve desestabilizado o sancionado. El comercio de armas y el capitalismo de vigilancia de Occidente prosperan durante los conflictos internos y la inestabilidad.
En Afganistán, Estados Unidos creó un mercado masivo de armas y equipo militar.
En India y Pakistán, cada vez que se firman acuerdos estratégicos, suelen producirse ataques terroristas o mayores tensiones fronterizas.
Occidente y Estados Unidos construyen con frecuencia narrativas selectivas en torno al terrorismo. La verdadera pregunta es: ¿cuánto de este terrorismo está "controlado" y forma parte de un caos creado estratégicamente?
jueves, 8 de mayo de 2025
Teología política: la política como religión de los modernos
Diego Fusaro, Posmodernia
Bajo la luz de la hermenéutica movilizada por Schmitt, es en el Leviatán de Hobbes (1651) donde aparece operativo el dispositivo de la politische Theologie (Teología poliítica) en su máximo esplendor originario. Pero es sólo a partir del sistema categorial de Rousseau cuando el modelo de la teología política comienza a articularse según una dicotomía que preludia aquella de derecha e izquierda surgida con la Revolución Francesa. Es lo que tematizó Ernst Cassirer en su estudio Das Problem Jean Jacques Rousseau –El problema Jean Jacques Rousseau- (1932). En opinión del estudioso de las “formas simbólicas”, el corazón teórico del pensamiento político de Rousseau está en haber trasladado la “teodicea” –un enunciado, como es sabido, compuesto de “θεός” y “δίκη”, “Dios” y “justicia”– desde la esfera teológica vertical hasta la política horizontal. La génesis del mal se hace remontar, desde Rousseau, no ya al «pecado original» ni a una inescrutable voluntas divina, sino a la sociedad misma. Para Rousseau, de hecho, no es el hombre el que es naturalmente malo, como asegura «el sofista Hobbes«. Ni se debe admitir la doctrina del pecado original, “propagada por el retórico Agustín”.
La sociedad que ha producido el mal –alienación y explotación, desigualdad y propiedad privada, según cuanto Rousseau ya declara en el Discours sur l´origine et les fondements de l´inégalite parmi les hommes (Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, 1755)– también está llamada a redimirse a sí misma a través de la política. Dado que, como se sostiene en el Contrato Social (1762), l´homme est né libre et partout il est dans les fers –el hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado-, es exigencia fundamental de la política trabajar para restituir a los seres humanos su libertad, rompiendo las cadenas que se han creado con la evolución histórica. Para Rousseau, precisamente porque el mal no es coesencial a la naturaleza humana ni coincide con una condena sancionada ab aeterno por Dios, corresponde a la política la ambiciosa tarea de rectificar la injusticia y liberar a la sociedad del mal, generando la igualdad entre los hombres y la democracia directa como forma de gobierno.
Es cierto, sin embargo, que Rousseau se sitúa en el marco «contractualista» de los modernos y, aunque aspira a una comunidad solidaria y redimida, parte del engañoso presupuesto antropológico del individuo preexistente al Estado (entendido a su vez –dirá Hegel– como fruto de un «contrato» pensado según los módulos del «contrato privado»). El Discours de 1755 sobre el origen de la desigualdad distingue entre una desigualdad natural –la que, por ejemplo, diferencia a los hombres por inteligencia y potencia física– y una desigualdad convencional, que “depende de una especie de convención, y es establecida o al menos permitida por el consenso de los hombres». Es necesario actuar para eliminar la segunda y neutralizar los efectos de la primera. Fichte, en sus cinco lecciones de Jena sobre el Destino del Sabio de 1794, no aportará modificaciones de relieve a este programa. Simplemente, insistirá con mayor énfasis sobre la dimensión del futuro como espacio abierto para su realización mediante el actuar apasionado de un Sujeto consciente (Yo) capaz, bajo la inteligente guía del “sabio” (der Gelehrte), de redefinir el Objeto (no-Yo) siguiendo la razón.
