“Los mandamases de la UE siguen limitándose a ganar tiempo, pateando el problema despeñadero abajo. Al final, para sobrevivir, el sistema no puede sino instituir una autoridad fiscal unificada y abandonar las reglas fiscales incorporadas al Pacto de Estabilidad y Crecimiento. O eso, a aceptar el fracaso definitivo del experimento y disolver la Unión.”Marshall Auerback, Sin Permiso
Una vez llamé a la eurozona “hotel-carpa”. Como casi siempre, me quedé corto ante la capacidad del departamento italiano de diseño de metáforas: Giulio Tremonti, el ministro italiano de finanzas, comparó la semana pasada a Alemania y a su miope Canciller, Angela Merkel, con un pasajero que viaje en la primera clase del Titanic. El mensaje de fondo es, con todo, el mismo: no importa que viajes en cubierta o en primera clase, todos se irán a pique: lo mismo italianos, que griegos, irlandeses, españoles o franceses. Todos los miembros de la eurozona tienen un gran problema institucional, que es el de no ser capaces de financiar los déficits, habida cuenta de que aceptaron autoimponerse unas condiciones de patrón-oro al perder el derecho a su libertad fiscal.