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lunes, 12 de mayo de 2025

Berlín, primavera de 1945: La última batalla antes del fin de la guerra en Europa

El escritor, periodista y miembro de la Fundación Rosa Luxemburg Ingar Solty, publicó recientemente en el periódico berlinés Berliner Zeitung este emotivo ensayo que recoge los hechos bélicos y el sufrimiento del pueblo berlinés durante y después de la denominada batalla de Berlín a través de diarios, relatos y versos de los que la vivieron. La de Berlín fue la última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial en Europa que concluiría con la capitulación del régimen nazi el 8 de mayo de 1945, hace exactmente 80 años.

Ingar Solty, Sin Permiso

La guerra aérea. Prólogo de la caída

El 16 de abril de 1945 es un día fresco. La temperatura no supera los 10 grados y el cielo está mayormente cubierto.

Es el día en que comienza la batalla por Berlín. La guerra que Alemania inició y libró como una guerra de aniquilación en el Este desde el primer día vuelve a sus orígenes como un boomerang. Tres meses antes, los civiles de Prusia Oriental ya habían pagado el precio más alto que pagaron todos los alemanes por ello. La batalla por Berlín está perdida incluso antes de empezar. Es más, a pesar de los eslóganes de resistencia de los nazis y de películas para elevar la moral como Kolberg, de Veit Harlan, la guerra ya estaba perdida desde hacía meses, incluso años. Hacía tiempo que estaba perdida cuando el 12 de enero comenzó la ofensiva del Ejército Rojo en Prusia Oriental, que rodeó la provincia alemana más oriental en muy poco tiempo. Ya se había perdido en las batallas de Stalingrado en 1942/43, y luego se había sellado en el saliente de Kursk en el verano de 1943. El fracaso de la ofensiva ante Moscú en el invierno de 1941 ya había mostrado que la victoria en la «campaña rusa», que pagaron con su vida 27 millones de ciudadanos soviéticos, entre ellos 14 millones de civiles, era impensable. La verdadera derrota, sin embargo, se produjo 12 años antes: el fracaso a la hora de impedir el traspaso del poder a Hitler por parte de los conservadores, su alianza con los grandes terratenientes y la industria pesada y, por tanto, la victoria del fascismo, que aprovechó el incendio del Reichstag para instaurar una dictadura. En su Cartilla de guerra (Kriegsfibel), Bertolt Brecht escribió: «Su hermano, aquí en el lejano Cáucaso/ Yazco ahora, hijo de campesinos suabos, enterrado/ Caído por el disparo de un campesino ruso. / Fui derrotado hace más de un año en Suabia».

La batalla por Berlín sólo retrasa lo inevitable, prolongando los asesinatos de guerra, el Holocausto y los crímenes de la fase final de los nazis, con los que quieren prevenir, asesinando sistemáticamente a sus oponentes, una revolución antibélica como la que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Cientos de miles pagan todo esto con su vida. Millones de trabajadores forzados, cientos de miles en campos de concentración, presidiarios con trabajos forzados y encarcelados de la Gestapo anhelan la liberación, que para muchos habitantes de las ciudades será también la liberación de la guerra de bombardeos.

Pero la liberación viene de fuera. Ya en 1919, tras la hasta entonces última guerra mundial, que por aquellos días aún no había que distinguir de una segunda, Kurt Tucholsky profetizaba, con la mirada puesta en el fortalecimiento renovado del militarismo alemán, en su poema Salvación desde fuera: «Lo que ya creíamos muerto, / ¡el diablo lo arrastre!, ha vuelto:/ los viejos comisarios de la milicia, / sin charreteras, pero con la misma mentalidad. / Y aunque perdimos la guerra, / los señores, plateados de estrellas, / cierran sus largas orejas -/ no han aprendido nada. / Y solo una paz puede salvarnos, / una paz que rompa este ejército, / que rompa las viejas cadenas de hierro –/ el enemigo nos libera de estas zarzas. / Los alemanes no lo harán por sí mismos».

La capital del Reich, Berlín, constituye la zona cero del final de la guerra en Europa. La planificada capital nazi de Germania es sustituida por la arquitectura hitleriana no planificada de una metrópolis europea desmoronada, cuya clásica edificación en bloques parecerá durante décadas la dentadura de un lamentable sin techo. Y en sin techo se convertirán cientos de miles de personas. Junto con Varsovia, Stalingrado, Rotterdam y Dresde, Berlín pertenece a una de las ciudades más destruidas de la Segunda Guerra Mundial. Incluso 80 años después, cada parque infantil que se abre paso entre la típica construcción de bloques en los populares barrios antiguos de Berlín, donde ahora los alquileres se disparan, cuenta una historia de muerte, sufrimiento y destrucción.

Los bombardeos de área en Berlín

La destrucción de Berlín comenzó con los bombardeos de área aliados. Los bombardeos más devastadores tuvieron lugar los días 3 y 26 de febrero de 1945, cuando 939 y 1.184 aviones lanzaron respectivamente más de 2.000 toneladas de bombas explosivas e incendiarias sobre los barrios del centro de la ciudad. Cinco años y medio antes, Hermann Göring había dicho en un discurso radiofónico que se llamaría Meier si aparecía un solo avión enemigo sobre el cielo de Berlín. Ahora, sólo el 3 de febrero, hasta 50.000 berlineses, refugiados de guerra y trabajadores forzados murieron durante los 50 minutos que duró el bombardeo. Sólo en las bóvedas subterráneas de la estación de metro de Weberwiese, donde la gente había buscado refugio, murieron varios centenares en muy poco tiempo porque la estación de metro se derrumbó bajo la carga de las bombas. Si hoy se da un paseo por el cementerio Georgen-Parochial, en la Friedenstraße, encontrará a muchas de las víctimas, entre ellas muchos niños que hoy tendrían alrededor de 85 años. Un total de 120.000 personas perdieron su hogar aquel día.

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