Una teoría de las civilizaciones en las décadas de 1920 y 1940: Feliks Koneczny
Pierre Le Vigan, Euro-Synergies
«No es posible ser civilizado de dos maneras», dice Feliks Koneczny. Es una frase vertiginosa. Hace saltar por los aires el universalismo. No dice que haya «nosotros» y «los bárbaros». Dice que la civilización, la forma universal de la evolución humana, sólo puede alcanzarse por varias rutas. En otras palabras, hay muchas formas de ser civilizado, pero hay que elegir: no se puede ser civilizado a caballo entre dos (o más) culturas. Ciertamente, podemos experimentar la influencia de varias culturas, pero una debe predominar claramente. En la historia de la humanidad, la civilización consiste precisamente en que siempre hay varias civilizaciones. Del mismo modo que la existencia de una nación presupone que haya otras naciones junto a ella.
La fórmula de Koneczny (1862-1949) puede considerarse como una forma de etno-diferencialismo o culturo-diferencialismo. Demasiadas diferencias y uno se atasca en ellas: no las supera. Pero ¿quién es este autor poco conocido? Eso es lo que nos cuenta Antoine Dresse en su último ensayo, publicado con el patrocinio del Institut Iliade. Polaco, Koneczny nació en Cracovia. En aquella época, la ciudad formaba parte del Imperio austriaco, que se convirtió en monarquía dual en 1867: el Emperador de Austria era también Rey de Hungría. Cracovia, en el extremo occidental de Galitzia, pasó a formar parte de la parte austriaca del Imperio, Cisleithania. Cracovia se convirtió en la capital de una provincia conocida como Pequeña Polonia.
La familia Koneczny tiene sus orígenes en Silesia, que fue polaca hasta el siglo XIV, luego brevemente unida a Bohemia, después austriaca y finalmente prusiana desde su conquista por Federico II de Prusia, conquista validada por el tratado de 1763. Desde 1945 vuelve a ser polaca. La historia de Silesia también estuvo estrechamente ligada a la de Bohemia y Moravia (actual República Checa). Por lo tanto, Koneczny procede de las partes occidentales de Polonia. Era eslavófilo y, en una época en la que no se ponía en duda el carácter germánico de la población silesiana, defendió su carácter históricamente eslavo. Koneczny fue un historiador de renombre en su época, luego olvidado y recientemente redescubierto. Es autor de numerosos libros sobre la historia de Polonia y algunas de sus grandes figuras, así como de una Historia de Rusia, ejercicio tanto más interesante cuanto que Polonia y Rusia fueron potencias vinculadas y casi siempre rivales.
Koneczny intenta explicar cómo las naciones pueden tener algo más que una historia nacional, es decir, ser portadoras de un modelo de civilización y sus garantes. Aquí es donde el historiador se convierte también en filósofo de la historia. Desde esta perspectiva, a partir de 1920, durante el renacimiento polaco, que se extendió hasta Vilna/Vilnius, Koneczny defendió la tesis de que Polonia representaba el polo de la cristiandad latina en Europa. Más concretamente, es el más oriental de los polos latinos. Y precisamente porque Polonia está «entre Oriente y Occidente», según sus propias palabras, debe saber lo que es si quiere seguir existiendo. Para perdurar en su ser, como dijo una vez Dominique Venner.
Feliks Koneczny publicó sus primeros libros de filosofía de la historia, o más bien de metateoría de la historia, en el periodo de entreguerras. Aunque era conservador y «nacionalista» polaco, no sólo tenía amigos en la derecha polaca. Estaba mal visto por el jefe del Estado, Pilsudski. Pilsudski, junto con una serie de intelectuales nacionalistas polacos, defendía la idea de una unión de naciones desde el Báltico hasta el Mar Negro, es decir, desde Polonia hasta Rumanía, país este último aliado de Francia durante la Gran Guerra (Polonia no existía como Estado, pero en 1916 las potencias centrales crearon un Estado nodriza en la antigua Polonia rusa).
Estafa de la OTAN al descubierto: Europa indefensa sin la "caballería estadounidense"
Kit Klarenberg, Global Delinquents
El 23 de abril, Politico publicó un artículo notable, “La caballería estadounidense no viene”, que documentaba con gran detalle cómo la planificación y la infraestructura de defensa europeas durante décadas se habían construido exclusivamente “suponiendo el apoyo estadounidense” y “para acelerar la entrega de refuerzos estadounidenses al frente de batalla”. Ahora, “la perspectiva de que esto no ocurra está desbaratando los planes de movilidad militar” y el continente “está solo”, indefenso, sin rumbo y carente de soluciones a los desastrosos resultados de su postración de décadas ante la hegemonía estadounidense.
