Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
Mostrando las entradas con la etiqueta Religión. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Religión. Mostrar todas las entradas
jueves, 8 de mayo de 2025
Teología política: la política como religión de los modernos
Diego Fusaro, Posmodernia
Bajo la luz de la hermenéutica movilizada por Schmitt, es en el Leviatán de Hobbes (1651) donde aparece operativo el dispositivo de la politische Theologie (Teología poliítica) en su máximo esplendor originario. Pero es sólo a partir del sistema categorial de Rousseau cuando el modelo de la teología política comienza a articularse según una dicotomía que preludia aquella de derecha e izquierda surgida con la Revolución Francesa. Es lo que tematizó Ernst Cassirer en su estudio Das Problem Jean Jacques Rousseau –El problema Jean Jacques Rousseau- (1932). En opinión del estudioso de las “formas simbólicas”, el corazón teórico del pensamiento político de Rousseau está en haber trasladado la “teodicea” –un enunciado, como es sabido, compuesto de “θεός” y “δίκη”, “Dios” y “justicia”– desde la esfera teológica vertical hasta la política horizontal. La génesis del mal se hace remontar, desde Rousseau, no ya al «pecado original» ni a una inescrutable voluntas divina, sino a la sociedad misma. Para Rousseau, de hecho, no es el hombre el que es naturalmente malo, como asegura «el sofista Hobbes«. Ni se debe admitir la doctrina del pecado original, “propagada por el retórico Agustín”.
La sociedad que ha producido el mal –alienación y explotación, desigualdad y propiedad privada, según cuanto Rousseau ya declara en el Discours sur l´origine et les fondements de l´inégalite parmi les hommes (Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, 1755)– también está llamada a redimirse a sí misma a través de la política. Dado que, como se sostiene en el Contrato Social (1762), l´homme est né libre et partout il est dans les fers –el hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado-, es exigencia fundamental de la política trabajar para restituir a los seres humanos su libertad, rompiendo las cadenas que se han creado con la evolución histórica. Para Rousseau, precisamente porque el mal no es coesencial a la naturaleza humana ni coincide con una condena sancionada ab aeterno por Dios, corresponde a la política la ambiciosa tarea de rectificar la injusticia y liberar a la sociedad del mal, generando la igualdad entre los hombres y la democracia directa como forma de gobierno.
Es cierto, sin embargo, que Rousseau se sitúa en el marco «contractualista» de los modernos y, aunque aspira a una comunidad solidaria y redimida, parte del engañoso presupuesto antropológico del individuo preexistente al Estado (entendido a su vez –dirá Hegel– como fruto de un «contrato» pensado según los módulos del «contrato privado»). El Discours de 1755 sobre el origen de la desigualdad distingue entre una desigualdad natural –la que, por ejemplo, diferencia a los hombres por inteligencia y potencia física– y una desigualdad convencional, que “depende de una especie de convención, y es establecida o al menos permitida por el consenso de los hombres». Es necesario actuar para eliminar la segunda y neutralizar los efectos de la primera. Fichte, en sus cinco lecciones de Jena sobre el Destino del Sabio de 1794, no aportará modificaciones de relieve a este programa. Simplemente, insistirá con mayor énfasis sobre la dimensión del futuro como espacio abierto para su realización mediante el actuar apasionado de un Sujeto consciente (Yo) capaz, bajo la inteligente guía del “sabio” (der Gelehrte), de redefinir el Objeto (no-Yo) siguiendo la razón.
domingo, 15 de diciembre de 2024
Godbusters (*). Miseria del laicismo
Diego Fusaro, Posmodernia
En materia de pluralismo, diálogo y respeto a las diferencias, conviene siempre distinguir entre el justo principio de la laicidad y su miserable desviación que es el laicismo. El primero reivindica la primacía del Estado sobre la religión, reconociendo a todo ciudadano la libertad de culto. El segundo, en cambio, coincide con la pretensión de desimbolización integral, o sea con la cancelación de todo espacio de lo sagrado. El principio de la laicidad respeta la presencia de lo sagrado y de la religión, distinguiéndolos del espacio de lo profano y pidiendo que, a su vez, este último sea respetado en su alteridad respecto a lo religioso. El principio del laicismo, que es perversión infame de la laicidad como el fundamentalismo lo es de la religión, pretende por el contrario la profanación universal, esto es la cancelación de los espacios de lo sagrado y de lo trascendente, liquidados en bloque como fanáticos e intolerantes, dogmáticos y no a la altura de la “ciudad secular”.
