Trump como buen imitador, quiere hacerse dueño de las tierras y el petróleo venezolano, y sin quedarse atrás, pone la mira en Europa, en África o en Asia
Carlos Aznárez, Al Mayadeen
Cuando el ahora tan citado James Monroe lanzó aquella famosa frase "América para los americanos" en 1823, no podía a llegar imaginarse que esa declaración de sinceridad iba a recorrer toda la historia posterior de la política exterior estadounidense, y mucho menos que 200 años después uno de sus compatriotas -tan prepotente y ambicioso como él- iba a levantar la apuesta.
El primero advertía a los europeos colonizadores que se les había acabado la licencia para hacer lo que querían en el continente que va desde el sur del Río Bravo hasta los confines de Tierra del Fuego, no porque fuera un justiciero sino porque la frase susodicha significaba que "esas tierras son nuestras, los norteamericanos".
Su actual imitador, no se queda en chiquitas y además de autoproclamarse dueño de tierras y riquezas venezolanas que no le pertenecen, apelando a esa prepotencia habitual que lo caracteriza, expande el mismo anhelo colonizador cuando piensa en Europa, en África o en Asia. Y así como Monroe pensaba en ponerle coto a los europeos en su afán expropiatorio en el continente, Trump apela ahora a la Estrategia de Seguridad Nacional para hacer cumplir su dominio regional, por las buenas o por las malas, dejando fuera de juego a sus competidores Rusia y China.