El artículo comienza con un intento mediocre de fantasía, esbozando un escenario de pesadilla que se desarrolla en marzo de 2030. «En la niebla de principios de la primavera», comienza un ataque ruso multifacético contra Lituania y Polonia, obligando a los soldados extranjeros estacionados allí a buscar refugio, mientras «los países aliados se apresuran a responder». Pero mientras Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y los países nórdicos están movilizando sus ejércitos para la empresa, “hay una clara ausencia”:
Los líderes y los soldados miran hacia el oeste, hacia el océano, esperando los buques de guerra que siempre han acudido en ayuda de Europa durante el último siglo. Pero el mar sólo ofrece silencio. Los americanos no vendrán. La segunda presidencia de Donald Trump ha puesto fin al compromiso de Estados Unidos con la defensa europea.Por supuesto, Trump aún no ha desvinculado a Washington de la OTAN. “¿Pero qué pasaría si Estados Unidos abandonara a Europa?” Según informa Politico, esta es una pregunta inquietante que resuena con creciente urgencia en los pasillos del poder en Occidente. La respuesta pone de relieve una “realidad incómoda”: “sin el apoyo de Estados Unidos, el traslado de tropas a Europa sería más lento, más costoso y se vería obstaculizado por una serie de cuellos de botella logísticos”. En caso de una guerra total, estas deficiencias “no sólo podrían crear ineficiencias”, sino que “podrían resultar fatales”.
miércoles, 7 de mayo de 2025
Ochenta años desde la Victoria: Por qué debemos recordar las atrocidades alemanas en la Segunda Guerra Mundial
El Día de la Victoria no representa simplemente una conmemoración militar ni una celebración ideológica del comunismo, sino el triunfo de la vida sobre el exterminio planificado.
Raphael Machado, Strategic Culture
A medida que nos acercamos a la conmemoración del Día de la Victoria de 2025, vale la pena reflexionar sobre lo que el pueblo soviético, junto con muchas otras naciones, luchó durante la Segunda Guerra Mundial. Comprender los aspectos más oscuros de este conflicto puede ayudar a explicar por qué el Día de la Victoria tiene un significado tan profundo para los rusos modernos.
A medida que avanzaba la Segunda Guerra Mundial, en particular tras el lanzamiento de la Operación Barbarroja en 1941 (la invasión de la URSS), se convirtió en una guerra total. Esta naturaleza global del conflicto estuvo, en gran medida, predeterminada por los mismos términos en que los alemanes lo habían enmarcado desde el principio.
Al abordar la guerra desde una perspectiva fundamentalmente racial e interpretarla como una lucha de "vida o muerte", los alemanes abrieron las puertas a una creciente catástrofe de atrocidades.
Los crímenes alemanes contra los judíos ya son bien conocidos por el público occidental, en particular los cometidos en los campos de concentración polacos (Auschwitz, Majdanek, Sobibor, Belzec, Treblinka y Chelmno), donde se extinguieron masivas vidas judías, así como la represión del gueto de Varsovia, donde miles perecieron y miles más fueron deportados a campos de concentración cercanos.
Menos conocidas para los observadores occidentales son las atrocidades cometidas fuera del territorio polaco, en territorios que ahora pertenecen a los Estados bálticos, Bielorrusia, Ucrania y la Federación Rusa.
Sistema contra sistema: la contraofensiva silenciosa de China
Pekín toma el control del enfrentamiento con Washington – tercer episodio de la serie histórica dedicada a la ruptura entre Estados Unidos y ChinaCaricatura de Ryan Walker de 1904 advirtiendo a las grandes potencias de los riesgos de luchar contra China. La advertencia es explícita. ¿Lo despertarán? El caricaturista pregunta, citando el "peligro amarillo"
Giacomo Gabellini, Krisis
Tras el contraataque estadounidense iniciado bajo la administración Obama, Pekín reaccionó con una estrategia menos visible pero igualmente incisiva. Al reducir su dependencia de las exportaciones a Occidente, fortalecer el consumo interno y reactivar la cooperación regional, China no ha respondido golpe por golpe. Eligió reescribir las reglas de la globalización. Y ahora son Estados Unidos los que se encuentran en posición de persecución, en un conflicto que se desarrolla cada vez menos en el plano militar y cada vez más en el plano estructural. Económico y estratégico, pero también ideológico.