Religión y laicidad pueden y deben actuar conjuntamente, reconociendo y respetando cada uno las razones y las regiones de la otra parte. El laicismo es, sin embargo, una variante del fundamentalismo religioso, del que se plantea, precisamente, como la variante atea pero no menos dogmática, fanática e intolerante. Es, por así decirlo, el fundamentalismo específico de una civilización que no cree en nada y que hace del propio ateísmo de la indiferencia un dogma sectario e intransigente, que absolutiza la inmanencia y destrascendentaliza lo real.
Desde una perspectiva diferente, el laicismo, que es otro nombre para el ateísmo más desaforado, coincide con el fundamentalismo religioso del tiempo nihilista propio del sistema tecnocapitalista y de su tendencia a esa divinización del mundo que es coesencial a su mercadización integral. Por este motivo, siguiendo un clásico exemplum de la batalla falsamente emancipadora que el orden dominante promueve como único y total panorama, cuantos luchan en nombre del laicismo contra el Crucifijo y contra todos los demás símbolos de la religión, lideran una batalla que coincide con la emprendida con éxito por el nihilismo de la civilización de consumo y por su homogeneización del espacio bajo el signo de la forma mercancía.
Publicado por
mamvas
en
12:02 a.m.
1 comments
Tags:
Actualidad,
Iglesia,
Laicidad,
Laicismo,
Religión

sábado, 20 de julio de 2024
El ateísmo cristiano de Slavoj Žižek
En su nuevo libro, Slavoj Žižek propone una visión provocadora del cristianismo como fuerza progresista y secularizadora. Es el clásico Žižek, brillante y exasperante a partes iguales.
Matt McMannus, Jacobinlat
Slavoj Žižek es muchas cosas para mucha gente: el «Elvis de la teoría cultural», el filósofo de izquierdas más «formidablemente brillante» del mundo, un fraude, un marxista, un apologista antiwoke y mucho más. Pero probablemente poca gente piense en él como un «teólogo cristiano». Sin embargo, el iconoclasta pensador esloveno lleva décadas profundizando en la teología y la historia cristianas, desde libros como El frágil absoluto o ¿por qué merece la pena luchar por el legado cristiano? hasta su debate con el teólogo «radical ortodoxo» John Milbank.
Todo ello a pesar de profesar no creer en Dios. El nuevo libro de Žižek, Christian Atheism: How to Be a Real Materialist, es la exposición más desarrollada de su teología materialista hasta la fecha. También es, como la mayoría de sus libros, un microcosmos de la obra de Žižek en su conjunto: allí aborda temas que van de la política al psicoanálisis, de «The Last of Us» a la mecánica cuántica. Este eclecticismo sin duda reforzará las acusaciones de muchos de sus críticos de que es un diletante, y su tendencia a opinar sobre temas sin abordarlos en profundidad es a veces frustrante.
domingo, 17 de febrero de 2019
Cristianismo de liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas
Introducción al libro
Michael Löwy, Viento Sur
¿La religión es todavía aquel baluarte del oscurantismo y del conservadurismo que Marx y Engels denunciaron en el siglo xix? La respuesta es que sí en diversos contextos, culturas y países. Esta visión de Marx y Engels es aplicable a las corrientes integristas de las principales confesiones religiosas (cristiana, judía, musulmana, hindú) y a numerosos grupos de evangélicos y sectas. Ahora bien, la emergencia y desarrollo del cristianismo revolucionario en diversos continentes y de las teologías de la liberación en América Latina y en otras zonas del mundo ha abierto un nuevo capítulo en la historia y plantea nuevas y estimulantes cuestiones que no se pueden abordar sin renovar el análisis marxista de la religión.
