En cualquier caso, las élites europeas que se oponen a Rusia están jugando con fuego. De hecho, Europa occidental sigue provocando, de forma totalmente irrealista…
Domenico Moro. Laboratorio Per il Socialismo del sXXI
Recientemente, en Francia han causado un gran revuelo las declaraciones públicas realizadas por el general Fabien Mandon, jefe del Estado Mayor de la Defensa francés. Según Mandon, hay que volver a aceptar perder a sus hijos. Lo que falta es la fortaleza de ánimo para aceptar sufrir, para proteger lo que somos. Si nuestro país vacila porque no está dispuesto a aceptar perder a sus hijos, porque hay que decirlo, a sufrir económicamente porque las prioridades se destinarán a la producción para la defensa, entonces estamos en peligro[1]. Por lo tanto, hay que volver a acostumbrarse no solo a sacrificar nuestro nivel de vida para financiar un aumento del armamento, sino sobre todo a morir en la guerra en Francia y, al parecer, en toda Europa.
Hace cien años, la posibilidad de que un joven europeo muriera en la guerra se consideraba algo normal, por muy desagradable que fuera. Tras las masacres de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en Europa y, en general, en los países avanzados del Occidente colectivo, se afirmó la inaceptabilidad de morir en la guerra.
Esta postura también se observó en Estados Unidos, aunque, a diferencia de Europa occidental, mantuvieron una postura explícitamente imperialista incluso después de la Segunda Guerra Mundial. El punto de inflexión en Estados Unidos fue la guerra de Vietnam, durante la cual los reclutas se revelaron incapaces de soportar los peligros de muerte del combate y se pusieron de manifiesto las dificultades para motivar a los soldados (y el apoyo de los civiles) por parte de la ideología dominante[2].
La respuesta de Estados Unidos fue la introducción de las Fuerzas Armadas profesionales. De hecho, desde el final de la guerra de Vietnam, han sido los voluntarios profesionales los que han intervenido en las numerosas guerras emprendidas por Estados Unidos. Pero, como demuestra la retirada estadounidense de Afganistán, incluso las bajas de profesionales resultan poco digeribles para la opinión pública estadounidense.














