Vemos que Israel no tiene una estrategia militar a largo plazo, sólo excursiones de corto plazo que agotarán tanto sus recursos como la moral de sus soldados de primera línea.
Martin Jay, Strategic Culture
Mientras el mundo entero espera con gran expectación el resultado de las elecciones estadounidenses que se celebrarán la próxima semana, muchos también esperan ver qué consecuencias tendrá el reciente ataque israelí contra Irán. A pesar de que Joe Biden le dijo que no podía atacar instalaciones militares, Israel hizo lo contrario del consejo de su principal patrocinador y precisamente eso es lo que hizo. Tal vez nunca haya habido un mejor ejemplo de fracaso de la diplomacia occidental que este incidente, dado que mientras Israel miente a su propio pueblo y al mundo occidental a través de medios de comunicación que están más que felices de contar historias sobre la realidad de los ataques, Irán ahora tiene que analizar una serie de opciones para responder. Pero responderá, sin duda.
Sin embargo, este acto singular es probablemente el más temerario hasta la fecha por parte de Netanyahu. Nunca antes el primer ministro israelí se había arriesgado tanto y había tomado una táctica que no sólo lleva a Estados Unidos al borde de una guerra con Irán, sino que también pone de relieve la cuestión existencial del propio Israel. El próximo ataque a la infraestructura militar de Israel podría ser el golpe final para que Israel funcione como una entidad militar que obligue a Estados Unidos, o al próximo presidente, a intervenir, mientras los críticos de Trump ya señalan que debe una serie de favores a los sionistas, que sin duda exigirán.