En breve:
- La contraofensiva estratégica de China Pekín ha respondido a los ataques proteccionistas de Estados Unidos con una contraofensiva económica silenciosa, no alzando la voz sino impulsando la demanda interna, la innovación y la cooperación regional.
- Aumento del consumo interno Al reducir su dependencia de las exportaciones a Occidente, China ha acelerado el consumo interno. Al posicionarse como el principal mercado de muchos sectores, ha reducido el peso de las exportaciones sobre el PIB, en beneficio de un crecimiento más sostenible.
- Clase media y cooperación regional El ascenso de la clase media china ha reducido la centralidad del mercado estadounidense. China también ha fortalecido los lazos económicos con los países asiáticos, incrementando el comercio regional y desarrollando una red de alianzas estratégicas.
- Innovación e industria de alto valor añadido China se ha convertido en un líder en innovación, pasando de ser un ensamblador a un sofisticado proveedor de cadenas de valor globales. Su red de producción e infraestructura siguen atrayendo inversiones, a pesar de las crecientes tensiones geopolíticas.
- Desafíos y poder financiero Con sus grandes tenencias de bonos del Tesoro estadounidense, China posee un arma financiera que amenaza la estabilidad del dólar y la economía estadounidense. Al mismo tiempo, está fortaleciendo su papel como motor del crecimiento económico mundial y de un sistema comercial cada vez más interconectado.
Parte III – La respuesta de China y el cambio de rumbo de EEUU
“China se convirtió en enemiga de Estados Unidos hace una década”, dijo el profesor Jeffrey Sachs en una entrevista televisiva transmitida por X el 29 de abril. “¿Por qué? Porque China ha tenido mucho éxito”. Una síntesis eficaz, que resume el significado del enfrentamiento actual entre Pekín y Washington. Después de años de sufrir las iniciativas proteccionistas de Estados Unidos, China ha respondido. Pero, en lugar de alzar la voz, elevó las cifras: superávit comercial récord, expansión del consumo interno, inversiones regionales… En un mundo interconectado, decidió responder no golpe por golpe, sino sistema contra sistema.
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martes, 6 de mayo de 2025
Vietnam: una victoria que jamás se olvidará
El impacto en EEUU de la victoria vietnamita aún persiste, algo que se denominó a menudo el "síndrome de Vietnam" y que los gobernantes capitalistas aún intentan superar
Allen Myers, La Haine
Es un aniversario histórico que la clase dominante de EEUU y sus aliados en todo el mundo desearían que olvidáramos. Hace cincuenta años, el 30 de abril de 1975, el imperialismo estadounidense sufrió la peor derrota militar de su historia cuando las tropas del Ejército de Vietnam del Norte y el Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur tomaron el control total de Ciudad Ho Chi Minh (entonces llamada Saigón) y las pocas zonas dispersas del sur que aún no habían sido liberadas.
La victoria vietnamita fue la culminación de más de tres décadas de lucha contra el imperialismo japonés, británico, francés y estadounidense. En aquel entonces, EEUU era, como lo sigue siendo hoy (a trancas y barrancas), la principal potencia militar del mundo. Sin embargo, esa increíble potencia fue derrotada por una sociedad pequeña, subdesarrollada y mayoritariamente rural.
La guerra de EEUU contra Vietnam involucró a más de medio millón de soldados regulares estadounidenses. Durante la guerra, EEUU desplegó una potencia de fuego inimaginable contra las fuerzas vietnamitas y la población en general. El tonelaje de bombas lanzadas sobre Vietnam fue aproximadamente tres veces mayor que el total de todos los teatros de operaciones durante la II Guerra Mundial. EEUU también empleó armas químicas, como defoliantes con dioxina, que aún hoy causan muertes y daños genéticos.
Vietnam recibió suministros militares limitados de China y la Unión Soviética, pero nunca fueron suficientes para ser decisivos. Los cohetes tierra-aire, por ejemplo, incrementaron las pérdidas militares de la Fuerza Aérea estadounidense, pero nunca lograron detener la guerra aérea estadounidense.
Y, sin embargo, toda esta potencia de fuego no pudo impedir la victoria vietnamita. Algo resultó ser más poderoso que el armamento masivo. Esa realidad es la lección que los imperialistas quieren que olvidemos.
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5:51 p.m.
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