El equipamiento alemán visible en Kursk ha despertado viejos fantasmas y ha consolidado la conciencia de las hostiles intenciones occidentales hacia Rusia. «Nunca más» es la réplica tácita.
Alastair Crooke, Strategic Culture
La propaganda de guerra y el engaño son tan viejos como las montañas. Nada nuevo. Pero lo que sí es nuevo es que la guerra de información ya no es un complemento de objetivos bélicos más amplios, sino que se ha convertido en un fin en sí misma.
Occidente ha llegado a considerar que “poseer” la narrativa ganadora -y presentar la del Otro como torpe, disonante y extremista- es más importante que enfrentarse a los hechos sobre el terreno. Desde este punto de vista, adueñarse de la narrativa ganadora es ganar. Así, la “victoria” virtual triunfa sobre la realidad “real”.
Así pues, la guerra se convierte más bien en el escenario para imponer la alineación ideológica a través de una amplia alianza global e imponerla a través de medios de comunicación obedientes.
Este objetivo goza de mayor prioridad que, por ejemplo, garantizar una capacidad de fabricación suficiente para sostener los objetivos militares. La elaboración de una “realidad” imaginada ha tenido prioridad sobre la configuración de la realidad sobre el terreno.