La modernidad liberal celebra el progreso y al individuo, pero su luz proyecta una sombra inquietante: el nihilismo. Privado de significados compartidos y raíces profundas, Occidente corre el riesgo de desmoronarse. Andrea Zhok, profesor de Filosofía Moral en la Universidad Estatal de Milán, revela las causas de este declive: un capitalismo que reduce a los ciudadanos a consumidores sin memoria y transforma las democracias en oligarquías financieras. Al concluir su análisis, el profesor se pregunta: ¿qué futuro le espera a una civilización que ha perdido su alma?
Andrea Zhok, Krisis
En resumen
La paradoja del progreso occidental El individualismo liberal y el capitalismo global han generado un nihilismo que corroe los valores fundacionales de Occidente. Mientras exporta su modelo, la sociedad occidental muestra vacío existencial e incapacidad de diálogo intercultural.
De la libertad a la alienación El sujeto liberal, reducido a un consumidor sin raíces históricas, sacrifica toda identidad colectiva en aras de la satisfacción individual. Esta «libertad negativa» produce individuos desestructurados y sociedades sin cohesión.
El capitalismo como máquina nihilista El sistema transforma la acumulación de capital en un imperativo absoluto, debilitando la política y creando oligarquías financieras. La cuantificación económica borra el pasado y el futuro, aplastando todo en la moneda presente.
El retorno de las tradiciones en Eurasia Tras las revoluciones que negaron el pasado, Rusia y China han reconstruido identidades colectivas recurriendo a tradiciones premodernas: la ortodoxia y el confucianismo. Una recuperación instrumental para recomponer internamente los países, pero que también representa un rechazo del nihilismo occidental.
Occidente en la encrucijada: ¿renacimiento o declive? La pérdida de las raíces espirituales y el control social neoliberal sitúan a Occidente en un punto de inflexión: recuperar una planificación compartida o hundirse en derivas autoritarias mediante la creación de enemigos externos.
Un fantasma ronda por Europa, pero no es el del comunismo evocado por Karl Marx y Friedrich Engels. Es algo más insidioso: el fantasma del nihilismo. Mientras Occidente exhibe los trofeos del progreso tecnológico y el individualismo liberal, en sus cimientos se propaga un vacío existencial que corroe la esencia misma de nuestra civilización. Pero, ¿qué se esconde detrás de este nihilismo generalizado? ¿Por qué parece afectar especialmente a la sociedad occidental? ¿Y cómo se entrelaza con la afirmación del capitalismo global y la pérdida de identidad? Para responder a estas preguntas, hemos consultado al profesor Andrea Zhok, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Milán.
El nihilismo, concepto surgido en la Rusia del siglo XIX y replanteado por Friedrich Nietzsche, se ha materializado hoy en la crisis espiritual de Occidente. Ya no es solo una abstracción filosófica, sino una realidad tangible que se manifiesta en la erosión sistemática de todo valor compartido. Paradójicamente, precisamente cuando exporta su modelo de desarrollo a todo el mundo, Occidente muestra signos de un profundo malestar: ha perdido progresivamente la capacidad de confrontarse auténticamente con otras culturas, sustituyendo el diálogo por una homogeneización global que anula toda diferencia. Como destaca el antropólogo Emmanuel Todd en su último ensayo, La derrota de Occidente, esta deriva ha desencadenado reacciones imprevistas.
La afirmación de un presunto «bloque conservador» liderado por Rusia podría representar una respuesta al nihilismo liberal, un intento de contraponer los valores tradicionales a la pérdida de sentido occidental. Pero, ¿estamos realmente ante una alternativa creíble o simplemente ante otra forma de ideología? El panorama se complica aún más si tenemos en cuenta la crisis espiritual actual. Todd identifica en la «vaporización» de la ética protestante --en su día un pilar de la disciplina social y la cultura del trabajo-- uno de los factores clave del declive occidental. En su lugar ha surgido un individualismo radical, carente de raíces y referencias.