Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
jueves, 10 de julio de 2025
No hay alternativa al multilateralismo
Luiz Inácio Lula da Silva*, La Jornada
El año 2025 debería ser un momento de celebración, dedicado a los 80 años de existencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Pero corre el riesgo de pasar a la historia como el año en que colapsó el orden internacional construido a partir de 1945.
Las grietas ya eran visibles. Desde las invasiones de Irak y Afganistán, la intervención en Libia y la guerra en Ucrania, algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad han banalizado el uso ilegal de la fuerza. La omisión ante el genocidio en Gaza representa una negación de los valores más fundamentales de la humanidad. La incapacidad para superar las diferencias fomenta una nueva escalada de violencia en Medio Oriente, cuyo capítulo más reciente incluye el ataque a Irán.
La ley del más fuerte también amenaza el sistema multilateral de comercio. Los aranceles masivos desorganizan las cadenas de valor y lanzan la economía mundial a una espiral de precios altos y estancamiento. La Organización Mundial del Comercio ha sido vaciada y nadie recuerda ya la Ronda de Desarrollo de Doha.
El colapso financiero de 2008 puso en evidencia el fracaso de la globalización neoliberal, pero el mundo siguió atado a la receta de la austeridad. La decisión de rescatar a los ultrarricos y a las grandes corporaciones a costa de los ciudadanos comunes y de los pequeños negocios profundizó las desigualdades. En los últimos 10 años, los 33.9 billones de dólares acumulados por el uno por ciento más rico del planeta equivalen a 22 veces los recursos necesarios para erradicar la pobreza en el mundo.
El estrangulamiento de la capacidad de acción del Estado ha llevado al descrédito de las instituciones. La insatisfacción se ha convertido en terreno fértil para las narrativas extremistas que amenazan la democracia y promueven el odio como proyecto político.
Muchos países han recortado programas de cooperación en lugar de redoblar esfuerzos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible hasta 2030. Los recursos son insuficientes, su costo es elevado, el acceso es burocrático y las condiciones impuestas no respetan las realidades locales. No se trata de caridad, sino de corregir disparidades que tienen raíces en siglos de explotación, injerencia y violencia contra los pueblos de América Latina y el Caribe, África y Asia. En un mundo con un PIB combinado de más de 100 billones de dólares, es inaceptable que más de 700 millones de personas sigan pasando hambre y viviendo sin electricidad ni agua potable.
Los países ricos son los principales responsables históricos de las emisiones de carbono, pero serán los países más pobres los que más sufrirán por el cambio climático. El año 2024 fue el más caluroso de la historia, lo que demuestra que la realidad avanza más rápido que el Acuerdo de París. Las obligaciones vinculantes del Protocolo de Kioto fueron remplazadas por compromisos voluntarios, y las promesas de financiamiento hechas en la COP15 de Copenhague –que preveían 100 mil millones de dólares anuales– nunca se concretaron. El reciente aumento del gasto militar anunciado por la OTAN hace que esa posibilidad sea aún más remota.
Los ataques a las instituciones internacionales ignoran los beneficios concretos que el sistema multilateral ha aportado a la vida de las personas. Si hoy la viruela está erradicada, la capa de ozono preservada y los derechos laborales aún se mantienen en gran parte del mundo, es gracias al esfuerzo de estas instituciones.
En tiempos de creciente polarización, expresiones como “desglobalización” se han vuelto comunes. Pero es imposible “desplanetizar” nuestra vida en común. No existen muros lo suficientemente altos como para preservar islas de paz y prosperidad rodeadas de violencia y miseria.
El mundo actual es muy distinto al de 1945. Han surgido nuevas fuerzas y se han impuesto nuevos desafíos. Si las organizaciones internacionales parecen ineficaces, es porque su estructura ya no refleja la realidad actual. Las acciones unilaterales y excluyentes se agravan ante el vacío de liderazgo colectivo. La solución a la crisis del multilateralismo no es abandonarlo, sino refundarlo sobre bases más justas e inclusivas.
Esta es la comprensión que Brasil –cuya vocación siempre ha sido la de contribuir a la cooperación entre las naciones– demostró durante su presidencia del G-20 el año pasado, y continúa demostrando este año en las presidencias del BRICS y la COP30: la de que es posible encontrar convergencias incluso en escenarios adversos.
Es urgente insistir en la diplomacia y refundar las estructuras de un verdadero multilateralismo, capaz de responder a los clamores de una humanidad que teme por su futuro. Sólo así dejaremos de ser testigos pasivos del aumento de la desigualdad, de la insensatez de las guerras y de la destrucción de nuestro propio planeta.
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*Presidente de la República Federativa de Brasil
Publicado por
mamvas
en
7:07 p.m.
Tags:
BRICS+,
Decadencia Occidental,
Lula da Silva,
Multilateralismo,
ONU

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