Cuando se afrontan fenómenos de este tipo, hay marxistas que aplican su modelo interpretativo tradicional. Pero el compromiso de cristianos en las luchas sociales populares y su participación en diversos procesos revolucionarios desde mediados del siglo xx hasta ahora muestran claramente que es necesario elaborar un nuevo marco de interpretación desde el marxismo.
También entre los marxistas hay quienes oponen la base radical de la Iglesia y la jerarquía conservadora. Este punto puede corresponder parcialmente a la verdad, pero no es del todo acertado, dado que un gran número de obispos, especialmente en América Latina, Asia y África, son solidarios con los movimientos de liberación de los pobres. Ese compromiso les ha costado a algunos la vida. El caso más significativo es el de monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por escuadrones de la muerte de extrema derecha.
Michael Löwy, Viento Sur
¿La religión es todavía aquel baluarte del oscurantismo y del conservadurismo que Marx y Engels denunciaron en el siglo xix? La respuesta es que sí en diversos contextos, culturas y países. Esta visión de Marx y Engels es aplicable a las corrientes integristas de las principales confesiones religiosas (cristiana, judía, musulmana, hindú) y a numerosos grupos de evangélicos y sectas. Ahora bien, la emergencia y desarrollo del cristianismo revolucionario en diversos continentes y de las teologías de la liberación en América Latina y en otras zonas del mundo ha abierto un nuevo capítulo en la historia y plantea nuevas y estimulantes cuestiones que no se pueden abordar sin renovar el análisis marxista de la religión.
Cuando se afrontan fenómenos de este tipo, hay marxistas que aplican su modelo interpretativo tradicional. Pero el compromiso de cristianos en las luchas sociales populares y su participación en diversos procesos revolucionarios desde mediados del siglo xx hasta ahora muestran claramente que es necesario elaborar un nuevo marco de interpretación desde el marxismo.
También entre los marxistas hay quienes oponen la base radical de la Iglesia y la jerarquía conservadora. Este punto puede corresponder parcialmente a la verdad, pero no es del todo acertado, dado que un gran número de obispos, especialmente en América Latina, Asia y África, son solidarios con los movimientos de liberación de los pobres. Ese compromiso les ha costado a algunos la vida. El caso más significativo es el de monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por escuadrones de la muerte de extrema derecha.
sábado, 22 de junio de 2013
El capitalismo como religión y el neofranciscanismo como su disciplina
Maciek Wisniewski, La Jornada
A cien días del relevo en el Vaticano el nuevo Papa cautiva sobre todo con sus gestos. Desde los fieles hasta los teólogos de la liberación como Leonardo Boff u otros disidentes como Hans Küng, casi todos se dejaron seducir. Francisco estableció un estilo sencillo y austero: evita prendas adornadas, optó por un anillo y una cruz de plata, calza zapatos negros viejos, rechazó un lujoso apartamento; más de una vez dijo que quiere una Iglesia pobre y para los pobres. Como recuerda Damián Pierbattisti, Michel Foucault en Vigilar y castigar (1975) define el poder disciplinario como la anatomía política del detalle; no había últimamente otra ocasión donde aquella definición se vea con tal nitidez como con Francisco (Página/12, 28/3/13).
A cien días del relevo en el Vaticano el nuevo Papa cautiva sobre todo con sus gestos. Desde los fieles hasta los teólogos de la liberación como Leonardo Boff u otros disidentes como Hans Küng, casi todos se dejaron seducir. Francisco estableció un estilo sencillo y austero: evita prendas adornadas, optó por un anillo y una cruz de plata, calza zapatos negros viejos, rechazó un lujoso apartamento; más de una vez dijo que quiere una Iglesia pobre y para los pobres. Como recuerda Damián Pierbattisti, Michel Foucault en Vigilar y castigar (1975) define el poder disciplinario como la anatomía política del detalle; no había últimamente otra ocasión donde aquella definición se vea con tal nitidez como con Francisco (Página/12, 28/3/13).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)